Guerras de independencia hispanoamericanas

No hay comentarios

Guerras de independencia hispanoamericanas

A finales del siglo XVIII se iniciaron los primeros ideales independentistas en las tierras hispanoamericanas, las cuales estaban cansadas del opresivo dominio español. En este sentido, comenzaron a darse cuenta que era muy diferente la vida en la metrópolis de aquel momento, es decir, España, que vivir en las tierras colonizadas por ellos.

Esto les hizo tomar conciencia y empezar a esperar el momento oportuno para iniciar el movimiento independentista. Una vez llegó ese momento, se desarrollaron las Guerras Independentistas para liberar los países hispanoamericanos del Imperio Español.

¿QUÉ FUERON LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANAS?

Las Guerras de Independencia Hispanoamericanas se describen como todos aquellos conflictos que ocurrieron a principios del siglo XIX, los cuales llevaron a la separación del dominio español sobre el territorio americano, creando así distintas naciones autónomas frente a la corona de España y su control. Estas guerras fueron una mezcla entre el concepto de guerra civil y guerra internacional.

Con la creación de juntas de gobierno autónomas en distintas partes de América latina se dio inicio formal a las llamadas Guerras de Independencia Hispanoamericanas. En estas juntas fueron protagonistas muchos hombres que posteriormente se convirtieron en los libertadores o padres de la patria, por decirlo así, de las naciones que surgieron como consecuencia.

Entre estos países se cuenta a la mayoría que actualmente existen en Latinoamérica, como Ecuador, Guatemala, Argentina, Venezuela, Chile, Paraguay, México, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia, Nicaragua, Costa Rica, Honduras y El Salvador. Sólo algunos otros países de habla hispana, como Puerto Rico, Cuba, Panamá y República Dominicana, deben su origen a otros movimientos independentistas.

ANTECEDENTES DE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANAS


En norte América, los Estados Unidos estaban gestando un proceso de independencia contra el imperio Británico. Esta guerra se inició en 1775 y se extendieron hasta 1783, cuando Estados Unidos alcanzó su independencia definitiva de Gran Bretaña. Este movimiento tuvo una gran influencia en las colonias que España dominaba a lo largo de América, creándose un ambiente que impulsó los movimientos independentistas de manera casi simultánea a partir del siglo XVIII.

En América se habían instaurado virreinatos que actuaban en representación de la corona española, los cuales defendían los intereses territoriales y económicos de España. Este sistema de gobierno solo le permitía tener derechos políticos y comerciales a los españoles, pero los criollos, quienes eran blancos descendientes de españoles, nacidos en América, eran restringidos de estos privilegios. Estas circunstancias crearon descontento en la creciente población de criollos de toda América.

Por otra parte, los indígenas y los negros traídos de África, vivían en constante descontento, ya que eran esclavizados y no tenían ningún tipo de derecho, ni voz ni voto en el sistema de gobierno y en la sociedad civil. Estas condiciones propiciaban un gran malestar general que logró unir a criollos, indígenas y negros en una contienda de emancipación en contra de la corona española.

En medio de estas circunstancias, España enfrentó una invasión por parte de Francia en el año 1808, la cual dio inicio a una batalla de independencia en la península ibérica, una que se extendió hasta el año 1814. Aunque lograron librarse del dominio francés, la nación había quedado diezmada y destruida por la guerra librada. Los españoles también cayeron en una gran recesión económica que se agudizó por la caída en la producción de alimentos y manufacturas a causa de los estragos producidos por la guerra. Estas condiciones les dificultaron mantener el control sobre sus colonias en América.

CAUSAS DE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANAS

Felix Maria Calleja
Nueva España, Guatemala y Cuba
Fueron muchas las causas que llevaron a la independencia de américa del dominio español (Imperio Español). Entre ellas podemos mencionar las siguientes:

1 El descontento de los americanos hacia los criollos, o españoles nacidos en América, quienes les daban un trato injusto bajo un sistema de castas que lo único que lograba era explotar al resto.

2 Los criollos mismos estaban descontentos porque no podían ejercer un libre control sobre el sistema político ni comercial de América. Todas sus actividades se veían entorpecidas por el control de España.

3 Como se consideraba que Hispanoamérica era un bien de explotación que había sido heredado por las coronas españolas, llevó a que cuando Fernando VII fue atacado y retenido en Francia, se crearan juntas de gobierno en los distintos virreinatos en América a fin de sustituir el dominio español sobre estas tierras.

4 A pesar del apoyo de los criollos hacia la corona española, estos no estaban totalmente de acuerdo con algunas leyes de la constitución española de 1812, lo cual llevó a que en zonas como México, muchos de estos criollos decidieran apoyar al bando insurgente comandado por Agustín de Iturbide en la lucha por la independencia.

Pablo Morillo,
 Nueva Granada, Venezuela y Quito
5 En España estaba sucediendo una lucha contra la invasión napoleónica (Napoleón Bonaparte) en sus tierras, lo cual la desconcentró y le restó muchas fuerzas, las cuales necesitaba para controlar todo el territorio americano. A eso se suman las renuncias de los monarcas españoles como Fernando VII.

6 Ni Gran Bretaña ni Francia decidieron apoyar a España para recuperar el control sobre sus tierras hispanoamericanas, ya que a ellos mismos les interesaba que estas se independizaran para luego establecer sistemas de libre comercio con esas nuevas naciones.

7 Gran Bretaña apoyó la creación de las logias, las cuales dieron su máximo soporte a los hispanoamericanos y sus líderes criollos, como Simón Bolívar y José de San Martín, a fin de alcanzar la independencia de América.

8 Inglaterra envió tropas navales a Venezuela y otros territorios, además de armamento directo desde su territorio a fin de apoyar al máximo el movimiento independentista.

FUNDAMENTOS EN HISPANOAMÉRICA Y ESPAÑA

La guerra que España libró contra Francia trajo como consecuencia la debilitación del imperio español, el cual tuvo que destinar una gran cantidad de tropas a la de su territorio. En medio de estas circunstancias comenzaron los movimientos independentistas en América, donde la idea de libertad se hizo popular hasta el punto en que tropas realistas llegaron a cambiarse de bando y apoyar las batallas de independencia.

Santiago de Liniers,
Rio de Plata y Paraguay
Otra de las motivaciones de la independencia de las colonias Hispanoamericanas fue el surgimiento de distintos líderes militares que fueron infundiendo el deseo de lograr la independencia a través de tácticas y fervor patriótico infundado a los pueblos que acompañaron el movimiento libertario. Entre tantos cabecillas podemos mencionar a Simón Bolívar, Miguel Hidalgo, José Francisco de San Martín, Tupac Amaru II, Bernardo O’Higgins Riquelme, José Gervasio Artigas, entre otros.

Los movimientos independentistas tuvieron éxito gracias a la organización y a las ideas claras que sus líderes esparcieron en toda Hispanoamérica, los cuales fueron aceptados por la mayor parte de la población civil. En medio de estas circunstancias, España no quiso ceder poder ni autonomía a sus colonias, por el contrario, hacía uso de la fuerza militar y de la propia iglesia para controlar a las masas, pero sin éxito. Esto fue debilitando constantemente el poder de la corona española sobre América, la cual vio desvanecerse poco a poco el dominio que siglos atrás había alcanzado.

BATALLAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANAS

Las Guerras de Independencia Hispanoamericanas se llevaron a cabo entre los años 1808 y 1824, un período de tiempo extenso y también abarcó un territorio bastante amplio, lo que la convierte en uno de los conflictos bélicos de mayor magnitud de todos los tiempos. Entre algunas de las batallas más importantes, podemos mencionar:

- Batalla de Las Piedras: Esta batalla se realizó el día 18 de mayo del año 1811, donde las tropas insurgentes comandadas por José Gervasio Artigas vencieron al ejército realista y llevaría a la independencia de lo que hoy se conoce como Uruguay.

- Batalla de Tucumán: Este enfrentamiento se libró los días 24 y 25 de septiembre del año 1812, donde Manuel Belgrano y sus hombres derrotaron a las tropas realistas comandadas por Pío Tristán, para luego dar origen a lo que hoy es Argentina.

Fernando de Abascal,
Peru, Charcas y Chile
- Batalla de San Lorenzo: Este conflicto tuvo lugar en territorio argentino, específicamente en la provincia de Santa Fe, donde el 3 de febrero de 1813 las fuerzas patriotas lograron salir vencedoras y asegurar la zona del Litoral como dominio suyo.

- Batalla de Salta: Este fue un enfrentamiento que ocurrió el 20 de febrero del año 1813 entre el ejército insurgente a manos de Manuel Belgrano y Eustoquio Díaz Vélez, y el ejército realista comandado por Pío Tristán, lo cual constituyó la segunda derrota importante que Belgrano le propinaba a Tristán (la primera fue en la Batalla de Tucumán).

- Batalla de Chacabuco: Esta fue una batalla decisiva para lograr la independencia de Chile, donde el ejército realista fue derrotado por el conocido Ejército de los Andes comandado por José de San Martín. Esta batalla se realizó el 12 de febrero de 1817.

- Batalla de la Tablada de Tolomosa: Este conflicto se llevó a cabo el 15 de abril de 1817, donde las fuerzas realistas dirigidas por Mateo Ramírez fueron derrotadas por los insurgentes, para posteriormente darle origen a Bolivia.

- Batalla de Maipú: La Batalla de Maipú ocurrió el 5 de abril del año 1818, donde las fuerzas patriotas (una unión entre argentinos y chilenos) derrotan a los realistas, asegurando así el Cono Sur.

- Batalla de Boyacá: Este enfrentamiento es uno de los más conocidos en el proceso de independencia hispanoamericano, ya que representó el éxito de la independencia de la región conocida como Nueva Granada. Se llevó a cabo el 7 de agosto de 1819 y con esta batalla se terminó la campaña que había iniciado Simón Bolívar para liberar a Nueva Granada del dominio español.

Jose Maria Morelos,
Mexico
- Batalla de Carabobo: En este conflicto bélico se destaca la acción de Simón Bolívar, uno de los criollos que lideró la independencia de muchos países hispanoamericanos, quien venció a Miguel de la Torre y sus tropas realistas el 24 de junio de 1821, asegurando el territorio de la Gran Colombia y el control de Caracas.

- Batalla de Riobamba: Este combate se llevó a cabo por el argentino Juan Galo Lavalle y sus hombres del lado patriota, quien realizó uno de los mejores combates de caballería de todo el proceso independentista hispanoamericano, contra un ejército realista de unos 400 jinetes. Se llevó a cabo el 21 de abril de 1822, logrando ingresar en el territorio de Riobamba. Posteriormente, esta batalla contribuyó a la independencia de Ecuador.

- Batalla de Junín: El 6 de agosto de 1824 se realizó la Batalla de Junín, ya cerca del final de las Guerras de Independencia Hispanoamericanas, la cual resultó importante para la posterior independencia de Perú. En este conflicto, los independentistas vencieron a los realistas.

- Batalla de Ayacucho: Esta se considera la última batalla decisiva que ocurrió dentro del proceso independentista hispanoamericano, la cual se efectuó el 9 de diciembre del año 1824, y en la cual los independentistas sellaron una victoria importante frente a los españoles para darle independencia a Perú.

PERSONAJES DESTACADOS DE LA INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA

Simon Bolivar,
Nueva Granada, Venezuela, Peru y Quito
- Simón Bolívar: Nació en Caracas, Venezuela, en el seno de una familia de criollos pudientes. Deseaba ver América libre y unida. Sus ideas libertarias lo llevaron a convertirse en uno de los personajes más destacados por haber participado en la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, movimientos en los que fue militar y político.

- José de San Martín: Nació en Argentina en una familia de colonos españoles, sin embargo, antes de cumplir 10 años viajó a España, donde se formó como militar. Influenciado por la Revolución Francesa, regresa a Argentina a fin de encabezar la independencia de su país. Logró liberar a Argentina y contribuyó en la liberación de Perú y Chile.

- Bernardo O’Higgins: Nació en Chile, siendo de descendencia vasca e irlandesa. En chile llegó a ser un terrateniente rico. Recibió su formación en Inglaterra y España, donde abrazó las ideas de independencia. Al regresar a chile, empezó a divulgar ideas de independencia y se incorporó en el ejército para participar en distintas batallas junto José de San Martín, y luego de la independencia de Chile fue nombrado director supremo del país.

- Francisco de Paula Santander: Nació en Colombia, donde se desenvolvió de manera clave en la independencia de Colombia al participar en numerosas batallas. Luego de obtener una victoria junto a bolívar en la Batalla de Boyacá, se convirtió en vicepresidente de la Gran Colombia.

- Miguel Hidalgo: Nació en México, en donde se desempeñó como sacerdote. En México es recordado como el padre de la independencia mexicana, ya que fue quién encabezó la etapa primaria de la independencia de México mediante el Grito de Dolores. Se unió al ejército y participó en numerosas batallas.

CONSECUENCIAS DE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANAS

PARA HISPANOAMÉRICA

Jose de San Martin,
Rio de la Plata, Bolivia, Chile, 
Uruguay, Paraguay y Peru
Las guerras de independencia Hispanoamericanas se cobraron la vida de cientos de civiles y soldados a lo largo de América. Aunado a esto, la perdida y daños materiales afectaron a las principales poblaciones en vista de los enfrentamientos. Todo esto fue consecuencia de la gran cantidad de batallas que se libraron en todo el extenso territorio que buscaba la independencia. Igualmente se vieron afectadas todas las actividades comerciales y la producción agrícola.

En vista del renacimiento de diversos países, se presentaron numerosas luchas por el poder y el control comercial, el cual se vio empobrecido al no poder competir con la creciente industria europea.

PARA ESPAÑA

Igualmente, España sufrió consecuencias a causa de la independencia de sus colonias. De manera continua el imperio español perdió los virreinatos y capitanías generales que estableció en América. La merma de estos territorios no solo redujo en gran manera el dominio que una vez logró, también estos cambios afectaron enormemente su economía y provisión de recursos.

La pérdida del dominio español en América significó la decadencia de un imperio que ya no era ni la sombra de lo que una vez llegó a ser. Como consecuencia, España sufrió durante el siglo XIII graves problemas económicos que desembocaron en guerras civiles que desestabilizaron a toda la nación, la cual se quedó en el antaño y no pudo avanzar a la par con las nuevas potencias que emergieron. Esta situación quedó al descubierto cuando libraron una guerra contra Estados Unidos a finales del siglo XIII, mediante la cual perdieron Cuba, Puerto Rico y Filipinas, sellando así el fin de su protagonismo imperial.


Fuente: MundoAntiguo.net. (29 junio, 2018). GUERRAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANAS [Explicadas]. Recuperado de https://mundoantiguo.net/guerras-independencia-hispanoamericanas/

J. M. S.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

España durante la guerra de la Independencia Española

No hay comentarios

España durante la guerra de la Independencia Española


El período en el que España es ocupada por las tropas francesas durante la guerra de la Independencia Española comprende desde las abdicaciones de Bayona, en las que Carlos IV y Fernando VII se ven obligados a abdicar la Corona de España en favor de Napoleón Bonaparte en 1808, hasta la restauración de Fernando VII en 1814.

Durante esos años, el emperador de los franceses impuso a su hermano José como rey de España, que intentó mantener la Monarquía Española como un Estado satélite al servicio de los intereses del Primer Imperio Francés. Al tiempo, las autoridades españolas contrarias a los franceses declararon a Fernando VII legítimo rey y establecieron Juntas Locales y, más tarde, una Junta Suprema Central, con las que organizar la lucha contra los ejércitos napoleónicos.

La Guerra de la Independencia

Tras la abdicación de Carlos IV y el motín de Aranjuez, el ejército francés estaba establecido en varias ciudades españolas, a la espera de la invasión de Portugal. Carlos IV pidió a Napoleón que le ayudara a recuperar el trono, y éste, que negó su reconocimiento al nuevo rey, sometió a fuertes presiones al mismo; el 6 de mayo Fernando VII devolvió la corona a Carlos IV, quien se apresuró a cedérsela a Bonaparte, para que restableciera el orden. Fernando VII había nombrado una Junta de Gobierno presidida por el infante don Antonio, recibió presiones del jefe de las fuerzas francesas en España, el mariscal Joaquín Murat, para sacar de la cárcel a Godoy. Cedió la Junta y provocó irritación popular. Los franceses eran ya vistos como ejército de ocupación contrario al rey Fernando. El 2 de mayo Murat dio orden de que se trasladara a Francia al hijo menor de Carlos IV, el infante Francisco de Paula, con rebelión generalizada en las calles de la capital. (Ver Post 
Mapa de las campañas francesas
de invasión en España (1808-1812).

La revolución institucional

La Junta de Gobierno y el Consejo de Castilla, instrumentos ahora de la política napoleónica, perdieron autoridad fuera de los núcleos controlados, el nombramiento de Murat como lugarteniente general del reino. Las instrucciones que Fernando VII hizo llegar para que encabezaran la resistencia fueron desobedecidas. Resurgieron viejas instituciones regionales, como las Cortes de Aragón o la Junta General del Principado de Asturias, mientras en otros lugares se creaban Juntas Supremas para cubrir el vacío de poder y dirigir la lucha contra los imperiales que buscaban asegurar la continuidad del Antiguo Régimen. Las diversas Juntas Provinciales fueron estableciendo mecanismos de coordinación. En las capitales se constituyeron Juntas Supremas que subordinaban a las provinciales. El Consejo de Castilla intentó constituir una Junta Suprema Central. El 25 de septiembre de 1808, se constituyó en Aranjuez la Junta Suprema y Gubernativa del Reino.

La ocupación francesa

Murat estableció un plan de conquista en dos grandes ejércitos contra los núcleos de resistencia fernandina y aseguró la ruta entre Vitoria y Madrid; Zaragoza, Gerona y Valencia fueron asediadas y el ejército enviado a Andalucía tomó Córdoba y la saqueó. Cuando regresaban hacia Madrid les salió al paso el ejército del general Castaños el cual les infligió la derrota en Bailén el 22 de julio. Los franceses tuvieron que levantar los asedios y el rey José abandonó la capital para refugiarse en Vitoria. Esta victoria animó la resistencia contra Francia en varios países y en el otoño de 1808, el emperador entró en España y saqueó Burgos, derrotó los ejércitos y entró en Madrid el 2 de diciembre, por lo que José I regresó a la capital. Mientras, entró en España procedente de Portugal un ejército británico que fue obligado a retirarse a Galicia. A comienzos de 1810 la ofensiva imperial llegó hasta las proximidades de Lisboa, pero fue detenida en la línea fortificada tras la que estaban las fuerzas británicas, portuguesas y españolas.

La España napoléonica

Cuando Fernando VII partió hacia Bayona, en mayo de 1808, dispuso que todas las instituciones cooperaran con las autoridades francesas. En aras de dicha colaboración, el Consejo de Castilla aceptó la convocatoria en la localidad francesa de Bayona de una Asamblea de Notables españoles, a propuesta del emperador. El propio Consejo organizó la Asamblea, para los que fueron elegidos 150 individuos del clero, la nobleza, las ciudades, instituciones militares y económicas, y las universidades. De estos 150 sólo acudieron a Bayona 65. La Asamblea ratificó el acceso a la Corona de José I y aprobó con pocos cambios un texto constitucional, elaborado por el entorno de Napoleón. La mayoría de los notables que asistieron a Bayona no percibieron ninguna contradicción entre su patriotismo y la colaboración con el nuevo rey. Al fin y al cabo, el relevo en la titularidad de la Corona se había efectuado, al menos en apariencia. Por otra parte, no era la primera vez que una dinastía extranjera ceñía la Corona española: al comenzar el Siglo XVIII la Casa de Borbón vino a España desde Francia, después de que el último miembro de la Casa de Habsburgo, Carlos II, falleciera sin descendencia.

José Bonaparte promulgó el Estatuto de Bayona el 7 de julio de 1808. Como texto constitucional se encuadra dentro de las denominadas cartas otorgadas, porque no fue producto de un acto soberano de la nación reunida en Cortes, sino una concesión regia. El texto estaba imbuido de un espíritu reformista, acorde con el ideario ilustrado, pero adaptado a la realidad española para ganar el apoyo de las élites del Antiguo Régimen. Reconocía la confesionalidad católica del Estado y la prohibición de ejercer cualquier otra religión. No contenía una declaración expresa sobre la separación de poderes, pero invocaba la independencia del poder judicial. El poder ejecutivo residía en el rey y en sus ministros. Las Cortes eran estamentales, al modo del Antiguo Régimen, integradas por el Clero, la Nobleza y el Pueblo. Salvo en lo tocante al presupuesto, su capacidad para elaborar leyes estaba mediatizada por el poder del Monarca. De hecho, el rey sólo estaba obligado a convocar Cortes una vez cada tres años. No contenía referencias expresas a la igualdad jurídica de los ciudadanos, aunque sí las había implícitas al prescribir la igualdad ante el impuesto, la abolición de los privilegios y la igualdad de derechos entre los españoles de América y la metrópoli. Asimismo, la Constitución reconocía la libertad de industria y de comercio, la supresión de privilegios comerciales y la eliminación de las aduanas internas.

Mapa de la división en prefecturas de 1810 realizado por José I siguiendo
el ejemplo de los departamentos franceses.
Sin embargo, esta nueva división nunca entró en vigor totalmente pues este 
gobierno tan sólo controlaba una parte del territorio español y, por otra parte,
Napoleón planeaba la incorporación a Francia de las tierras al norte del Ebro.
Conforme se extendió la revuelta contra la ocupación, muchos de los que cooperaron al principio con la dinastía Bonaparte abandonaron sus filas. Pero junto al rey José I permanecieron numerosos españoles, que nutrieron su administración y que fueron conocidos como los afrancesados, cuya mera existencia confiere a la Guerra de la Independencia un carácter de guerra civil. Los afrancesados eran herederos del reformismo ilustrado y vieron en la llegada de los Bonaparte la posibilidad de modernizar el país. Muchos habían ejercido responsabilidades de gobierno con Carlos IV. Era el caso, por ejemplo, de Francisco Cabarrús, antiguo responsable de finanzas, o de Mariano de Urquijo, Secretario de Estado. Pero también había escritores, como el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín, eruditos como Juan Antonio Llorente o el matemático Alberto Lista, y músicos, como Fernando Sor. Amén de una pléyade de burócratas y militares de menor relieve.

A lo largo de la guerra, José I trató de ejercer plenamente su potestad como rey de España, preservando cierta autonomía para su gobierno frente a los designios de su hermano Napoleón. En este sentido, muchos afrancesados creyeron que la única posibilidad de mantener la independencia nacional pasaba por colaborar con la nueva dinastía, pues cuanto mayor fuera la resistencia frente a los franceses, mayor sería la subordinación del Reino al ejército imperial, y de la política a las necesidades de la guerra. De hecho, esto último fue lo que ocurrió: aunque en el territorio dominado por el rey José I una administración racional y moderna reemplazó a las instituciones del Antiguo Régimen, el permanente estado de guerra reforzó el poder de los mariscales franceses, que apenas permitieron actuar a las autoridades civiles. Al final de la contienda, cuando las tropas imperiales regresaron a Francia, partieron con ellas hacia el exilio entre 10 000 y 12 000 españoles que habían colaborado, de uno u otro modo, con la administración de José I.

Las Cortes de Cádiz

En 1810, la Junta Central tuvo que trasladarse de Sevilla a Cádiz para escapar del avance francés. Sus miembros la disolvieron y traspasaron sus poderes a un Consejo de Regencia. Los cinco regentes convocaron la reunión de las Cortes en Cádiz. Se preveían unas Cortes con representación estamental, pero ni en la metrópoli, ni en las colonias americanas, podían funcionar los mecanismos electorales, por lo que la asamblea perdió su carácter estamental en beneficio de la representación territorial, empleando suplentes entre los propios vecinos de Cádiz. Las Juntas de Gobierno de América no reconocieron soberanía al Consejo de Regencia ni a las Cortes de España.

En 1809, la Junta central había marcado un punto de ruptura con el régimen centralista borbónico respecto a la soberanía de América al otorgar representación soberana a los pueblos americanos en la real orden de 22 de enero 1809.​ Las Abdicaciones de Bayona no podían traspasar el patrimonio del monarca sin el consentimiento del reino (doctrina del pacto). De manera que las Juntas americanas reasumieron su legitimidad no de la "Vacatio regis", considerada ilegítima, sino de las leyes de las Siete Partidas, que les reconocían "el derecho a constituirse en junta".

La Constitución de 1812

Las Cortes abrieron sus sesiones en septiembre de 1810 en la Isla de León. Las componían 97 diputados (serían 223 en 1813 en Madrid) 47 eran suplentes de entre los residentes en Cádiz, aprobaban un decreto por el que manifestaban representar a la Nación española y se declaraban legítimamente constituidos en Cortes generales y extraordinarias, en las que residía la soberanía nacional. Juraban como rey a Fernando VII anulando la abdicación de Bayona, asumían en exclusiva la competencia legislativa y encomendaban la ejecutiva a la Regencia, dando cuenta esta a las Cortes. La Asamblea Extraordinaria subordinaba el poder ejecutivo al legislativo, estableciendo así el principio parlamentarista a partir de la división de poderes. Antes de redactar la Constitución, las Cortes aprobaron el Decreto de libertad de imprenta, abrió a los bandos políticos la posibilidad de exponer sus posiciones ante el tema de la Constitución e influir en la opinión pública. El proyecto sobre el que se basó la Constitución fue encomendado a una Comisión parlamentaria, redactada por uno de sus miembros y promulgada el 19 de marzo. Constaba de 384 artículos, 10 títulos y proclamaba la soberanía de la Nación española, unión de individuos, ciudadanos justos y benéficos y la religión católica oficial del Estado. Establecía una Monarquía parlamentaria con unas Cortes unicamerales, se sentaba la división de poderes, marcaba preponderancia del Legislativo sobre el Ejecutivo y se garantizaba así la independencia de los Tribunales. La Constitución terminaba con el orden estamental y con la Monarquía absoluta. Era el instrumento fundamental para la construcción de un Estado que reflejara la nueva realidad nacional surgida de la larga contienda.

La promulgación de la Constitución de 1812, 
obra de Salvador Viniegra (Museo de las Cortes de Cádiz).

El desarrollo legislativo

Tras la aprobación de la Constitución, las Cortes continuaron sus sesiones con carácter extraordinario hasta septiembre de 1813, al retorno de Fernando, se transformaron en Cortes ordinarias. La Cámara legisló una serie de reformas sociales y económicas:

  • Ley de señoríos, abolía los vínculos jurídicos que pervivían en el régimen señorial e incorporaba legalmente los señoríos jurisdiccionales, si se mantendrían como propiedad privada. Las Cortes validaron la desamortización eclesiástica de José I y suprimieron la Inquisición.
  • En el terreno económico: declararon libertad de cultivo, venta y transporte de productos agrícolas, o la autorización para vallar sus fincas. Los diputados suprimieron el Concejo de Mesta. La Industria se legisló con libertad para crear empresas y contratar trabajadores (desaparecen gremios). La Hacienda no prosperó pero las Cortes apuntaron líneas de actuación futura del liberalismo; sustitución de las contribuciones indirectas o impuestos directos, supresión de las aduanas y cargas fiscales al comercio interior. El campesinado sin tierra y el proletariado industrial, sufrieron las consecuencias negativas del proceso de liberalización.

La victoria aliada

Conforme los franceses iban controlando las zonas surgía otra forma de resistencia, las partidas guerrilleras, una táctica bélica muy eficaz, que ejerció un considerable desgaste en el ejército francés y sostuvo la moral de la población en las regiones ocupadas. Animada por gran mayoría del clero, convirtieron la resistencia en una cruzada religiosa y patriótica que contribuyó a que se consolidara un nacionalismo español vinculado a un ideal unitario de Estado y de comunidad cultural.

El inicio de la campaña de Rusia y Wellington consiguieron que los franceses evacuaran Andalucía y gran parte de Castilla la Vieja y perdieran Madrid aunque lo volvieron a recuperar a final de año. En marzo de 1813, el rey abandonó la capital, amenazada por el ejército hispano-británico, la ofensiva aliada se intensificó y culminó en la batalla de Vitoria, que supuso el principio del fin de la ocupación francesa.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Puerto de Indias

No hay comentarios

Puerto de Indias

El Puerto de Indias de Sevilla fue el principal puerto marítimo de enlace con la América española, manteniendo un monopolio artificial como vía de entrada y salida de mercancías las Indias mediante un asiento otorgado por decreto real.

Para su administración, los Reyes Católicos fundaron la Casa de Contratación de Indias, con sede en Sevilla de 1503 hasta 1717. Desde allí se dirigían y contrataban los viajes, se controlaban las riquezas que entraban desde América y se regulaban las relaciones mercantiles, científicas y judiciales con el Nuevo Mundo. Esto conllevó una gran expansión urbana, superando Sevilla los 100 000 habitantes, y convirtiéndose en la ciudad más grande de España y la mejor urbanizada de la época, destacando sus calles enladrilladas o empedradas. Los problemas de navegación que planteaban los nuevos buques, de mayor tonelaje, y la mejora de las fortificaciones gaditanas llevaron a la Corona a decidir el traslado de la institución a Cádiz en 1717.

Historia

Sevilla ya concentraba su actividad portuaria entre la Torre del Oro y el puente de Barcas en la Baja Edad Media. A finales del siglo XV, las mercancías traídas de las Indias eran almacenadas en las Atarazanas y existía una Aduana que ocupaba alguna de sus naves. La Casa de la Contratación de Indias se estableció en el Real Alcázar y la Lonja de Mercaderes, también llamada Consulado o Universidad de Mercaderes o Consulado de Cargadores a Indias, órgano dependiente de esta, pasó a colocarse en un edificio que, desde el siglo XVIII, alberga el Archivo de Indias, próximo a la Catedral. La prosperidad alcanzada por Sevilla gracias al comercio con América la convirtió en el centro financiero y mercantil más importante de Europa, superando a otros importantes centros, como la ciudad portuaria de Amberes.

La orilla este del río tenía varios muelles. En primer lugar, y más próximo a la Torre del Oro, estaba el muelle de la Aduana, seguido del muelle del Arenal, y, posteriormente, y más cerca del puente de barcas, el muelle del Barranco, que posteriormente fue conocido como muelle de la Sal. En la orilla oeste estaba el muelle de los Camaroneros y el muelle de las Mulas.

El Puerto de Indias, en el río Guadalquivir. 
En los siglos XVI y XVII acogía a un gran número 
de embarcaciones venidas de América.
En 1506 se despacharon en el puerto 35 barcos y para 1550 la cifra había aumentado a 215, pasándose de las 3.000 a las 30.000 toneladas. A América se enviaba vino, aceite, harina, telas, ropas, jabón, miel, cera, bizcocho, papel, cerámica, vidrios, instrumentos, medicinas, higos, sardinas, zapatos, aceitunas, herramientas, libros, etcétera. De todos estos productos, los más exportados eran el vino, el aceite y la harina. El envío de harina era polémico, porque exportar cereales o harina podía causar hambrunas. Los barcos que llegaban de América descargaban oro, plata, perlas, cueros, azúcar, sebo, zarzaparrilla, algodón, palo brasil, guayacán, añil, maderas preciosas y otras mercancías.

En 1680 se decidió que los barcos que vinieran de las Indias podrían despacharse tanto en Sevilla como en Cádiz. Sevilla perdió su condición de Puerto de Indias en 1717, con el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, aunque la actividad portuaria en esa zona del río Guadalquivir prosiguió, e incluso se amplió al sur con el muelle de Nueva York, o junto al puente de Triana con el comercio de la sal hasta los años 1960. El Puerto de Sevilla se encuentra en la actualidad en una zona industrial, varios kilómetros al sur del centro histórico.

En la región de Cádiz, los cargadores a Indias hicieron vida y se hicieron bellas casas-palacios ya desde el siglo XVII; sin embargo, la institución de la Casa de Contratación perdió parte de su sentido en la segunda mitad del siglo XVIII cuando se concedió a varios puertos españoles el derecho a comerciar con varios puertos americanos. En 1790 se suprimió la institución de la Casa de la Contratación.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Levantamiento del 2 de Mayo

No hay comentarios

Levantamiento del 2 de Mayo

El levantamiento del 2 de mayo de 1808​ es el nombre por el que se conocen los hechos acontecidos ese año en la ciudad española de Madrid, producidos por la protesta popular ante la situación de incertidumbre política derivada tras el motín de Aranjuez. Posteriormente a que se reprimiera la protesta por las fuerzas napoleónicas presentes en la ciudad, por todo el país se extendió una ola de proclamas de indignación y llamamientos públicos a la insurrección armada que desembocarían en la guerra de la independencia española.

Contexto histórico

Tras la firma del Tratado de Fontainebleau el 27 de octubre de 1807, la consiguiente entrada en España de las tropas aliadas francesas de camino hacia Portugal y los sucesos del motín de Aranjuez el 17 de marzo de 1808, Madrid fue ocupada por las tropas del general Murat el 23 de marzo de 1808. Al día siguiente, se producía la entrada triunfal en la ciudad de Fernando VII y su padre, Carlos IV, que acababa de ser forzado a abdicar a favor del primero. Ambos son obligados a acudir a Bayona para reunirse con Napoleón, donde se producirán las abdicaciones de Bayona, que tendrá como final la imposición de la corona española en manos del hermano del emperador, José Bonaparte.

El dos de mayo de 1808 en Madrid también conocido como
La carga de los mamelucos, pintura de Goya (1814).
Mientras tanto, en Madrid se constituyó una Junta de Gobierno que Fernando VII había dejado encargada de los asuntos de gobierno antes de partir para entrevistarse con Napoleón. Pero el poder efectivo quedó en manos de Murat, que redujo la Junta a mero títere, un simple espectador de los acontecimientos. El 27 de abril, Murat solicitó, supuestamente en nombre de Carlos IV, la autorización para el traslado a Bayona de los dos hijos de éste que quedaban en la ciudad, la reina de Etruria María Luisa, y el infante Francisco de Paula. Aunque la Junta se negó en un principio, tras una reunión de urgencia en la noche del domingo 1 al lunes 2 de mayo, y ante las instrucciones de Fernando VII llegadas a través de un emisario real desde Bayona, finalmente cedió.

Levantamiento

«¡Que nos lo llevan!»

El 2 de mayo de 1808, a primera hora de la mañana, grupos de madrileños comenzaron a concentrarse ante el Palacio Real. La muchedumbre conocía la intención de los soldados franceses de sacar de palacio al infante Francisco de Paula —último miembro de la familia real que permanecía todavía en Madrid para llevárselo a Francia con el resto de la Familia Real, por lo que, al grito proferido por José Blas Molina «¡Qué nos lo llevan!», parte del gentío asaltó las puertas de palacio. El infante se asomó a un balcón provocando que aumentara el bullicio en la plaza. Un grupo que creyó que los franceses se llevaban al infante por la fuerza, atacó a una patrulla francesa, que solo pudo zafarse de la acometida por la intervención de un batallón y dos piezas de artillería, que dispararon contra la multitud. El choque desencadenó una violenta reacción popular en la ciudad, precipitó que la lucha se extendiese por todo Madrid.​ Al deseo del pueblo de impedir la salida del infante, se unió el de vengar a los muertos y el de deshacerse de los franceses.

La lucha callejera

En el Pretil de los Consejos, por San Justo y por la plazuela de la Villa, la irrupción de gente armada viniendo de los barrios bajos era considerable; mas por donde vi aparecer después mayor número de hombres y mujeres, y hasta enjambres de chicos y algunos viejos fue por la plaza Mayor y los portales llamados de Bringas. Hacia la esquina de la calle de Milaneses, frente a la Cava de San Miguel, presencié el primer choque del pueblo con los invasores, porque habiendo aparecido como una veintena de franceses que acudían a incorporarse a sus regimientos, fueron atacados de improviso por una cuadrilla de mujeres ayudadas por media docena de hombres.
Benito Pérez Galdós: El 19 de Marzo y el 2 de Mayo
Malasaña y su hija batiéndose contra los franceses,
por Eugenio Álvarez Dumont (1887).
Los madrileños comenzaron así un gran levantamiento popular espontáneo pero largamente larvado desde la entrada de las tropas francesas, improvisando soluciones a las necesidades de la lucha callejera. Se constituyeron partidas de barrio comandadas por caudillos espontáneos; se buscó el aprovisionamiento de armas, ya que en un principio las únicas de que dispusieron fueron navajas; y se comprendió la necesidad de impedir la entrada en la ciudad de nuevas tropas francesas.

Todo esto no fue suficiente y Murat pudo poner en práctica una táctica tan sencilla como eficaz. Cuando los madrileños quisieron hacerse con las puertas de la cerca de la ciudad para impedir la llegada de las fuerzas francesas acantonadas en sus afueras, el grueso de las tropas de Murat (unos 30 000 hombres) ya había penetrado, haciendo un movimiento concéntrico para dirigirse hacia el centro. No obstante, la gente siguió luchando durante toda la jornada utilizando cualquier objeto que fuera susceptible de servir de arma, como piedras, agujas de coser o macetas arrojadas desde los balcones. Así, los acuchillamientos, degollamientos y detenciones se sucedieron en una jornada sangrienta. Mamelucos y lanceros napoleónicos extremaron su crueldad con la población y varios cientos de madrileños, hombres y mujeres, sin distinción de edad, así como soldados franceses, murieron en la refriega. Goya reflejaría estas luchas años después, en su lienzo La Carga de los Mamelucos.

Si bien la resistencia al avance francés fue mucho más eficaz de lo que Murat había previsto, especialmente en la puerta de Toledo, la puerta del Sol y el Parque de Artillería de Monteleón, su operación de cerco le permitió someter a Madrid bajo la jurisdicción militar y poner bajo sus órdenes a la Junta de Gobierno. Poco a poco, los focos de resistencia popular fueron cayendo.

Daoíz y Velarde

Mientras se desarrollaba la lucha, los militares españoles, siguiendo órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete, permanecieron acuartelados y pasivos. Sólo los artilleros del Parque de Monteleón desobedecieron las órdenes y se unieron a la insurrección. Entre los insurrectos de mayor graduación de aquella jornada destacaron los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, que asumieron el mando por ser los más veteranos. Se encerraron en Monteleón junto a sus hombres y decenas de vecinos que allí fueron en busca de combate contra los franceses, repeliendo oleadas de las tropas de Murat mandadas por el general Lefranc. Sin embargo, acabaron muriendo combatiendo en situación de inferioridad contra los refuerzos enviados desde el vecino palacio de Grimaldi, cuartel general de Murat. Otros militares tampoco acataron la orden superior de no intervenir y lucharon junto a Daoíz y Velarde, como el teniente Jacinto Ruiz y los alféreces de fragata Juan Van Halen, herido de gravedad, y José Hezeta.

Los levantados en armas

El Levantamiento del Dos de Mayo fue la rebelión de los ciudadanos madrileños contra los franceses, comenzada por las clases populares de Madrid contra el ejército francés que había ocupado la ciudad sin oposición relevante por parte de la Administración. De hecho, la entrada de las tropas francesas se había hecho legalmente, al amparo del Tratado de Fontainebleau, cuyos límites, sin embargo, pronto vulneraron, excediendo el cupo permitido y ocupando plazas que no estaban en camino hacia Portugal, su supuesto objetivo. La Carga de los Mamelucos, antes citada, presenta las principales características de la lucha: profesionales perfectamente equipados (los mamelucos o los coraceros) frente a una multitud prácticamente desarmada; presencia activa en el combate de mujeres, algunas de las cuales perdieron incluso la vida (Manuela Malasaña y Clara del Rey, por ejemplo).

Represión

El 3 de mayo en Madrid (1814). 
Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, de Goya. Museo del Prado.
La represión fue cruel. Joaquín Murat, no conforme con haber aplacado el levantamiento, se planteó tres objetivos: controlar la administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que era él quien gobernaba España. La tarde del 2 de mayo firmó un decreto que creó una comisión militar, presidida por el general Grouchy, para sentenciar a muerte a todos cuantos hubiesen sido cogidos con las armas en la mano («Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas»).

Orden del general Murat:
Soldados: mal aconsejado el populacho de Madrid, se ha levantado y ha cometido asesinatos. [...] La sangre francesa vertida clama venganza. Por lo tanto, mando lo siguiente: [...]
Art. 2. Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas.
Art. 3. Todos los moradores de la corte, que anden con armas, o las conserven en su casa sin licencia especial, serán arcabuceados. [...]Dado en nuestro cuartel general de Madrid, a 2 mayo de 1808.
Gaceta de Madrid, 6 de mayo de 1808
El Consejo de Castilla publicó una proclama en la que se declaró ilícita cualquier reunión en sitios públicos y se ordenó la entrega de todas las armas, blancas o de fuego. Militares españoles colaboraron con Grouchy en la comisión militar. En estos primeros momentos, las clases pudientes parecieron preferir el triunfo de las armas de Murat antes que el de los patriotas, compuestos únicamente por las clases populares.

En el Salón del Prado fueron fusiladas 32 personas el mismo día 2 de mayo, otras 11 personas fueron ejecutadas en otros puntos de la ciudad (Cibeles, Recoletos, Puerta de Alcalá y Buen Suceso). Al día siguiente los franceses fusilaron a 24 personas en la montaña del Príncipe Pío y otros 12 en el Buen Retiro. La cifra exacta de bajas ha sido objeto de gran controversia, pero el historiador Pérez Guzmán, que revisó todos los archivos disponibles en 1908, contabilizó 409 muertos, 39 de ellos militares, y 170 heridos, de los cuales 28 eran militares. El resto de los muertos y heridos eran civiles. Aún considerando otros fallecimientos que no fueran registrados (por la confusión del momento o por miedo a represalias francesas) se ha calculado que la cifra total de bajas no superó los 500 muertos, y solo una décima parte de ellos militares.

Consecuencias

Murat pensaba haber acabado con los ímpetus revolucionarios de los españoles, habiéndoles infundido un miedo pavoroso y garantizando para sí mismo la corona de España. Sin embargo, la sangre derramada no hizo sino inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras.​ El mismo 2 de mayo por la tarde, en la villa de Móstoles, ante las noticias horribles traídas por los fugitivos de la represión en la capital, un destacado político, Juan Pérez Villamil, secretario del Almirantazgo y fiscal del Supremo Consejo de Guerra, hizo firmar a los alcaldes del pueblo (Andrés Torrejón y Simón Hernández) un bando en el que se llamaba a todos los españoles a empuñar las armas en contra del invasor, empezando por acudir al socorro de la capital. Dicho bando haría, de un modo indirecto, comenzar el levantamiento general, cuyos primeros movimientos, aunque posteriormente suspendidos, fueron los que promovieron el corregidor de Talavera de la Reina, Pedro Pérez de la Mula, y el alcalde mayor de Trujillo, Antonio Martín Rivas. Ambas autoridades prepararon alistamientos de voluntarios, con víveres y armas, y la movilización de tropas, para acudir al auxilio de la capital.

Por su parte, la falta de oposición de la Junta de Gobierno a los franceses y la asunción de su presidencia por el propio Murat el mismo 2 de mayo la sumieron en el descrédito ante la población.​ Se crearon a partir de entonces diversos organismos alternativos, las juntas provinciales y locales, que solo reconocieron la autoridad de Fernando VII y durante el verano se unieron en la Junta Suprema Central.

Conmemoraciones

Monumento a los Héroes del Dos de Mayo,
de Aniceto Marinas (1891, inaugurado en 1908).
Actualmente es un hecho muy importante e influyente a la hora de conocer acerca de la guerra de independencia española contra los franceses, al ser el periodo que prácticamente inicia dicha guerra. Los acontecimientos del Dos de mayo suelen recibir homenajes todos los aniversarios de dicha fecha. Además se celebra el Día de la Comunidad de Madrid. Entre los homenajes cabe destacar los celebrados con motivo del Primer Centenario en 1908, con la inauguración del conjunto escultórico de bronce Héroes del Dos de Mayo, del escultor Aniceto Marinas, por parte del rey Alfonso XIII; y las celebraciones del Segundo Centenario en 2008. Estas últimas estuvieron protagonizadas por un espectáculo en la plaza de Cibeles del grupo teatral La Fura dels Baus, en el que se narraban los antecedentes históricos del Levantamiento y los fusilamientos del 3 de mayo. También se llevaron a cabo otras actividades culturales, en la capital y en Móstoles. Tradicionalmente, los actos incluyen una ofrenda floral a los héroes en el cementerio de la Florida por parte de los máximos responsables políticos madrileños, un desfile militar en la puerta del Sol con la colocación de una corona de flores a las placas de agradecimiento a los que lucharon aquel día de 1808, así como a los ciudadanos que ayudaron a las víctimas del atentado del 11 de marzo de 2004, y la ceremonia de entrega de las Medallas del Dos de Mayo en la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

En la propia casa de Pedro Velarde, en la localidad cántabra de Muriedas, todos los vecinos, junto con las autoridades del ayuntamiento y del gobierno regional de Cantabria celebran una misa en su memoria y se hace una ofrenda floral. Del mismo modo en Sevilla, cuna de Daoiz, un destacamento de artillería rinde honores ante su estatua, que preside la céntrica Plaza del Dos de Mayo.

J. M. S.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Guerra de la Independencia Española

No hay comentarios

Guerra de la Independencia Española

La guerra de la Independencia española fue un conflicto bélico desarrollado entre 1808 y 1814 dentro del contexto de las guerras napoleónicas, que enfrentó a las potencias aliadas de España, Reino Unido y Portugal contra el Primer Imperio francés, cuya pretensión era la de instalar en el trono español al hermano de Napoleón, José Bonaparte, tras las abdicaciones de Bayona.

La guerra de la Independencia, también conocida en español como la francesada,​ Guerra Peninsular,​ Guerra de España,​ Guerra del Francés, Guerra de los Seis Años​ o «levantamiento y revolución de los españoles»,​ se solapa y confunde con lo que la historiografía anglosajona llama Peninsular War (Guerra Peninsular), iniciada en 1807 al declarar Francia y España la guerra a Portugal, tradicional aliado del Reino Unido. También tuvo un importante componente de guerra civil a nivel nacional entre afrancesados y patriotas. El conflicto se desarrolló en plena crisis del Antiguo Régimen y sobre un complejo trasfondo de profundos cambios sociales y políticos impulsados por el surgimiento de la identidad nacional española y la influencia en el campo de los «patriotas» de algunos de los ideales nacidos de la Ilustración y la Revolución francesa, paradójicamente difundidos por la élite de los afrancesados. Con motivo del bicentenario de la Guerra de la Independencia, Frigdiano Álvaro Durántez Prados puso en tela de juicio dicho nombre ya que no se trata de un conflicto de carácter independentista, según el carácter que se le ha ido dando a estas conflagraciones, y propuso la denominación Guerra de 1808 o Guerra Peninsular.

Según el Tratado de Fontainebleau de 27 de octubre de 1807, el primer ministro Manuel Godoy preveía, de cara a una nueva invasión hispanofrancesa de Portugal, el apoyo logístico necesario al tránsito de las tropas imperiales. Bajo el mando del general Junot, las tropas francesas entraron en España el 18 de octubre de 1807, cruzando su territorio a toda marcha en otoño, y llegaron a la frontera con Portugal el 20 de noviembre. Sin embargo, los planes de Napoléon iban más allá, y sus tropas fueron tomando posiciones en importantes ciudades y plazas fuertes con objeto de derrocar a la dinastía de los Borbones y suplantarla por su propia dinastía, convencido de contar con el apoyo popular.

«El dos de mayo de 1808 en Madrid»
, pintura de Goya que ilustra uno de los episodios
del levantamiento popular que desembocaría en la guerra.
El resentimiento de la población por las exigencias de manutención y los desmanes de las tropas extranjeras, que dio lugar a numerosos incidentes y episodios de violencia, junto con la fuerte inestabilidad política surgida por la querella entre Carlos IV y su hijo y heredero Fernando VII, orquestada por los franceses, que se inició con el Proceso de El Escorial y culminó con el Motín de Aranjuez y el ascenso al poder de Fernando VII, precipitó los acontecimientos que desembocaron en los primeros levantamientos en el norte de España y el Dos de Mayo en la capital del Reino. La difusión de las noticias de la brutal represión, inmortalizada en las obras de Francisco de Goya, y de las abdicaciones de Bayona del 5 y 9 de mayo, que extendieron por la geografía española el llamamiento, iniciado en Móstoles, a enfrentarse a las tropas imperiales, decidieron la guerra por la vía de la presión popular a pesar de la actitud contraria de la Junta de Gobierno designada por Fernando VII.

La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero, que, junto con los ejércitos regulares aliados dirigidos por el duque de Wellington, provocó el desgaste progresivo de las fuerzas bonapartistas. La población civil, que padeció los efectos de una guerra total, en la que tanto franceses como aliados se cebaron con la población y objetivos civiles, saqueando y pillando a gran escala y devastando, por ejemplo, la industria española, considerada una amenaza para sus respectivos intereses.​ Los primeros éxitos de las fuerzas españolas en la primavera y el verano de 1808, con la batalla del Bruch, la resistencia de Zaragoza y Valencia y, en particular, la sonada victoria de Bailén, provocaron la evacuación de Portugal y retirada francesa al norte del Ebro, seguida en el otoño de 1808 por la entrada de la Grande Armée, encabezada por el propio Napoleón, que culminó el máximo despliegue francés hasta mediados de 1812. La retirada de efectivos con destino a la campaña de Rusia fue aprovechada por los aliados para retomar la iniciativa a partir de su victoria en los Arapiles (22 de julio de 1812) y, contrarrestando la ofensiva francesa, avanzar a lo largo de 1813 hasta los Pirineos, derrotando a los franceses en las batallas de Vitoria (21 de junio) y San Marcial (31 de agosto). El Tratado de Valençay de 11 de diciembre de 1813 restauró a Fernando VII y dejaba a España libre de la presencia extranjera, pero no evitó la invasión del territorio francés, siendo la batalla de Toulouse (10 de abril de 1814) el último enfrentamiento de la guerra. Refiriéndose a la guerra, Napoleón, en su exilio, declaró:

Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido.
Fraser, Ronald: La maldita guerra de España. Historia social de la guerra de la Independencia, 1808-1814.
En el terreno socioeconómico, la guerra costó en España una pérdida neta de población de 215 000 a 375 000 habitantes, por causa directa de la violencia y las hambrunas de 1812, y que se añadió a la crisis arrastrada desde las epidemias de enfermedades y la hambruna de 1808, resultando en un balance de descenso demográfico de 560 000 a 885 000 personas, que afectó especialmente a Cataluña, Extremadura y Andalucía. A la alteración social y la destrucción de infraestructuras, industria y agricultura se sumó la bancarrota del Estado y la pérdida de una parte importante del patrimonio cultural.

A la devastación humana y material se sumó la debilidad internacional del país, privado de su poderío naval y excluido de los grandes temas tratados en el Congreso de Viena, donde se dibujó el posterior panorama geopolítico de Europa. Al otro lado del Atlántico, las colonias americanas obtendrían su independencia tras la guerras de independencia hispanoamericanas. En el plano político interno, el conflicto fraguó la identidad nacional española y abrió las puertas al constitucionalismo, concretado en las primeras constituciones del país, el Estatuto de Bayona y la Constitución de Cádiz. Sin embargo, también dio inicio a una era de guerras civiles entre los partidarios del absolutismo y los del liberalismo, llamadas Guerras Carlistas, que se extenderían a todo el siglo xix y que marcarían el devenir del país.

Antecedentes: política exterior y crisis de la monarquía española (1800-1808)

Alianza hispanofrancesa y guerras contra Gran Bretaña

El tratado de San Ildefonso de 1796, firmado entre la Convención Nacional Francesa y Carlos IV de España, representado por el favorito y primer Ministro Manuel Godoy, así como el tratado de Aranjuez de 1801 con el Consulado de Napoleón Bonaparte, restablecieron la alianza tradicional que desde la proclamación de Felipe V de España había regido las relaciones entre la corona española y la de Francia, llevándolas durante el siglo XVIII, en la disputa de intereses económicos y coloniales, a una serie de sucesivos enfrentamientos armados con el Imperio británico.

Napoleón cruzando los Alpes (1801), de Jacques-Louis David,
en el Museo nacional de Château de Malmaison.
En mayo de 1801, cuando Napoleón decidió forzar la neutralidad de Portugal que se resistía a romper como aliado de la corona británica, el ejército español intervino en Portugal provocando la efímera Guerra de las Naranjas que puso de manifiesto la falta de resolución de la corte española, aunque esta supo aprovechar la ocasión para recuperar la plaza de Olivenza (Badajoz). Supuso el inicio de un conflicto entre ambos países por la soberanía de esta hasta la actualidad. Desde 1803, España ayudó económicamente y puso a disposición su Armada para la guerra naval contra los británicos, que culminaría en octubre de 1805 en la batalla de Trafalgar.

La gravedad de la derrota de Trafalgar no tuvo las mismas repercusiones en España y Francia. Napoleón, proclamado ya en 1804 Empereur des Français, hubo de renunciar entonces a la invasión inmediata por vía marítima de Gran Bretaña, pero pudo equilibrar su posición con los triunfos militares sucesivos en Austerlitz,​ el 2 de diciembre de 1805 y de Jena, el 14 de octubre de 1806, alcanzando acuerdos de paz con austriacos, rusos y prusianos. Sin embargo, en España, la destrucción de una parte importante de su Armada agravó la crisis económica al no permitir las comunicaciones con las colonias americanas, en tanto que aumentaba el recelo hacia la política de alianza.

El Bloqueo Continental

El fracaso de las negociaciones con el gobierno británico del primer ministro Lord Grenville indujo a Napoleón a relanzar con el Decreto de Berlín del 21 de noviembre de 1806 el enfrentamiento directo con los británicos mediante la práctica de la guerra económica total del Bloqueo Continental, que ya se venía aplicando de facto tras el aumento de las tasas aduaneras, el cierre de los puertos del norte de Francia y de las desembocaduras del Elba y el Weser en la primavera de 1806.

La política del Bloqueo orientó el interés de Napoleón hacia la Península Ibérica y el Mediterráneo occidental, incrementando la presión sobre la corte de Portugal, a la que se le advirtió para que adoptase medidas para el cierre al comercio con los británicos desde sus puertos, así como la confiscación de los bienes y bloqueo de los residentes en el país. Ante la inacción portuguesa, en agosto de 1807 Napoleón encargó a Jean-Andoche Junot la organización en Bayona del Cuerpo de Observación de la Gironda con una fuerza de unos 30 000 soldados, y retomando la fórmula de 1801 para forzar a aceptar el Bloqueo a los portugueses, reclamó el apoyo de la corte española que, con este fin, envió a través del conde de Campo Alange un ultimátum al gobierno portugués el 12 de agosto de 1807. A partir del 25 de septiembre de 1807, los portugueses expulsaron a los navíos ingleses pero, anteriormente notificados de que el gobierno británico no permitiría ningún acto hostil contra sus ciudadanos en Portugal, no se realizó ninguna acción en este sentido.

El 18 de octubre de 1807, Junot atraviesa la frontera y pocos días después, el 27 de octubre, el representante de Godoy firma el tratado de Fontainebleau en el que se estipula la invasión militar conjunta, la cesión a la corona de los nuevos reinos de Lusitania y Algarves, así como el reparto de las colonias.

Desprestigio político de la Monarquía española: sucesos de El Escorial y Aranjuez


A finales de 1807 Napoleón decidió que la monarquía de Carlos IV, aliada pero independiente, era ya de muy escasa utilidad y que sería mucho más conveniente para sus designios la creación de un Estado satélite, situación a la que se llegaría por un cúmulo de circunstancias que resume el historiador Jean Aymes:

...la expedición a España deriva de una serie de consideraciones entre las que se encuentran mezclados la debilidad militar del estado vecino, la complacencia de los soberanos españoles, la presión de los fabricantes franceses, la necesidad de arrojar a los ingleses fuera de Portugal, la enemistad del Emperador hacia la dinastía de los Borbones, los imperativos de una estrategia política para el conjunto del Mediterráneo y, por fin, para remate y para ocultar ciertos cálculos sucios, los designios de Dios o las exigencias de una filosofía ad hoc
Aymes, Jean R.: La Guerra de la Independencia, Madrid, Siglo XXI, 1974.
La presencia de tropas francesas en España en virtud del tratado de Fontainebleau se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando (sin ningún respaldo del tratado) diversas localidades españolas, como lo fueron Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras. El total de soldados franceses acantonados en España ascendía a unos 65 000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid y la frontera francesa.


Caída y prisión del Príncipe de la Paz (c. 1814); grabado de
 Francisco de Paula Martí de un dibujo de Zacarías Velázquez

que refleja el día 19 de marzo en la ciudad de Aranjuez.
La presencia de esta tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró al Palacio Real de Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal.

El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, la multitud, dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos al príncipe de Asturias, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy, quemando todos sus enseres. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, en el que abdica su padre al mediodía de ese mismo día, convirtiéndolo en Fernando VII.

Aprovechando los sucesos derivados del motín de Aranjuez y el hecho de que tropas francesas al mando de Murat habían ya ocupado el norte de España (amparándose en el tratado de Fontainebleau), Napoleón forzó la cesión de la corona española a su hermano, José Bonaparte, como José I en las Abdicaciones de Bayona.

Levantamiento contra los franceses

El levantamiento contra los franceses partió de las clases populares y de los notables locales. Comenzó como una serie de motines espontáneos, pero su reiteración y su rápida expansión por todo el país permiten entrever cierto grado de inducción o, cuando menos, de coordinación. Es probable que el detonante fuera la presión de las tropas de ocupación sobre la población civil, la obligación de mantener a un ejército depredador de alimentos y bienes de consumo básico, máxime cuando el país había atravesado recientemente por un ciclo de hambrunas y malas cosechas. Ya en abril hubo revueltas en ciudades como León o Burgos, si bien, tras el levantamiento de Madrid, el 2 de mayo de 1808, las acciones contra los ocupantes se propagaron por toda España. La difusión de las noticias sobre la represión ejercida por el ejército invasor en Madrid y en otras localidades alentó la insurrección. Asimismo, la sublevación tuvo cierta continuidad con el Motín de Aranjuez, que derribó a Godoy en marzo de 1808: quienes entonces habían combatido la alianza contra Napoleón se unieron de nuevo contra el ejército del Norte. Un sector mayoritario de la Iglesia, que consideraba en peligro la religión y la tradición ante la oleada secularizadora proveniente de Francia, vivió el levantamiento como una cruzada y una segunda reconquista. El bajo clero fue un eficaz agente movilizador: su agitación y sus proclamas resultaron cruciales para transformar una serie de revueltas aisladas en una acometida general contra los franceses, que prendió con fuerza en medios populares.

Desarrollo de la guerra

Sublevaciones y la declaración de guerra

Las noticias de los hechos de Madrid se extendieron desde la misma tarde del 2 de mayo por todo el país, provocando las primeras reacciones de indignación y solidaridad, a la vez que las primeras declaraciones a favor de un levantamiento armado general en un clima de confusión ante la fragmentación de los distintos representantes del gobierno y el surgimiento de órganos de poder locales o Juntas. El llamado Bando de los alcaldes de Móstoles, promulgado por Andrés Torrejón y Simón Hernández, fue la primera iniciativa desde el ámbito local que contribuyó al desprestigio de la Junta de Gobierno, designada por Fernando VII, ante la declaración de Murat del 6 de junio en la que justificaba los excesos de la represión.

Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, de Francisco de Goya,
representa la represión del ejército francés el 3 de mayo en Madrid.
Las instrucciones de Fernando VII al marchar hacia Bayona (Francia) fueron terminantes: mientras él estuviera fuera del país, las instituciones españolas debían cooperar con los generales galos. En un primer momento, la administración en pleno acató la orden: desde el Consejo de Castilla hasta los corregidores municipales. Pero conforme avanzó el levantamiento, las instituciones, emplazadas entre los rebeldes y un ejército francés resuelto a combatir con dureza la sublevación, perdieron el control de la situación y se volvieron inoperantes. El resultado fue un vacío de poder: con la desorientación producida por el reciente trasvase de coronas, el Rey ausente y el país en estado de preguerra, el entramado institucional del Antiguo Régimen se desmoronó y los sublevados ocuparon el espacio que dejó la vieja administración.

El 19 de mayo, Napoleón aprobó la convocatoria a 150 representantes de los diferentes estamentos para la asamblea que se ocuparía del Estatuto de Bayona. De la noche el 22 al 23 de mayo, y una vez difundidas las noticias de las abdicaciones de Bayona, la insurrección se inicia en la ciudad de Cartagena que por entonces era Departamento de Marina y de Artillería, creándose en ella la primera Junta General de Gobierno. Desde Cartagena se mandan correos a las ciudades de Valencia, Granada y Murcia, "con el aviso de la resolución que se había formado en Cartagena, su Departamento de Marina y numerosa guarnición, convidando a dichas ciudades para el mismo objeto" avisando de ello en todas las ciudades y pueblos por los que pasaban estos correos, así como a la escuadra del Departamento de Cartagena que se encontraba en Mahón y que se dirigía a Tolon para unirse a la escuadra francesa, ordenándole que volviera a Cartagena. La insurrección comienza en los días siguientes en Valencia, Granada, Lorca y Orihuela. En Zaragoza, José de Palafox y Melci toma el control de la ciudad tras entregar el mando el Capitán General Guillelmi a su segundo, produciéndose el primero de los Sitios de Zaragoza. Mientras en Murcia, el antiguo Secretario de Estado, Floridablanca (1728-1808) preside la recién constituida Junta local de Murcia. Estas Juntas se crean en todas las ciudades levantadas, tras crearse la Junta General de Gobierno de Cartagena.

Al extenderse la insurrección, en las ciudades y pueblos alzados se fueron formando juntas locales. Integraban dichas juntas los notables de cada ciudad o municipio: propietarios, comerciantes, clérigos, abogados y nobles, muchos con experiencia en las instituciones del Antiguo Régimen. De este modo, las élites locales, gentes de orden y extracción social conservadora, asumieron el control de una revuelta popular en su origen. Nacidas para solventar una situación imprevista, las juntas tuvieron un carácter provisional y por ello limitaron su actividad a organizar la resistencia, sostener el esfuerzo de guerra, garantizar la intendencia y preservar el orden público. Sin embargo, su mera existencia entrañaba un cariz revolucionario, pues, a diferencia de las instituciones del Antiguo Régimen no eran un poder designado por la Corona, sino constituida desde abajo, y por eso establecieron una nueva lógica: el ejercicio de la soberanía de facto por instituciones cuya legitimidad no provenía de la Monarquía.

Contienda de Valdepeñas, en la que el pueblo llano detuvo al ejército francés.
Apréciese la gesta de Juana "La Galana".
Las juntas locales resultaron eficaces al inicio del levantamiento. No obstante, para hacer frente al Ejército Imperial hacía falta algo más que una pléyade de instituciones municipales dispersas. De ahí que las juntas de los pueblos y ciudades fueran, poco a poco, coordinando su acción y agrupándose: mediado el verano había dieciocho juntas provinciales en la mitad sur de la Península, territorio controlado por los rebeldes. En Sevilla, la Junta local adopta el nombre de Junta Suprema de España e Indias, impulsora del texto considerado como la declaración de guerra formal emitido el 6 de junio.​ Ese mismo día, un ejército compuesto por militares y milicias campesinas logran impedir la marcha de las columnas imperiales a su paso por el puerto del Bruch, causando la primera derrota relevante del ejército francés. También este día 6 de junio fue la contienda de Valdepeñas, en la que la villa de Valdepeñas fue incendiada, consiguiendo la población, sin ejército alguno, cortar la comunicación entre Madrid y Andalucía, logrando la evacuación francesa de La Mancha y el retraso francés en la batalla de Bailén.

El 25 de septiembre de 1808 las juntas provinciales dieron un paso más y se unieron en una Junta Suprema Central, presidida por el conde de Floridablanca, antiguo Secretario de Estado con Carlos IV, quien ejerció las funciones de gobierno entre septiembre de 1808 y enero de 1810.

Repliegue del ejército imperial (junio-noviembre 1808)

Tras las campañas del verano de 1808: el primero de los Sitios de Zaragoza (15 de junio de 1808 hasta el 15 de agosto de 1808) y la batalla de Bailén (19 de julio), con la entrada en Madrid de Castaños y González Llamas el 5 de septiembre se puso de manifiesto la dificultad entre los diferentes niveles del poder español para constituir una autoridad única tanto política como militar con la que consolidar los progresos realizados hasta entonces, que habían llevado al repliegue francés hacia el norte del valle del Ebro, y afrontar el contraataque general napoleónico, una vez dispuesta la llamada Grande Armée.

A las rivalidades entre los altos mandos militares, que emprendían acciones sin coordinación, se sumaba la de la divergencia política sobre la reforma del sistema del Antiguo Régimen y el surgimiento de reclamaciones particulares en cada territorio, al amparo del clima de federalismo de facto favorecido desde las diferentes juntas provinciales. A pesar de ello, un acuerdo general permitió constituir el 25 de septiembre de 1808 en Aranjuez la denominada Junta Suprema Gubernativa, presidida por Floridablanca y con un poder limitado, y la Junta Militar, presidida por los generales Castaños, Castelar, Morla, González Llamas, Marqués de Palacio y Bueno, cuya acción resultó ineficaz como demostrarían la sucesión de acontecimientos posteriores. Pocas semanas antes de la entrada de la Grande Armée, las fuerzas españolas lograron tomar el control de Logroño (10 de septiembre) y desplegar posiciones en torno a Tudela, a donde llegó Castaños el 17 de octubre, y Burgos, hacia donde se había dirigido desde Madrid el ejército de Extremadura con el general Bellvedere al frente el 29 de octubre.

Réplica del escudo honorífico, otorgado a los defensores
de Zaragoza durante el sitio de los franceses.
 Mientras tanto la situación en el País Vasco iba tensándose. Bilbao, la única capital de provincia que no había sido ocupada por los invasores se sublevó en la noche del 5 al 6 de agosto y proclamó como rey de España a Fernando VII. Los municipios vizcaínos comenzaron a movilizar sus milicias. Los líderes rebeldes lanzaron una proclama al resto de España alardeando de patriotismo español frente a los invasores, pero el 16 de agosto las tropas napoleónicas dirigidas por el general Christophe-Antoine Merlin reconquistó la ciudad tras vencer una obstinada resistencia. Bilbao fue saqueada y también lo fueron Begoña y Deusto, que entonces no eran barrios de Bilbao sino municipios aparte. Las fuerzas españolas del ejército de Galicia o de «la izquierda», mandadas por el teniente general de origen irlandés Joaquín Blake, expulsaron a los franceses de Bilbao el 19 de septiembre. El mariscal Ney conquistó otra vez Bilbao y volvió a saquearla. Tras diversas ofensivas y contraofensivas, el mariscal Lefebvre derrotó a Joaquín Blake en la batalla de Zornotza y recuperó definitivamente Bilbao el 2 de noviembre. En menos de tres meses Bilbao cambio seis veces de manos y sufrió una revolución, una gran batalla y dos saqueos.

Napoleón llegó a Bayona el 2 de noviembre. No le gustaron las operaciones de sus mariscales en torno a Bilbao porque su plan maestro era dejarse envolver por los flancos y a continuación, cuando los españoles creyesen tenerlo atrapado, romper por el centro con fuerzas abrumadoras. Una vez hecho esto, podía caer sobre cada ala española y aplastarlas antes de ir derecho a por Madrid. Se enfadó más cuando supo que sus fuerzas habían sufrido una pequeña derrota táctica en Valmaseda el 5 de noviembre, pero pronto iban a cambiar las tornas. Algunos historiadores agrupan estas dos primeras fases en una sola.

Intervención de la Grande Armée: dominación y resistencia (diciembre 1808-abril 1812)

Sin embargo, Napoleón interviene directamente al mando de un ejército de 250 000 hombres, la Grande Armée. Se trata de un ejército veterano, acostumbrado a los movimientos rápidos y a vivir sobre el terreno, que arrolla rápidamente la resistencia española y a los ejércitos británicos desembarcados en la península, mandados por el general John Moore. Después de la entrada del emperador en Madrid, tras la batalla de Espinosa de los Monteros y la batalla de Somosierra (30 de noviembre de 1808) y las tremendas derrotas de Uclés (13 de enero de 1809), el segundo de los Sitios de Zaragoza (del 21 de diciembre de 1808 hasta el 21 de febrero de 1809) batalla de Ciudad Real Ciudad Real de 26 y 27 de marzo de 1809 y Ocaña (noviembre de 1809), la Junta Central a cargo del gobierno de la España no ocupada abandona la Mancha para refugiarse, primero en Sevilla, y luego en Cádiz, que resiste un largo y brutal asedio. Desde ahí, la Junta Central asiste inerme a la capitulación de Andalucía.

Napoleón se disponía a partir en persecución del cuerpo expedicionario británico de Moore, cuando tuvo que salir hacia Francia con urgencia porque el Imperio austríaco le había declarado la guerra (6 de enero de 1809). Dejó la misión de rematar la guerra en el noroeste en manos del mariscal Soult, que ocupó Galicia tras la batalla de Elviña y luego giró al sur para atacar Portugal desde el norte, dejando el cuerpo del mariscal Ney en su retaguardia con la misión de colaborar en la ocupación de Asturias. Sin embargo, la resistencia popular, apoyada por los suministros de armas de la flota británica, hizo imposible la pacificación de Galicia, que tuvo que ser evacuada tras la derrota de Ney en la batalla de Puentesampayo (junio de 1809). La sublevación popular, dirigida por el capitán Cachamuíña en Vigo, supuso que esta fuera la primera plaza reconquistada a los franceses en Europa (28 de marzo de 1809).​ Galicia y Valencia permanecieron libres de tropas francesas, aunque Valencia terminó capitulando en enero de 1812.

De Arapiles a San Marcial: retirada y derrota (1812-1813)

Tras la salida de Napoleón de España en enero de 1809, los españoles lanzaron una serie de violentos contraataques, buscando a toda costa la batalla decisiva, un nuevo Bailén. Se consiguieron algunas pequeñas victorias en batallas campales pero las derrotas fueron mucho más numerosas hasta la catástrofe definitiva en la batalla de Ocaña. Tras este desastre absoluto, Andalucía cayó sin apenas resistencia pero justo entonces, en febrero de 1810, Napoleón anunció oficialmente la creación de una serie de gobiernos militares en Cataluña, Aragón, Navarra y el País Vasco, dirigidos por militares subordinados directamente a París, sin pasar por el gobierno «español» de José Bonaparte. A esto habría que añadir la anexión formal, por decreto del 26 de enero de 1812, de Cataluña al imperio francés, con su división en cuatro departamentos (Ter, Segre, Montserrat y Bocas del Ebro) y la incorporación de los municipios aragoneses de Fraga y Mequinenza, mientras el Valle de Arán era adscrito al departamento del Alto Garona.

El Sitio de Gerona (1809)
parte de la Guerra de la Independencia Española contra Napoleón.
Las guerrillas, que eran ya muy numerosas en todas las provincias ocupadas, aumentaron de número y durante los siguientes dos años tuvo lugar una lucha brutal y desesperada.​ Hubo que esperar al verano de 1812 para que los aliados anglo-hispano-portugueses pudieran lanzar una gran ofensiva y derrotar a los franceses en la batalla de los Arapiles, obligando a José Bonaparte a huir temporalmente de Madrid. Los franceses evacuaron definitivamente Andalucía tras una serie de frustrados intentos como el del "sitio de Tarifa", localidad gaditana que durante las navidades de 1811 resistió un asedio en el cual las tropas del general Francisco Copons y Navía aliadas con las tropas británicas comandadas por el coronel John Skerret derrotaron a las muy superiores en número tropas del general Leval. Así pues la opción de tomar la plaza dada su importancia estratégica fue un fracaso total. Wellington llegó hasta Burgos pero se atascó asediando el castillo y las fuerzas napoleónicas reagrupadas pudieron contraatacar y empujarle de nuevo hasta Portugal. Mientras tanto, la campaña de Rusia absorbía el grueso de los recursos franceses. Por lo tanto, durante 1813 el ejército francés fue retirándose y perdiendo territorio. Los franceses abandonaron casi todas sus plazas, y tras la batalla de Vitoria el 21 de junio de 1813, fueron expulsados de España.

Invasión del sur de Francia (1813-1814)

En octubre de 1813 los aliados cruzaron los Pirineos. La guerra prosiguió en el sur de Francia. Hubo combates en el río Nivelle, Bayona, Garris, Orthez, Toulouse y de nuevo en Bayona entre el ejército aliado formado por ingleses, portugueses y españoles contra franceses. Hubo saqueos de soldados españoles en localidades francesas como venganza por los excesos cometidos anteriormente por las tropas francesas en España. Finalmente, Napoleón pidió la paz. Así pues paradójicamente la guerra finalizó en la misma localidad donde se había originado: Bayona. Las tropas aliadas habían entrado hasta Burdeos, y posiblemente, de no haber sido frenadas, hubieran entrado en París antes que los austríacos, prusianos y rusos. Fernando VII pudo finalmente regresar a España el 22 de marzo de 1814.

Hay que resaltar que Cataluña continuó formalmente perteneciendo al imperio francés hasta el 28 de mayo de 1814, con la retirada ordenada de todas sus tropas al mando del general Pierre Joseph Habert.​ Por aquel entonces incluso Napoleón ya había abdicado (Tratado de Fontainebleau, 14 de abril de 1814).

Aspectos de la guerra

El fenómeno de la guerra de «guerrillas» o la petite guerre

Sin un ejército digno de ese nombre con el que combatir a los franceses, los españoles de las zonas ocupadas utilizan como método de lucha la guerra de guerrillas, como único modo de desgastar y estorbar el esfuerzo de guerra francés. Se trata de lo que hoy se denomina guerra asimétrica, en la cual grupos de poca gente, conocedores del terreno que pisan, hostigan con rápidos golpes de mano a las tropas enemigas, para disolverse inmediatamente y desaparecer en los montes.

Grabado militar de la época representando
a Francisco Chaleco como Brigadier.
Como consecuencia de estas tácticas, el dominio francés no pasa de las ciudades, quedando el campo bajo el control de las partidas guerrilleras de líderes como Francisco Chaleco, Vicente Moreno Baptista, Espoz y Mina, Jerónimo Merino, Julián Sánchez, el Charro, Gaspar de Jáuregui o Juan Martín el Empecinado. El propio Napoleón reconoce esta inestabilidad cuando, en contra de los deseos de su hermano, teórico rey de España, pone bajo gobierno militar (francés) los territorios desde la margen izquierda del Ebro, en una suerte de nueva Marca hispánica.

La guerra en España tendrá importantes repercusiones en el esfuerzo de guerra de Napoleón. Un aparente paseo militar se había transformado en un atolladero que absorbía unos contingentes elevados, preciosos para su campaña contra Rusia. La situación era, en cualquier caso, tan inestable que cualquier retirada de tropas podía conducir al desastre, como efectivamente ocurrió en julio de 1812. En esta fecha, Wellington, al frente de un ejército angloportugués y operando desde Portugal, derrota a los franceses primero en la batalla de Ciudad Rodrigo y luego en los Arapiles, expulsándoles del Oeste y amenazando Madrid: José Bonaparte se retira a Valencia. Si bien los franceses contraatacan y el rey puede entrar de nuevo en Madrid en noviembre, una nueva retirada de tropas por parte de Napoleón tras su catastrófica campaña de Rusia a comienzos de 1813 permite a las tropas aliadas expulsar ya definitivamente a José Bonaparte de Madrid y derrotar a los franceses en Vitoria y San Marcial. Al mismo tiempo Napoleón se apresta a defender su frontera hasta poder negociar con Fernando VII una salida. A cambio de su neutralidad en lo que quedaba de guerra, aquel recupera su corona (comienzos de 1814) y pacta la paz con Francia, permitiendo así al emperador proteger su flanco sur. Ni los deseos de los españoles, verdaderos protagonistas de la liberación, ni los intereses de los afrancesados que habían seguido al exilio al rey José, son tenidos en cuenta.

Consecuencias

La firma del tratado de Valençay por el que se restituía en el trono a Fernando VII, el Deseado, como monarca absoluto, fue el comienzo de un tiempo de desilusiones para todos aquellos que, como los diputados reunidos en las Cortes de Cádiz, habían creído que la lucha contra los franceses era el comienzo de la Revolución española y también el inicio de la guerra de independencia hispanoamericana.

Por otra parte las consecuencias materiales de la guerra fueron desastrosas para España. A la gran cantidad de muertos y la destrucción de pueblos y ciudades se unieron la rapiña de muchos franceses y también de los ingleses, cuya deslealtad puede verse ejemplificada en el bombardeo, ordenado por Wellington, de la industria textil de Béjar que era competidora de la inglesa​ o en la destrucción de la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro en Madrid cuando ya los franceses habían evacuado la ciudad.

Fue una guerra larga y destructora: Francia perdió unos 200 000 hombres y España entre 300 000 y 500 000. Además, la guerra resultó muy costosa. Los ejércitos contendientes y las guerrillas se aprovisionaron sobre el terreno mediante requisas. La devastación y los robos diezmaron la producción agraria, mientras que los campesinos no se animaron a cultivar por la incertidumbre. Las cosechas de 1811 y 1812 fueron malas y escasas. La falta de subsistencia extendió el hambre y provocó una intensa crisis de mortandad en 1812. No solo cayó la producción agrícola, hubo industrias que casi desaparecieron como la textil lanera de Castilla, ya que los rebaños de ovejas merinas sirvieron para alimentar a las tropas. El transporte de mercancías se paralizó, pues los bueyes, mulos, caballos y otros animales de tiro fueron incautados por los militares. Por último, la guerra generó un fuerte déficit en las finanzas públicas: en 1815 la deuda estatal superaba los 12 000 millones de reales, cifra veinte veces superior a los ingresos anuales ordinarios.

J, M. S.

No hay comentarios :

Publicar un comentario