Cortes de León de 1188

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Cortes de León de 1188

Las Cortes de León de 1188 se celebraron durante la primavera de ese año, al principio del reinado de Alfonso IX de León, en el claustro de la Basílica de San Isidoro de León, y así se lo comunica el monarca al arzobispo de Compostela. En 2013 la Unesco las reconoció en el Programa Memoria del Mundo como «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo». 

Historia

Solo se puede entender el acontecimiento siguiendo los importantes hechos que tuvieron lugar en esa época. Lo primero fue la coronación de Alfonso VII de León, lo cual ocurrió en 1135 y tuvo una multitudinaria acogida, ya que dicha coronación tuvo una presencia del pueblo llano como nunca antes. Anteriormente la Curia Regia de 1017, convocada por Alfonso V de León en la ciudad del mismo nombre legisló civilmente el Fuero de León con preceptos que inician la inviolabilidad del domicilio, la libertad de comercio y primeros derechos de la mujer entre otros; y la creación del Concejo de la Ciudad de León, que legislaba todos los años sobre los pesos y medidas del Mercado, entre otros asuntos. 
 
Pese a lo que se cree, el Althing islandés del 930, tomado a veces como ejemplo anterior relativo a asambleas legislativas, era una reunión exclusiva de magnates y no produjo textos legislativos hasta el siglo XIII; y además era similar al Palatinado del siglo VIII del reino de los Astures e inferior a las Curias Regias que se celebraban desde el año 830 en la Corte de Oviedo, en la que estaban representados nobles y eclesiásticos por lo que eran asambleas políticamente más avanzadas las hispánicas. El Althing sería similar, además de al Palatinado astur, a los Concejos Visigóticos del siglo VI, también anteriores, compuestos solo por un brazo social de poderosos; en este caso eclesiástico para legislar asuntos como el Fuero Juzgo. 

Tras el freno en la Reconquista, la corona leonesa necesita ingresos, por lo que crea nuevos impuestos que provocan una alza de precios. A la vez, las guerras con Portugal y con Castilla requieren más ingresos. La clase ciudadana exige como contrapartida el poder regular el gasto de la corona. 
 
En el año 1188, recién llegado al trono Alfonso IX de León, se convoca a la Curia Regia del Reino de León, a la que por primera vez se le suman los representantes electos de las principales ciudades con voz y voto. Esta medida ha sido considerada el primer ejemplo del parlamentarismo moderno en la historia de la Europa occidental.

Desarrollo

Las Cortes se constituyeron con dos estamentos:

✪ Privilegiados: el clero y la nobleza.

✪ No privilegiados: los representantes de las ciudades.

Los privilegiados aparecen como un diálogo entre el rey y la curia, por un lado, y los representantes de las ciudades y villas por otro, sin oposición a que cada estamento se consolide por separado. La incorporación de elementos populares o ciudadanos responde solo a necesidades económicas. 
 
En ellas se reconoce la inviolabilidad del domicilio, del correo, la necesidad del rey de convocar Cortes para hacer la guerra o declarar la paz, y se garantizan numerosos derechos individuales y colectivos.  

En estas Cortes, además de ampliar los Fueros de Alfonso V de León del año 1017, se promulgaron nuevas leyes destinadas a proteger a los ciudadanos y a sus bienes contra los abusos y arbitrariedades del poder de los nobles, del clero y del propio Rey
 
Este importante conjunto de decretos ha sido calificado con el nombre de «Carta Magna Leonesa».
 
La legislación alfonsina no introduce novedades importantes. Pretende únicamente profundizar en el pacto feudal sobre el que se construye la legitimidad monárquica. 
 
Los análisis referidos a los Decreta (decretos) atribuidos a 1188 reúnen la confirmación de decretos de carácter general como, por ejemplo, el no atentar contra la propiedad ajena, resolver las querellas ante la justicia o la promesa del rey de no entrar en guerra sin contar con todos los que le deben dar su consejo. Estos decretos, son cosas normales en los inicios del nuevo reinado de Alfonso VII de León. Sin embargo, se crearon «nuevos Decretos», entre los que se contaba la redacción de una Constitución fechada en julio de 1188, que trataba de la existencia de violencia y del intento por paliarla usando la Justicia.

Este tema será desarrollado en unas «constituciones» para Galicia, en 1194, y a partir de este texto podemos explicar lo contenido en el texto atribuido a las Cortes de 1188; es decir, que este, tal y como se conoce en muchos de sus pasajes, se debe a la elaboración desarrollada a lo largo del reinado de Alfonso IX de León.

Legado

En 2011 la Junta de Castilla y León concedió a la ciudad de León el título de «Cuna del Parlamentarismo».​ En 2013 la Unesco incluyó los documentos relativos a los Decreta en el registro Memoria del Mundo tras remitirlos para su aprobación en 2012.​ El 4 de mayo de 2016, el pleno de las Cortes de Castilla y León se reunió en la Basílica de San Isidoro.​ El 20 de marzo de 2019, las Cortes Generales reconocieron a las Cortes de León de 1188 como Cuna del Parlamentarismo a través de un acto en el que se leyeron los Decreta y se llevó a cabo un desfile de pendones por la Carrera de San Jerónimo.

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Europeos que fueron esclavos en África

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La historia olvidada de los europeos que fueron esclavos en África

Entre los siglos XVI y XIX cientos de miles de hombres, mujeres y niños fueron secuestrados, trasladados en barcos a tierras desconocidas y vendidos como esclavos. 
 
No estamos hablando del comercio de esclavos transatlántico, en el que varios millones de personas mayoritariamente del centro y oeste de África fueron vendidas a europeos occidentales para ser llevados a América, sino de europeos occidentales capturados por los corsarios otomanos para venderlos en el norte de África. 
 
En incursiones esclavistas musulmanas, conocidas como razzias, los piratas berberiscos capturaban cristianos en ciudades y pueblos costeros europeos, principalmente en Italia, Francia, España y Portugal, pero también en las Islas Británicas, los Países Bajos, y tan lejos como Islandia.  


Los cautivos, invariablemente con pocas posibilidades de volver a ver sus hogares, soportaban condiciones miserables, condenados a una vida de trabajos forzados y torturas. 
 

Del remo a la vela y al norte 

Usando galeras de remo, los corsarios otomanos saquearon metódicamente el Mediterráneo a lo largo del siglo XVI.
 
El negocio de los berberiscos, que también tomaban barcos, mercancías y cautivos europeos en el mar, era mucho más grande de lo que muchos imaginan.  

Se estima que, a lo largo de tres siglos, los corsarios que operaban en los puertos de la costa de Berbería (en el norte de África) capturaron y esclavizaron a más de un millón de europeos.
 
Es difícil evaluar el costo de los bienes que robaron y destruyeron, pero fue enorme. 

Y cuando, en las primeras décadas del siglo XVII, con la ayuda de renegados holandeses y británicos aprendieron a navegar barcos de vela cuadrada, concentraron sus ataques en las poblaciones del norte de Europa.
 
Para aquellos que tenían la mala suerte de ser capturados, la perspectiva era sombría. 

"Sufrenla más miserable esclavitud" y son "sometidos a trabajos extremos y difíciles a diario, con un pequeño suministro de pan y agua para su comida (...), pero lo peor es el trato extremadamente duro y salvaje", relata un documento presentado al parlamento británico sobre los cautivos en Argel.

¿Cómo los vendían?

Muchos eran vendidos como esclavos en la ciudad de Argel.
 
El mercado de esclavos al aire libre quedaba en el Al-Souk al-Kabir o la Gran Calle de los Souks, una amplia vía bordeada de mercados (zocos) que atravesaba transversalmente la ciudad. 

Primero, los nuevos cautivos eran obligados a desfilar a lo largo del Al-Souk al-Kabir mientras los vendedores gritaban para atraer compradores.
 
Una vez en el mercado de esclavos, los cautivos eran desnudados y examinados. 

Los hombres tenían que saltar, para mostrar su condición física, y eran golpeados con palos si no cumplían con prontitud.

Los compradores examinaban los dientes de los cautivos masculinos para ver si eran aptos para el trabajo como remeros en las galeras, la cual era considerada como la peor de todas las condenas en vida. 

Los compradores también examinaban sus manos para ver si tenían callosidad. Las manos suaves indicaban una vida de facilidad y riqueza, y por lo tanto, potenciales beneficios en forma de un gran rescate. 
 

El alto costo de la libertad

Los montos de los rescates superaban de los medios de la mayoría de los cautivos. 

Para darnos una idea, £80-£300 era el rescate típicamente solicitado por los corsarios para los cautivos individuales.

El más bajo representaba el salario de 8 años de un trabajador agrícola británico y 4 años del de un artesano de Londres calificado en el siglo XVII. 

¿Cómo era la vida de los esclavos?

Lo mejor que podían esperar era que los compraran para ser empleados domésticos, pero eran pocos los afortunados.  

Las mayoría de las mujeres jóvenes eran compradas para harenes y desaparecían para siempre. 
 
La suerte de los hombres frecuentemente era una existencia limitada al trabajo duro y el maltrato.  

Una vez vendidos, los esclavos quedaban atrapados en una vida cotidiana funesta.

Si no se les asignaba la brutal tarea de las galeras, los hombres eran empleados en trabajos forzados: extraer piedra y transportarla, trabajar en cadenas en sitios de construcción, girar las muelas en molinos de grano como animales de tiro o limpiar fosas sépticas. 

Muchos eran esposados y obligados a arrastrar cadenas pesadas. Por la noche, los encerraban en los bagnios (corrales de esclavos), donde dormían en el frío suelo de piedra.
 

¿Eran torturados? 

Si "transgredían", podían ser castigados con el método de tortura conocido como la falanga, en el que las plantas de sus pies eran golpeadas sin piedad. 
 
En su memoria autobiográfica "Eleni", el periodista investigativo y autor Nicholas Gage, describe el tremendo y ampliamente utilizado castigo: 
 
"Cada golpe de la vara no sólo se siente en la planta de los pies, dolorosamente doblados hacia arriba cuando el palo aplasta los delicados nervios situados entre el talón y las eminencias metatarsianas de los pies; el dolor sube vertiginosamente por los músculos extendidos de la pierna y estalla en la parte de atrás del cráneo. Todo el cuerpo sufre atrozmente y la víctima se retuerce como un gusano". 

En su libro "Tortura", Edward Peters, profesor emérito de Historia de la Universidad de Pensilvania, añade que de esa forma, "la víctima siente inmediatamente dolor e hinchazón, y esta última se extiende hacia arriba, hasta más allá del tobillo. Se reduce el funcionamiento de los tobillos, los pies y los dedos de los pies".  

¿Podían prosperar los esclavos en su nuevo entorno?

Unos pocos.
 
Argel era una ciudad cosmopolita donde los esclavos podían avanzar valiéndose de su inteligencia, su habilidad o su perseverancia, algo que era casi imposible en las sociedades europeas estratificadas.

Sin embargo, aunque algunos fueron rescatados y otros escaparon, la mayoría no encontró salida y terminó sus vidas en un cautiverio miserable. 
 

Los más desafortunados 

Emanuel d'Aranda, un soldado flamenco que fue esclavizado en Argel en 1640-42, no solo pinta un retrato de hombres abandonados, indigentes y no valorados, sino también uno en el que los británicos eran los más desafortunados de los desafortunados.  

"El invierno que estuve en las jaulas de esclavos, observé que habían muerto por encima de 20 de ellos (británicos) por pura necesidad. Tampoco son tan apreciados por los turcos".

Y el número de cautivos de las islas británicas aumentó considerablemente, llegando a ser un estimado de 25.000, en una época en la que la población de las islas británicas era de unos 6.500.000.

Algunos fueron rescatados, algunos escaparon, otros murieron por exceso de trabajo, malnutrición, enfermedad o desesperación. 

Pero por cada cautivo que pereció o ganó su libertad, muchos más fueron capturados.

¿Por qué les iba peor a los británicos?

Parte de la explicación radica en el hecho de que, al comienzo de la crisis, Londres no logró dar una respuesta efectiva. 

Los cautivos de las naciones católicas mediterráneas contaban con la ayuda de sus gobiernos, que tenían una amplia experiencia en el trato con Berbería.

Además, eran asistidos por órdenes religiosas de redención, como los trinitarios y los mercedarios, fundados en la Edad Media con el objetivo específico de rescatarlos.  

Londres no tenía procesos institucionales establecidos para tratar el problema eficazmente.
 
Con Inglaterra en un estado de agitación casi constante -cortesía de la plaga, la Guerra Civil y los conflictos con Portugal, España, Francia y la República Holandesa-, la Armada Real tenía muy pocos barcos y fondos para afrontar adecuadamente la escala de la amenaza.
 
Además, la posición del gobierno inicialmente fue negarse a pagar por liberaciones, pues alentaría más secuestros. 

Fue sólo cuando los comerciantes -preocupados por la pérdida de sus marineros y sus ganancias- recurrieron a la navegación con otras naciones, que el gobierno empezó realmente a tomar cartas en el asunto. 
 

Política y fuerza 

La resolución de Carlos I fue una combinación de voluntad política y fuerza bruta.
 
Tomó medidas contra la corrupción burocrática, envió expediciones oficiales para liberar a los cautivos en masa y empezó a negociar tratados con los diversos Estados de Berbería. 

Las medidas solo podrían tener un impacto en el terreno respaldadas por el poder militar.
 
Afortunadamente durante la segunda mitad del siglo XVII, la Armada Real se transformó en una formidable arma de guerra: creció en tamaño, se volvió más profesional y contó tecnología marítima de vanguardia.  

Al principio, los ataques no tuvieron mucho éxito.
 
Pero en 1713, después de la Guerra de Sucesión española, Reino Unido tomó posesión de Gibraltar y el puerto de Mahón en Menorca, desde donde pudo atacar y proporcionar una poderosa protección para el transporte mercante británico. 

Los diversos Estados de Berbería se vieron obligados a firmar tratados de no agresión, exigibles gracias a una fuerte presencia naval británica.
 
Los corsarios de Berbería no fueron eliminados por completo hasta el siglo XIX.
 

* Este artículo es una adaptación de "When Britons were slaves in Africa", escrito por Adam Nichols, de la Universidad de Maryland, EE.UU. para la revista BBC History. 
 



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Los rituales funerarios en la antigua Grecia

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Los rituales funerarios en la antigua Grecia 

 
En la Antigua Grecia se rendía culto al difunto en busca de no perder su memoria; de esta forma las familias se enlazaban con sus antepasados. Pero, ¿qué ritual funerario siguieron los griegos? 

En el mundo griego la muerte era algo desconocido, significando el principio del viaje que llevaría a la psyché del difunto hasta el Hades, a través del pago al barquero Caronte quien lo trasladaría. 

En cuanto al ritual funerario, estaba compuesto por un complejo y variado proceso que contaba de varias partes, hecho conocido a través de las fuentes escritas y de las representaciones de las cerámicas, aunque estas fueron transformándose a lo largo del tiempo.

El barquero Caronte

Tras el fallecimiento de una persona se procedía a la preparación de su cuerpo, la conocida como próthesis. El cadáver era lavado y purificado con ungüentos, los ojos se cerraban y se sujetaba la barbilla. Tras esta labor realizada solo por las mujeres, el difunto era colocado en una habitación de la casa cobre un lecho (klyné), para que los familiares y amigos que lo desearan pudieran presentar sus respetos. El cuerpo se exponía uno o dos días, mientras que en otras culturas, como la romana, el cuerpo se exponía hasta un total de siete días.

 

Tras la exposición del cuerpo, se llevaba a cabo la ekphorá, donde el difunto era trasladado a su lugar de descanso, en andas o sobre carruaje, dependiendo el poder económico de la familia. El traslado se solía realizar de noche, precediendo los hombres a las mujeres. Para las élites aristocráticas, el enterramiento representaba una favorable ocasión para hacer uso de la ostentación del rango y riqueza de la familia. A partir del siglo V a.C. comenzó la costumbre de incluir una moneda en la boca del difunto para pagar al barquero Caronte.

Se han encontrado restos que nos indican que desde finales del siglo VIII a.C. en los rituales funerarios se incluían sacrificios de pequeños animales, quema de objetos rituales, y alimentos y libaciones de bebidas. 

Unos tres días después del entierro, se celebraba un banquete ritual en la casa de la familia del difunto, lo que suponía un refuerzo del vínculo comunitario. Semanas después se volvía a celebrar un banquete donde las sobras eran recogidas, depositándose una parte de las mismas en la tumba del difunto.

La tumba era marcada con una estela, siendo visitada con relativa frecuencia para depositar flores y cintas textiles, mechones de cabellos, vasos que eran empleados en las libaciones (choai) de bebidas y rotos sobre la tumba y sacrificios de animales (pelaje negro). También se realizaban rituales de carácter extraordinario como competiciones deportivas. 

En cuanto a las ofrendas que podemos encontrar en los rituales funerarios encontramos cuatro grupos: pertenecientes al vestuario y tocado del difunto; los que constituyen el equipamiento del difunto; objetos utilizados en la ceremonia de sepultura y después depositados en la tumba; y objetos depositados cerca o en la tumba durante las ceremonias. Estos objetos se depositan en la tumba para que acompañaran al difunto en su viaje hacia el Hades.

Otro objeto que suele aparecer en santuarios, en espacios domésticoso en tumbas son las conocidas como “tanagras”, que son figuras femeninas de terracotas hechas a molde y con un simbolismo. Los ungüentos de vidrio y cerámica, así como algunas lucernas, también se han encontrado en algunas tumbas griegas.

En cuanto a las cremaciones, se realizaban tanto en la propia zona donde se iba a enterrar al difunto o, por el contrario, se recogían las cenizas en un recipiente y se depositaban en otro lugar. Por otro lado, los niños menores de 40 días tenían un trato distinto pues eran enterrados en las propias casas. 

Pero debemos de entender que el ritual funerario no acababa tras el enterramiento del fallecido, pues se llevaban a cabo distintas ceremonias alrededor de las tumbas a lo largo del año.

Autor: José Luis Azorín Navarro

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