España: la historia de nuestro arduo nacimiento

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Cómo surgió España

La historia de nuestro arduo nacimiento

Parece que la aparición del concepto geográfico, administrativo y político de nuestra identidad en esta esquina de Europa, en un país tan mestizo como el nuestro con docenas de invasiones a sus espaldas, se parece al parto de los montes. El linaje de nuestro pueblo a través de la historia, podría integrar perfectamente al legendario reino perdido de los Tartesios y el extrañamente longevo Argantonio o a las precursoras e inspiradoras colonias fenicias tan hábilmente situadas en estratégicas e inconquistable posiciones de nuestra difícil orografía. 

Cántabros, astures, galaicos, caristios, várdulos, autrigones, iberos, turdetanos, celtas y los milenarios vascos camuflados en sus mágicos bosques, ya eran ingredientes de nuestro actual futuro. El año 1492 parece el punto de arranque en el que casi todos estamos de acuerdo ya que, tras la caída de Granada en ese año, el conjunto de la península - salvo Portugal-, convergen en un reino único. Como Francia o Inglaterra, en ese momento del tiempo, ya somos nación en el sentido más profundo de la palabra.
 
Alrededor de 200 años les costó a los más ilustres pretores itálicos reducir a nuestros tatarabuelos a una conducta de obediencia razonable 

 Los godos vinieron a visitarnos en el siglo V

Alrededor de 200 años les costó a los más ilustres pretores itálicos reducir a nuestros tatarabuelos a una conducta de obediencia razonable y tardaron 'solo' 200 años en conquistarnos porque a algunos líderes nuestros les dio un repente y dejaron de pegarse, para todos juntos y en unión, aporrear a nuestros invasores. Cuando Roma andaba con reuma, los godos vinieron a visitarnos en el siglo V muy fraccionados y mientras conquistaban esta volcánica tierra o jaula de grillos, se arreaban entre ellos estopa sin cuento. Y así les fue claro, que divididos y enfrentados, en 400 años hicieron las maletas y puerta…Vamos, que no se nos puede dejar solos ni un ratito porque la armamos. 

Para no perder la afición y seguir entrenados por si acaso -Castilla y Aragón vivían cierto idilio o Pax Romana-, los castellanos se dedicaban al noble arte de incendiar las ciudades del sur Inglaterra y los aragoneses a repartir obleas por el sur de Italia y a la altura de la actual Grecia continental (Neopatria) y, para rematar, se marcaron un tour operator en Constantinopla dejando sus credenciales los almogávares. Mientras, nos hacíamos mayores y '¡zas!', nos encontramos Ámerica sin pretenderlo –íbamos a Catay y Cipango-, y contra monumentales ejércitos de autóctonos con hambre atrasada, nos tuvimos que batir en un cursillo intensivo sobre la marcha. ¿Y en Europa? Pues más de lo mismo, al que se ponía flamenco le arreábamos de lo lindo. 

Cuando Bismarck ante un prestigioso auditorio dijo aquella célebre frase, no le faltaba razón, España había vivido siglos muy violentos en su historia. La guerra de sucesión (1701-1713), en aquel terrible cambio de guardia entre los Habsburgo y los Borbones franceses, la arcada y pantomima entre el infame Fernando VII y su melifluo padre, la guerra de la independencia con todo el pueblo volcado en derrotar al mayor ejercito de la época, golpes de estado, sublevaciones, ruido de espadones, rebeliones cantonales, guerras civiles a lo grande, la caída de la monarquía siempre al lado de los poderosos y el asesinato de cinco presidentes de Gobierno (vamos 5-4 en relación con los norteamericanos si me salen las cuentas). Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero deben de reposar en las vastas praderas de la eternidad junto a Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy. 
 

El momento en que nace España 

Otra referencia histórica más reciente, data en la puerta del paritorio el nombre de la criatura. España según la teoría, nace oficialmente con la abdicación en Bruselas de Carlos I de España en favor de Felipe II un 24 de febrero de 1556 en el que se desgaja del Sacro Imperio Romano. Ocurre por aquel entonces que el secretario del rey, Antonio Pérez le tenía tirria a Antonio Escobedo, íntimo del hermanastro de Felipe II, el llamado Juan de Austria y de inmenso prestigio personal y militar.  

El secretario del rey al verse envuelto en ciertas irregularidades en la gestión de las arcas del estado, pone pies en polvorosa y se larga a Aragón mientras era protegido por los fueros ocales y perseguido por la Inquisición; descubierto de nuevo el angelito por el Santo Oficio (una suerte de escuela de cantores que entonaban unos gritos tremebundos mientras repartían hostias 'urbi et orbe') y que ningún fuero podía paralizarla; el elemento se larga a Cataluña y de ahí a Francia no pudiéndose echarle el guante por los pelos; lo que nos lleva a la conclusión de que España todavía no había cuajado dado el amparo recibido por el mendaz sujeto durante todo el trayecto. 

España, según la teoría, nace oficialmente con la abdicación en Bruselas de Carlos I de España en favor de Felipe II un 24 de febrero de 1556
De los Austrias podríamos aprender mucho en la España actual. Los borbones centralizaron la administración hasta convertir el estado en algo asfixiante. Los Habsburgo por alianzas familiares unieron una serie de reinos y de estados con frecuencia autónomos con culturas e idiomas diferentes respetando lo máximo posible su soberanía, y quizás, ahí estuvo su acierto al seguir un modelo previamente trazado por Maximiliano de Austria a la par que por los Reyes Católicos y que sin desdoro de la enorme reina que fue Isabel de Castilla, su camaleónico y diplomático marido Fernando convirtió en un canon político de referencia. Aquellos estados bajo la égida de los Reinos Hispánicos, tenían instituciones políticas y jurídicas propias, y puntualmente, también moneda. Tal vez, un reflejo tardío, sea la actual Unión Europea con su actual proyecto plurinacional. 'Nihil novum sub sole'.  

Todo lo cual nos lleva a pensar que España tal y como hoy la entendemos no existía, pero si es cierto que era una realidad internacional y de facto. O si se quiere, era un imperio o confluencia de reinos que a su vez eran estados y naciones, que a su vez otorgaban una autonomía muy grande a sus virreinatos al otro lado del Atlántico y el Mediterráneo. Esta masa de tierra gobernada con tanta elasticidad, tuvo una vida muy longeva. Los estados insertos en una estructura colosal estaban coordinados y seguían un plan y destino común que convertía a los Austrias en una convergencia con un alto y sofisticado nivel de organización. 

A lo largo del Siglo XVIII, el centralismo de los Borbones (heredero de la estructura administrativa francesa) y los decretos de Nueva Planta hicieron que Felipe V desde el primer momento de su reinado cambiara el sistema español –más federalista- acercándolo a un modelo más afrancesado. El rey en cuestión quería implantar una monarquía centralizada y más uniforme, lo que chocaba con las costumbres españolas de la época. La figura del rey era un elemento icónico y central en la dirección del estado y por lo tanto, las antiguas cortes y derechos forales no eran compatibles con estas soluciones.
 
La larga tradición federal de la España de los Austrias, se veía diluida en aquel absolutismo emanado por el nuevo Borbón desde Madrid. 

Caída del Antiguo Régimen

Con la caída del Antiguo Régimen tras la Revolución Francesa, la fatídica invasión napoleónica de nuestra patria y la trágica y quizás merecida aniquilación de varios cuerpos de ejército galos metidos en una trampa monumental por la complejidad orográfica de nuestro territorio, emerge la Constitución de Cádiz (nuestra 'Pepa') de 1812. Así, si antes eran los italianos los que hablaban de los naturales de Spagna, o los transpirenaicos los que aludían a las monarquías españolas, en la constitución de Cádiz se habla de manera explícitamente alusiva de España usando el concepto de 'españoles' por vez primera. De esta forma, la idea de la nación española y de lo español, nos reivindican contra los ocupantes franceses. 

La enseña rojigualda, aparece a finales del siglo XVIII en la marina auspiciada por el gran Borbón que fue Carlos III como banderín de enganche para luchar contra los franceses consagrándola Isabel II, con las primeras guerras carlistas. España tal y como hoy la entendemos es bastante reciente y fruto de la Constitución de Cádiz y de un nacionalismo reactivo que surge tras el intento de echar a los galos de la península. A la postre, podemos retrotraernos a nuestros ancestros o datar nuestra joven nación en poco más de dos siglos ¿Quién da más? 

España: un microcosmos grandioso. 

 

J.M.S 



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Marcha de la sal

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Marcha de la sal

La marcha de la sal, conocida en inglés como the Salt March, the Salt Satyagraha, Dandi March y the Dandi Satyagraha, fue una manifestación dirigida por Mahatma Gandhi y llevada a cabo entre el 12 de marzo y el 6 de abril de 1930. Esta marcha se convirtió en uno de los más importantes acontecimientos que condujeron a la independencia de la India del Imperio británico.

Historia

En los años precedentes, Gandhi había multiplicado las manifestaciones no violentas y las huelgas de hambre para obtener en el raj británico un estatuto de autonomía análogo al concedido a las colonias de población mayoritariamente europea como Canadá y Australia. Al no lograr concesiones de los ingleses, ciertos miembros de su partido, el Partido del Congreso Nacional Indio, se impacientaron y propusieron una guerra abierta, con una serie de sublevaciones armadas para expulsar a los ingleses del territorio indio.

Gandhi insistió en su camino de la no violencia y advirtió al virrey de la India que su próxima campaña de desobediencia civil sería el ejercicio del derecho natural de los hindúes a producir sal. Así pues dejó su áshram de los alrededores de Ahmedabad, al noroeste del país, acompañado de algunas decenas de discípulos y de un séquito de periodistas.

Después de un recorrido a pie de 300 kilómetros, llegó el 5 de abril de 1930 a la costa del océano Índico. Avanzó dentro del agua y recogió en sus manos un poco de sal. Por este gesto irrisorio y altamente simbólico, Gandhi alentó a sus compatriotas a violar el monopolio impuesto por el gobierno británico sobre la producción y distribución de sal. Como una forma más de dominio, los ingleses, al ocupar el territorio hindú se apropiaron de la producción de sal que hasta ese momento era un acto libre del pueblo. Cualquier persona que lo necesitara producía sal tomando agua del mar y dejándola evaporar en un cuenco. Los británicos establecieron un impuesto sobre la sal consumida. La sal era un producto de vital importancia y elevadísima demanda para conservar la carne y otros alimentos, debido a la escasez de mecanismos de refrigeración con que contaban los pobladores hindúes. Los británicos impusieron severas penas para quienes produjesen sal de forma autónoma. Esta imposición de los británicos era análoga a la gabela que, bajo el Antiguo Régimen, gravaba la sal en Francia.

Las autoridades coloniales británicas ignoraron la invitación de Gandhi para boicotear el monopolio británico sobre la sal. Varios compañeros políticos de Gandhi no encontraban razón en esta invitación, pero Gandhi consideraba necesario que la protesta a favor de la independencia se dirigiera primeramente contra un hecho o situación que perjudicase directamente a toda la población de la India, ya fueran hindúes o musulmanes, y de cualquier casta, ya que las características económicas de la sal (producto de necesidad básica, imposible de sustituir, y gravado por un impuesto que elevaba artificialmente su precio) hacían que un «boicot contra la sal» fuese más popular que una protesta contra leyes abstractas de autodeterminación política. El hecho de que la población más pobre de la India sufriera las consecuencias del impuesto británico le daba un carácter más legítimo y masivo a la protesta.

En la playa, la multitud, nutrida de varios miles de simpatizantes, imitó al Mahatma y recogió agua salada en recipientes. Su ejemplo fue seguido por todo el país. De Karachi a Bombay, los indios evaporaron el agua y recogieron la sal a plena luz del día, desafiando a los británicos. Estos últimos llenaron sus cárceles con 60 000 ladrones de sal indios. Los independentistas indios, fieles a las recomendaciones de Gandhi, no se resistieron a los arrestos violentos de la policía colonial. El mismo Mahatma fue detenido y pasó nueve meses en prisión. Finalmente, el virrey reconoció su impotencia para imponer la ley británica, a menos que se utilizara ampliamente una represión violenta, con el riesgo de que esta reacción quitara a los británicos todo crédito ante los indios, incluidas las élites. Cediendo a las peticiones de Gandhi, el virrey liberó a todos los prisioneros y, presionado por las circunstancias, reconoció a los indios el derecho a recolectar ellos mismos la sal.

Situado por aquel entonces en la oposición parlamentaria, el político británico Winston Churchill rechazó frontalmente toda propuesta de independizar la India y, al conocer la protesta de la sal, Churchill ironizó sobre Gandhi llamándolo el «fakir sedicioso que sube medio desnudo las escaleras del palacio del virrey». El Mahatma fue recibido triunfalmente en Londres por los liberales británicos que aceptaron una próxima independencia de la India, aunque los políticos británicos carecían de planes efectivos a corto plazo y dudaban entre una plena independencia o la autonomía dentro de la Commonwealth de modo análogo a Canadá o Australia.

La discusión sobre la independencia india fue aplazada por la Segunda Guerra Mundial y las disensiones entre hindúes y musulmanes. El 15 de agosto de 1947, el Imperio de las Indias se convirtió por fin en independiente, pero al precio de una salvaje guerra religiosa y de la separación de India y Pakistán. En el contexto de este conflicto, Gandhi perdió la vida el 30 de enero de 1948, víctima de Nathuram Godse, un fanático derechista hindú.

La marcha de la sal supuso para los indios el equivalente al motín del té de Boston que condujo a los Estados Unidos a la independencia según un artículo de la revista TIME en 1930.​ Aun cuando no significó que el Reino Unido aceptase una mayor autonomía política para la India, sí dejó claramente expuesto que el gobierno colonial británico dependía del consentimiento de la opinión pública de la India, lo que forzó a los británicos a evitar una confrontación violenta con Gandhi y sus seguidores.

A lo largo de la marcha, Gandhi y sus seguidores entonaron a modo de himno el mantra Raghupati.





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Trienio Liberal

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Trienio Liberal

Se conoce como Trienio Liberal o Trienio Constitucional al periodo decimonónico de la historia contemporánea de España que transcurre entre 1820 y 1823 (el 10 de marzo de 1820, en Madrid, Fernando VII es obligado a jurar la Constitución española de 1812 y a suprimir la Inquisición española). Se enmarca en el convulso contexto de pugna entre liberalismo y absolutismo característico de la España de principios del siglo XIX. Corresponde cronológicamente al periodo europeo de revoluciones de 1820. Se trata de la etapa intermedia de las tres en que se divide convencionalmente el reinado de Fernando VII, siendo posterior al Sexenio Absolutista (1814 -1820) y anterior a la Década Ominosa (1823 -1833).

Cuando Fernando VII regresa en 1814 anula toda la labor política y legislativa de las cortes de Cádiz al abolir la Constitución de 1812 y restablecer todas las instituciones del antiguo régimen por el decreto dado en Valencia el 4 de mayo de 1814, subsiguiente al Manifiesto de los Persas. Tras esto la minoría liberal reformista de las cortes de Cádiz huyó a Inglaterra, originándose un importante exilio (la llamada emigración), o se refugió en la oposición de diversas formas. Comienza entonces una tarea de gobierno arbitraria, sin programa concreto, salvo la permanencia del poder absoluto del monarca.

Paralelo al gobierno oficial existía lo que se conocía como la camarilla, que establecía efectivamente los criterios de gobierno junto al Rey. El soberano y sus gabinetes se dedicaron esencialmente a la depuración política de los afrancesados (a pesar de las promesas hechas en sentido contrario por Fernando VII) acusados de colaborar con el invasor francés y también a los liberales, que habían establecido en Cádiz el principio de la soberanía nacional y que conspirarían repetidas veces. Así se produjeron las conspiraciones liberales de Espoz y Mina (1814), Porlier (1815), del triángulo (1816) de Lacy y Milans (1817) y de Vidal (1819). Con esto termina la primera etapa del reinado de Fernando VII el sexenio absolutista (1814-1820) y se estableció un gobierno de carácter liberal, el denominado Trienio liberal (1820-1823). Este pronunciamiento supuso la imposición del liberalismo español al régimen absolutista impuesto por Fernando VII, el rey felón. Los liberales ejercieron el poder según lo establecido en las cortes de Cádiz, desarrollando mediante leyes y decretos la constitución liberal de 1812, aplicando por primera vez en la práctica las ideas de los liberales de Cádiz. Es un pronunciamiento protagonizado por el coronel Rafael del Riego en Cabezas de San Juan, donde se obligaba al rey a acatar la Constitución, decretar una amnistía y convocar elecciones.

Pronunciamiento de Riego

El 1 de enero de 1820 tuvo lugar en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan el pronunciamiento militar del coronel Rafael del Riego, quien había recibido el mando del 2º Batallón de Asturias, como parte de un ejército expedicionario encargado de sofocar las acciones de los insurgentes en las colonias de América, el cual estaría dirigido por el conde de Calderón.

Tras un reducido éxito inicial, Riego proclamó inmediatamente la restauración de la Constitución de Cádiz (1812, La Pepa) y el restablecimiento de las autoridades constitucionales. El pequeño apoyo al golpe militar fue aumentando con el tiempo y prolongó el levantamiento hasta el 20 de marzo. En esa fecha se publicó un manifiesto de Fernando VII acatando la Constitución de Cádiz que, dos días antes, el 18 de marzo, había jurado en Madrid.

Vida política del Trienio

El país se vio envuelto en un largo periodo de inestabilidad política causada por la latente desafección del monarca al régimen constitucional y por los conflictos causados por la rivalidad entre liberales doceañistas o moderados, partidarios del equilibrio de poderes entre Cortes y Rey previsto en la Constitución de 1812; y veintenos, veinteañistas o exaltados, partidarios de redactar una nueva constitución (que sería de 1820) que dejara clara la sumisión del ejecutivo al legislativo, y del rey a la soberanía nacional, además de propugnar una apertura mayor de las libertades y reformas sociales (algunos de ellos, minoritarios, eran declaradamente republicanos).

Los gobiernos iniciales fueron formados por los moderados (Evaristo Pérez de Castro, Eusebio Bardají Azara, el marqués de Santa Cruz y Francisco Martínez de la Rosa). En el gobierno de Eusebio Bardají fue designado Ramón Olaguer Feliú, para ejercer la Secretaría de la Gobernación de la Península constituyéndose en el verdadero hombre fuerte del gabinete liberal, tal fue su influencia que el segundo gobierno constitucional es conocido como el ministerio Bardají-Feliú. Tras las segundas elecciones, que tuvieron lugar en marzo de 1822, las nuevas Cortes, presididas por Riego, estaban claramente dominadas por los exaltados. En julio de ese mismo año, se produce una maniobra del rey para reconducir la situación política a su favor mediante un golpe de estado, utilizando el descontento de un cuerpo militar afín (sublevación de la Guardia Real), que es neutralizado por la Milicia Nacional en un enfrentamiento en la Plaza Mayor de Madrid (7 de julio de 1822). Se forma entonces un gobierno exaltado encabezado por Evaristo Fernández de San Miguel (6 de agosto).

Las disensiones se manifestaban en todos los ámbitos: las Cortes, la prensa y los enfrentamientos entre las sociedades secretas: la logia del Gran Oriente (liberal moderada), la Sociedad del anillo (moderada) y la Sociedad de los Caballeros Comuneros (liberal exaltada); la Comunería se escindió al principio de 1823 en dos sociedades independientes, una moderada y otra extremista vinculada a la rama española de la Carbonería. Todas las sectas anteriores pertenecían al ámbito de la masonería internacional -principalmente de orígenes inglés y francés-, aunque la última intentó nacionalizar sus ritos. Los enfrentamientos intestinos también eran atizados por el propio monarca, que al mismo tiempo negociaba en secreto con la Santa Alianza la invasión de España, y aprovechaba el descontento de algunas unidades militares afines (como la Guardia Real) y la formación en algunas zonas de guerrillas absolutistas (primera forma del carlismo posterior), formadas por campesinos descontentos por la revolución liberal, que más que beneficiarlos los había perjudicado, y veían con añoranza el Antiguo Régimen (la ineficacia y timidez de las pocas reformas que se emprendieron, como el medio diezmo, no compensaban la frustración por la política de reconocimiento de la propiedad de los señoríos). La quiebra de la Hacienda, que negoció además un empréstito ruinoso, imposibilitó más todavía la efectiva realización de una revolución liberal profunda en la sociedad española, que por otro lado nunca hubiera aceptado cambios políticos drásticos debido a sus profundas convicciones religiosas y tradicionalistas.

El final del Trienio

Tras un difícil mandato, en 1823 Francia decide acudir en ayuda de la monarquía española. Fruto de esa ayuda es el envío de los «Cien Mil Hijos de San Luis» (100.000 hombres del ejército francés, bajo el mando de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema), el mes de abril de 1823. Tras atravesar los Pirineos los Cien Mil no encontraron una efectiva oposición (en parte por la bienquerencia del mismo clero que se había opuesto a los franceses en 1808), y acorralaron a las fuerzas liberales, que retrocedieron primero hasta Sevilla y luego hasta Cádiz junto con el gobierno y el propio rey, que en la práctica era su rehén.

Durante muchos años la historiografía española defendió que esta intervención fue ordenada por la Santa Alianza durante el Congreso de Verona, mediante un supuesto tratado de Verona. Solamente en 2011 publicó un artículo la historiadora Rosario de la Torre del Río reconociendo el error,​ aunque otros historiadores traducidos al español advirtieron ya antes y rotundamente sobre su falsedad.​ Fuera de España la falsedad del tratado de Verona se daba por segura desde que se demostró en 1935 que era una invención periodística.

La reposición en el poder real de Fernando VII abrió la etapa llamada Década Ominosa (1823-1833) en que el «Deseado» restauró el absolutismo. Casi toda la intelectualidad del país tuvo que exiliarse —los llamados «emigrados»—, a Londres principalmente, agrupándose en el barrio de Somerstown y subsistiendo de forma precaria en algunos casos, con el menguado subsidio inglés que concedía a algunos por haber luchado contra Napoleón durante la Guerra de Independencia. Los que quedaron tuvieron que sufrir un proceso de depuración o fueron ajusticiados o marginados.

Rafael de Riego derrotado en la llamada "batalla de Jódar" el 14 de septiembre, murió ahorcado el 7 de noviembre de 1823 en la Plaza de la Cebada de Madrid.

Legado

Si bien el Trienio Liberal fue de corta duración​, así también lo fue el gobierno de Fernando VII quien más que ser recordado como un monarca compasivo y paternal—como él mismo se definía—, se convirtió en uno de los últimos monarcas absolutos. Además, el Trienio dio casi por terminada la Aventura Americana de España, solamente conservando las islas de Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y Guam. Los nuevos países se organizarían como repúblicas siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, salvo el paréntesis del Primer Imperio Mexicano proclamado por Agustín de Iturbide que fracasó en 1823 siguiéndole la República Mexicana. (Al margen queda el caso de Brasil, país que se independizó de Portugal, por ser parte de un complejo proceso monárquico llevado a cabo por Dom Pedro Primero y su hijo Dom Pedro Segundo, monarcas lusitanos emigrados a América por la Guerra Peninsular).

Cabe señalar que la ironía es que gran parte de Iberoamérica se independiza precisamente por su resistencia a adoptar las ideas liberales que ya tenían gran impulso en su vecino al norte, los Estados Unidos de América. Posteriormente, los masones y otros grupos de simpatías liberales arrebatarían el control a estos grupos conservadores, tanto en México (con Benito Juárez) y en Colombia (con Tomás Cipriano de Mosquera), reviviendo la lucha del Trienio Liberal en la península ibérica cuarenta años después.

La actividad propagandística de los constitucionales durante el trienio contribuyó a la difusión de la cultura política del liberalismo, impidiendo la plena restauración de la monarquía absoluta del Antiguo Régimen. Por ello se puede afirmar que después del trienio liberal ya nada fue igual en la política española.


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El Nuevo Colonialismo en África y Asia (Siglo XIX)

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El Nuevo Colonialismo en África y Asia (Siglo XIX)



El nuevo colonialismo en África y Asia comenzó en las últimas décadas del siglo XIX, cuando naciones europeas establecieron vastos imperios en estos continentes. Durante casi medio siglo (1870-1914), los Estados de Europa Occidental expandieron sus posesiones imperiales alrededor del mundo.  
 
Más tarde, Estados Unidos y Japón se unieron a esta agresiva política de expansión, se repartieron África y reclamaron partes de Asia. Ahora bien, la expansión europea no comenzó en 1870; a finales del siglo XV, España y Portugal habían establecido colonias en el Nuevo Mundo. 
 
Además, la dominación de Rusia sobre Siberia en el norte asiático data del siglo XVII. Sin embargo, durante el período del nuevo colonialismo en África y Asia, la dominación europea del mundo alcanzó su punto más alto. En este tiempo potencias europeas rivales competían para asegurar colonias.  
 
Por extensión, explotaron la mano de obra y los recursos naturales dentro de esas colonias. Gran Bretaña fue la potencia líder en ese impulso imperial: en 1914 era el mayor imperio que el mundo haya conocido.

Causas de la colinización en África y Asia 

A principios del siglo XIX el impulso colonialista europeo casi se había extinguido. En algunos aspectos, colonizar demostró ser una tarea poco grata: proteger, gobernar y mantener las colonias era costoso. 

Las rivalidades coloniales a menudo llevaron a guerras entre las potencias europeas. Estas guerras a veces resultaban en la pérdida de sus colonias, y de vez en cuando los súbditos coloniales se rebelaban.

Pero en 1870 se encendió la llama por un nuevo colonialismo en Asia y África. Hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, varias potencias europeas participaron en una carrera para establecer vastos sistemas coloniales en el extranjero.
 
Las principales potencias fueron Gran Bretaña, Francia y Alemania, aunque Bélgica, Portugal, los Países Bajos e Italia también reclamaron su cuota de poder. A continuación se describen las razones del nuevo colonialismo en África y Asia: 

Económicas

A finales del siglo XIX las grandes potencias de Europa impulsaban su industrialización. En esta medida, desarrollaron una necesidad de mayores mercados en el extranjero.
 
Los comerciantes y banqueros disponían de un exceso de capital para invertir. En este sentido, las inversiones extranjeras ofrecían el incentivo de mayores ganancias a pesar de los riesgos. 

Por otro lado, a mayor producción industrial, más necesidad de materia prima y mano de obra barata. Hasta ese momento, las áreas inexploradas podían suplir petróleo, caucho y manganeso para el acero, así como otros materiales. 
 
De este modo, estas razones económicas dieron origen al nuevo colonialismo en África y Asia. Las potencias europeas consideraban que solo estableciendo colonias estrictamente controladas podía funcionar esta economía industrial.  

Políticas 

El nacionalismo llevó a que cada país demostrara su grandeza controlando tantas colonias como fuese posible. Las principales naciones europeas consideraron que el nuevo colonialismo en África y Asia los ayudaría en su consolidación como potencia. 

Además, para lograr este propósito eran necesarias unas fuerzas armadas poderosas que protegieran sus intereses estratégicos; por lo tanto, se requerían bases militares alrededor del mundo. 
 
Las colonias proporcionaban puertos seguros para los comerciantes, así como para los buques de guerra. De igual modo, las bases militares se podían convertir en estaciones de abastecimiento de carbón en tiempos de guerra. 

Culturales 

Muchos occidentales tenía prejuicios eurocéntricos: pensaban que su raza era superior a la de las personas no europeas. Según su concepción, eran las personas más aptas y, por tanto, estaban destinadas a gobernar sobre los menos aptos; la civilización de los incivilizados era una obligación moral.  
 
Así pues, el nuevo colonialismo en África y Asia les traería solo beneficios. Sus habitantes iban a recibir las bendiciones de la civilización occidental, que incluían la medicina y el derecho. 
 
Asimismo, la colonización permitiría la evangelización de los no cristianos. En este sentido, los misioneros eran partidarios entusiastas de este proceso; ellos creían que el control europeo los ayudaría a difundir el cristianismo, la verdadera religión. 

Tecnológicas 

Los países industrializados europeos contaban con una tecnología superior. Por ejemplo, la combinación del barco de vapor y el telégrafo les permitió aumentar su movilidad y responder rápidamente a cualquier situación de amenaza. 

La ametralladora también les dio una ventaja militar. Esta fue muy útil para convencer a los africanos y asiáticos de que aceptaran el control occidental.

Justificación científica 

Los europeos encontraron una justificación para el nuevo colonialismo en África y Asia en la teoría darwinista. Charles Darwin publicó Sobre el origen de las especies en 1859. 

En su obra afirmaba que la vida presente era producto de una evolución de millones de años. También presentó la teoría de la selección natural: fuerzas naturales seleccionaban a aquellos con rasgos físicos mejor adaptados a su entorno.
 
Luego se comenzó a aplicar la tesis de la supervivencia del más apto a las sociedades y naciones humanas. Esto fomentó la idea de que la conquista de personas inferiores era la forma en que la naturaleza mejora a la humanidad. Por lo tanto, era justa y representaba una ley natural. 
 
Por otro lado, los avances de la ciencia en el siglo XIX habían despertado el interés del público. Muchas personas compraban libros y revistas científicas, asistían a conferencias y visitaban museos, zoológicos y jardines botánicos. En este contexto, el imperialismo se concebía como una forma de alcanzar conocimiento. 
 
Así, exploradores y científicos europeos debían iluminar el “continente oscuro” al convertirlo en el objeto del conocimiento. Estos se convirtieron en los “conocedores”, y loos pueblos nativos, los animales y las plantas de sus imperios eran “lo conocido”.

Consecuencias

El nuevo colonialismo en África y Asia trajo consecuencias positivas y negativas: 

➤ Se estableció una economía global.
 
➤ La transferencia de bienes, dinero y tecnología se reguló para garantizar un flujo continuo de recursos naturales y mano de obra barata para el mundo industrializado.
 
➤ Las culturas nativas fueron destruidas. Se reevaluaron muchas de sus tradiciones y costumbres a la luz de las formas occidentales.
 
➤ Los productos importados aniquilaron las industrias artesanales de las colonias.
 
➤ Las posibilidades de desarrollo industrial de los territorios colonizados se limitaron.
 
➤ Como las nuevas colonias eran demasiado pobres para gastar dinero en bienes europeos, las ganancias económicas del nuevo imperialismo no fueron las esperadas.
 
➤ Hubo confrontación entre las culturas.
 
➤ Se introdujo la medicina moderna en las colonias y se promovió el uso de vacunas.
 
➤ Una mayor higiene sanitaria ayudó a salvar vidas y a aumentar la esperanza de vida en las regiones colonizadas.

➤ Se desestabilizaron muchas unidades políticas tradicionales, uniendo pueblos rivales bajo gobiernos únicos. Esto trajo muchos conflictos étnicos en las colonias. 
 
➤ Las tensiones entre las potencias contribuyeron a crear las condiciones hostiles que llevaron a la Primera Guerra Mundial en 1914.
 
 
 
 
 
Fuente: Lifeder
 

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La invasión bárbara en Hispania

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La invasión bárbara en Hispania

Alanos, suevos y vándalos fueron las primeras tribus en atravesar los Pirineos. A finales del siglo V, Roma ya había perdido Hispania.

Todo había empezado el día de Nochevieja del año 406, cuando una horda de hombres y mujeres cruzó el Rin. Lo habían intentado varias veces sin conseguirlo y esta vez sí lo lograron, muy probablemente gracias a que las aguas estaban heladas.

Fue fácil para el nutrido contingente, del que se desconoce su número puede estimarse en torno al cuarto de millón de personas entre guerreros, hombres de las más diversas actividades y edades (desde herreros a artesanos), mujeres y muchos niños, derrotar a los escasos y desmoralizados mercenarios francos que custodiaban el limes y que llevaban años sin cobrar la soldada del Imperio.

A continuación, el grupo se desbordó sobre la Galia romana. Se trataba en realidad de tres pueblos: los suevos, en su mayoría agricultores y cuya procedencia geográfica pudiera haber sido el entorno costero del Báltico, pero que ya se habían asentado en la parte alta del Danubio empujados por la presión de otros pueblos; los vándalos, guerreros muy belicosos procedentes de las actuales Alemania y Polonia, movidos por el hostigamiento continuo de los godos, y los misteriosos alanos.

Aunque los otros dos eran de origen germánico, este último pueblo procedía de las tierras cercanas al mar de Azov, en la actual Ucrania, y se autodenominaban en su lengua 'alanos', es decir, 'arios', como al parecer demostraban sus características físicas: altos y rubios.

Tribus nómadas de costumbres guerreras, ya habían constituido una amenaza para el Imperio parto, en la actual Irán, cuando eran conocidos como escitas, y su habilidad guerrera los había llevado a derrotar a medos y armenios.

Aunque su origen étnico era similar al de los aún más belicosos hunos, en el siglo IV los alanos se vieron obligados a desplazarse hacia el Cáucaso y la actual Polonia, donde parece que se fusionaron con algunos pueblos eslavos.

Separados luego en dos grupos, los alanos occidentales se unieron a otros pueblos bárbaros germánicos, como suevos y vándalos, para invadir la Galia romana en el año 406, sembrando a su paso destrucción y muerte.

Asentados, pero nunca pacíficos

Detenidos en los Pirineos gracias a la firmeza del ejército reclutado por los hermanos hispanorromanos Dídimo, Veridiano, Lagodio y Teodosio (parientes del emperador Teodosio), lograrían atravesar la cordillera tres años más tarde, en el otoño de 409, a través de la calzada romana de Roncesvalles.

Sólido de oro de Constantino III
Siguieron dos años de caos y anarquía hasta que, en 411, el poder romano aceptó a los invasores de Hispania como federados del Imperio, articulados en un foedus o tratado de federación por el que se les concedieron la Lusitania y la Cartaginense.

Pero, así como los suevos buscaban tierra y al obtenerla se quedaban inicialmente tranquilos, para vándalos y alanos la posesión de un territorio no significaba la paz, y continuaron con sus costumbres de nomadismo y saqueo, dedicados en sus 'ratos libres' a la caza y a la crianza de perros de presa o de guerra –hoy llamados alanos españoles– que usaban para el combate o para cazar osos.

Prosigue el obispo Hidacio: "Asoladas las provincias de España, los bárbaros, resueltos por la misericordia de Dios a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad del mar Océano; los alanos la Lusitania y la Cartaginense, y los vándalos llamados silingos, la Bética.

Los hispanos que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos se someten a la dominación de los bárbaros, que se enseñoreaban de las provincias". La situación de Hispania no podía ser más caótica.



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El día que en España se promulgó la ley que limitaba el derecho a reinar a las mujeres

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El día que en España se promulgó la ley que limitaba el derecho a reinar a las mujeres

El 10 de mayo de 1713 se promulgaba el nuevo Reglamento de Sucesión a la Corona Española aprobado por Felipe V. En dicha ley se limitaba el papel de las mujeres en cuanto a heredar el trono, no permitiendo que las mismas pudiesen reinar siempre y cuando, dentro de la familia del rey a sustituir, no hubiese varones de descendencia directa (hijos) o no tuviese hermanos ni sobrinos.

Sólo en el caso de no existir varón alguno (de forma descendente o lateral), una mujer podría acceder al trono de España.

Muchos son los que sostienen que la Ley de Sucesión Fundamental de Felipe V era equiparable a la Ley Sálica promulgada en el siglo VI y puesta en práctica por un gran número de monarquías europeas.

Aunque entre ambas leyes había ciertos puntos de coincidencia, hay que tener en cuenta que la Ley Sálica excluía por completo a las hembras como sucesoras del trono y no dejaba ningún supuesto para que éstas pudiesen acceder al mismo, ya que las múltiples combinaciones que se podían realizar no dejaban ni un ápice de posibilidades de que ocurriese.

La Ley de Sucesión Fundamental estuvo en vigor durante poco más de un siglo, ya que, el 29 de marzo de 1830, quedó derogada tras la promulgación de la Pragmática Sanción aprobada por Fernando VII y en la que se devolvía a las mujeres el derecho a la sucesión del trono de España.

Esta ley en realidad ponía en vigor la aprobada por Carlos IV en 1789 y que no se había llevado a cabo por motivos de política exterior.

La Pragmática Sanción de 1830 se aprobó tras la necesidad de encontrar sucesión para Fernando VII, tras cuatro matrimonios y no tener ningún descendiente varón. Esta ley sucesoria es la que, tras el fallecimiento del rey, daría pie a la Guerra Carlista que enfrentaría en una guerra civil a los partidarios de la regente Cristina (cuarta esposa de Fernando VII y madre de Isabel II, la heredera al trono) y los de Carlos María Isidro (hermano del monarca fallecido).

En la actualidad sigue vigente la Pragmática Sanción y lo que respecta a la sucesión a la Corona de España viene recogido en el artículo 57.1, de la Constitución aprobada en 1978, que fija el orden sucesorio hacia el futuro de la siguiente manera:

“La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer y, en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos”


J,M,S 

Fuente: 20 Minutos

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Cortes de León de 1188

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Cortes de León de 1188

Las Cortes de León de 1188 se celebraron durante la primavera de ese año, al principio del reinado de Alfonso IX de León, en el claustro de la Basílica de San Isidoro de León, y así se lo comunica el monarca al arzobispo de Compostela. En 2013 la Unesco las reconoció en el Programa Memoria del Mundo como «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo».

Historia

Solo se puede entender el acontecimiento siguiendo los importantes hechos que tuvieron lugar en esa época. Lo primero fue la coronación de Alfonso VII de León, lo cual ocurrió en 1135 y tuvo una multitudinaria acogida, ya que dicha coronación tuvo una presencia del pueblo llano como nunca antes. Anteriormente la Curia Regia de 1017, convocada por Alfonso V de León en la ciudad del mismo nombre legisló civilmente el Fuero de León con preceptos que inician la inviolabilidad del domicilio, la libertad de comercio y primeros derechos de la mujer entre otros; y la creación del Concejo de la Ciudad de León, que legislaba todos los años sobre los pesos y medidas del Mercado, entre otros asuntos.

Alfonso IX de León y Galicia
Pese a lo que se cree, el Althing islandés del 930, tomado a veces como ejemplo anterior relativo a asambleas legislativas, era una reunión exclusiva de magnates y no produjo textos legislativos hasta el siglo XIII; y además era similar al Palatinado del siglo VIII del reino de los Astures e inferior a las Curias Regias que se celebraban desde el año 830 en la Corte de Oviedo, en la que estaban representados nobles y eclesiásticos por lo que eran asambleas políticamente más avanzadas las hispánicas. El Althing sería similar, además de al Palatinado astur, a los Concejos Visigóticos del siglo VI, también anteriores, compuestos solo por un brazo social de poderosos; en este caso eclesiástico para legislar asuntos como el Fuero Juzgo.

Tras el freno en la Reconquista, la corona leonesa necesita ingresos, por lo que crea nuevos impuestos que provocan una alza de precios. A la vez, las guerras con Portugal y con Castilla requieren más ingresos. La clase ciudadana exige como contrapartida el poder regular el gasto de la corona. En el año 1188, recién llegado al trono Alfonso IX de León, se convoca a la Curia Regia del Reino de León, a la que por primera vez se le suman los representantes electos de las principales ciudades con voz y voto. Esta medida ha sido considerada el primer ejemplo del parlamentarismo moderno en la historia de la Europa occidental.

Desarrollo

Las Cortes se constituyeron con tres estamentos:

✱ Privilegiados: el clero y la nobleza.

✱ No privilegiados: los representantes de las ciudades.

Los privilegiados aparecen como un diálogo entre el rey y la curia, por un lado, y los representantes de las ciudades y villas por otro, sin oposición a que cada estamento se consolide por separado. La incorporación de elementos populares o ciudadanos responde solo a necesidades económicas.

En ellas se reconoce la inviolabilidad del domicilio, del correo, la necesidad del rey de convocar Cortes para hacer la guerra o declarar la paz, y se garantizan numerosos derechos individuales y colectivos.

Basílica de San Isidoro de León, lugar donde se celebraron las Cortes en 1188


En estas Cortes, además de ampliar los Fueros de Alfonso V de León del año 1017, se promulgaron nuevas leyes destinadas a proteger a los ciudadanos y a sus bienes contra los abusos y arbitrariedades del poder de los nobles, del clero y del propio Rey. Este importante conjunto de decretos ha sido calificado con el nombre de «Carta Magna Leonesa».

La legislación alfonsina no introduce novedades importantes. Pretende únicamente profundizar en el pacto feudal sobre el que se construye la legitimidad monárquica.

Los análisis referidos a los Decreta (decretos) atribuidos a 1188 reúnen la confirmación de decretos de carácter general como, por ejemplo, el no atentar contra la propiedad ajena, resolver las querellas ante la justicia o la promesa del rey de no entrar en guerra sin contar con todos los que le deben dar su consejo. Estos decretos, son cosas normales en los inicios del nuevo reinado de Alfonso VII de León. Sin embargo, se crearon «nuevos Decretos», entre los que se contaba la redacción de una Constitución fechada en julio de 1188, que trataba de la existencia de violencia y del intento por paliarla usando la Justicia.

Este tema será desarrollado en unas «constituciones» para Galicia, en 1194, y a partir de este texto podemos explicar lo contenido en el texto atribuido a las Cortes de 1188; es decir, que este, tal y como se conoce en muchos de sus pasajes, se debe a la elaboración desarrollada a lo largo del reinado de Alfonso IX de León.

Legado

En 2011 la Junta de Castilla y León concedió a la ciudad de León el título de «Cuna del Parlamentarismo».​ En 2013 la Unesco incluyó los documentos relativos a los Decreta en el registro Memoria del Mundo tras remitirlos para su aprobación en 2012.​ El 4 de mayo de 2016, el pleno de las Cortes de Castilla y León se reunió en la Basílica de San Isidoro.​ El 20 de marzo de 2019, las Cortes Generales reconocieron a las Cortes de León de 1188 como Cuna del Parlamentarismo a través de un acto en el que se leyeron los Decreta y se llevó a cabo un desfile de pendones por la Carrera de San Jerónimo.​



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