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Los pueblos autóctonos de la península Ibérica antes de la llegada de los romanos

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Los pueblos autóctonos de la península Ibérica antes de la llegada de los romanos


Antes de su conquista por parte de Roma, en la península Ibérica existían diversas culturas autóctonas que florecieron y entraron en contacto con otros pueblos mediterráneos


Mucho antes de que el primer soldado romano pusiera un pie en la tierra que llamarían Hispania, y antes de que la primera nave griega arribara a las costas del lugar que conocían como Hesperia o Iberia, en la península más occidental del continente europeo existía una desarrollada red de culturas autóctonas.

Ciudad de Numancia (Soria)

Su origen y evolución antes del primer milenio a.C. es compleja de estudiar ya que fueron pueblos extranjeros, como los fenicios y los griegos, quienes dejaron constancia escrita de ellos por primera vez; por aquel entonces, ya habían recibido influencia de otras culturas, como la celta, haciendo difícil marcar la línea entre lo que era propiamente autóctono y lo que no.

Un crisol de culturas

El criterio tradicional para clasificar las culturas ibéricas es el lingüístico, en base al cual se han diferenciado cinco grandes grupos: los íberos, que ocupaban el levante de la península; los turdetanos y tartésicos, en el suroeste; los pueblos de influencia celta, que ocupaban la mayoría de la zona interior de la península, así como áreas del norte y del oeste; los protoceltas, al oeste y noroeste; y los aquitanos o protovascos, en la zona oeste de los Pirineos y el este de la cordillera Cantábrica. Estos a su vez se dividen en dos macrogrupos: los indoeuropeos (de influencia celta) y los que no lo son.

Esta clasificación genérica no refleja toda la complejidad que se daba en la realidad, ya que cada grupo constaba de diversas tribus, algunas de las cuales presentan influencias de varios grupos, especialmente las que se encontraban en tierras de frontera entre una cultura y otra, que podían tener más en común entre ellas que con sus tribus “hermanas” pero más lejanas. La única fuente disponible para el estudio de estos pueblos antes del primer milenio a.C. es la arqueología, por lo que también es difícil establecer si existía un corpus común de tradiciones o fue el contacto entre las diversas culturas lo que creó estas zonas de encuentro.

Los habitantes de la península Ibérica compartían ciertas costumbres que se pueden identificar en la misma época en otras partes de la Europa mediterránea
En general, se acepta que se produjo al menos una migración importante de origen indoeuropeo previa al contacto con pueblos del Mediterráneo oriental. Prueba de ello es que estos pueblos dejan constancia escrita de que los habitantes de la península Ibérica compartían ciertas costumbres que se pueden identificar en la misma época en otras partes de la Europa mediterránea, como la obligación moral de dar hospitalidad a los visitantes, los regalos diplomáticos y la acumulación por parte de la élite de bienes de prestigio sin utilidad práctica, como armas de lujo y enseres ceremoniales. 

Este mapa muestra los principales pueblos prerromanos de la península Ibérica,
clasificados a su vez en grupos lingüísticos

Esta migración probablemente se produjo a través de los Pirineos y se asentó en las tierras de la Meseta Central, que son las que presentan una mayor influencia celta; al contrario que el litoral mediterráneo, de influencia no indoeuropea.

Nuevos llegados

A partir del primer milenio a.C., un factor clave en la evolución de estas tribus fue el grado de contacto que tenían con otros pueblos de la cuenca mediterránea, en especial griegos y fenicios. Los pueblos ibéricos comerciaban con ellos y, además de importar productos -mayoritariamente objetos de prestigio para las élites-, absorbían influencias culturales como el alfabeto y los dioses orientales. A la vez, los productos que estos demandaban influían en el desarrollo de la economía de los pueblos autóctonos: algunos proporcionaban grano y otros alimentos, mientras que otros comerciaban con los recursos naturales que poseían, en particular metales como el oro, la plata y el cobre.

Los primeros en establecer contacto fueron los fenicios, que se dirigieron al sur de la península en busca de recursos naturales y entraron en contacto con la cultura tartésica. Esta floreció en el tramo final del Guadalquivir, que entonces era una ensenada y proporcionaba un magnífico puerto natural. La riqueza metalúrgica de la región propició un comercio basado en las materias primeras a cambio de bienes de lujo y una fuerte influencia de la cultura fenicia en el pueblo tartessos. Con la caída de las grandes ciudades fenicias a manos de los babilonios en el siglo VI a.C., los fenicios se retiraron y su puesto fue ocupado por los cartagineses, originalmente una colonia de Tiro, que gradualmente pasaron de ser socios comerciales a amos.

Por su parte, los griegos entablaron contacto principalmente con las tribus íberas del levante peninsular. Su motivación era distinta a la de fenicios y cartagineses: los helenos buscaban principalmente una fuente de abastecimiento de alimentos, ya que su patria no era tan productiva para la agricultura y la ganadería. No obstante, aquella nueva tierra les permitió solucionar uno de sus problemas más graves, la sobrepoblación, fundando colonias permanentes dedicadas al comercio. A medida que estas se iban emancipando de sus metrópolis, la sociedad íbera y la griega tendían a fundirse en una sola, como relata el geógrafo Estrabón.

El nombre de la colonia griega de Emporion (Empúries o Ampurias), en la Costa Brava, significa mercado: un nombre muy significativo que indica la naturaleza principalmente comercial de la presencia griega en la península Ibérica

El contacto con los romanos fue muy posterior (finales del siglo III a.C.) y, en buena medida, fruto del conflicto militar con los cartagineses. La conquista romana de Hispania duró hasta la época imperial y supuso el contacto con los pueblos del interior y el noroeste, que hasta entonces habían permanecido bastante al margen de los nuevos llegados. Hispania, como así llamaron a la península, fue una de las conquistas más importantes para el imperio puesto que proporcionaba productos muy demandados en Roma como el vino y el aceite, además de cereales. Muchas familias nobles se trasladaron a las provincias hispanas para prosperar y dieron a Roma algunos de sus emperadores más célebres, como Trajano y Adriano.

Historia de los hititas

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Los hititas


La historia de los hititas es la de este pueblo de la Antigüedad asentado en la península de Anatolia. Alrededor del siglo XVIII a. C. fundaron un reino con capital en Hattusa, que, con el tiempo, llegó a convertirse en una de las grandes potencias de Oriente Próximo, junto a Babilonia, Mitani, Egipto y Asiria. En el siglo XIII a. C., el momento de su máxima expansión, ocupó prácticamente toda Anatolia y partes importantes de Chipre, Siria y Mesopotamia. Los hititas desaparecieron bruscamente de la historia durante la embestida de los pueblos del mar, aproximadamente en 1200 a. C.

Ruinas de la Puerta del León en Hattusa, la capital hitita en el actual Boğazköy, Turquía

Tradicionalmente, la historia hitita se ha dividido en tres partes: el Reino Antiguo, donde edificaron un poderoso reino, el Reino Medio, una etapa bastante oscura y con cierta decadencia, y el Reino Nuevo, donde alcanzan la categoría de imperio y su máxima expansión. En la actualidad se dispone de suficiente información para desechar la existencia del Reino Medio, prefiriéndose hablar de una etapa oscura o de decadencia, anterior al Reino Nuevo.

Anatolia central al comienzo del II milenio a. C.

La situación en Anatolia para la época de la que disponemos documentación, gracias a los restos arqueológicos de comerciantes asirios, es bastante complicada. Por un lado, parece existir una cultura nativa, de lengua no indoeuropea, representada por los hatianos. Esta se caracteriza por una civilización urbana refinada, de la que se conservan numerosos vestigios en Hacilar, Çatal Hüyük y Alisar.

Sin embargo, junto a esta cultura aparece otra, que sí usa lenguas indoeuropeas, particularmente en la ciudad de Nesa. No se sabe si estos elementos indoeuropeos se corresponden con la migración de algún pueblo distinto al hattiano. Se ha especulado que puede ser el hitita. La teoría más común sobre su origen es tribus de habla indoeuropea emigraron de Europa a Anatolia. Su llegada en la prehistoria fue la de una cultura más poderosa que se impuso sobre la nativa, o bien mediante conquistas o bien mediante una asimilación paulatina.​

Es posible que los elementos indoeuropeos estén relacionados con la cultura de los kurganes (del ruso kourga, que describe las tumbas de la élite de esta cultura), del V milenio a. C., que con toda probabilidad hablaba una lengua próxima al indoeuropeo original, y se extendía por las llanuras entre el Dnieper y el Volga.

Algunos historiadores, como Collin Renfrew, creen sin embargo que los indoeuropeos llegaron a Anatolia por el este. Otros especialistas sostienen incluso que no hubo una influencia cultural indoeuropea más allá del idioma nesita, y que existe una evidente continuidad entre los primitivos asentamientos de Çatal Hüyük y la civilización posterior.

Independientemente del origen de este complejo escenario, parece claro que a partir del II milenio a. C., el nesita se convierte en la lengua de las cortes de Anatolia central. Las diversas culturas, indoeuropeas o no, se acaban fusionando en una serie de principados políticos.

Influencia asiria y formación del reino hitita

Durante los primeros siglos del II milenio a. C., los asirios, destacados comerciantes, inundaron Anatolia de pequeñas colonias mercantiles, centralizadas en la ciudad de Nesa, que ellos llamaban Kanesh.Importaron materiales como el bronce, escasos en Asia Menor. La situación política era fragmentada, con numerosos principados, pero suficientemente estable como para asegurar un marco legal útil para los asirios.

Poco se sabe sobre estos reinos. Parece ser que Nesa perdió la preeminencia momentáneamente a manos de otra ciudad, Mama, e incluso fue destruida, pero, recolonizada, tardó poco en recuperar la hegemonía, solo para perderla de nuevo a manos de Pithana de Kussara y su hijo Anitta.

Anitta edificó un pequeño imperio, conquistando numerosos reinos (entre ellos, la ciudad de Hattusa que destruyó totalmente y sobre la que lanzó un anatema). Su imperio fue el precursor de los hititas, ya que aún después de su muerte, cuando la ciudad de Hattusa fue reconstruida (bajo Hattusili I), los monarcas hititas afirman descender de la casa de Kussara.

Aparte de Anitta, existen referencias a dos posibles antecesores de los hititas, Tudhaliya y Pu-Sarruma, pero nada se sabe sobre ellos.

El Reino Antiguo

El Reino Antiguo duró del 1680 al 1430 a. C. Se corresponde con las fases iniciales del reino de Hattusa, que pasó de ser un pequeño principado a potencia con intereses en Asia Menor y Siria. En el último siglo de este periodo cedió sin embargo poder y protagonismo a Mitani.

Los inicios del reino de Hattusa

La mayor parte de lo que se sabe de los reyes de los hititas se debe a uno de ellos, Telepinu, que escribió 150 años después del inicio de este periodo un edicto encaminado a justificar la necesidad de sus reformas. Este constaba de una introducción histórica al origen del poder hitita, en la que se menciona a tres monarcas: Labarna, Hattusili I y Mursili I.

Se desprende de este documento que el verdadero fundador del imperio hitita fue Labarna. agrupó a las diferentes ciudades-estado y los pequeños reinos bajo una autoridad central y ensanchó las fronteras del recién creado reino hacia el oeste y hacia los mares Negro y Mediterráneo. También es posible que consolidara la institución de la monarquía al dictar disposiciones que garantizaran la sucesión. El nombre de Labarna se usó con posterioridad como sinónimo de "rey", lo que ha llevado a algunos historiadores a dudar de su existencia.

Localización de los principales sitios de la Anatolia hitita

Su hijo Hattusili I pudo apoyarse en la base política que Labarna le legó, para lanzar numerosas campañas militares, principalmente contra el reino de Alepo y contra los hurritas. Por otra parte, estableció en Hattusa la capital de los hititas, que se iba a mantener en esa ciudad hasta el final del imperio (excepto durante un breve periodo del Reino Nuevo). Hattusili, en un testamento que se ha conservado, repudió a su hijo, y nombra sucesor a Mursili I, su nieto, a quien también nombra hijo adoptivo.

Mursili I estrechó los lazos que unían a las ciudades-estado e incorporó estos al reino hitita, de tal modo que puede ser considerado como el principal artífice de lo que sería el imperio arcaico o reino antiguo. Expandió aún más las fronteras. A modo de venganza, conquistó Alepo (en cuya empresa había fracasado Hattusili), y derrotó a los hurritas.

Estas victorias convirtieron al reino hitita en una de las potencias de Oriente Próximo, hasta el punto de que, una vez conquistada Alepo (1595 a. C.), Mursili encabezó una expedición contra la ciudad de Babilonia, que tomó y saqueó. Esa empresa fue más sorprendente que efectiva, pues la distancia impedía cualquier intento de control efectivo. Tras su marcha, el control de Babilonia pasó a manos de los casitas, posibles aliados de los hititas, lo que provocó la caída de los amorreos.

En 1590 a. C., poco después de su regreso, muere asesinado a manos de su cuñado, Hantili I, primero de una serie de reyes de los que poco se sabe: Hantili I, Zidanta I, Ammuna y Huzziya I. Durante esta época el país de Hatti, debido al poder y prestigio consolidados por Mursili, se mantuvo sin grandes modificaciones ni peligros, excepto en Siria, donde el creciente poderío de Mitani amenazaba las posiciones hititas. Además, durante esta época hacen su primera aparición documentada los kaskas, un conjunto de tribus bárbaras situadas al norte de Hattusa que se convirtieron durante toda la historia hitita en una permanente amenaza para la capital, que los hititas nunca fueron capaces de destruir totalmente.

Telepinu

Estos contratiempos obtuvieron respuesta con la llegada al poder de Telepinu (1525-1500 a. C.), que destaca, entre otras cosas, por la documentación del sistema hereditario, con el que se proponía acabar con la anarquía de sus inmediatos antecesores. Según el Edicto de Telepinu, la sucesión quedaba asegurada por el ascenso automático al trono del heredero varón escogido por el rey; la garantía del cumplimiento la tenía el panku, o Consejo de Nobles. Junto a este edicto, Telepinu hizo la primera gran codificación de las leyes hititas, que destacaban por la benignidad de los castigos y las numerosas innovaciones jurídicas.

La sociedad hitita del Reino Antiguo

Uno de los elementos más importantes de la monarquía hitita era el ya mencionado pankus, al cual Telepinu aseguró el derecho a la jurisdicción incluso ante el propio rey, ya que podía condenar a muerte a cualquier rey si se demostraba que este planeaba el asesinato de algún familiar. A diferencia del resto de dinastías de la zona, los reyes hititas no se atribuían una estirpe divina, de modo que el pankus también tenía una función legitimadora de la monarquía.

Gran parte de la población hitita de la época estaba compuesta por personas libres que trabajaban alrededor de aldeas administradas por un consejo de ancianos que tenía fundamentalmente una función de carácter jurídico. Estas instituciones, a cambio de gozar de cierta autonomía, estaban obligadas a contribuir con mano de obra al rey.

La estructura económica giraba en torno a los templos y palacios, que actuaban como centros coordinadores de la actividad comercial y artesanal. Los artesanos trabajaban a cambio de ser alimentados, motivo por el cual el palacio debía disponer de excedente agrícola, necesario para el funcionamiento de la economía hitita, hasta el punto de que a veces se recurría a colonos militares para garantizarlo.

El periodo medio

Durante los años que siguen al reinado de Telepinu, se produce una disminución del poderío hitita. El gobierno estuvo en manos de reyes que no pudieron evitar el ascenso y consolidación del poder de Mitanni, que llegó a constituir una seria amenaza para el imperio hitita, arrebatándole diversos territorios en Siria.

Junto a esta relativa decadencia, se constata una escasez de documentación que impide conocer casi nada acerca de los reyes de la época (Alluwamna, Tahurwaili, Hantili II, Zidanta II, Huzziya II y Muwatalli I), aunque parece posible constatar que hubo una continua lucha por el trono y numerosos desórdenes dinásticos.

El Reino Nuevo

El Reino Nuevo es el periodo que va de 1430 a 1200 a. C., en el cual el imperio hitita alcanzó su máxima extensión y poderío, que mantuvo hasta la irrupción de los pueblos del mar, momento en el cual desapareció de la historia.

Nuevas armas: la equitación y el carro de combate

Durante esta época, empezó a desarrollarse en Irán y Asia Central la equitación. Unida al carro ligero de combate (o carro de guerra), esta revolucionó el campo de batalla al proporcionar una nueva movilidad a todos los ejércitos. El carro de combate se convirtió en el arma principal de los hititas durante el Imperio nuevo, como ocurrió en el resto de reinos de Oriente Próximo.

Carro hitita, según un relieve egipcio de la época de la XIX dinastía

Los carros hititas, de dos ruedas de seis radios, estaban tirados por dos caballos, y eran manejados por lo que hoy conocemos como auriga. Sus ocupantes disparaban flechas antes de la carga, durante la cual usaban lanzas. En las ruinas de Hattusa se han encontrado unas tablillas que contienen el manual de hipología más antiguo de entre todos los conservados. El texto está firmado por "kikkuli", del país de Mitani, por lo que se considera que algún rey hitita habría tomado el servicio de un hurrita para que le enseñara la técnica de la equitación.

Las conquistas de Suppiluliuma I

Tras el asesinato de Muwatalli I, su sucesor Tudhaliya I/II asienta las bases del nuevo imperio. Tras sofocar una serie de rebeliones y frenar la amenaza kaska, comenzó a recuperar terreno frente a Mitani, alcanzando Alepo. Arnuwanda I intentó proseguir la guerra con Mitani, pero tuvo que enfrentarse a una invasión kaska que sólo pudo ser derrotada en tiempos de Tudhaliya III, quien, a su vez, logró someter gran parte de Anatolia Occidental (a veces llamada Arzawa) al dominio hitita.

Esta expansión permitió, durante el reinado Suppiluliuma I, una campaña militar decisiva contra Mitani, en la que se saqueó su capital. Después de algunos años de guerra, los hititas fueron capaces de apoderarse de gran parte de Mitani y convertir el resto en un estado vasallo. La debilidad de Egipto, Babilonia y una Asiria que comenzaba su renacimiento facilitó a Suppiluliuma convertirse en la mayor potencia de la época, llegando a intentar una alianza matrimonial con Egipto, que fracasó al ser asesinado su hijo.

La rivalidad con Egipto: la batalla de Qadesh

A la muerte de Suppiluliuma en el 1322 a. C. le sucedió Arnuwanda II, pero este murió a causa de una epidemia un año más tarde, ocupando el trono su hermano mayor, Mursili II. Tan pronto como accedió al trono, se vio obligado a mantener por las armas el legado de su padre. En una campaña de dos años destruyó el poderío de los estados de Arzawa, entre ellos Ahhiyawa, que algunos historiadores identifican con los Aqueos y Micenas, y luego se volvió contra los kaskas, a los que causó daños importantes, alejándolos de Hattusa por un tiempo.

Esferas de influencia de hititas (rojo) y egipcios (verde)poco antes de la batalla de Qadesh 
(1274 a. C.)

Tras la muerte de Mursili heredó el trono su hijo Muwatalli II, que vio cómo las tensiones acumuladas con Egipto por sus antecesores implicarían con casi toda seguridad una guerra. Como preparación ante las hostilidades, Muwatalli II trasladó la capital a Tarhuntassa y dejó a su hermano Hattusili III a cargo del norte del reino. Con la subida al trono egipcio del ambicioso faraón Ramsés II, la guerra se hizo inevitable y se produjo la batalla de Qadesh, de resultado incierto pero que frenó los intentos de expansión egipcia.

El resurgir de Asiria

Urhi-Tesub, hijo y sucesor de Muwatalli II, que llevó la capital de nuevo a Hattusa se encontró con que Asiria había aprovechado la lucha entre Egipto y el imperio hitita para ocupar lo que quedaba de Mitani. Para frenar esa amenaza, los hititas intentaron reinstaurar a su vasallo en el trono de Mitani, pero fracasaron. A partir de este momento, Asiria se convertiría en una amenaza constante para el reino hitita.

Hattusili III, hábil militar que destacó por sus grandes éxitos contra los kaskas, logró el trono de su sobrino Urhi-Tesub, probablemente debido al desprestigio de este, pero su usurpación creó una serie de problemas dinásticos que debilitaron todavía más al reino hitita, especialmente cuando Urhi-Tesub buscó refugio en la corte de Ramsés II, faraón con el que posteriormente Hattusili firmaría un tratado de paz. Estas debilidades, junto a la fortaleza de Asiria, dieron lugar a una expansión de esta última, que culminó, en tiempos de Tudhaliya IV, hijo de Hattusili, en la derrota de Nihriya. Los asirios se apoderaron de ricas regiones mineras cerca del imperio hitita, y de Babilonia.

Desaparición del imperio hitita

Tudhaliya IV fue capaz de recuperarse de la derrota frente a los asirios al reforzar el reino en Asia Menor y en Chipre, alcanzando probablemente la máxima expansión hitita. El trono pasó a sus hijos, primero Arnuwanda III y luego Suppiluliuma II, que tuvieron un comienzo de reinado no muy distinto al resto de los reyes hititas, con revueltas en Arzawa, Siria, Chipre, etc.

Relieve del último rey hitita, Suppiluliuma II, en Hattusa

Estas revueltas fueron sofocadas, y nada hacía presagiar un reinado muy distinto a Suppiluliuma II. Sin embargo, la aparición por sorpresa de los pueblos del mar (aproximadamente en 1200 a. C.) causó grandes desórdenes en todo el mar Mediterráneo oriental. Estos desórdenes, a los que se unieron las tradicionales invasiones kaskas, no pudieron ser combatidos eficazmente. Finalmente, sufriendo de una pequeña Edad del Hielo, que causó sequías y consecuentes hambrunas, el reino hitita desapareció de la historia.

Algunas ramas colaterales de la familia real siguieron conservando reinos de cultura hitita, destacando el de Karkemish en Siria, que no fue conquistado por los asirios hasta el siglo VIII a. C.

Las leyes Jim Crow

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Las leyes Jim Crow y el origen de la segregación racial en Estados Unidos


Tras la Guerra Civil, se aprobaron en EE. UU. una serie de leyes para proteger los derechos de las personas que habían estado esclavizadas; el sistema Jim Crow se diseño para burlarlas.


George White resultó herido de gravedad. Pero cuando los cirujanos de su hospital de Atlanta descubrieron que tenía ascendencia negra, lo echaron a mitad del examen, enviándolo al otro lado de la calle a un hospital negro a pesar de la lluvia torrencial. Murió en el hospital abarrotado y con fondos insuficientes días después. Corría el año 1931 y, al igual que cientos de miles de personas negras en el sur segregado, White fue víctima de las leyes de segregación de Jim Crow.

Entre las décadas de 1870 y 1960, las leyes de Jim Crow mantuvieron una jerarquía racial perversa en los estados del sur, eludiendo las protecciones que se habían implementado después del final de la Guerra Civil, como la 15ª Enmienda, que otorgó a los hombres negros el derecho al voto hace más de 150 años. Las leyes discriminatorias negaban a las personas negras sus derechos, las sometían a la humillación pública y perpetuaban su marginación económica y educativa. Cualquiera que desafiara el orden social se enfrentaba a la burla, el acoso y el asesinato.

En diciembre de 1955, Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un pasajero blanco en un autobús segregado en Montgomery, Alabama.

El término tiene su origen en la década de 1820, cuando el comediante blanco Thomas Rice creó el personaje "Jim Crow". El personaje estereotipado se convirtió en una figura común en los espectáculos de minstrel y en un apodo ampliamente utilizado para las personas negras.

La emancipación fallida en el Sur de Estados Unidos

Después de que terminó la Guerra Civil, la 13ª Enmienda abolió formalmente la esclavitud en los Estados Unidos. Pero los ciudadanos blancos de la antigua Confederación se resistieron a la emancipación y actuaron rápidamente para negar a los negros sus nuevas libertades. Usando las antiguas leyes de esclavos como modelo, promulgaron "códigos negros" que negaban a los negros todo, desde la propiedad hasta la libertad de movimiento y la propiedad de negocios. El historiador Daniel A. Novak describe los códigos como "destinados a producir... una aproximación cercana a la ahora prohibida relación amo-esclavo".

En respuesta a la indignación del norte por estos códigos, el Congreso aprobó enmiendas constitucionales, ahora conocidas como las Enmiendas de Reconstrucción, diseñadas para garantizar la libertad y los derechos civiles de las personas anteriormente esclavizadas. La 14ª Enmienda garantizaba la ciudadanía y la igualdad de protección ante la ley, y la 15ª Enmienda prohibía negar el derecho al voto por motivos de "raza, color o condición previa de servidumbre".

Los estados del sur tuvieron que ratificar las enmiendas para ser readmitidos en la Unión. Pero aunque los estados cumplieron a regañadientes con la ley federal, deshicieron la menor cantidad posible de códigos negros. Mientras tanto, grupos como el Ku Klux Klan intimidaron y mataron a personas negras que desafiaban las leyes de conducta ahora no escritas.

En 1877, el nuevo presidente Rutherford B. Hayes cumplió su promesa de poner fin a la intervención federal en el Sur. Rápidamente, los estados del sur revirtieron las leyes de la era de la Reconstrucción y establecieron nuevas leyes de segregación en su lugar. Después de que la Corte Suprema dictaminó que las instalaciones "separadas pero iguales" eran legales en el caso Plessy v. Ferguson en 1896, se abrieron las compuertas. Los estados sureños implementaron cientos de leyes que exigían un trato diferente para los ciudadanos negros y blancos.

Desmantelar las leyes Jim Crow fue uno de los principales objetivos de Martin Luther King Jr

Aunque las leyes garantizaban hipotéticamente la igualdad a los negros, la realidad era todo lo contrario. Las instalaciones separadas que se obligaban a usar a los negros eran inferiores y estaban en mal estado. La interacción social entre blancos y negros estaba prácticamente prohibida. Y a pesar de las garantías de la 15ª Enmienda, las Jim Crow mantuvieron a los negros sin capacidad de voto con impuestos, pruebas de alfabetización y primarias solo para blancos.

Sostenidas por la aplicación discriminatoria de la ley y los linchamientos, las leyes llegaron a dominar todas las facetas de la vida sureña, creando lo que el historiador Douglas A. Blackmon ha llamado "esclavitud con otro nombre". Solo con el caso Brown v. Board of Education en 1954 se declararía inconstitucional la doctrina de "separados pero iguales". Una década más tarde, la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derechos Electorales de 1965 eliminaron las leyes abiertamente Jim Crow para siempre. Pero aunque las leyes han desaparecido, sus efectos aún repercuten, y las prácticas actuales de prejuicios raciales en la aplicación de la ley y otros ámbitos sociales resuenan con ecos de las Jim Crow.

Después de la Guerra Civil, los estados del Sur de EE. UU. aprobaron un sinfín de leyes que imponían la segregación racial. El activista de los derechos civiles Homer Plessy impugnó una de esas leyes de Luisiana, pero la sentencia del Tribunal Supremo consagró la ley de "separados pero iguales" durante décadas.


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Skara brae, el misterioso asentamiento neolítico de las islas orcadas

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LAS ISLAS BRITÁNICAS EN LA PREHISTORIA

Skara brae, el misterioso asentamiento neolítico de las islas orcadas


Situado en los confines más septentrionales de Escocia, Skara Brae salió a la luz por casualidad en el invierno de 1850 tras una devastadora tormenta. El yacimiento, de 5.000 años de antigüedad, cuyo origen y abandono sigue provocando controversia, estuvo habitado mucho antes de la construcción de las pirámides de Egipto o de Stonehenge. En la actualidad, Skara Brae forma parte de un conjunto de yacimientos prehistóricos considerados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Vista panorámica Skara Brae


Es un enclave milenario situado en una pequeña isla a orillas del Atlántico, al norte de Escocia, y a día de hoy sigue constituyendo un auténtico misterio. Asomado a la bahía de Skaill, en la isla Mainland, la mayor del pequeño archipiélago de las Orcadas, en pleno mar del Norte, se alzó una vez el asentamiento neolítico de Skara Brae, un poblado compuesto por unas diez casas que, según los arqueólogos estuvo habitado entre los años 3100 y 2500 a.C. Después quedaría oculto durante milenios y fue descubierto por casualidad en 1850, tras una devastadora tormenta, por William Watt, el propietario de la finca bajo cuyos terrenos se hallaba, quien tras el inesperado descubrimiento decidió contactar con un anticuario local llamado George Petrie.

En la actualidad, Skara Brae está situado junto a la costa, pero hace más de 5.000 años su ubicación fue mucho más interior. Pero la constante erosión del terreno a lo largo de los siglos ha alterado considerablemente el paisaje por lo que las interpretaciones que se han hecho del lugar han variado constantemente. El nombre del yacimiento, Skara Brae, proviene del antiguo nombre del sitio, Skerrabra o Styerrabrae, como se conocía al montículo bajo el que estaba enterrado. En la actualidad, el yacimiento neolítico de Skara Brae es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, y gracias a su magnífico estado de conservación también es conocido como "la Pompeya de Escocia".

Plano de la excavación con los niveles de ocupación de Skara Brae detallados


SKARA BRAE: MÁS ANTIGUO QUE LA PIRÁMIDES DE EGIPTO O STONEHENGE

Ya vivía gente en Skara Brae mucho antes de la construcción de las pirámides de Egipto o incluso de Stonehenge, aunque no es solo su antigüedad lo que lo hace tan importante: es también, como se ha apuntado, su buen grado de conservación. Las estructuras y los muebles localizados en este yacimiento semisubterráneo han sobrevivido en excelentes condiciones. Asimismo, en el lugar se encontraron joyas, botones y un tipo de vasijas estriadas que también han aparecido en otros yacimientos de la isla. De hecho, es el yacimiento del norte de Europa donde mejor puede apreciarse cómo vivían las personas que habitaron el lugar hace más de 5.000 años.

Las estructuras y los muebles localizados en este yacimiento semisubterráneo han sobrevivido en excelentes condiciones de conservación.


La violenta tormenta de 1850 dejó al descubierto media docena de casas de entre 4,6 y 6,4 metros de lado. Sus muros de piedra estaban rodeados por un montículode tierra que probablemente habría servido para ocultar las viviendas y proteger a sus habitantes de los vendavales y del tremendo frío. Tras su descubrimiento oficial, algunos de los objetos exhumados, principalmente los tallados en piedra, se mostraron en el encuentro de la Sociedad de Anticuarios de Escocia en 1867 debido a su excelente factura. Pero el descubrimiento de Skara Brae no estuvo exento de polémica. Algunos dijeron que el lugar ya había sido descubierto hacía años por un viajero llamado James Robertson, que en 1769 había encontrado allí un esqueleto "con una espada en una mano y un hacha danesa en la otra".

Finalmente, el interés que había despertado entre los expertos Skara Brae propició que se llevaran a cabo nuevas excavaciones en el lugar, como las emprendidas por el anticuario W. Balfour Stewart, aunque por desgracia también hubo constantes saqueos que obligaron a proteger el yacimiento. Por ello, en 1924, Skara Brae fue puesto bajo la protección de los Inspectores de Trabajo de Su Majestad y, finalmente, en 1927, con la llegada Skara Brae del famoso arqueólogo australiano Vere Gordon Childe y su ayudante, J. Wilson Paterson, el yacimiento fue por fin excavado y estudiado con rigor, rescatándose del olvido uno de los poblados neolíticos mejor conservados de Europa, aunque tampoco se logró arrojar nueva luz sobre su origen ni sobre su posterior abandono.

LA "SOFISTICACIÓN" DE SKARA BRAE

Aunque algunos de los restos encontrados aún permanecen enterrados, y otros se han perdido con el paso del tiempo, en Skara Brae puede verse aún una decena de casas con una única puerta, que los investigadores atribuyen a dos períodos distintos. Inicialmente, los habitantes podrían haber vivido en casas aisladas, de las que se conservan un par, y en una segunda fase se habrían levantado ocho viviendas similares con losas planas de piedra, perfectamente comunicadas entre sí a través de pasillos cubiertos. Cada casa constaba de una sola habitación con una superficie de aproximadamente 40 metros cuadrados. Entre los muebles de piedra "empotrados" en el interior de cada estancia destaca uno donde, según los arqueólogos, probablemente se almacenaban y exhibían los objetos más importantes de la casa, además de dos camas, un hogar en el centro y unos pequeños depósitos que quizás se utilizaban para preparar algún tipo de cebo para pescar. Los investigadores también creen que el estilo de vida de aquella población era comunal debido al aspecto casi idéntico que presentaban el interior de todas las viviendas.

Una vivienda de Skara Brae desde la puerta de entrada.


Entre los muebles de piedra 'empotrados' en el interior de cada habitación se encontró uno donde probablemente se almacenaban y exhibían los objetos más importantes de la casa.


Las casas de Skara Brae fueron construidas entre montículos de desechos de épocas anteriores. Al parecer la intención de los constructores fue lograr un mayor aislamiento. los pasillos que las comunicaban estaban enterrados, muy probablemente para proteger a sus moradores de las inclemencias del tiempo, y las únicas aberturas que daban al exterior estarían localizadas sobre los hogares para actuar como conductos de ventilación y salidas de humos. Los investigadores consideran asimismo que el alto grado de sofisticación que muestra Skara Brae se manifiesta sobre todo en la presencia de desagües y baños en el asentamiento. En uno de los edificios se encontraron unos pequeños espacios alrededor del hogar central, pero la construcción carece de mobiliario, lo que, según los arqueólogos, abonaría la teoría de la presencia de espacios comunales.

SKARA BRAE Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

El abundante uso de la piedra para la construcción y los objetos encontrados en Skara Brae han proporcionado a los investigadores una imagen bastante fidedigna de cómo era la vida en esta aldea neolítica, cuyos pobladores fueron abandonado poco a poco el nomadismo y adoptando progresivamente la agricultura, lo que les obligaría a un mayor y mejor cuidado de sus tierras. De hecho, posiblemente sus habitantes pudieron haber sido de los primeros en adoptar la agricultura y la ganadería en las islas británicas: en Skara Brae se han encontrado restos de trigo y de cebada, así como trazas de la presencia de ovejas, vacas y cerdos. Pero a pesar de ello, las gentes de Skara Brae nunca abandonaron la práctica de la caza y la pesca. Otro hecho relevante es que en el yacimiento no se han encontrado armas, lo que, según los investigadores, permite sugerir que la existencia de sus habitantes fue bastante tranquila.

A pesar de la adopción de la agricultura y la ganadería, las gentes de Skara Brae nunca abandonaron la práctica de la caza y la pesca.

Interior de las cases encontradas en Skara Brae las cuales estaban unidas por pasillos.


El buen estado de conservación de Skara Brae ha levantado multitud de especulaciones sobre su final. En las últimas décadas, las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento han desvelado que es muy probable que la explicación más sencilla fuera que sus propios habitantes abandonaron el poblado en busca de tierras más fértiles. Actualmente, se está llevando a cabo un exhaustivo trabajo de documentación en el yacimiento, ya que preocupa el efecto que la rápida erosión de las costas de las islas Orcadas a causa del cambio climático provoque en las ruinas de Skara Brae. Los investigadores temen que la subida del nivel del mar haga desaparecer, esta vez para siempre, el valioso testimonio de un tiempo perdido que hace más de 150 años una tormenta regaló a la humanidad.

El papel de las mujeres en la Antigua Roma

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Más allá de la domus


En la Antigua Roma, las mujeres desempeñaron un papel fundamental que trascendía las paredes de la domus. A menudo relegado a un segundo plano en la historia, este artículo arroja luz sobre las diversas formas en que las mujeres romanas influyeron en la sociedad, la política y la cultura.

¿Aqué se dedicaban las mujeres de la Roma antigua? La literatura latina ensalzaba un modelo de domesticidad (término que, precisamente, proviene de la domus romana) que las vinculaba en exclusiva al hogar. Un ideal femenino que está presente en gran parte de las sociedades históricas, desde la Grecia antigua a la España franquista.

Sin embargo, esas pautas no eran aplicables a la mayoría de mujeres del Imperio. Libres, libertas y esclavas tenían presencia en las ciudades y en las explotaciones agrícolas y contribuían al desarrollo de diversos sectores económicos. Incluso las damas de la élite tuvieron protagonismo en negocios, algo que suele pasar desapercibido, a pesar de los testimonios en la literatura y en la arqueología. Así pues, ¿a qué se dedicaban?

Un análisis del trabajo de cuidados

Dentro de las diferentes tareas que llevaban a cabo las mujeres romanas, destacan las relacionadas con las labores de mantenimiento y cuidados, porque se entendía que estas eran propias de su género. Quizá una de las más conocidas, por estar vinculada a la maternidad, es la de comadrona. Las obstetras asistían en los partos y atendían problemas ginecológicos, pero quizá también aspectos de medicina general. Como practicaban abortos o suministraban remedios abortivos, en algunos textos aparecen con una imagen negativa, se las mira con recelo y se las llama magas o hechiceras.

Por otro lado, el de nutrix ha sido uno de los oficios femeninos más frecuentes, no solo en Roma sino a lo largo de toda la historia. Es interesante la relación que mantenían las nodrizas con los bebés a los que amamantaban, sobre todo en el caso de esclavas que permanecían en la familia y ejercían de niñeras a medida que las criaturas iban creciendo.


Quizá no se pueda generalizar como una práctica habitual, pero se han documentado algunos casos en los que esos vínculos afectivos se mantenían a lo largo de la vida. Por ejemplo, Plinio le compró una casa a su antigua nodriza y niñera, y en muchos epitafios son recordadas con palabras cariñosas. Asimismo, sabemos que existían mujeres libres que se dedicaban a esta labor, gracias a los contratos conservados en el Egipto romano.

El trabajo de las mujeres en oficios textiles y rurales en la Roma Antigua

El trabajo en torno a los tejidos era otro de los sectores en los que se han registrado oficios femeninos, al margen de que es una actividad que simbólicamente se vincula con las mujeres. Así, en algunas inscripciones funerarias se las representa con el huso y la rueca, elementos que se asociaban a la virtud femenina y que podemos encontrar en gran parte de los cuentos infantiles tradicionales de Europa.

Entre esos oficios relacionados con el textil están los de hilandera, costurera o zurcidora, vendedora de lienzos y tejidos y otros más específicos como bordadora en oro, tintorera en púrpura o mujer que trabaja o pesa la lana. En esta línea, al servicio de las aristócratas encontramos funciones especializadas como las de modista, encargada del cuidado de su ropa y peinadora o peluquera.

Además de en los núcleos urbanos, las mujeres también intervenían en el trabajo rural. Tal como se refleja en textos sobre agronomía de Catón, Columela y otros autores, el funcionamiento de las villae era inviable sin la participación femenina, desde las pequeñas propiedades familiares a las grandes explotaciones latifundistas. Y no solo en el cuidado de la casa y de las personas que vivían en ella (limpieza, preparación de alimentos, atención sanitaria, etc.), sino en tareas como la recogida estacional, por ejemplo, de la aceituna y la uva o las tareas cotidianas vinculadas al campo y al cuidado de los animales.

Entretenimiento y ocio: descubriendo las formas de diversión en la antigüedad

Algunos trabajos tenían peor consideración que los anteriores, algo que demuestra la doble moral romana porque, al tiempo que eran demandados, se reprobaba socialmente a quienes los ejercían. En la mayoría de las ocasiones, parece que eran esclavas quienes los desarrollaban, pero también encontramos casos de libertas y mujeres libres.


Entre estos oficios podemos destacar a las taberneras y hospederas, que a veces tenían mala fama, ya que trabajaban en lugares asimilados a prostíbulos; no obstante, en ocasiones eran negocios familiares regentados en compañía de sus maridos. Asimismo, hay diferentes oficios relacionados con el mundo del espectáculo, como músicas, actrices y bailarinas. Otra de las actividades era la prostitución, que englobaba un amplio rango de situaciones dependiendo del nivel económico y social de las prostitutas, de sus clientes y de los lugares donde ejercían, desde la calle a lupanares.

Un caso curioso es el de las gladiadoras, una profesión que no se suele vincular a las mujeres pero del que existe registro en la literatura y en la legislación. También se conservan testimonios materiales, como un relieve procedente de Halicarnaso (en la actual Turquía) en el que se puede ver a dos gladiadoras luchando, Amazon y Achilia.

Probablemente se trataría de esclavas, pero las leyes recogen la retribución por esta actividad, de lo que se puede deducir que también libres o libertas ejercerían voluntariamente de gladiadoras. No sabemos hasta qué punto era algo habitual, pero esto nos habla de una sociedad compleja y variada, en la que los estereotipos transmitidos por el cine y otros medios deben ser continuamente revisados.

Las mujeres en las minas

La minería es otro sector que no se suele asociar a las mujeres, a pesar de que en diferentes épocas históricas se ha documentado su trabajo en la extracción de elementos como la sal, la arcilla, el talco, el oro y la plata, y durante la etapa industrial la presencia femenina en la actividad minera fue una constante.

Hay diferentes testimonios de esta participación. Estrabón aludía a las actividades mineras de las mujeres en Hispania ya en época prerromana, y en una mina del sureste peninsular se encontraron cadáveres de quince hombres y mujeres procedentes de Celtiberia, atrapados en el interior al derrumbarse. En este sentido, Agatárquides señala que en las minas nubias y egipcias había tres grupos de personas trabajando, el primero formado por niños, el segundo por mujeres y personas ancianas o enfermas y el tercero por varones menores de treinta años. Los dos primeros se encargaban de labores específicas, como la recogida y el traslado del material extraído de la mina.

Algunas esposas y sus hijos acompañaban a los maridos cuando estos eran condenados a trabajar en las minas. Por ejemplo, las llamadas Tablas de Vipasca, bronces en los que se regulaba el trabajo en el distrito minero de Aljustrel (Portugal), indican un precio diferente para hombres y mujeres en el uso de los baños públicos.


Por excavaciones arqueológicas se sabe que en el entorno de las explotaciones se desarrollaron pequeñas poblaciones, donde se han localizado áreas de fundición, talleres y almacenes, pero también espacios para actividades domésticas, tintorerías, zapaterías, baños, barberías y otros servicios, que precisarían mano de obra entre la cual es indudable que habría mujeres. En el caso de las aristócratas, también parece lógica su participación en la explotación de minas, canteras y yacimientos, por pertenecer a las familias relacionadas con la explotación de estos lugares.

Grandes emprendedoras: historias de éxito y empresarias visionarias

Aunque la economía romana se basaba sobre todo en la agricultura, el sector artesanal y el comercio tenían gran protagonismo. Las mujeres, tanto libertas como libres, participaron en negocios de carácter familiar, como los talleres artesanales. En ocasiones eran modestos (taberneras, zapateras, molineras, panaderas...), mientras que otros implicaban mayor capacidad económica, como la orfebrería. También se han documentado oficios muy específicos, como el de clavaria: una productora o vendedora de clavos.

Durante el Alto Imperio (siglos I y II), a pesar de que siguió existiendo a efectos legales la figura del tutor, algunas mujeres tuvieron la posibilidad de gestionar libremente su propio patrimonio, sin la intervención de este. De este modo, encontramos propietarias de tierras, así como arrendatarias, que podían usar esos terrenos bien para su explotación o bien para el alquiler y la compraventa.

Igualmente, existieron ‘negociatrices’ que, salvando las distancias, podríamos considerar empresarias. Ha aparecido el nombre de mujeres en algunos productos, como plomos o pesas de telar, lo que indica que ellas invertían en negocios como la construcción, la albañilería y el vidrio, y está atestiguada la participación femenina en sectores como el comercio de telas de lujo. Fueron propietarias de talleres escultóricos, de fábricas de tejas, de textiles y de calzado, y en Egipto hay constancia de propietarias y arrendatarias de navíos o barcos dedicados al transporte comercial.


Además, financiaron negocios como inversión (por ejemplo, de antiguos esclavos a su servicio) e intervinieron en negocios especulativos para aumentar su patrimonio. En este campo encontramos prestamistas y banqueras, según cuenta Cicerón. Es decir, aunque fuese en menor número o frecuencia, las mujeres realizaban actividades similares a las ejercidas por los varones en el contexto de la economía romana. Participaban en ella.

Los íberos, la adaptable cultura del levante peninsular

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Los íberos, la adaptable cultura del levante peninsular


Entre los pueblos prerromanos de la península Ibérica, los íberos son uno de los que conocemos mejor, gracias a la gran cantidad de restos arqueológicos y a su relación comercial con otros pueblos del Mediterráneo.
Los griegos denominaron íberos a los pueblos que vivían en la cuenca del río Íber, como se conocía antiguamente al Ebro; y más adelante ampliaron este gentilicio a todos los pueblos de la costa oriental y sureste de la península Ibérica. En realidad, lo que llamamos cultura íbera es más bien un conjunto de culturas hermanas con un elemento unificador: la lengua que hablaban, e incluso esta presentaba variantes, una septentrional y una meridional.

Poblado íbero de Ullastret (Cataluña).

La heterogeneidad es la marca característica de los íberos, que más que por sus rasgos comunes se definen en oposición a los pueblos de influencia celta que ocupaban la mayoría de la península. Esta diferencia apoya la tesis de que su origen se encuentra fuera de la península, aunque se desconoce dónde exactamente. La teoría más aceptada los relaciona con la cultura llamada “de los campos de urnas”, por las necrópolis formadas por urnas que contenían los restos cremados de sus difuntos: esta se extendió desde el Danubio hasta el este de la península Ibérica y su penetración al sur de los Pirineos explicaría el predominio del factor celta en el resto de la península.

El desarrollo de cada una de las tribus íberas parece haber sido acorde con los pueblos con los que entraron en contacto: los íberos del sureste recibieron una mayor influencia fenicia y tartésica, mientras que los del noreste tomaron más elementos griegos; del mismo modo, las culturas litorales absorbieron más influencias mediterráneas que las del interior.

Una rica cultura

En comparación con otros pueblos prerromanos como los tartésicos, de los íberos se han encontrado muchos y variados ejemplos de cultura material y yacimientos, que permiten reconstruir con bastante detalle su modo de vida.

Se trataba de una cultura mayoritariamente agrícola, cuyos excedentes se dedicaban a dos fines: la producción de artesanía y el comercio con otros pueblos. A juzgar por la gran cantidad de cerámicas y enseres de producción textil que han sido hallados con frecuencia en los ajuares, estas eran sus dos actividades principales de artesanía, en especial la primera, puesto que en los yacimientos se han encontrado estructuras que han sido identificadas como hornos para cocer la cerámica, lo que apunta a una producción a escala industrial.

Los yacimientos revelan dos tipos de núcleos de población: unos de mayor tamaño, fortificados y situados generalmente en lugares elevados y fáciles de defender; y otros de dimensiones reducidas, sin fortificar y situados en zonas llanas. Los primeros ejercían una función de control y protección sobre los segundos, que se ocupaban de la producción de recursos agrícolas y, en menor medida, de la ganadería, al estar situados en un terreno más favorable pero difícil de defender.

La Dama de Elche es seguramente la escultura más conocida de la cultura íbera

La organización política de las tribus íberas era polinuclear, con diversos centros urbanos que controlaban un espacio relativamente reducido de campiña a su alrededor y sin que hubiera una figura que acumulase más poder del que equivaldría a un jefe de poblado. Aun así su estructura social era compleja y venía determinada por el prestigio, que a su vez dependía del trabajo que se realizara. Había dos grupos que podrían considerarse como la élite, los guerreros y las sacerdotisas. Un segundo puesto lo ocupaban los artesanos -de la cerámica o la metalurgia- y, finalmente, el grueso de la población que se dedicaba a la producción de alimentos.

Adaptarse es ganar

Desde principios del primer milenio a.C. las tribus íberas, especialmente las situadas en la costa, entraron en contacto con dos grandes culturas del Mediterráneo oriental, los griegos y los fenicios. Ese contacto fue muy productivo para todas las partes: los íberos asimilaron nuevas tecnologías -como el torno de alfarería- y cultivos -especialmente la vid, los árboles frutales y los olivos- que les permitieron diversificar su alimentación y producción de artesanía, mientras que los griegos encontraron un mercado donde abastecerse de grano y los fenicios, un lugar donde dar salida a sus productos.

El contacto de los íberos con estos nuevos llegados fue probablemente el más significativo de todas las culturas prerromanas de la península. A ellos se les atribuye la introducción del alfabeto y de dos conceptos que revolucionaron la economía: el mercado y la moneda. El primero era un lugar donde encontrar fácilmente una gran variedad de productos y el segundo, un método práctico de comercio que permitía obtener, a cambio del propio producto, un objeto intermediario que se podía cambiar por cualquier otro, sin tener que recurrir al trueque directo. Esto impulsó la especialización de las tareas, permitiendo que cada persona se dedicase a unas tareas concretas con la seguridad de poder obtener algo que podría cambiar por alimento.

Al contrario de que le sucedió a la civilización tartésica, que colapsó a finales del siglo VI a.C. cuando las colonias griegas y fenicias quedaron aisladas de sus metrópolis por el ascenso de Cartago como nueva potencia mediterránea, los íberos continuaron existendo como cultura durante varios siglos más. En un principio los cartagineses llevaron a cabo una política de alianzas con los pueblos íberos que les permitía obtener productos agrícolas y recursos minerales. Sin embargo, la situación dio un vuelco tras la derrota de Cartago frente a Roma en la primera guerra púnica, a mediados del siglo III a.C.: el pago de la gran indemnización de guerra impulsó a los cartagineses a la conquista de los territorios íberos para poder explotar directamente sus minas de plata.

El nombre de Emporion (Empúries o Ampurias), en la Costa Brava, significa mercado

Esto, a su vez, desencadenó el inicio de la conquista romana de la tierra que ellos llamaron Hispania: por una parte querían arrebatar a Cartago esa fuente de recursos, pero también era muy importante hacerse con nuevos territorios cultivables para alimentar a la creciente población de Roma y sus provincias. Los íberos, además, habían demostrado su valía como guerreros al servicio de los cartagineses y en adelante lo harían como auxiliares del ejército romano.

¿Cómo era la higiene en el Siglo de Oro español?

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¿Cómo era la higiene en el Siglo de Oro español?


Las prácticas higiénicas no se asemejan a las actuales, el baño diario no era habitual y se recurría a perfumes o aceites para enmascarar los olores corporales.

Es un error común pensar que la limpieza corporal regular es un fenómeno reciente, así como la idea de que los árabes “inventaron” los baños públicos. Y es que la higiene en la historia ha sido más diversa y compleja de lo que se suele suponer.

Si bien es cierto que el baño diario no era una práctica habitual hasta el siglo XX, la higiene en épocas anteriores tampoco era inexistente. Es importante enfocarla de una manera distinta, sin caer en la simplificación de pensar que la gente fue durante siglos “sucia”.


El agua de los ángeles

La expresión “Siglo de Oro” no se refiere a un siglo exacto, sino a un período de aproximadamente 189 años que abarca gran parte de los siglos XVI y XVII. Se considera una época dorada de las artes y las letras españolas.

El inicio del Siglo de Oro se suele situar en 1492, con la publicación de la “Gramática Castellana” de Nebrija, un hito en la consolidación del idioma español. Su final se marca en 1681, con la muerte de Calderón de la Barca, uno de los grandes dramaturgos del período.

El desarrollo del Siglo de Oro coincidió con el reinado de la dinastía Habsburgo en España, un período marcado por la expansión del imperio español, la Contrarreforma y el auge del mecenazgo cultural.

A pesar de todo, en esa época bañarse diariamente no era lo habitual, pero sí lavarse aquellas zonas de la anatomía más susceptibles de mancharse, como podía ser la cara, las manos, las axilas y los pies, además de las partes más íntimas. Un ritual que se realizaba a la vuelta del trabajo o bien antes de acostarse, por aquello de no manchar el lecho.


Para realizar este aseo nuestros antepasados usaban paños junto con lejía de ceniza. Los recipientes más utilizados para el desempeño del aseo en aquella época eran palanganas, lebrillos, calderos, cubos, bacines y tinas de madera de diferentes tamaños. Dado que en las casas particulares no había un lugar específico para el baño, generalmente el aseo tenía lugar en la alcoba o en la cocina, cerca del fuego para poder calentar el agua.

Si el aseo personal no era una prioridad, la apariencia exterior sí lo era. Las clases altas se distinguían por su pulcritud y por la variedad de ropa que usaban: camisas, cuellos y puños, principalmente en color blanco. Y para enmascarar los olores corporales recurrían a perfumes y afeites, siendo el “agua de ángeles” uno de los perfumes más populares.

Y es que el uso de perfumes y la vestimenta impecable no solo respondían a una cuestión de estética, sino que también servían para comunicar un estatus social y una distinción.

Médicos en contra del agua

Otro aspecto que merece ser tenido en consideración es que el desaseo en esta época no solo se explica por la falta de recursos o hábitos higiénicos, sino también por las concepciones médicas del momento.

El pensamiento médico dominante en aquella época era el “hipocratismo galenizado”, una mezcla de las ideas de Hipócrates, Galeno y elementos mágico-religiosos. Esta teoría consideraba que las enfermedades provenían del desequilibrio de alguno de los cuatro humores que conformaban el cuerpo (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra).


Las causas de estos desequilibrios se atribuían a factores externos, como la comida o la bebida “demasiado caliente” o “húmeda”, y para remediarlos, se recurría a prácticas como la sangría, las purgas o la dieta. Y es que la praxis médica del Siglo de Oro se caracterizaba por un enfoque terriblemente rudimentario y de cuestionable eficacia.

En cuanto al baño, la teoría que dominaba a lo largo del siglo XVI era no lavarse con agua caliente o con vapor, puesto que a través de los poros de la piel los miasmas podían acceder a todos los órganos de nuestro organismo y, con ello, era posible contraer enfermedades. Por lo tanto, a menor frecuencia de baños disminuían las posibilidades de enfermar, lo cual se respetaba celosamente por parte de la población.

La práctica del “agua va”

Las ciudades del Siglo de Oro tampoco contaban con un sistema de desagüe o alcantarillado adecuado. Esto generaba una situación insalubre, ya que las aguas residuales y los desechos se acumulaban en las calles, creando un ambiente pestilente, al tiempo que era un foco de enfermedades infecciosas.

Ante la falta de retretes en la mayoría de las viviendas, la práctica de arrojar fluidos por las ventanas era una realidad cotidiana. La frase “agua va” servía como aviso para evitar ser mojado por aquella lluvia improvisada.

Las autoridades, conscientes del problema de higiene pública, implementaron leyes que prohibían esta práctica antes de la “hora menguada” (entre las 10 y 11 de la noche, según la estación del año en la que nos encontráramos) y las penas por incumplir la norma podían ser severas, incluyendo el destierro y los azotamientos públicos.


Referencias:

  • DEFOURNEAUX, MARCELLÍN. (1983). La vida cotidiana en la España del Siglo de Oro. Barcelona. Argos Vergara. pp: 62-63.
  • DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL. (1991). Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (2). Madrid. Biblioteca Americana. Historia 16. Información y revistas S.A. pp: 476.
  • DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL. (1991). Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (4). Madrid. Biblioteca Americana. Historia 16. Información y revistas S.A. pp: 460.
  • ESPINOSA, ROSA MARIA. MONTENEGRO, JULIA. (1997). Castilla y Portugal en los albores de la Edad Moderna. Consejería de Educación y Cultura: Universidad. pp: 56-69.

Las mujeres más poderosas de la antigüedad

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Las mujeres más poderosas de la antigüedad


A pesar del dominio masculino mayoritario, encontramos en la historia muchas mujeres transgresoras e inspiradoras que ejercían gran poder e influencia en la sociedad de su época.

A lo largo de la historia, las mujeres han desempeñado papeles fundamentales en la formación o configuración del curso de las civilizaciones, a menudo ejerciendo poder e influencia en un mundo dominado por los hombres. Las historias de estas poderosas mujeres de la antigüedad actúan como símbolos atemporales de fuerza, inteligencia y liderazgo. Hoy hacemos un repaso por algunas de las figuras femeninas más formidables de la historia cuyos legados han resistido la prueba del tiempo.


Las líderes femeninas más poderosas del mundo antiguo procedían de países de todo el mundo: Egipto, Grecia, China... He aquí una muestra de ellas:

Agripina la Menor (15 d.C.-59 d.C.)


La madre de Nerón inicia esta selección de mujeres poderosas. Fue esposa, madre, hermana y sobrina de algunos de los emperadores más destacados de la antigua Roma.


Como mujer del emperador Claudio, Agripina se involucró íntimamente en el funcionamiento y la administración del imperio. 

Lejos de ser una esposa sumisa, llegó incluso a envenenar al propio emperador, su marido, para lograr que su hijo, Nerón, se hiciera con el trono, asegurando su influencia sobre el imperio mediante la tutela y consejo de un joven Nerón (que solo tenía 17 años cuando fue proclamado emperador).

Cleopatra (69 a.C.-31 a.C.)

Cleopatra fue la última representante de una larga dinastía de faraones de origen griego.


Hija de Ptolomeo XII Auletes y Cleopatra VI Trifena, asumió el trono junto con su hermano pequeño tras la muerte de su padre. 

Ya una vez como reina de Egipto tras la muerte de su hermano Ptolomeo XIII, trató de mantener el poder de su dinastía, realizando asociaciones históricas con los gobernantes romanos Julio César y Marco Antonio. 

La última faraona del Egipto ptolemaico destacó por su inteligencia a la hora de mejorar la posición y la economía de su país, entre otras cosas.

Zenobia (240 d.C.-267 d.C.)

La reina Zenobia de Palmira tomó el poder tras el asesinado de su marido Séptimo Odenato con el que se había casado cuando tenía solo 18 años.


El hijo de Zenobia, Vabalato, se convirtió en rey de Palmira, por lo que Zenobia gobernó como regente, oportunidad que aprovechó para extender el dominio de Palmira, en ese momento una provincia romana. 

De hecho, para consolidar su posición en Egipto, afirmó que era descendiente de Cleopatra. 

Yendo con sus ejércitos hacia Anatolia, conquistó territorio romano hasta Ancira, y luego Siria, Palestina y el Líbano usando una mezcla de poderío militar y propaganda ideológica.

Livia Drusila (¿?-29 d.C.)

La tercera esposa del emperador Augusto tampoco se conformó con estar al lado del emperador aunque en público era el arquetipo de buena esposa con ejemplar conducta femenina, adecuada a su origen patricio.


Fue la primera dama más influyente de Roma. Inteligente, ambiciosa e influyente, trabajó muy duro detrás de escena para mantener el sistema imperial existente como asesora de Augusto. 

Era el poder en la sombra. Sus descendientes ocuparon el trono imperial después de la muerte del emperador Augusto. 

Con todo, continuó administrando los asuntos de estado durante el reinado de su hijo Tiberio. Fue la primera mujer divinizada de la historia de Roma.

Wu Zetian (624 d.C.-705 d.C.)

La emperatriz Wu fue la única monarca soberana en toda la historia china. Al principio, gobernó como regente de su marido, un personaje bastante enfermizo y aburrido.


Tras su muerte, logró convertirse en la emperatriz Wu en 690, cuyo poder no dependía de un marido para gobernar. 

Fue una líder astuta, inteligente y, en algunas ocasiones, despiadada, según los historiadores. Tenía mano izquierda para la diplomacia, la administración y mano dura para las rebeliones y las invasiones que se presentaban. Su reinado se prolongó durante apenas 15 años, hasta que la Dinastía Tang fue restaurada.