Balsa muisca

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Balsa muisca

La balsa muisca o balsa dorada es una pieza de orfebrería precolombina votiva elaborada por la cultura muisca en la región geográfica que actualmente corresponde al centro de Colombia. La pieza se encuentra exhibida en el Museo del Oro de Bogotá. Se estima que la figura fue elaborada entre los años 600 y 1600 d. C. por fundición a la cera perdida en oro con una pequeña cantidad de cobre.

Balsa muisca, museo del Oro en Bogota (Colombia)
La figura hace alusión a la ceremonia de la leyenda de El Dorado. Representa el acto de investidura de poder de los jefes muiscas que se celebraba en la laguna de Guatavita, en el cual el heredero del cacicazgo cubría su cuerpo con oro en polvo y acompañado del pueblo arrojaba oro y esmeraldas como ofrenda a los dioses. La pieza tiene una base con la forma de una embarcación de troncos con unas dimensiones de 19,5 x 10,1 cm y varias figuras sobre la balsa; la figura de mayor tamaño que se destaca en la mitad aparentemente representa al cacique, el cual está adornado con tocados, narigueras y orejeras, mide 10,2 cm de altura y está rodeado por sus soldados que portan estandartes.

Historia

Fue hallada por campesinos a principios de 1969 en una cueva de la vereda Lázaro Fonte del municipio de Pasca (Cundinamarca) dentro de una vasija de cerámica,​ la cual está adornada en el exterior con una figura humana, cuyo rostro presenta dientes afilados.​ A su encuentro, el sacerdote del municipio Jaime Hincapié protegió la pieza de su venta o fundición hasta que esta fue adquirida por el Museo del Oro.​ Desde entonces, la pieza nunca ha salido del país.

Previo al hallazgo de esta pieza existió otra figura similar que fue encontrada en 1856 en las lagunas de Siecha.​ Dicha balsa, que fue llamada la balsa de Siecha, fue expuesta a la luz pública por primera vez en el año de 1883, en el libro "El Dorado" de Liborio Zerda, lo cual despertó un renovado interés por la leyenda. La balsa pasó a manos del coleccionista Salomón Koppel quien la vendió al Museo Real de Berlín, dado que en aquel entonces no existía en Colombia ningún tipo de legislación que protegiera estos bienes patrimoniales. El museo logró sacarla del país de forma legal, sin embargo a su llegada al puerto alemán de Bremen, el barco donde era transportada se incendió, con lo cual la balsa de Siecha desapareció.

Imagen en billete

Billete de 2 pesos de 1976 con la imagen de la balsa muisca.
Una serie de billetes de 2 pesos colombianos que emitió el Banco de la República en 1972 presentaba la imagen de la balsa muisca en el reverso y el retrato de Policarpa Salavarrieta en el anverso. Dicho billete se imprimió en seis emisiones hasta 1977.

Imagen en estampillas

Una serie de estampillas fue emitida por Adpostal el 29 de abril de 2004 con la imagen de la balsa muisca. Las hojas filatélicas tenían un tamaño de 84 x 62 mm y estaban conformadas por dos estampillas con valores de $1.700 y $2.000. Se emitieron en total 70.000 hojas de esta serie, las cuales se pusieron a la venta el 31 de octubre de 2004.

Imagen en escudos de municipios

Dos municipios colombianos en el departamento de Cundinamarca tienen la imagen de la balsa muisca en sus escudos. En el escudo del municipio de Sesquilé representa la relación de la cultura Muisca con la laguna de Guatavita, la cual se encuentra en su jurisdicción.​ En el escudo del municipio de Pasca la figura de la balsa hace referencia al lugar en donde esta fue encontrada.

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Chichén Itzá

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Chichén Itzá

Chichén Itzá (en maya: Boca-del-pozo (chichén) de los brujos-de-agua (Itzá))​ es uno de los principales sitios arqueológicos de la península de Yucatán, en México. Está ubicado en el municipio de Tinum, en el estado de Yucatán. Consistió en una ciudad​ o un centro ceremonial, que pasó por diversas épocas constructivas e influencias de los distintos pueblos que la ocuparon y que la impulsaron desde su fundación. Vestigio importante y renombrado de la civilización maya, las edificaciones principales que ahí perduran corresponden al periodo denominado clásico tardío o postclásico temprano (800-1100 d. C.).

Fue inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988.

Templo de Kukulkán
El 7 de julio de 2007, el Templo de Kukulcán, ubicado en Chichén Itzá, fue reconocido como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno, por una iniciativa privada sin el apoyo de la Unesco, pero con el reconocimiento de millones de votantes alrededor del mundo.

La arquitectura monumental que ha llegado hasta nuestros días, que es emblemática del yacimiento, tiene una clara influencia tolteca. El dios que preside el sitio, según la mitología maya, es Kukulkán, representación maya de Quetzalcóatl, dios tomado del panteón de la cultura tolteca.

Toponimia

En idioma maya, Chichén Itzá significa «boca del pozo de los itzaes», haciendo referencia al Cenote Sagrado, el gran pozo natural que los habitantes de la región consideraban una de las entradas principales al inframundo, sede de importantes dioses, como los de la lluvia. Además, el nombre del sitio alude a los itzaes, poderosos señores mítico-históricos de la ciudad durante la época de su crecimiento y apogeo.

Su nombre deriva de las palabras mayas chi ‘boca’, che'en ‘pozo’, itz ‘mago o brujo’ y há ‘agua’. Al unir las palabras se obtiene ‘la boca del pozo de los brujos del agua’ o ‘en la orilla del pozo de los brujos de agua’. O bien del huasteco ch'iich'en ‘en estado/apariencia de pájaro’, o también del huasteco itzam ‘serpiente’, ‘serpiente emplumada’.

Historia

Chichén Itzá fue fundada hacia el año 300 D. C., durante «la primera bajada o bajada pequeña del oriente» que refieren las crónicas, por los chanes de Bacalar (que después se llamaron itzá y más tarde cocomes).

Habiendo establecido los clanes la capital de su gobierno en Chichén Itzá en la época señalada, provenientes de Bacalar, continuaron su trayecto de oriente a poniente en la península de Yucatán, al cabo del cual fundarían también otras ciudades importantes como Ek Balam, Izamal, Motul, T'Hó, la actual Mérida de Yucatán, y Champotón.

Ya hacia el final del período clásico tardío, en el siglo IX, Chichén se convirtió en uno de los más importantes centros políticos de las tierras del Mayab. Para el principio del posclásico (desde el año 900 hasta el 1500), la ciudad se había consolidado como principal centro de poder en la península yucateca.

Evolución del sitio

De acuerdo con la evidencia disponible, es posible que muchas de las construcciones principales de la ciudad hayan sido destruida y reconstruidas más tarde. Se puede decir que el declive de Chichén Itzá se dio en un contexto de violencia, que condujo a la pérdida de la hegemonía Chichén Itzá en el Mayab.

Se formó la Liga de Mayapán, que fue una unión de casas sacerdotales de la península, entre las que las más importantes eran Uxmal, Mayapán y Chichén Itzá. Sin embargo esta liga fue destruida por un desacuerdo entre los caciques (halach uinik) de los participantes que llevó a una declaración de guerra de uno de ellos, Hunac Ceel, quien se proclamó halach uinik de Mayapán. Esto originó la ruptura con los itzáes, quienes perdieron el conflicto y debieron eventualmente huir en el año 1194 d. C. y refugiarse en el Petén, de donde habían venido originalmente hacía casi diez siglos.

Vista panorámica de «El Castillo»,
con el Templo de las mil Columnas»
A diferencia del inicio, cuando Chichén fue fundada, en que los mayas venidos de oriente buscaban la paz y el desarrollo de su pueblo estableciéndose en el Mayab (en lengua maya: má ‘no’; yab ‘mucho, muchos’; el lugar para unos cuantos, ‘para no muchos’nombre que tenía la región toda antes de la llegada de los españoles​ al final, 1000 años después, la propia región se había convertido en lugar de pugnas y de luchas. En la caída, la élite estaba formada por guerreros, sacerdotes y comerciantes que gobernaban Chichén Itzá. Ellos habían introducido el culto al dios Kukulcán. Había levantado impresionantes construcciones con taludes y muros verticales y representaciones del dios pájaro-serpiente que vino de afuera. En el proceso de declinación el militarismo fue el fundamento indudable de esta cultura. Esto se hace evidente en el monumento llamado Plataforma de las Calaveras, donde exhibían, clavados en estacas, los cráneos de cientos de enemigos.

Chichén Itzá conservaba su fama de sitio sagrado en la época de la conquista, y aún acudían a la antigua capital de los itzáes peregrinos mayas a realizar rituales en el Cenote Sagrado, en el Castillo y el Osario. Por la importancia de Chichén Itzá, Francisco de Montejo llegó a plantear establecer ahí la capital de la provincia de Yucatán, aunque la idea no prosperó. Los cronistas de la época, como fray Diego de Landa, quedaron impresionados por las dimensiones de Chichén Itzá y por sus bien conservadas construcciones.

Arquitectura

Las edificaciones de Chichén Itzá muestran un gran número de elementos arquitectónicos e iconográficos que algunos historiadores han querido llamar mexicanizados. Lo cierto es que es visible la influencia de las culturas provenientes del altiplano mexicano, y la mezcla con el estilo Puuc, proveniente de la zona alta de la península, de la arquitectura clásica maya. La presencia de estos elementos procedentes de las culturas del altiplano fueron concebidas hasta hace algunos años como producto de una migración masiva o conquista de la ciudad maya por parte de grupos toltecas. Sin embargo, estudios más recientes​ sugieren que pudieron haber sido la expresión cultural de un sistema político muy extendido y prestigioso durante el posclásico temprano en toda Mesoamérica. Al paso de los años a la humanidad nos ha servido para realizar conocimiento arquitectónicos, ya que cuenta con conocimientos matemáticos para la realización de construcciones de grandes dimensiones.

El Castillo y el descenso de Kukulcán

Los múltiples y monumentales edificios de la explanada de Chichén Itzá están presididos por la Pirámide de Kukulcán, llamada por muchos "el Castillo", uno de los edificios paradigmáticos de la arquitectura maya. Es una pirámide de cuatro lados que culmina en un templo rectangular. Se asienta sobre una plataforma rectangular de 55,5 metros de ancho y tiene una altura de 24 metros. Cada lado de la pirámide tiene una gran escalinata, 91 escalones por lado y uno más que conduce al templo superior, dando 365 escalones, uno por día del año. Balaustradas de piedra flanquean cada escalera, y en la base de la escalinata norte se asientan dos colosales cabezas de serpientes emplumadas, efigies del dios Kukulcán. Es en estas escalinatas, y muy particularmente en sus pretiles o balaustradas, donde se proyectan alrededor del día equinoccial las sombras de las aristas de las plataformas o basamentos superpuestos que integran el gran edificio, configurándose así la imagen del cuerpo de la serpiente, que al paso de las horas parece moverse descendiendo y rematando en la mencionada cabeza pétrea situada en la base inferior de la escalinata.

Marco del «Juego de Pelota»
Es una opinión común que este juego de luz y sombra representa la "bajada" de Kukulcán a la tierra, como quisieron los mayas simbolizar el mandato superior de acudir a la labor agrícola, ante la inminencia de la llegada de las lluvias, al concluir el mes de marzo en que se inicia la temporada de siembra de la milpa en la región. También se ha propuesto que el fenómeno refleja la relación entre el conocimiento astronómico, la arquitectura y el trabajo agrícola.

Sin embargo, las orientaciones astronómicas, que evidentemente tenían tanto el significado ritual como la utilidad práctica relacionada con el ciclo agrícola, están plasmadas en muchos edificios, tanto en Chichén Itzá​ como en otros sitios.

Asimismo se ha demostrado que las orientaciones que registren los equinoccios astronómicos son prácticamente inexistentes en la arquitectura maya y que el fenómeno del Castillo de Chichén Itzá puede observarse durante varias semanas, sin que los pequeños cambios permitan determinar los equinoccios o cualquier otra fecha, por lo que resulta poco probable que haya sido planificado por los mayas.

Cenote sagrado

Es un cenote a cielo abierto de 60 m de diámetro, con paredes verticales de aproximadamente 15 m del nivel del acceso a la superficie del agua y de 13 m de profundidad, que es aproximadamente el primer piso freático en esa zona de la península de Yucatán.

El cenote sagrado de Chichén Itzá era considerado uno de los más importantes lugares de peregrinación de la cultura maya,​ y a él peregrinaban personas de lugares muy distantes de Centroamérica, como Piedras Negras.

A principios del siglo xx d. C. un cónsul estadounidense, Edward Herbert Thompson (1857-1935), se enteró de leyendas en las que se describía el sacrificio de doncellas ricamente ataviadas en el cenote, así que compró la propiedad en donde se encuentra, dragó el cenote y extrajo numerosos objetos que envió a su país, vendiéndolos, principalmente al Museo Peabody de Massachusetts.

Vista del cenote sagrado
En 1926, el Gobierno mexicano expropió los terrenos donde se encontraba la entonces "Hacienda Chichén" y demandó a Thompson, acusándolo de haberse apropiado de manera ilegal del patrimonio. El litigio se prolongó hasta 1945, año en el que la Suprema Corte de Justicia de la Nación falló en favor del estadounidense, dictaminando que Thompson había comprado la propiedad de manera legal y al no existir leyes de protección al patrimonio, el norteamericano tenía el derecho de explorar y exportar lo encontrado en el cenote de su propiedad. Aunque el arqueólogo había fallecido en 1935, la propiedad fue devuelta a sus herederos.​ Eventualmente, después de diversas gestiones del Gobierno mexicano, retornó a México, en 1970 y en 2008, una buena cantidad de las invaluables piezas arqueológicas, que se encuentran a resguardo en diversos museos mexicanos.

No obstante el aspecto legal, muchos expertos de entonces y de ahora consideran que Thompson actuó con dolo y una total falta de ética, saqueando el cenote.

Sacrificios humanos

Actualmente, la antigua concepción romántica del sacrificio de doncellas en el cenote sagrado ha quedado superada con las investigaciones osteo-arqueológicas y epigráficas recientes.​ En realidad los sacrificios en el cenote sagrado eran mayormente de niños, a quienes se ataviaba a la imagen de los dioses gemelos y se los sacrificaba en ceremonias ligadas al mito maya de la creación. Esto explicaría el limo color azul maya del fondo del cenote (color que en la cosmovisión maya representaba lo sagrado) y la razón por la cual cerca de un 80% de los huesos encontrados en el cenote sagrado son de niños.

Estructuras adicionales

El Gran Juego de Pelota

El Gran Juego de Pelota en Chichén Itzá muestra el arribo y desarrollo de los Itzáes, la evolución de las ideas religiosas, y el estilo llamado “Maya Yucateco” porque está mezclado con elementos de la zona original del Puuc. Este estilo combina arquitectura, escultura, y pintura en función del militarismo y el culto de Kukulkán, que comenzó a extenderse hacia la región maya en el período clásico, produciendo un renacimiento de la cultura y la sociedad en las tierras de Yucatán.

Templo del Jaguar

El Templo del Jaguar en Chichén Itzá fue construido entre los años 1000 y 1150. Toma su nombre de una secuencia de jaguares ubicada en la parte frontal de la estructura, consta de diferentes capas que están intrincadamente esculpidas y muestran diferentes tipos de imágenes. Dos gigantescas serpientes emplumadas formaban las columnas en el vestíbulo de entrada, mientras que las paredes interiores estaban ricamente decoradas en piedra.

Templo Sur del Juego de Pelota

El Templo Sur del Juego de Pelota en Chichén Itzá está lamentablemente muy destruido, probablemente debido a sus amplias dimensiones. Tenía pilastras para apoyar el techo que sirvió para proteger a la alta jerarquía del sol y días lluviosos.

Templo del Hombre Barbudo

El Templo del Hombre Barbudo es quizás el mejor conservado de los edificios que rodean el Gran Juego de Pelota, el Templo recibe su nombre de un extraño hombre barbudo que encabeza la escena. Se encuentra sobre una pared de tres cuerpos escalonados junto con la escalera principal que se asienta sobre una plataforma.

Templo de las Águilas y Jaguares

El Templo de las Águilas y Jaguares obtuvo su nombre de relieves que muestran a estos animales devorando corazones humanos, este Templo es la más pequeña del conjunto de estructuras que forman “El Gran Plano”, que incluye: el Templo de Kukulkán, el Templo de Venus y Gran juego de pelota.

Templo de Venus

Calaveras de Chichen Itzá
El Templo de Venus en Chichén Itzá recibe su nombre porque hay representaciones en bajorrelieve del planeta Venus en sus paneles exteriores en forma de Años Maya junto a una media flor con palos en los pétalos; También está el símbolo de estallido pop o trenzado que significa señorío y poder. El Templo de Venus también se conoce como la Tumba de Chacmol porque su escultura se encontró en su interior.

Cenote Sagrado

El Cenote Sagrado en Chichén Itzá está ahí porque la Península Maya tiene la mayor parte de sus corrientes de agua subterráneas, principalmente debido a la superficie de piedra caliza que absorbe rápidamente el agua de lluvia. Los mayas llamaron a estos pozos naturales ts’onot, una palabra que se transformó en español y llevó a Cenote.

Templo de las Mesas

Llamado Templo de las Mesas debido a los niveles superpuestos que dan la apariencia de mesetas, este templo construido junto al de los Guerreros, es una pequeña pirámide de cuatro niveles que previamente culminó con un templo con dos columnas de serpientes.

Templo de los Guerrerosç

El Templo de los Guerreros en Chichén Itzá se construyó alrededor del año 1200 y es uno de los edificios más hermosos y mejor conservados de este sitio. Chichén Itzá tiene decenas de edificios, pero cuando la gente piensa en este sitio, siempre piensa en el Castillo, el Cenote Sagrado, el Gran Juego de Pelota y, por supuesto, el Templo de los Guerreros.

Grupo de las Mil Columnas

El Grupo de las Mil Columnas en Chichén Itzá es en realidad un templo, una estructura muy hermosa e impresionante conectada al Templo de los Guerreros que recibe su nombre porque parece que tiene muchas columnas, pero en realidad, solo hay unas 200 columnas de ellos.

Pilares del Norte

Los Pilares del Norte en Chichén Itzá son parte del conjunto principal de columnas que se encuentran en el lado del Templo de los Guerreros. Están decoradas en sus cuatro caras con relieves de guerreros, sacerdotes y prisioneros, así como plazas con la efigie del Hombre Pájaro Serpiente o Kukulkán.

El Osario

El Osario de Chichén Itzá también se conoce como la tumba del gran sacerdote. Esta estructura mide más de 10 metros de altura y está formada por nueve cuerpos escalonados muy similares a El Castillo, que parece ser una réplica, con la diferencia de tener menos altura y un friso cubierto de relieves mitológicos decorados en sus esquinas con la efigie del dios Chaac similar a las que se encuentran en el Templo de los Guerreros y el Templo de Venus.

Plataforma de las Tumbas

La Plataforma de las Tumbas en Chichén Itzá, también es conocida como 3C4 y tiene tres cámaras que contenían restos humanos, por lo que obtuvo su nombre comúnmente conocido. En la primera de las cámaras, había dos esqueletos en muy malas condiciones pertenecientes a individuos masculinos, y algunos vasos fragmentados. En la segunda cámara, otros dos esqueletos masculinos dañados fueron encontrados, además de dos vasos rotos, dos objetos de jade, un sonajero de cobre, un cristal de roca y muchos ornamentos de conchas que hacen que los arqueólogos consideren que habían sido parte de una máscara.

Plataforma Venus

La Plataforma Venus es muy similar a la Templo de Venus en la Gran Plaza donde se encuentra la Pirámide de Kukulkán. La plataforma redonda contenía una caja de ofrendas y un pequeño pavimento de losa. La función de ambos era servir como plataformas para las ceremonias, los ritos o las danzas.

«Templo de los Guerreros» y de las «Mil Columnas»
en donde se encuentra el Chac Mool

Chichanchob (Casa Colorada)

Este edificio es el más grande y mejor conservado de los cuatro edificios que rodean la plaza o la llanura principal. Chichanchob se traduce como “pequeños agujeros” del Maya chi’ich’ichan, que significa “pequeño”, y ch’ob, “agujero”; tal vez debido a los pequeños agujeros en su cresta levantada. También se conoce comúnmente como Casa Colorada, debido a una franja pintada en rojo dentro del vestíbulo o la primera bahía.

Casa del Venado

La Casa del Venado en Chichén Itzá ya se encuentra muy deteriorada, pero tiene pautas arquitectónicas muy similares a las de Chichanchob. Está en una plataforma o sótano con esquinas redondeadas y una fachada lisa, y con un friso entre molduras y crestas en la parte delantera sin ningún tipo de decoración. Es parte de una plaza que contiene Chichanchob, y probablemente un complejo residencial asociado con el Osario.

Observatorio

El Observatorio de Chichén Itzá, también conocido como el Caracol, es una estructura redonda muy similar a las que existen en otras partes de Mesoamérica.

Tiene algunas ventanas en la parte superior desde donde se podían ver los equinoccios, las puestas de sol, los solsticios, las posiciones de Venus y otras estrellas, y basados con la observación se guiaron para muchas de las decisiones y acciones tomadas por la clase dominante.

Complejo de las Monjas

El Edificio de las Monjas en Chichén Itzá tiene su frente hacia el norte y consta de tres edificios: Las Monjas, las alas Este y Sudeste, que corresponden a varios períodos de construcción que se superponen.

La Iglesia

Cuando la Iglesia de Chichén Itzá fue descubierto por la primera vez, este edificio era notable por el buen estado de conservación en que se encontraba y por la riqueza y belleza de sus ornamentos. La Iglesia es un pequeño edificio al lado de Las Monjas con una sola cámara y una puerta de acceso, similar a una capilla rectangular, de su nombre cambio a este.

El Tzompantli, o Plataforma cráneo (Plataforma de los cráneos), muestra una clara influencia cultural de la meseta central de México. A diferencia del Tzompantli de las tierras altas, sin embargo, las calaveras fueron empaladas en vertical en lugar de horizontal como en Tenochtitlan.

Tzompantli en Chichén Itzá
El Mercado es un edificio que tiene la forma de una T. En la parte frontal se levanta una plataforma de 80 metros de largo por 15 de ancho compuesta de una fila de pilares. El pórtico está techado con una bóveda y un acceso en el centro del muro sur lleva a un patio cuadrado que está rodeado por columnas (Marquina, 1964). Adyacentes al muro que se ubica detrás del pórtico hay dos banquetas decoradas con serpientes emplumadas, y el talud con una procesión de guerreros. En esta representación se ve a un personaje central que tiene una serpiente emplumada por detrás de su cuerpo. Es un guerrero que lleva un tocado en forma de máscara de águila, orejera en forma de cuenta tubular, pectoral circular, protector de brazos, dos lanzas en la mano izquierda, falda, rodillera y sandalia. Este personaje está pisoteando dos cautivos que llevan tocados emplumados, protectores de brazos, tobilleras y sandalias. En ambos lados de este individuo principal hay una procesión de prisioneros amarrados por sogas en las manos.

Relatos de escritores foráneos

En el siglo xvi d. C. el conquistador español Francisco de Montejo y el franciscano Diego de Landa realizaron las primeras visitas de los europeos a la zona y dieron cuenta detallada de la existencia de la ciudad.

Fachada del Templo de las Monjas,
tal y como se encontraba en 1860.
Fotografía de Désiré Charnay.
En 1840 el estadounidense John Lloyd Stephens, en compañía del artista inglés Frederick Catherwood, visitó la zona arqueológica de Chichén Itzá. En esa época se encontraba dentro de la hacienda del mismo nombre que pertenecía a Juan Sosa. En 1894, Edward Herbert Thompson adquirió la Hacienda de Chichén-Itzá y realizó estudios y exploraciones en la zona, en especial dentro del cenote sagrado. Durante esos trabajos muchos objetos encontrados fueron enviados indebidamente al Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard, aunque, posteriormente, y debido a la intervención del Gobierno mexicano, algunos de los objetos fueron devueltos. Al morir Thompson en 1935 la propiedad pasó a sus herederos, aunque el control y la jurisdicción, así como la exploración sistematizada y el mantenimiento del extenso sitio arqueológico está a cargo, por disposición de ley, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, organismo descentralizado del Gobierno federal mexicano.

En 1860, el arqueólogo francés Désiré Charnay viajó a México, donde visitó y fotografió varias de las ruinas mayas, entre ellas Palenque, Izamal, Chichén Itzá, Uxmal, Sisal, Dzitás y Ticul, así como las ciudades de Mérida y Campeche. A su retorno a Francia, logró montar una exposición con las fotografías tomadas en México, que cautivaron la atención de la sociedad parisina, al grado que el emperador Napoleón III patrocinó en 1863 la edición de su libro Cités et ruines americaines, en donde describió lo aprendido en sus viajes​ y se publicaron placas de sus mejores fotos.

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Iberos, Parte 2

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Iberos

La sociedad ibera y su organización social

Aunque los textos clásicos hablan de unas formas de gobierno muy homogéneas —simplificación debida a motivos propagandísticos–, la mayoría de la comunidad científica estima que hubo formas de gobierno mucho más heterogéneas y complejas.

... los iberos, amantes de la libertad, que no aceptaban un jefe, sino a lo sumo en caso de guerra y por corto tiempo,...
 Adolf Schulten

La sociedad ibera estaba fuertemente jerarquizada en varias castas sociales muy dispares, todas ellas con una perfecta y bien definida misión para hacer funcionar correctamente una sociedad que dependía de ella misma para mantener a su ciudad.

Jinete ibero del siglo III a. C.
Parte del Grupo A del llamado Relieve de Osuna
(Sevilla, España). M.A.N., Madrid.
La casta guerrera y noble era la que contaba con más prestigio y poder dentro de estas. Aparte de las armas, poseer caballos otorgaba también gran prestigio y reflejaba poder, nobleza, y formar parte de la clase más pudiente.

También tenían gran importancia la casta sacerdotal, en la que las mujeres, como se observa en los túmulos funerarios, eran el vínculo de la vida y la muerte. Las sacerdotisas gozaban de gran prestigio, ya que eran las que estaban en continuo contacto con el mundo de los dioses, aunque también había hombres que desarrollaban una tarea mística, prueba de ello son los sacerdotes lusitanos, que leían el futuro en los intestinos de los guerreros enemigos.

Otra de las castas era la de los artesanos, apreciados porque de ellos salían los ropajes con los que se vestían y resguardaban del frío, los que elaboraban calzado, los que modelaban vasijas en las que guardar agua y alimentos y, sobre todo, por ser los que les hacían, a medida, armas y armaduras con las que se distinguían de las otras castas más bajas.

Finalmente estaba el «pueblo llano», gente de distintos oficios que se dedicaban a los trabajos más duros.

Indumentaria ibera

Los iberos se vestían con telas de distintas calidades, según su poder económico.

- Guerreros: Según los textos antiguos, la prenda más habitual era un vestido de tela, como la de los romanos, con el ribete en rojo.

Recreación de guerreros íberos
de los siglos VI y III a. C.
Los historiadores romanos de la época
relatan que los guerreros íberos
vestían indumentaria roja y blanca y 
portaban una falcata como arma.
- Sacerdotisas: Las sacerdotisas eran quizás las que más adornos tenían. De ellas vienen la mantilla y la peineta, con la que se solían cubrir la cabeza y el cuerpo, un ejemplo de ello es la Dama de Elche, y los moños que hoy se pueden ver en Castellón.

- Otras prendas de vestir: Otra prenda muy valorada, era el sagum, una capa de lana, que protegía del duro frío. Otra de las prendas que aún existen hoy, es una tela que a modo de diadema utilizaban los guerreros para recogerse el pelo. Su calzado era unas alpargatas, que se ataban a la pierna y el pie, en el invierno se cubrían los pies y las piernas con unas botas de piel y pelo de animal.

El guerrero ibero

Su carácter fue descrito por los griegos, quienes se fascinaron por unos soldados que se lanzaban al combate sin miedo alguno y que resistían peleando sin retirarse aún con la batalla perdida, los guerreros a los que se referían eran mercenarios iberos reclutados por los griegos para sus propias guerras.

Economía

No sabemos mucho sobre la agricultura ibérica, pero sí lo suficiente como para deducir su importancia económica. Del estudio de una buena cantidad de piezas del utillaje agrícola halladas en los poblados del área valenciana, dedujo E. Plá que se había llegado en este, como en otros edificios, a una especialización adecuada, dándose con la herramienta justa que en muchos casos ha llegado hasta nuestros días.

La agricultura que se practica es la de secano, siendo los cultivos fundamentales el cereal, el olivo y la vid, para la que está atestiguada ya en el siglo VI la obtención de excedentes con destino a su comercialización, así como las leguminosas (garbanzos, guisantes, habas y lentejas). Y por otra parte, se conocen diversas especies frutales, entre las cuales destaca el manzano, el granado y la higuera.

Tuvieron también cierta importancia determinados cultivos industriales, especialmente el lino en Saitabi (Játiva). Tenemos ampliamente documentada la industrialización del esparto, especialmente en el Campus Spartarius, al norte de Cartagena, con multitud de aplicaciones, entre las cuales sobresalen los cordajes para la navegación.

Respecto a la ganadería, no parece haber tenido un papel predominante, salvo quizá en regiones específicas, limitándose al papel habitual complementario de la agricultura. Sí es necesario señalar la importancia de ciertas especies como el caballo, utilizado en la caza y la guerra y probablemente símbolo de determinado estatus social en cuanto que da acceso a estas actividades. También debió tenerse en gran estima al buey y de la abundancia de ganado bovino nos hablan las frecuentes menciones del sagum o manto de lana ibérico en las fuentes romanas.

La caza, parece haber tenido una cierta importancia, según se deduce de su frecuente representación en la cerámica pintada, aunque quizá más como actividad social que económica. El jabalí debe haber sido la pieza reina, aunque junto a él se cazan igualmente cérvidos y varias especies menores.

Arte ibérico

El arte ibérico posee sus mejores manifestaciones en obras escultóricas de piedra y bronce, madera y barro cocido. Ofrece gran variedad regional con rasgos culturales de cada zona que se distribuye en tres zonas bien diferenciadas: Andalucía, la zona de Levante y el Centro peninsular.

Oso de Porcuna (Jaén), M.A.N., Madrid.

Escultura

La escultura ibérica aparece en torno al 500 a. C. y constituye una de las manifestaciones más importantes de la cultura ibérica en la que confluyen influjos mediterráneos (griegos y fenicios principalmente) y autóctonos. Desde los primeros descubrimientos se han planteado entre los especialistas diversas hipótesis respecto a su origen.

Las diferentes influencias se ven reflejadas en las obras, algunas de estilo más orientalizante (Pozo Moro), con posibles influjos sirio-hititas, y otras de aspecto más jónico (Cerrillo Blanco, Porcuna), con algunas evocaciones del arte chipriota y etrusco. Las damas son figuras de busto o de cuerpo entero, que acostumbraban a derechas o sentadas (sedentes) y que son representadas portando ofrendas.

Pintura

La pintura ibérica no reúne la perfección y el interés que ofrece la escultura, pero tampoco deja de tener su importancia aún prescindiendo de que muchas interesantes pinturas de las llamadas prehistóricas pueden datar de las edades del bronce y del hierro y sean, por lo mismo, verdadera y propiamente obras de arte ibéricas. Fuera de ellas, la pintura ibérica se reduce a decoraciones de numerosas vasijas y de algún muro de cámaras sepulcrales. Su mayor antigüedad se atribuye al siglo VI a. C. como puede inferirse por comparación con los restos de cerámica griega con los cuales se halla, a veces confundida la ibérica y, sin duda, que esta fue siguiendo a través de las civilizaciones púnica y romana llegando quizá hasta la invasión de los bárbaros.

Cerámica

Con la introducción del torno rápido por los fenicios en el siglo VIII a. C. se produce un cambio en la fabricación de la cerámica en el mundo indígena, lo que permite el desarrollo de una de las manifestaciones más características de la cultura ibérica.

Etapas de la cerámica ibérica, según Ruiz-Molinos:

Kalathos ibérico decorado.
Cueva del Cabuchico (Azuara, Zaragoza),
siglo I a. C. Museo de Zaragoza.
- Ibérico I (600/580–540/530 a. C.), protoibérico, orientalizante final. Vasos trípodes, vasos con asas triples, formas de barniz rojo y ánforas fenicias.

- Ibérico II (540/530–450/425 a. C.), ibérico antiguo. Urnas de orejeras (Oral), vasos con borde de cabeza de ánade, decoración con bandas. Asociada con cerámica griega de origen masaliota o de Emporiton, y cerámicas áticas de figuras rojas.

- Ibérico III (450/425–350/300 a. C.), ibérico inicial-pleno. Diversificación de formas y motivos. Cerámica de barniz rojo-ibérico en el Levante y Andalucía. Apogeo de la cerámica ática de figuras rojas. Al final (350–300 a. C.) se produce un corte brusco de las importaciones de cerámica griega.

- Ibérico IV (350/300–175/150 a. C.), Ibérico pleno-tardío. Máximo desarrollo de la diversificación. Aparición del estilo de Liria-Oliva. Las decoraciones son variadas e incluyen escenas con guerreros, de recolección, actividades textiles, caballeros, danzantes, músicos, animales, etc. Su final coincide con la aparición de la cerámica campaniense y el final de la segunda guerra púnica.

- Ibérico V (175/150–60 d. C.), Ibérico tardío. Vinculada a las producciones romanas (campaniense A y B, sigillata). Estilo de Azaila, continuación del Elche-Archena.

- Ibérico VI (60 d. C.–siglo II/III d. C.). Producción marginal con estilo ibérico en época romana.

Religión

La religión es un tema poco conocido de la cultura ibérica, pero en los últimos años se han producido importantes avances en el conocimiento e interpretación de muchos hallazgos. Las fuentes fundamentales son los materiales arqueológicos, y los escasos escritos. Entre los materiales más relevantes estarían los exvotos de bronce, terracota y piedra, la cerámica y otros objetos como falcatas votivas.

Animales sagrados

Poco se sabe del mundo de los dioses de los iberos, lo poco que se conoce es gracias a escritos de antiguos historiadores y filósofos, y a algún que otro resto arqueológico. De lo que sí se tiene constancia, es que animales como los toros, lobos, linces, o buitres, formaban parte de este mundo, ya fuese como dioses, símbolos, vínculos con el mundo mortal y sus 'espíritus', o el mundo divino.

El toro representaría la virilidad y la fuerza. El lince estaba vinculado al mundo de los muertos. Los buitres llevaban las almas de los guerreros muertos en las batallas al mundo de los dioses. No se sabe mucho más, ya que ha perdurado escasa información sobre estos asuntos.

Enterramientos

Los iberos utilizaban el rito de la incineración, conocido gracias a los fenicios o a los pueblos transpirenaicos que introducen la cultura de los campos de urnas.

Caja funeraria ibera hallada en Galera.
Las cenizas eran guardadas en urnas cinerarias de cerámica con forma de copa, con tapa y sin decoración. Otras tenían forma de caja con patas terminadas en garras, con tapadera y decoración de animales. Las urnas se introducían en fosos excavados en tierra junto con un ajuar funerario. Los íberos, para señalizar el lugar de la tumba, construían túmulos de variadas dimensiones, aunque había enterramientos mucho más elaborados para las clases sociales más altas como ocurre en el caso de la Cámara Sepulcral de Toya, Peal de Becerro (Jaén).

Se han hallado túmulos con recipientes cerámicos a los pies de la difunta, como la Dama de Baza que está sentada en una especie de trono alado, o Dama de Elche que guarda y protege los restos y el ajuar funerario. En otros túmulos se depositaban las armas del difunto, al que se incineraba y se introducía en una vasija de cerámica ornamentada. En algunos funerales se peleaba sobre la propia tumba hasta la muerte, como en el entierro de Viriato.

Hace unos 9500 años, las últimas comunidades de cazadores-recolectores que ocupaban la península ibérica comenzaron a enterrar de forma sistemática en cementerios, un hábito que se vincula a la progresiva sedentarización de estas sociedades y a un cambio significativo en la relación de sus territorios con las actividades económicas. La necrópolis más antigua de la península ibérica, se halla en Oliva (Valencia). Los restos tienen una antigüedad de entre 9500 y 8500 años.

Santuarios

Túmulo ibérico en el Cabezo de Alcalá.
Se han identificado lugares de culto como santuarios urbanos, algunos de los más importantes localizados en la Contestania y área de influencia como el Santuario de la Serreta (Alcoy), famoso por sus terracotas, el Santuario del Cerro de los Santos (Albacete), el templo urbano de La Alcudia (Elche), los templos de la Isleta (Campello), el santuario de la Luz (Verdolay, Murcia), el santuario de El Cigarralejo (Mula, Murcia), el Santuario de Coimbra de Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) y el santuario de La Encarnación (Caravaca, Murcia). También se han identificado espacios sacros como el santuario doméstico de El Oral (S. Fulgencio, Alicante), o el de la Bastida de les Alcuses (Mogente, Valencia) y depósitos votivos como el encontrado en el El Amarejo (Bonete, Albacete), o el posible santuario de Meca (Ayora, Valencia). En el ámbito rural, destaca el Santuario de El Pajarillo (Huelma, Jaén), localizado en un punto estratégico de tránsito y que exhibe una arquitectura teatral de compleja narración mitológica para la fama del príncipe ibero protagonista del conjunto escultórico. También en el ámbito rural en 2004 fue descubierto en el Cerro del Sastre (Montemayor, Córdoba) un santuario ibérico que puede considerarse único en España, por conservar gran parte de su perímetro de muro (de más de dos metros de alto) así como las escaleras de acceso al conjunto.

Otra característica es el empleo de grutas o cavernas a modo de santuarios, en los que se depositaban pequeñas estatuillas, llamadas exvotos, como ofrenda votiva a alguna deidad. Estas figuras son tanto de mujeres sacerdotisas como de hombres guerreros, a pie o a caballo, otras están sacrificando algún animal con un cuchillo, o mostrando su respeto con las manos en alto, o con los brazos abiertos.

Asentamientos

Las zonas que mejor se conocen son las del Alto Guadalquivir y del río Segura, donde se distinguen tres tipos de poblados:

- Pequeños asentamientos, situados en zonas llanas y que carecían de fortificación.

- Recintos fortificados, estructuras de dimensiones reducidas con fuertes defensas que solían estar en zonas altas.

- Grandes poblados u oppida, centros que controlaban una región o un territorio, donde se situaban los distritos poblados en llano y sus recintos fortificados. Son las capitales mencionadas por Estrabón.

Las ciudades

Las ciudades iberas podían estar construidas junto a cerros, en lugares estratégicos, controlando las vías de paso, lo que les daban una importante ventaja frente a los enemigos; solían estar circundadas por muros de piedra y adobe, sobre los que se disponían torres de vigilancia y las puertas a la ciudad. Los asentamientos construidos en llano nunca estaban amurallados y tenían una funcionalidad económica, agrícola y ganadera.

Vista desde el norte de Cástulo.
La ubicación de la ciudad ibérica en una meseta, 
fortificada en su perímetro,
constituye un clásico ejemplo de oppidum.
La mayoría... no fueron concebidos para rechazar asedios formales que nunca vendrían, no solo porque las fortificaciones ejercieran un efectivo papel militar disuasorio —también—, sino porque el atacante no tendría ningún interés en asediar la ciudad. Un asalto rápido o por sorpresa a una granja, bien; una entrada en tropel por una puerta abierta cuando se perseguía a un enemigo en huida, de acuerdo... pero un asedio prolongado carecería de sentido en la forma ibérica de entender la guerra... más valdría volver a saquear los campos y buscar la sorpresa la primavera siguiente.
Fernando Quesada Sanz

Las casas de las ciudades solían ser de planta rectangular, hechas de adobe sobre una base de piedra, a modo de cimientos, de una sola planta y, algunas veces, dos; las cubiertas tenían una estructura de madera y recubrimiento vegetal.

La principal ciudad de la Oretania, Cástulo, fue también el oppidum más extenso de la península, si bien las posteriores etapas históricas, principalmente romanas y medievales, ocultaron arqueológicamente esta fase ibera, conocida gracias a las diversas campañas de investigación.


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Iberos, Parte 1

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Iberos

 De estos pueblos destacaron Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón o Rufo Festo Avieno, citándolos con estos nombres, al menos desde el siglo VI a. C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.

Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio de la península ibérica.

Historia

Aunque las fuentes clásicas no siempre coinciden en los límites geográficos precisos ni en la enumeración de pueblos concretos, parece que la lengua es el criterio fundamental que los identificaba como iberos desde el punto de vista de griegos y romanos, puesto que las inscripciones en lengua ibérica aparecen a grandes rasgos en el territorio que las fuentes clásicas asignan a los iberos: la zona costera que va desde el sur del Languedoc-Rosellón hasta Alicante, que penetra hacia el interior por el valle del Ebro, por el valle del Segura, gran parte de La Mancha meridional y oriental hasta el río Guadiana y por el valle alto del Guadalquivir.

Vista del poblado de San Cristóbal, en Mazaleón (Teruel)
Desde el punto de vista arqueológico actual, el concepto de cultura ibérica no es un patrón que se repite de forma uniforme en cada uno de los pueblos identificados como iberos, sino la suma de las culturas individuales que a menudo presentan rasgos similares, pero que se diferencian claramente de otros y que a veces comparten con pueblos no identificados como iberos.

Referencias históricas

La primera referencia que se tiene de los iberos es a través de los historiadores y geógrafos griegos. Curiosamente, los griegos también llamaban iberos a un pueblo de la actual Georgia, conocido como Iberia caucásica. Al principio, los griegos utilizaron la palabra ibero para designar el litoral mediterráneo occidental, y posteriormente, para designar a todas las tribus de la península. También llamaban Iberia al conjunto de sus pueblos.

Las primeras descripciones de la costa ibera mediterránea provienen de Avieno en su Ora maritima, del viaje de un marino de Massalia mil años antes (530 a. C.):

La mayor parte de los autores refieren que los iberos se llaman así justo por este río,​ pero no por aquel río que baña a los revoltosos vascones. Pues a toda la zona de este pueblo que se encuentra junto a tal río, en dirección occidente, se la denomina Iberia. Sin embargo el área oriental abarca a tartesios y cilbicenos.
Avieno, Ora maritima.
Apiano habla de pueblos y ciudades, aunque ya habían desaparecido en su época. También describe la parte más occidental de Andalucía. Estrabón hace una descripción de esta zona basándose en autores anteriores, y se refiere a las ciudades de la Turdetania, como descendientes de la cultura de Tartessos. En general, autores como Plinio el Viejo y otros historiadores latinos se limitan a hablar de pasada sobre estos pueblos como antecedentes de la Hispania romana.

Para estudiar a los iberos, se ha recurrido, además de a las fuentes literarias, a las fuentes epigráficas, numismáticas, y arqueológicas.

Origen de los iberos

A pesar de que estos pueblos compartían ciertas características comunes, no eran un grupo étnico homogéneo ya que divergían en muchos aspectos. No se sabe detalladamente el origen de los iberos, aunque hay varias teorías que intentan establecerlo:

Guerrero de la doble armadura 
(siglo V a. C.),procedente del 
yacimiento arqueológico del Cerrillo Blanco 
(Porcuna, Jaén)
- Una hipótesis sugiere que llegaron a la península ibérica en el periodo Neolítico, y su llegada se data desde el quinto milenio antes de Cristo al tercer milenio antes de Cristo. La mayoría de los estudiosos que adoptan esta teoría se apoyan en evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este.

- Otros estudiosos han sugerido que pueden tener su origen en el norte de África, aunque se trata de una hipótesis discutida. Los iberos inicialmente se habrían asentado a lo largo de la costa oriental de España y, posiblemente, más adelante se propagaron por parte de la península ibérica.

- Otra hipótesis alternativa afirma que formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y los creadores/herederos de la gran cultura megalítica que surge en toda esta zona, posiblemente, una teoría respaldada por estudios genéticos. Los iberos serían similares a las poblaciones celtas del primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia. Posteriormente (según la v más tradicional), los celtas cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo a. C. Los celtas se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero.

Origen y extensión de los protoíberos

Los supuestos límites máximos de la expansión íbera habrían llegado desde el mediodía francés hasta el Algarve portugués y el norte de la costa africana.

Sin embargo, con posterioridad, los pueblos celtíberos ejercieron influencia sobre otros pueblos del interior de la península. Esta influencia se aprecia en la llegada del torno de alfarero a muchas zonas de la meseta norte de la península, sobre todo a los pueblos limítrofes del valle del Ebro, e incluso a algunos más alejados como arévacos, pelendones o vacceos.

Los iberos fueron, en definitiva, los diferentes pueblos que evolucionan desde diferentes culturas precedentes hacia una serie de estructuras proto-estatales, viéndose ayudados en dicha evolución por la influencia de fenicios, primero, y luego de griegos y púnicos, que traerán consigo elementos de lujo que ayudarán, como bienes de prestigio, a la diferenciación interna de los diversos grupos sociales.

Lengua

La lengua ibera es una lengua paleohispánica que está documentada por escrito, fundamentalmente, en signario ibero nororiental (o levantino) y ocasionalmente en signario ibero suroriental (o meridional) y en alfabeto greco-ibérico. Las inscripciones más antiguas de esta lengua se datan a finales del siglo V a. C. y las más modernas (ánforas halladas en Vieille-Toulouse, Haute-Garonne)​hacia la primera mitad del siglo II d. C.

Pebetero contestano hallado en la 
necrópolis de Lucentum (o Akra Leuké),
conjunto arqueológico del Tossal de Manises
(provincia de Alicante). Actualmente en el
Museo Arqueológico de Alicante.
Los textos en lengua ibera se saben leer razonablemente bien, gracias al desciframiento del alfabeto por Gómez-Moreno pero en su mayor parte son incomprensibles, puesto que la lengua íbera es una lengua sin parientes suficientemente cercanos de su época que sean comprensibles, para haber sido útil para la traducción de textos. Después de los años transcurridos desde el desciframiento se han producido una serie de lentos avances que, aun siendo poco espectaculares, permiten ya un atisbo de comprensión de inscripciones de poca extensión (principalmente funerarias o de propiedad sobre instrumentum), además de intuir algunas características gramaticales o tipológicas.

Extensión y variantes

La lengua ibera, en sus diferentes variantes, se hablaba en la amplia franja costera que se extiende desde el sur del Languedoc-Rosellón hasta Alicante, y penetraba hacia el interior por el valle del Ebro, el valle del Júcar, el valle del Segura y el alto valle del Guadalquivir hasta el río Guadiana como límite noroeste. Las inscripciones en lengua íbera aparecen sobre materiales muy variados: monedas de plata y bronce, láminas de plomo, cerámicas áticas, cerámicas de barniz negro A y B, cerámicas pintadas, dolías, ánforas, fusayolas, estelas, placas de piedra, mosaicos, etc. Es, con diferencia, la lengua paleohispánica con más documentos escritos encontrados, unos dos millares de inscripciones, que representan el 95 % del total.

Escrituras

La escritura ibérica constituye uno de los principales testimonios del desarrollo cultural con personalidad propia de los iberos. Se conocen tres tipos de escrituras paleohispánicas: la escritura del suroeste, la meridional y la ibérica levantina. Además se escribió lengua ibérica con alfabeto jónico, prácticamente solo en territorio contestano, como lo testimonian algunos plomos encontrados en la Serreta de Alcoy, grafitos sobre cerámica procedentes de la Isleta de Campello (ambos en Alicante) y el plomo de El Cigarralejo (Mula, Murcia). La escritura ibérico-levantina es la mejor conocida, y fue descifrada en la década de 1920 por Manuel Gómez-Moreno.

Sin embargo, hasta la fecha, no ha sido posible su traducción, por lo que no es posible entender lo que dicen los textos. Es una escritura de tipo mixto, silábica y alfabética, que posiblemente procede de una escritura más antigua de origen fenicio o chipriota. El descubrimiento de grafitos en cerámica procedentes de yacimientos tartésicos como el Cabezo de San Pedro, en Huelva, con una cronología entre mediados del siglo IX y mediados del siglo VIII AC, sugieren que la adopción de la escritura meridional y del SO se produjo de forma temprana, lo que explicaría la introducción de formas arcaicas del alfabeto fenicio, utilizadas con anterioridad al siglo VIII a. C. Este alfabeto sería adaptado a la lengua tartésica, con la introducción de signos silábicos, dando origen al primitivo signatario paleohispánico y que será el origen de la escritura del SO utilizada en las estelas tartésicas. La escritura meridional se utilizó en la Alta Andalucía y en el sureste, incluida la Contestania, persistiendo hasta época romana temprana.

Esta escritura fue posteriormente adaptada a la lengua ibérica posiblemente en el territorio de la Contestania dando origen a la ibero-levantina (que se escribe de izquierda a derecha, al contrario que la meridional), conviviendo con la escritura meridional y la ibero-jónica, y desde allí se extendió al resto del territorio ibérico. El hecho de que en Contestania se documente la utilización de tres formas de escribir la lengua ibérica (escritura meridional, levantina e ibero-jónica), sugiere a algunos autores (J de Hoz, ver referencias) que sería en este territorio donde se produjo la aparición de la escritura ibérica levantina a partir de la meridional.

Los procesos de intercambio comercial facilitaron la extensión de la escritura levantina por el arco mediterráneo y el valle del Ebro (junto a otras manifestaciones culturales como la cerámica ibérica), donde fue utilizada para escribir celtíbero en el siglo I a. C. (ejem., bronces de Botorrita procedentes de Contrebia Belaisca y alfabeto monetal), y cuando prácticamente ya no se utilizaba en su lugar de origen. En la Contestania y en la Edetania encontramos textos escritos en plomo (La Serreta, La Bastida de las Alcusas, este en escritura meridional) y sobre cerámica (San Miguel de Liria), principalmente. Es posible que se utilizaran otros soportes (madera, papiro, pieles) de los que no queda testimonio. Una pregunta interesante se plantea en relación con qué estratos sociales conocían y utilizaban la escritura. Parece probable una aplicación relacionada con prácticas religiosas y comerciales. Es posible que las clases dirigentes la utilizaran como método de control de mercancías (grafitos en cerámica indicadores de origen, destino, o poseedor), sin descartar prácticas de tipo mágico relacionadas con determinados cultos, como sugiere su presencia en depósitos votivos (como en el plomo de Amarejo) y santuarios, así como en cerámica, y de tipo funerario (estelas, como la de Sinarcas).
Reproducción del plomo de Ullastret, finales del siglo IV a. C.
La romanización hizo que la utilización de la escritura ibérica fuera desapareciendo de forma paralela a una progresiva latinización. En algunos lugares como Sagunto o el valle del Ebro perduró hasta época republicana, desapareciendo prácticamente su uso en torno al siglo I a. C. Una relevante excepción la constituye el fragmento de sigillata con inscripción bilingüe procedente del Tossal de Manises, depositado en el MARQ. No obstante, algunos autores sospechan que pueda tratarse de una falsificación en tanto que, si bien la pieza es antigua, la inscripción podría no serlo ya que se hunde en algunos descorchados de la pieza.

Vascoiberismo

El vascoiberismo es una hipótesis de trabajo sobre la estructura y parentesco filogenético del idioma íbero, que en su versión extrema pretendía traducir los textos en lengua íbera a través de la lengua vasca. Sin embargo, las diversas propuestas de traducciones basadas en el euskera no han resultado consistentes gramaticalmente, ni permiten traducir las inscripciones. Una de las principales críticas a los «traductores» vascoiberistas es que el ibérico interpretado a la luz de sus traducciones no parece tener una gramática regular reconocible, existiendo solo similitudes de forma con el léxico del vasco. Hoy en día esta visión identificativa extrema no cuenta con respaldo académico, ya que es absurdo tratar de traducir una lengua de hace dos mil años con una lengua actual descendiente de una lengua antigua, aunque fuera muy próxima a la anterior.

La hipótesis vascoiberista también cuenta con apoyo de fuentes clásicas directas. Así, según el geógrafo griego, Estrabón, los aquitanos y los íberos eran muy similares, tanto en raza, como en costumbres, leyes, cultura y lengua y muy diferentes a los pueblos celtas (falta citar la referencia exacta de la fuente).

Sin llegar a la identificación plena entre lenguas, muchos estudiosos de la lengua íbera reconocen ciertas afinidades entre la lengua íbera y la lengua vasca, o más correctamente, con su variante más antigua, la lengua aquitana, hasta el punto que para algunos estas afinidades ya serían suficientes para afirmar que pertenecen a la misma familia. Estas afinidades, sin embargo, son interpretadas por muchos autores, sobre todo seguidores de Mitxelena, como una influencia de tipo sprachbund más que como una muestra de parentesco filogenético real.

Las escrituras ibéricas en el contexto
 de las escrituras paleohispánicas.
El protovasco o el aquitano y el íbero podrían ser lenguas con cierto parentesco lingüístico. Se puede apreciar en inscripciones íbericas, en el protovasco reconstruido y en el euskera actual, una serie de elementos comunes.

- Comparten las cinco vocales a, e, i, o, u (que el español ha heredado), aunque estas vocales se hallan en otras lenguas de Eurasia.

- Usan la consonante vibrante múltiple alveolar sonora, r, (que hereda el castellano), aunque este fonema se halla en muchas otras lenguas de Eurasia.

- Ausencia en íbero y en vasco de vibrante simple o múltiple alveolar inicial. Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia, especialmente en la altaico-túrquicas.

- Ausencia de consonante tras s inicial (heredado por el castellano). Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia, especialmente en la altaico-túrquicas.

- Ausencia de grupos de más de dos consonantes. Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia, especialmente en la altaico-túrquicas.

- Presencia de prefijo e-. Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia.

- Presencia de sufijos -k, -ik(i). Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia, especialmente en la altaico-túrquicas.

- La raíz de la mayoría de las palabras es bisílaba. Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia.

Se ha propuesto que podrían compartir ciertos sufijos con un mismo uso.

-ku: ablativo en íbero, relacionado con genitivo -ko en vasco. Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia.

-en: genitivo/posesivo. Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia, especialmente en la altaico-túrquicas.

-k: idéntico uso como marcador plural en vasco o íbero. Lo mismo se aprecia en otras lenguas de Eurasia, especialmente en la altaico-túrquicas.

Se ha propuesto (pero no demostrado aún) que quizá compartan cierto léxico.

IberovascoTraducción
il/ili/iltihiri'ciudad'
ekiaregin'hacer'
salirsari'moneda' (valor, precio)
erder/erdierdi'mitad'
ar'sertsi'recinto cerrado' (¿fortaleza en ibero?)
garagara'altura'
ilduildu'surco'
kideikide'compañero' (usado a veces como sufijo)

Se ha propuesto (pero no demostrado aún) coincidencias entre numerales ibéricos y vascos. Sin embargo, ninguno de los dados ibéricos hallados hasta la fecha con signos (acrófonos) en cada una de las seis cara confirman estas propuestas vascoiberistas (quizá solo dos de los numerales), pero sí presentan una coincidencia total (para los seis números) con numerales altaicos.

IberovascoTraducción
banbat'uno'
bi/binbi (antiguo biga)'dos'
irurhiru'tres'
laurlau'cuatro'
borstebost'cinco'
śeisei'seis'
sisbizazpi'siete'
sorsezortzi'ocho'
abaŕhamar'diez'
oŕkeihogei'veinte'
Se ha propuesto (pero no demostrado aún) coincidencias en el sistema para construir números elevados, como por ejemplo:

abaŕ-ke-bi --- hama.bi 'doce' (10+2) oŕkei-(a)baŕ-ban -- hogei.ta.(ha)maika treinta y uno (20+11)

Influencia de los flujos culturales en la cultura íbera

El origen del sustrato cultural local que ejerció influencia en los iberos se remonta, cuando menos, al primer Neolítico mediterráneo: la cultura agro-pescadora de la cerámica impreso-cardial, que se extendió desde el Adriático hacia occidente, influyendo intensamente en los aborígenes paleolíticos y asimilando toda las regiones costeras del Mediterráneo occidental en el V milenio a. C.

Hacia el 2600 a. C. se desarrolla en Andalucía oriental la civilización calcolítica, que se aprecia en los yacimientos de Los Millares (Almería) y Marroquíes Bajos (Jaén), estrechamente relacionados con la cultura portuguesa de Vila Nova y quizás (no probado) con alguna cultura del Mediterráneo oriental (Chipre).

Hacia 1800 a. C., esta cultura se ve sustituida por la de El Argar (bronce), que se desarrolla independientemente y parece estar muy influida en su fase B (desde 1500 a. C.) por las culturas egeas contemporáneas (enterramientos en pithoi).

Hacia 1300 a. C., coincidiendo con la invasión del noroeste peninsular por los celtas, El Argar, que bien pudo haber sido un estado centralizado, da paso a una cultura «post-argárica», de villas fortificadas independientes, en su mismo ámbito. Tras la fundación de Marsella por los focenses (hacia 600 a. C.), los iberos reconquistan el noreste a los celtas, permitiendo la creación de nuevos establecimientos griegos al sur de los Pirineos.

A las comunidades establecidas al final de la edad del bronce se las considera sustrato indígena al hablar de la cultura íbera. Básicamente hay cuatro focos: El Argar, la cultura del Bronce Manchego, la del Bronce Valenciano y los campos de urnas del Noreste.

Relaciones con otros pueblos

El área de cultura predominantemente ibérica abarcaba todo el litoral mediterráneo, desde la actual Andalucía hasta el sur francés, incluyendo parte del valle del Ebro. Experimentarán influencias fenicias y, posteriormente, griegas a través de los contactos con las colonias que fueron estableciendo en zonas estratégicas de la costa mediterránea y el sur atlántico de la península.

Pueblos peninsulares no ibéricos

Gran parte del occidente, norte y centro peninsular pertenece a una cultura no ibérica, de pueblos asentados en época paleolítica y mesolítica; desde el siglo VIII a. C. se añadirán grandes contingentes de inmigrantes celtas que, paulatinamente, se asentarán en la meseta y en las zonas costeras atlánticas. Serán influenciados por las culturas fenicia y griega, indirectamente, a través de sus relaciones con los pueblos íberos.

Dama de Elche

Fenicios

La antigua Iberia fue objeto de los intereses comerciales de los fenicios, pueblo de tradición marinera que, según los historiadores clásicos, hacia el siglo IX a. C.​ fundó su primera colonia ultramarina en el Atlántico, al otro extremo del Mediterráneo, Gádir (Cádiz) por su valor estratégico (dominio del paso del Estrecho) y comercial (riquezas minerales de la región de Huelva). También fundaron otras colonias, principalmente en el suroeste peninsular, como Toscanos (Torre del Mar), Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar) o Abdera (Adra), en Almería.

Mediante el trueque de productos manufacturados por materias primas, monopolizaron el comercio de metales e impulsaron la industria del salazón. Hay constancia de explotaciones mineras en la península de metales (oro, plata y estaño), en la zona de Río Tinto, y en otras de la provincia de Huelva. Estas explotaciones aportaron riqueza, no solo a los fenicios, también a las caciques de la zona, habiéndose encontrado varios «tesoros» en algunas necrópolis de la época. No hay noticias de grandes revueltas ni guerras.

Griegos

La colonización griega tuvo dos objetivos: comerciales y el paliar el problema demográfico de las polis griegas. Divulgaron el alfabeto y el uso de la moneda. También practicaron intercambios con los nativos, de vino, aceite y manufacturas (cerámicas, bronces) por materias primas (oro, plata, plomo, cereales, esparto y salazones). Los griegos focenses, procedentes del Asia Menor, fundaron asentamientos en la costa nordeste mediterránea, como Massalia (Marsella); posteriormente Rhode (Rosas), en el golfo de Rosas y Emporion (Ampurias), en la península; también núcleos comerciales, más o menos estables, como Hemeroscopio, Baria (Villaricos), Malaka, Mainake, Salauris, Portus Menesthei, Callipolis y Alonis.

Cartagineses

Los cartagineses eran un pueblo de origen fenicio que se estableció en Cartago Qart Hadašt (en el actual Túnez). Se independizaron de la metrópolis cuando Tiro declinó bajo el poder asirio. Con su inmejorable situación estratégica, en medio del Mediterráneo, lideró a todas las colonias fenicias de occidente, entre estas, las factorías de Iberia, que enviaban plata, estaño y salazones.

A raíz de la enorme deuda que contrajeron con Roma en la primera guerra púnica, Cartago emprendió la conquista de las regiones mediterráneas de la península ibérica para crear un nuevo imperio cartaginés; Amílcar Barca desde Cádiz, su única plaza, comenzó la invasión del valle del río Betis, cuyos reyezuelos se entregaron por la fuerza o la diplomacia, uniéndose al ejército invasor. Las nuevas prospecciones colmaron de plata las arcas cartaginesas y después de nueve años de guerra, había conseguido para Cartago la plata y los mercenarios de Iberia. Amílcar muere el año 229 a. C. en una escaramuza contra los oretanos.

Su yerno, Asdrúbal, continuó su labor aunque utilizando una política de alianzas con los reyes ibéricos; se fundó la ciudad de Qart Hadasht (Cartagena) y se estableció un tratado con los romanos fijando en el río Ebro los límites de influencia de los dos imperios. Los cartagineses se adueñaron de todo el sur de la península, desde el Levante hasta el golfo de Valencia y puede que dominasen también el territorio de los oretanos. Asdrúbal muere asesinado el año 221.

Aníbal Barca (Aníbal), con solo 25 años, es elegido nuevo general por su ejército; invade el territorio de los olcades y penetra en los territorios de la meseta central al año siguiente, ocupando las ciudades de Toro y Salamanca; pagados los tributos, emprende regreso a Cartago Nova con numerosos rehenes, siendo atacado por un ejército en coalición de carpetanos, vacceos y olcades, a los que derrota junto al Tajo. El ataque a la ciudad de Sagunto desencadena la segunda guerra púnica que concluye con la derrota de Aníbal, el declive del poder cartaginés y la conquista romana de la península ibérica. Durante esta época destacaron Istolacio, y su hermano Indortes, generales celtas de los ejércitos mercenarios (Diodoro 25. 10).

Conquista romana

Roma decidió conquistar la península ibérica por la gran cantidad de recursos que poseía y su valor estratégico.

El proceso conquistador duró cerca de doscientos años y se hizo en varias etapas: los Escipiones (218–197 a. C.) ocuparon la franja mediterránea, el valle del Ebro y el del Guadalquivir, aunque no sin dificultades. Después, conquistaron la Meseta y Lusitania (Portugal). Los guerreros íberos preferían la muerte a tener que entregar sus armas. Los pueblos que habitaban estas zonas, ofrecieron gran resistencia, como los guerrilleros lusitanos con Viriato y los numantinos con jefes celtíberos como Retógenes el Caraunio (App. Iber. 93). Posteriormente (29 a 19 a. C.) sometieron a los cántabros y astures, dominando así toda la península, aunque la violenta resistencia requirió la presencia del emperador Augusto. Hispania fue dividida administrativamente en provincias romanas y se convirtió en fuente de materias primas con destino a la capital de Imperio romano.

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