Batalla de Nicópolis

No hay comentarios

 Batalla de Nicópolis

La batalla de Nicópolis tuvo lugar en dicha ciudad búlgara el día 25 de septiembre de 1396 y enfrentó a las fuerzas del Imperio otomano contra una coalición de húngaros, valacos y franceses, con derrota de estos últimos. También es llamada la Cruzada de Nicopólis. Algunas veces se fecha la batalla el 28 de septiembre.  

Causas de la batalla

Tres fueron las cruzadas menores que se emprendieron en el siglo XIV por diversos reyes y caballeros. Recientemente había fracasado una cruzada contra Túnez en 1390 y otra en la costa del mar Báltico. Después de su victoria en la batalla de Kosovo en 1389, los otomanos habían conquistado gran parte de los Balcanes y arrebatado gran parte de su territorio al Imperio bizantino, siendo reducido éste a un área inmediatamente alrededor de Constantinopla, la cual se sentía acosada. En 1393, el gobernante de Bulgaria, Iván Shishman, perdió su capital (temporalmente) frente a los turcos, mientras su hermano Iván Sracimir ayudó a la ciudad de Vidin pero fue reducido por un vasallo otomano. La frontera entre el islam y el cristianismo se estaba acercando poco a poco hacia Hungría. El rey Segismundo de Hungría, decidió elaborar una estrategia para librar del peligro del ataque de los turcos a su reino. Por otra parte, la República de Venecia, también temerosa de que la presencia de los otomanos en los Balcanes redujese su control sobre el mar Adriático, se puso también a la disposición para la organización de una ofensiva contra los musulmanes.

En 1394, el Papa Bonifacio IX proclamó una nueva cruzada contra los turcos, aunque en este tiempo el Cisma de Occidente había partido el Papado en dos, siendo rivales Aviñón y Roma. El Papa tuvo que esperar largo tiempo para proclamar la cruzada. Después de diversos llamamientos, Inglaterra y Francia, sumidas en la que se llamaría Guerra de los Cien Años, pactaron una tregua y Ricardo II y Carlos VI financiaron la empresa. Los franceses negociaron con los húngaros, algo que llevaban haciendo ya desde 1393.
 

Preparativos

El plan original había sido realizado por Juan de Gante, Luis de Orleans y Felipe de Borgoña, partiendo en 1395, con los reyes Carlos y Ricardo que les seguirían al año siguiente. Sin embargo, a comienzos de 1396 los planes ya habían sido abandonados. En vez de lo planeado, Juan I de Borgoña tomó la iniciativa con aproximadamente 10.000 borgoñones, la mayoría caballería, junto con un contingente inglés de alrededor de 1.000 hombres. A estos también se unieron unos 6.000 soldados llegados desde el Palatinado, Baviera y Núremberg. Mientras, Segismundo había reunido un ejército de 60.000 húngaros, según cifras para el ejército cruzado provenientes de fuentes de la época en las que a veces se habla de un total de más de 100.000 hombres, que eran conducidos por el conde Armando II de Celje, súbdito del rey húngaro, Juan de Kanizsa, el arzobispo de Estrigonia, Nicolás Garai el joven, entre otros. Las fuerzas francesas salieron de Montbéliard en abril de 1396, llegando a Viena en mayo y junio, y reuniéndose con el rey Segismundo en Buda, la capital del reino húngaro, hacia principios de julio. 
 
Aunque el gobernante del principado de Valaquia era ortodoxo, Mircea el Viejo, participó en la cruzada aportando un contingente de soldados. Su principado estaba en el límite entre el cristianismo y el islam. Valaquia ya se las había visto varias veces con los turcos de Bayaceto I y Mircea los había derrotado en la batalla de Rovine y en Dobruja en 1395. Johann Schiltberger, un cruzado bávaro que había sido prisionero en Nicópolis, había descrito en sus memorias las diferentes formas de luchar de los cruzados y de los valacos. La primera era la de avanzar poco a poco con la caballería lenta y pesada para efectuar una embestida cuando se encontraban a una distancia en que los caballos no se cansaran, y la de Mircea, que era más de acciones de reconocimiento y guerrillas, la causa del gran éxito de los valacos. Segismundo propuso esta segunda estrategia, pero fue rechazada por los occidentales. Juan de Borgoña se puso a la cabeza del ejército cruzado y se lanzó hacia Nicópolis con unos 15.000 soldados, según las estimaciones más modernas. Durante el avance conquistaron la ciudad de Vidin y saquearon Rahova, cuyos habitantes fueron asesinados o hechos prisioneros.
 

Asedio de Nicópolis

La ciudad estaba bien defendida y abastecida, y los cruzados no estaban pertrechados de máquinas de asedio. Sin embargo, se quedaron y esperaron a los otomanos. Bayaceto, ya preparando el asedio de Constantinopla, marchó con un gran ejército hacia Nicópolis. Su aliado, Stefan Lazarević de Serbia, se reunió con el sultán el 24 de septiembre, consiguiendo un contingente muy similar al de los cruzados. Las cifras antiguas de hasta cientos de miles de combatientes están enormemente exageradas. 

Según algunas especulaciones Bayaceto fue advertido por Gian Galeazzo Visconti sobre los movimientos y las fuerzas de los cruzados, algo de lo que no existe prueba concluyente. 

La batalla

El día 25 ambos bandos estaban preparados para la batalla. Antes de que comenzara el combate los prisioneros capturados en Rahova fueron ejecutados por razón desconocida. Los franceses y los ingleses fueron a la vanguardia, mientras Segismundo dividió sus tropas en tres: él comandaba el centro, los transilvanos el flanco derecho y los valacos bajo el mando de Mircea el Viejo el flanco izquierdo. Bayaceto puso en vanguardia a su caballería, protegida por dos líneas de arqueros y de jenízaros, además de unas estacas de tres metros cada una clavadas en la tierra, mientras que el cuerpo principal formado por otomanos y serbios se situó detrás de unas colinas que se encontraban cerca.


Los franceses, mucho mejor armados y cubiertos, se acercaron a la vanguardia turca, pero cometieron el error de desmontar de sus caballos cuando llegaron la línea de estacas. Empezaron a quitarlas, ya que les impedían el paso, mientras los otomanos lanzaban una lluvia de flechas contra ellos. Una vez cumplido este trabajo los turcos se lanzaron contra los caballeros franceses con su infantería y caballería, pero los franceses, mejor armados, salieron victoriosos, causando 10.000 bajas entre los musulmanes. Los franceses se apresuraron después en atacar a la caballería enemiga y acabaron con otros 5.000. Aunque estaban sin sus caballos los caballeros franceses fueron a la caza de los turcos huidos de la batalla, que se dirigían hacia las colinas. La persecución los dejó exhaustos y además sorprendidos al descubrir cómo detrás de las colinas se encontraba un gran contingente otomano que los estaban esperando. En la desigual lucha los franceses fueron totalmente derrotados. Juan de Vienne, condestable de Francia, murió en las colinas defendiendo a los suyos hasta el final, Juan I de Borgoña, Enguerrand VII de Coucy, y Jean Le Maingre, mariscal de Francia, fueron capturados. 
 
Mientras tanto Segismundo fue en auxilio de los jinetes franceses y fue a la lucha contra las fuerzas de Bayezid en las colinas. El combate fue igualado hasta que llegaron los serbios. Segismundo fue entonces persuadido por los suyos de que se retirara hacia el barco veneciano que estaba preparado para su seguridad. Segismundo dijo a los franceses: «Si sólo vuestros caballeros me hubieran escuchado, nosotros tendríamos hombres de sobra para luchar contra el enemigo». Al final de la tarde, Stefan Lazarevic tomó la iniciativa de rodear los flancos desprotegidos de las tropas de Segismundo, las cuales se rindieron, dando por terminada la batalla.  


Consecuencias

 
El 26 de septiembre Bayaceto ordenó que 3.000 prisioneros fueran ejecutados como respuesta a los asesinados de Rahova. También estaba disgustado por las bajas recibidas, unas 35.000, especialmente al principio de la batalla. Reclutó los prisioneros más jóvenes para su ejército; aquellos que pudieron escapar volvieron a sus casas, pero la mayoría vivieron empobrecidos. Segismundo tomó el camino del retorno a su sede imperial por la ruta del mar Negro, sin pasar por el principado de Valaquia, sospechando que le habían traicionado. El rey Carlos VI se enteró de la derrota en Navidad.
 
Los caballeros del oeste de Europa pronto perdieron su entusiasmo por las cruzadas. La lucha seguiría en España y en el Mediterráneo, además de las disputas contra las herejías paganas del norte europeo, pero ninguna expedición más fue mandada hacia el Este después de esta derrota. Inglaterra y Francia pronto reanudaron su guerra. Valaquia siguió frenando expediciones de los otomanos como en 1397 y 1400. La derrota de Bayaceto ante Tamerlán en el verano de 1402 en la batalla de Angora, cerca de Ankara, supuso un periodo de anarquía en el Imperio otomano y Mircea tomó ventaja para organizar una nueva campaña con ayuda del Reino de Hungría contra los turcos. Los húngaros y los polacos fueron derrotados en la batalla de Varna en 1444, y Constantinopla finalmente caería en manos de los musulmanes en 1453 cuando el sultán turco era Mehmed II, pero los europeos occidentales no lanzaron otra expedición contra los turcos hasta el Renacimiento.  


No hay comentarios :

Publicar un comentario

Dos Reinos: León y Castilla desde 1157 a 1230

No hay comentarios

 Dos Reinos: León y Castilla desde 1157 a 1230

Desde el año de la muerte de Alfonso VII (1157) hasta el reconocimiento de Fernando III como rey de León en 1230, León y Castilla fueron durante 73 años dos reinos independientes, en un largo periodo caracterizado por momentos de inestabilidad y guerra civil. 


La separación de León y Castilla (1157)

Al fallecer Alfonso VII, dejó en herencia el Reino de Castilla a su primogénito Sancho III, y a su segundo hijo varón Fernando II le dejó el Reino de León. Con esta división quedaron frustrados todos los intentos anteriores de unir dinástica y políticamente todos los territorios cristianos de la Península. 

Sancho III de Castilla tuvo un reinado corto, pues sólo gobernó durante un año, pero tuvo tiempo de invadir el reino de León, aunque no llegó a enfrentarse con Fernando II al pactar el Tratado de Sahagún (1158). Sancho III se comprometió a devolver a su hermano las tierras fronterizas ocupadas, los dos hermanos acordaron repartirse los territorios musulmanes aún no conquistados, prestarse ayuda mutua frente a otros reinos, y sobre todo llegaron a un acuerdo de sucesión en el trono: en caso de que uno de los monarcas falleciera sin descendencia, el hermano superviviente o sus descendientes heredaría el reino del fallecido.
 

Alfonso VIII de Castilla 

Esta última disposición no llegaría a cumplirse ya que a la muerte de Sancho III, ocurrida pocos meses después, le sucedió su hijo Alfonso, que por entonces apenas tenía dos años y medio de edad. Si el reinado de Sancho III fue muy breve, el de su hijo Alfonso VIII fue más duradero, pues gobernó entre 1158 y 1214. La minoría de edad del rey provocó la guerra entre dos de las familias nobles más importantes de Castilla, las casas de Lara y de Castro, que se disputaban su custodia. La situación de inestabilidad política fue aprovechada por Sancho VI de Navarra y por Fernando II de León para arrebatarle territorios a Castilla, llegando este último a ocupar Segovia y Toledo y a intervenir activamente en la regencia de Castilla. Fernando II prosiguió también la reconquista por tierras de la actual Extremadura, aunque su expansión fue frenada por la llegada de los almohades. 

En 1170, a los quince años, Alfonso VIII alcanzó su mayoría de edad política y es proclamado rey en las Cortes que se convocaron en Burgos. Ese mismo año se casa con Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania. Su primer objetivo fue recuperar los territorios perdidos durante su minoría. Para ello se alió con Alfonso II de Aragón, y juntamente atacan a Sancho VI de Navarra consiguiendo recuperar lo perdido años atrás (Logroño y amplias zonas de La Rioja). Presionado por los ataques almohades inició una ofensiva contra ellos, que culmina con la conquista de Cuenca en 1177.
 
Durante el reinado de Alfonso VIII, y con el apoyo del obispo Tello Téllez de Meneses, se fundó en Palencia la primera universidad de España.
 

Alfonso IX de León

En 1188, Alfonso IX sucedió a su padre Fernando II en el trono de León. El nuevo rey inició su reinado amenazado en el interior por la nobleza y el exterior por Alfonso VIII y Sancho I de Portugal. Para satisfacer a la nobleza se vio obligado a convocar en ese mismo año una Curia regia extraordinaria, reunión considerada la cuna del parlamentarismo. Casó con Teresa de Portugal, con quien tuvo tres hijos (Sancha, Fernando y Dulce), pero el matrimonio fue anulado. Continuaron los enfrentamientos entre Castilla y León. 

Las Navas de Tolosa (1212)

Alfonso VIII relanzó la Reconquista a partir de 1194, intentando establecer alianzas con todos los reinos cristianos con el objetivo de conquistar las tierras ocupadas por los almohades. El rey castellano inicia incursiones que le hacen llegar hasta Sevilla, pero el califa almohade con un poderoso ejército se dirige hacia tierras castellanas y Alfonso VIII decide hacerle frente en Alarcos (cerca de Ciudad Real), sin esperar la ayuda ofrecida del resto de reyes cristianos. Allí sufre una estrepitosa derrota (1195), que hace retroceder la frontera hasta los Montes de Toledo.
 
Alfonso VIII se vio en una situación muy complicada frente al poder musulmán, que ahora hacía peligrar el dominio castellano en su frontera sur. Los musulmanes asediaron incluso Madrid, Toledo y Guadalajara. Ante la posibilidad de perder todo el valle del Tajo el rey recurrió en 1212 al Papa Inocencio III solicitando la predicación de una cruzada. A ella respondieron los reyes aragonés y navarro además de las órdenes militares. Con todos ellos se alcanza la importante victoria frente a los almohades de las Navas de Tolosa.
 

Enrique I, rey de Castilla

El rey Alfonso sólo sobreviviría a la victoria de las Navas de Tolosa dos años, y tras su muerte se abriría un periodo difícil en cuanto a la sucesión en el trono. Después de que el heredero Fernando muriera en 1211, quedó como nuevo rey Enrique I,  que para 1214 sólo contaba diez años, por lo que la regencia le correspondió a su madre Leonor, pero esta fallece apenas 24 días después de su esposo, por lo que la tutoría y regencia de Enrique recae en Berenguela, su hermana mayor.
 
Berenguela se había casado en 1197 con el rey Alfonso IX de León, pero en 1204 el papa Inocencio III anuló el matrimonio por consanguineidad (Alfonso de León era primo hermano de Alfonso VIII, padre de Berenguela). A partir de ese momento, abandona a su esposo y regresa a Castilla con sus padres.

 La minoría de Enrique, como la de su padre, se vio envuelva en conflictos internos encabezados por la nobleza, principalmente por la casa de Lara, que obligaron a Berenguela a ceder la tutoría y regencia al conde Álvaro Núñez de Lara. Ante la situación, Berenguela se refugia en Autillo de Campos, al amparo de uno de sus fieles Gonzalo Rodríguez Girón, y envía a su hijo Fernando a León junto a su padre Alfonso IX.
 

Proclamación de Fernando III como rey de Castilla

En junio de 1217 fallece en Palencia Enrique I como consecuencia de las heridas producidas por una teja mientras jugaba en el patio del alcázar episcopal. El conde Álvaro Núñez de Lara se llevó el cadáver al castillo de Tariego tratando de ocultar su muerte; pero, la noticia llegó a Berenguela, que a partir de ese momento pasó ser la titular del reino de Castilla. Sin embargo, temía que Alfonso IX quisiera hacer valer sus derechos al trono castellano. Con engaños, Berenguela hizo venir a Fernando hasta Autillo de Campos y allí, según cuentan las crónicas, fue proclamado rey de Castilla, aunque la abdicación y coronación tuvo lugar a primeros de julio en Valladolid.
 
El nuevo rey tuvo que oponerse al rechazo de su padre y de la familia Lara, que llegaron a sitiar Valladolid obligando a Fernando y su madre a refugiarse en Burgos. Tras algunos combates y la muerte de Álvaro Núñez de Lara se alcanza la paz mediante el Pacto de Toro (agosto de 1218).
 

La unión definitiva de Castilla y León

También sería complicado el ascenso de Fernando III al trono leonés. Alfonso IX, cuyo heredero varón Fernando había fallecido en 1214, pretendió que el reino de León pasara a su muerte a Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal. Al fallecer el rey leonés en 1230, Berenguela hizo venir a Fernando desde Andalucía, y mediante la amenaza y la compensación económica consiguieron por la llamada Concordia de Benavente el reconocimiento de la inviabilidad del testamento y la proclamación de Fernando III como Rey de León, uniendo así de forma definitiva los dos reinos.
 

 
 
 
 

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Noche de San Daniel

No hay comentarios

Noche de San Daniel

Se denomina Noche de San Daniel o Noche del Matadero a la del 10 de abril de 1865 en la que la Guardia Civil, unidades de Infantería y de Caballería del Ejército español reprimieron de forma sangrienta a los estudiantes de la Universidad Central de Madrid que realizaban una serenata en la Puerta del Sol de apoyo al rector de la misma, Juan Manuel Montalbán. Montalbán había sido depuesto tres días antes por orden del gobierno del Partido Moderado del general Narváez, a raíz de no haber destituido al catedrático Emilio Castelar tras la publicación por parte de este en el diario La Democracia de dos artículos muy críticos con la reina Isabel II, los días 21 y 22 de febrero de 1865. La Noche de San Daniel se enmarca en la primera cuestión universitaria de la historia de España la segunda tuvo lugar en 1875 como resultado de la aplicación del decreto Orovio.

Antecedentes

El 27 de octubre de 1864, el Gobierno de Narváez había emitido una circular en la que se establecía expresamente la prohibición de que en las universidades o fuera de ellas los catedráticos emitieran opiniones por cualquier medio contrarias al Concordato de 1851 o defendieran, entre otras, las posiciones del krausismo.

El destacado dirigente del Partido Demócrata y catedrático de Historia de la Universidad de Madrid Emilio Castelar publicó el 29 de octubre un artículo titulado Declaración en el diario La Democracia, del que también era el director, en el que criticaba la circular del Ministerio de Fomento del 27 de octubre en la que entre otras cosas se recordaba lo que decía la Ley Moyano de 1857 sobre que la enseñanza debía ajustarse a la ortodoxia católica argumentando que era un ataque a la libertad de investigación y de docencia de los científicos españoles, es decir, era contrario a la libertad de cátedra.

En marzo de 1865 circulaban por la universidad madrileña en forma de librillos clandestinos varias obras de contenido krausista que habían sido incluidas en el Índice de libros prohibidos el año anterior. Esta situación dio lugar a las protestas en el seno universitario de los denominados neocatólicos, esto es, los miembros destacados del Partido Moderado más intransigentes a las doctrinas liberales.

Al mismo tiempo, y dada la grave crisis económica de carácter endémico que atravesaba la hacienda pública, el gobierno decidió hacer frente a la misma mediante la enajenación de algunos bienes del Patrimonio Real, aplicando una parte (el 75 %) como ingresos públicos, y el resto entregándolo a la reina Isabel II.​ Este proyecto de ley provocó las iras del Partido Democrático y del Partido Progresista. Emilio Castelar, publicó el día 21 de febrero un artículo en La Democracia titulado «¿De quién es el Patrimonio Real?» y, al día siguiente, otro artículo titulado «El rasgo».​ En ambos se mostraba contrario a que una parte del dinero de la enajenación de los bienes fuera a parar a las manos privadas de la reina, considerando que el Patrimonio Real era propiedad de la nación.

La decisión de la reina de ceder el 75 % de los beneficios de la venta a la nación y así hacer frente al déficit del Estado, y de conservar para sí el 25 %, fue presentada en las Cortes por el presidente del gobierno y líder del Partido Moderado el general Narváez como un gesto «tan grande, tan extraordinario, tan sublime» que fue muy aplaudido por la mayoría de los diputados que calificaron a Isabel II de «émula de Isabel la Católica» y por la prensa dinástica que también se deshizo en elogios. Emilio Castelar, por el contrario, opinaba que no existía tal gesto —"el rasgo" como lo calificó irónicamente— porque lo que había hecho la reina en realidad había sido apropiarse del 25 % de un patrimonio que era «del país... La casa real devuelve al país una propiedad que es del país». Así pues el supuesto "rasgo" era en realidad un «engaño, un desacato a la ley, una amenaza..., y desde todos los puntos de vista, uno de esos amaños de que el partido moderado se vale para sostenerse en el poder que la voluntad de la nación maldice». Así pues, los artículos de Castelar «vinieron a descubrir el misterio [de la supuesta generosidad de la reina]: Isabel, agobiada por las deudas, se reservaba un 25 por 100 del producto de la venta de unos bienes que, en su mayor parte, no eran de su patrimonio, sino de la nación».

Censura y represión

Aunque el artículo fue censurado, no obstante se repartió por Madrid en forma de pasquines y octavillas. A pesar de todo, la polémica generada, no impidió que el 3 de marzo se presentara el proyecto de ley en el Congreso de los Diputados. Las críticas se acentuaron y, en aplicación de la circular gubernamental de 1864, el Ministro de Fomento,​ Antonio Alcalá Galiano exigió al rector de la Universidad Central, Juan Manuel Montalbán, el cese inmediato de Emilio Castelar, contra quien el 8 de marzo se dictaba auto de prisión. Ante la negativa del rector, el ministro publicó en la Gaceta de Madrid el cese del rector el día 7 de abril, al tiempo que Castelar era desposeído de su Cátedra de Historia.

La reacción del gobierno Narváez fue, pues, de gran virulencia, pues no solo separó de su cátedra de Historia de la Universidad de Madrid a Emilio Castelar y destituyó al rector de la Universidad, Juan Manuel Montalbán, por negarse a instruir el expediente contra su compañero, sino que el ministro de la Gobernación Luis González Bravo declaró el estado de guerra en previsión de incidentes.

Con el cese de Montalbán, el mismo día se nombró al neocatólico Diego Miguel y Bahamonde como nuevo rector. Las medidas provocaron una reacción inmediata de solidaridad con Castelar y Montalbán por parte del profesorado y de los alumnos, dimitiendo de sus puestos, entre otros, los catedráticos Nicolás Salmerón y Miguel Morayta. Con anterioridad, el 4 de abril a través del diario La Iberia se había sabido que se iban a tomar medidas represivas y se anunciaba para el día del cese una "serenata" de apoyo de los alumnos al destituido Montalbán.

El ministro de la Gobernación, Luis González Bravo, lejos de contemporizar y ante la posibilidad de que se celebrase la anunciada serenata, además de la proclamación del estado de guerra dictó un decreto que permitía al Gobierno la suspensión de los derechos constitucionales, la deportación interna de personas no afines y la censura de prensa. No obstante, el mismo día 7 se había autorizado la serenata por el gobernador civil de Madrid, José Gutiérrez de la Vega, pero inmediatamente fue prohibida por González Bravo. Por orden de éste​ la Guardia Civil disolvió a los asistentes y cerró el centro de Madrid los dos días siguientes.

La Noche de San Daniel

El lunes 10 de abril el nuevo Rector tomaba posesión de su cargo y juraba fidelidad a la reina. Esto provocó protestas entre los estudiantes y movilizó al Partido Progresista en los barrios del exterior de la capital. Por la tarde, estudiantes, obreros y representantes del Partido Demócrata y del Progresista acudieron a la Puerta del Sol desde distintos puntos con la intención de ofrecer una nueva serenata. Al llegar cerca de Sol, el ministro González Bravo ordenó a la Guardia Civil cargar contra los manifestantes. En la zona se encontraba también una unidad de Infantería y otra de Caballería que habían sido movilizadas en la mañana para la ocasión. En total unos mil hombres armados.

Cuando los guardias civiles a pie y a caballo llegaron a la Puerta del Sol, según relató un testigo, «sin que mediase intimación ni advertencia de ningún género, principiaron con un coraje ciego a hacer uso de las armas y a cazar a la multitud descuidada». Se produjeron diversas cargas, con disparos y bayoneta calada. Los manifestantes se dispersaron por las calles adyacentes y trataron de colocar barricadas sin conseguirlo ante la actuación de la Caballería. Durante las sucesivas oleadas murieron catorce personas y ciento noventa y tres fueron heridas de diversa consideración.

La mayoría de los muertos y heridos fueron transeúntes que no participaban en la algarada estudiantil, incluyendo ancianos, mujeres y niños. En cambio la Guardia Civil solo tuvo varios heridos leves y uno de consideración, un centinela a caballo que recibió una pedrada en la cabeza; por lo que el ministro de la Gobernación Luis González Bravo exageró cuando aseguró ante las Cortes que se había «derramado la sangre de nuestros soldados». Los trágicos sucesos se debieron, según Josep Fontana, «a un ataque de furor de Narváez y González Bravo, que se consideraban desafiados por los manifestantes e incitaron al brutal ataque».

En cualquier caso, para ser ecuánimes, no puede dejar de valorarse también la versión oficial de los hechos, y resulta constatado que la mayoría de las víctimas mortales no se produjeron entre los manifestantes, sino que fueron transeúntes arrollados por la estampida estudiantil.

Consecuencias

Esa misma noche en el Senado, González Bravo expuso las medidas tomadas contra los manifestantes y se expulsó a la prensa de la sesión, cursándose la orden inmediata de censurar lo que al día siguiente habrían de publicar los periódicos. Varios de ellos salieron en esas jornadas con las portadas en blanco. El día 11 de abril, Narváez había convocado Consejo de Ministros extraordinario en el que Alcalá Galiano y González Bravo se enfrentaron por la dureza de la represión, sufriendo aquel una angina de pecho y muriendo poco después. Al mismo tiempo, varios diarios como Las Novedades, La Iberia, La Democracia, El Pueblo, La Soberanía Nacional y La Nación publicaron un editorial conjunto en el que llamaban a la calma de los liberales y progresistas para no entrar al trapo de la provocación gubernamental. Igual ocurriría los días 12, 14 y 19 de abril.

La reacciones políticas se produjeron en los días posteriores en el Senado, pero muy atenuadas debido al temor de ser perseguidos que en ese momento tenían todos aquellos que se opusieran al gobierno de Narváez. Salustiano Olózaga, Cánovas del Castillo y Antonio de los Ríos Rosas fueron los más críticos con González Bravo, llegando este y Ríos Rosas a retarse en un duelo que terminó sin consecuencias.

Las consecuencias políticas de la "Noche de San Daniel" acabaron con el gobierno Narváez. Diputados de la Unión Liberal, como Cánovas del Castillo, Posada Herrera y Ríos Rosas también dirigieron sus críticas hacia González Bravo Ríos Rosas conmocionó al Congreso de Diputados cuando afirmó: «esa sangre pesa sobre vuestras cabezas».​ Esta situación convenció a la reina de que debía destituir a Narváez, aunque aún esperó dos meses hasta que el 21 de junio de 1865 volvió a llamar a O'Donnell.​ Isabel II no hizo caso a su madre María Cristina, que le aconsejó que llamara a los progresistas para que se integraran en la monarquía y dejaran de conspirar contra ella, y ello a pesar de que O'Donnell le expresó a la reina su deseo de retirarse de la política y marchar al extranjero.

Personas tan dispares ideológicamente como Salmerón, Castelar, Cánovas u Olózaga mostraban sin pudor la repulsa por la política gubernamental y, de una u otra manera, anunciaban el fin del reinado de Isabel II, contra quien los estudiantes y el pueblo de Madrid mostraban ya su ira.


J. M. S. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Marihuana: Su historia a través del tiempo

No hay comentarios

Marihuana: Su historia a través del tiempo

En 1997 se encontró en Checoslovaquia una tira de cáñamo que se remonta al año 26.900 a. C., convirtiéndose así en el objeto más antiguo conocido asociado con las semillas de cannabis (marihuana). Desde aquellos tiempos el cáñamo ha desempeñado un importante papel en el desarrollo de la humanidad. Durante miles de años la marihuana, además de ser legal, fue un cultivo muy popular entre culturas de todo el mundo. A lo largo de la historia su relevancia comercial, medicinal y espiritual ha sido enorme.

El cultivo del cáñamo, comúnmente conocido como marihuana, se remonta hasta hace, al menos, 12.000 años, lo que la convierte en una de primeras plantas cosechadas por la humanidad. Las plantas de cáñamo proceden de Asia Central, concretamente de las regiones de Mongolia y Siberia del sur. Las primeras pruebas de un uso cultural del cáñamo nos han llegado de la cultura Neolítica más antigua conocida en China: la de Yangshao, civilización que surgió en el valle del Río Amarillo. Entre los años 5.000 y 3.000 a. C. la economía de los Yangshao se basó en su cultivo. Pruebas arqueológicas demuestran que tejían cáñamo, confeccionaban sus ropas con cáñamo y también elaboraron cerámica a base de cáñamo.

Fue el emperador chino Shen Nung quien hizo uso por vez primera de la marihuana como remedio medicinal en el año 2737 a. C. Documentó su eficacia como remedio en el tratamiento de dolores reumáticos y producidos por la gota. Tanto el cáñamo como la marihuana fueron utilizados como psicoactivos, de forma generalizada, en la China ancestral. Los antiguos chinos hacían uso, prácticamente, de todas las partes de la planta de cáñamo: la raíz como medicina; el tallo para tejidos, cuerda y fabricación de papel; las hojas y flores como drogas y medicina; y finalmente las semillas para alimentarse de ellas y elaborar aceite. Las semillas de cáñamo eran también uno de los granos más utilizados antiguamente en China como ofrenda a los muertos en sus ritos funerarios.

Los primeros diarios médicos chinos fueron elaborados con cáñamo, material que acabó sustituyendo al viejo papiro como fuente de papel gracias a lo cual se promovió la extensión del conocimiento escrito. Así, poco a poco, también fue utilizándose el cáñamo para registrar todos los hechos históricos reseñables, sustituyendo, en este caso, a las viejas pastillas de arcilla y al carísimo papel de seda.

Alrededor del año 2.000 a. C., agricultores del litoral llevaron la marihuana de China a Corea. Más tarde llegó a la India entre los años 2000 y 1000 a. C., justo en la época en la que aquella región era invadida por los arios, un grupo que hablaba una antigua lengua indoeuropea. Ellos llamaron al cáñamo "bhang". En la India, la religión aria creció gracias a la tradición oral y fue recopilada en cuatro "Vedas", o libros de conocimiento escritos entre el 1400 y el 1000 a. C. Adoraban a los espíritus de plantas y animales, desempeñando la marihuana un papel muy activo en sus rituales. Exactamente igual que sucedió en China, los indios también mantuvieron un largo historial de uso del cáñamo tanto para confección como para medicina.

El uso del cáñamo en el antiguo Egipto está documentado desde el año 2000 a. C., habiéndose encontrado papiros que tratan sobre plantas medicinales en los que aparece el cáñamo. Primero fue documentado en Kemet (antiguo Egipto) para tratar los ojos doloridos y las cataratas. Según Diodoro Sícolo, un historiador griego nacido en Sicilia, las mujeres egipcias usaban el cáñamo como una medicación para aminorar el dolor y los humores dañinos. También se halló polen de cáñamo, datado en el año 1213 a. C. sobre la momia de Ramsés II. Investigaciones posteriores han demostrado la presencia de polen de cáñamo junto a todas las momias reales. 

La marihuana fue introducida en Oriente Medio entre los años 2.000 y 1.400 a. C. donde, probablemente, fue utilizada por los Escitas, una tribu nómada indoeuropea. Su uso médico en Oriente Medio está registrado en el año 700 a. C. en el "Venidad", un antiguo texto religioso persa escrito, casi con toda seguridad, por Zoroastro.

Los Escitas fueron quienes trajeron el cáñamo a Europa, desde el Macizo de Altái hasta Alemania, hace unos 2.800 años. Los Griegos lo mencionan en el año 200 a. C. como remedio contra el dolor de oídos, el edema y la inflamación. Desde allí la marihuana pasó a Gran Bretaña gracias a las invasiones anglosajonas del siglo V.

Los españoles llevaron la marihuana a América a mediados de la década de 1500 y los ingleses la introdujeron en Jamestown en 1611, donde se convirtió en un cultivo muy popular y comercial junto al del tabaco.

En 1799, Napoleón introdujo la marihuana en Francia desde Egipto donde fue investigada debido a sus cualidades sedantes para apaciguar el dolor.

Finalmente, el cannabis llegó a Estados Unidos a principios del siglo XX, procediendo del sudoeste de México, traído por los inmigrantes huidos del país durante la Revolución mexicana de 1.910-1.911. Fue a principios de la década de 1.900 cuando comenzó a prohibirse el uso de la marihuana por medio de una serie de leyes estatales y locales. Años después, una ley federal llamada Marijuana Tax Act prohibió definitivamente su uso y venta en 1.937. Hasta su ilegalización en 1.937 en Estados Unidos (y en 1.928 en el Reino Unido), el cánnabis disfrutó de 5.000 años de libertad como planta terapéutica.

En la actualidad, el gobierno federal estadounidense clasifica en la misma lista de sustancias prohibidas a la marihuana, la heroína, el LSD y el éxtasis. Sin embargo,en los últimos años, el apoyo a la marihuana ha aumentado a nivel nacional en Estados Unidos con su legalización a nivel terapéutico en 32 de sus estados. Además, algunas naciones, como sucede en los Países Bajos, han despenalizado la posesión de marihuana en cafeterías. En el año 2001, Portugal se convirtió en el primer país europeo en suprimir, oficialmente, las penas criminales por posesión personal de medicinas, incluyendo la marihuana entre ellas. En la última década, un gran número de estudios científicos han probado los beneficios médicos del consumo de marihuana confirmando, así, lo que nuestros ancestros ya sabían hace miles de años.

J. M. S.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

El origen de El Dorado

No hay comentarios

El origen de El Dorado

El término "El Dorado" se aplicó a casi todas las creaciones fantásticas, inventadas por los nativos americanos o imaginadas por los propios españoles. 

No se sabe cómo y dónde surgió la leyenda de El Dorado, que ha llegado hasta nuestros días como una ciudad mítica donde todo, desde sus calles hasta sus edificios, estaría hecho de oro. Parece que los primeros conquistadores españoles se sorprendieron al ver el uso que los nativos americanos daban a este mineral y, queriendo afanar parte de la riqueza para ellos, decidieron preguntar a los indígenas por la procedencia de aquel metal brillante que utilizaban con la misma naturalidad que los europeos el vino de una taberna. Las respuestas obtenidas de la población nativa dieron como resultado el hallazgo de minas y sedimentos fluviales ricos en oro y plata, y así las leyendas que habían escuchado fueron extendiéndose.
 
Se cree que la historia que dio origen a El Dorado procede de los muiscas, también llamados Chibchas; expertos en fundición de metales que habitaban la zona del altiplano colombiano entre los ríos Bogota y Sogamoso. 
 
Fueron derrotados y sometidos por Jiménez de Quesada en el año 1538. Fueron ellos quienes les contaron la existencia de un cacique que gobernaba cerca del Bogotá y que tenía la costumbre de cubrir su cuerpo desnudo con polvo de oro durante los festivales o las celebraciones religiosas. 
 
Tras esto, el cacique se sumergía en la laguna Guaravita para purificarse mientras sus seguidores le ofrecían ricos presentes que eran arrojados a esa misma laguna.
 
Así, con una información tan confusa como improbable, comenzó la búsqueda de El Dorado refiriéndose a un hombre, no a una ciudad. Los españoles querían encontrar a este cacique para, probablemente, arrebatarle las minas de las que extraía su riqueza y recuperar los presentes que habían sido arrojados al lago. La primera expedición en busca de El Dorado tuvo lugar en 1540, comandada por Sebastián de Belacázar y que, naturalmente, terminó en fracaso. Desde ese momento, los españoles aceleraron su exploración de la zona conforme la leyenda se extendía y portugueses e ingleses comenzaban a interesarse en la región. Al final, esta popularización de la historia de El Dorado provocó un efecto bola de nieve que hizo que de un hombre se pasase a hablar de toda una ciudad. 

Desde ese momento, la búsqueda de El Dorado se extendió a los valles del Amazonas y el Orinoco y la ciudad empezó a formar parte de mapas de españoles y portugueses que lo situaban en distintos lugares de las actuales Venezuela, Brasil y las Guayanas. Exploradores como Gonzalo Pizarro, Francisco de Orellana, Walter Raleigh o Pêre Coelho de Sousa asociaron a El Dorado con otras ciudades (Omagua y Manoa) pero nunca pudieron encontrarlo. Una de las últimas expediciones en busca de la ciudad áurea tuvo lugar en 1773 a cargo del por entonces gobernador de la Guayana.
 
Todo apunta a que El Dorado siempre fue una leyenda, en parte acrecentada por las ansias de riqueza de los europeos que interpretaron las historias de los indígenas a placer. En cualquier caso, ha pasado a formar parte de la cultura popular y se ha convertido en un término utilizado para referirse a cualquier lugar en el que uno pueda hacer fortuna rápidamente. El Dorado da nombre a varias ciudades latinoamericanas y a un condado de California, en los Estados Unidos. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Isaac Peral, el militar español que inventó el submarino eléctrico

No hay comentarios

Isaac Peral, el militar español que inventó el submarino eléctrico

El 1 de junio de 1895 nació en Cartagena, Murcia, Isaac Peral, el inventor del submarino eléctrico. Considerado un pionero de la navegación subacuática, Peral fue un genial inventor, pero también un hombre perseguido por la fatalidad.

A finales del siglo XIX nació un pionero de la navegación bajo el mar en la murciana ciudad de Cartagena. Isaac Peral ha pasado a la historia gracias a la invención del submarino propulsado por baterías, una gran innovación para su época y que abriría las puertas al futuro de estas naves subacuáticas.

Siguiendo la tradición familiar, Isaac ingresó en la Armada en 1866 y allí adquirió una amplia formación técnica que le permitió alcanzar diversos cargos en el Observatorio Astronómico de San Fernando, la Comisión Hidrográfica y la nueva Escuela de la Armada, donde fue profesor de Física y Química.
 
Durante su juventud, Isaac viajó alrededor del mundo a bordo de la corbeta Villa de Bilbao, la urca Santa María –una urca es un barco similar a una fragata– y la fragata Almansa. En sus viajes anotaba sus observaciones en un diario personal. Durante una parada en Filipinas, Peral cayó gravemente enfermo cuando un barbero le cortó por accidente una verruga que tenía en la sien. A pesar de que la herida parecía insignificante, al final se complicó tanto y era tan difícil de curar que se vio obligado a llevar constantemente una venda que le cubriera la cabeza.
 
En Filipinas, un barbero cortó a Peral por accidente una verruga en la sien, y a causa de la gravedad de la herida fue enviado de regreso a España

La invención del submarino

A causa de este problema de salud, Peral fue trasladado a España y destinado a Cádiz en la nueva Escuela Naval de Ampliación de Estudios de la Armada. Allí encontró el tiempo necesario para planificar la construcción de un submarino con batería eléctrica y con el poder de disparar torpedos sin necesidad de salir a la superficie, lo que en teoría lo convertiría en invencible. Los planos de la nave no se hicieron públicos hasta que España estuvo a punto de entrar en guerra con Alemania en 1885 a causa de la invasión germana de las islas Carolinas (situadas en el océano Pacífico). Este incidente aceleró la construcción del sumergible y contó con el apoyo del ministro de Marina, el vicealmirante Pérez y Lobo. 

El inventor viajó al extranjero para conseguir el material necesario: aparatos ópticos en París, accesorios y torpedos en Berlín, acumuladores en Bruselas...
Peral recibió un primer presupuesto de 5.000 pesetas y se ocupó personalmente de viajar al extranjero para adquirir los materiales necesarios para su fabricación y que no encontraba en España:aparatos ópticos en París, accesorios y torpedos en Berlín, acumuladores en Bruselas, y aceros, motores eléctricos, hélices y tubos lanzatorpedos en Londres. 

El proyecto estaba clasificado como de alto secreto militar por parte del ministro de Marina, pero, de forma inverosímil, fue descubierto por otros países que, en defensa de sus propios intereses –y con la inestimable ayuda de la exasperante burocracia española– lograron retrasar e incluso a boicotear el proyecto hasta en cuatro ocasiones.
 
Submarino original que construyó, exhibido en Cartagena

Del éxito al desprestigio


Por fin, el 8 de septiembre de 1888, con una eslora de 21 metros, el submarino de Isaac Peral fue botado en La Carraca, un centro militar para la construcción y reparación de buques en San Fernando. Pero las pruebas oficiales no empezaron hasta febrero de 1889.
 
El 7 de agosto de 1889, el submarino permaneció una hora en inmersión en alta mar, y, días después, Peral decidió hacer una prueba de disparo. Con el submarino sumergido decidió disparar a unas rocas que se encontraban a 300 metros de distancia y, como guiado por un imán, el torpedo dio en el blanco.
 
El 7 de agosto de 1889, el submarino de Peral permaneció una hora en inmersión y logró un gran éxito en la prueba de tiro
En 1890, el submarino de Peral fue capaz de navegar nueve kilómetros a diez metros de profundidad y participar en un simulacro contra el acorazado Cristóbal Colón, en el que obtuvo un éxito razonable en las maniobras diurnas y un rotundo triunfo en las nocturnas.

A pesar de ello, el 18 de agosto de 1890, y aunque los informes por parte de la Junta de Valoración fueron buenos, el beneplácito para mejorar el prototipo por parte de la Armada y del Gobierno español nunca llegó.
 

Una campaña contra Isaac Peral

Tal vez oscuros intereses que no se llegaron a conocer motivaron que se denegara el permiso para la construcción de submarinos a gran escala. Unos submarinos con los que quizá la guerra entre España y Estados Unidos hubiera podido dar un giro, y tal vez se hubiera podido evitar la pérdida de muchas vidas y barcos, e, incluso, la pérdida de las colonias de ultramar (Cuba y Filipinas). A partir de entonces empezó una campaña de desprestigio contra Isaac Peral, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar ante la opinión pública la verdad de lo sucedido.

A pesar de los informes favorables de la Junta de Valoración, el beneplácito del Gobierno y de la Armada para mejorar el prototipo nunca llegó
 
Ya como civil, y con un renovado empuje, Peral dedicó todos sus esfuerzos al campo en el que siempre logró sus mayores éxitos: el aprovechamiento de la energía eléctrica, y fundó junto al marqués de Salinas la Compañía Termoeléctrica de Manzanares, en Ciudad Real. 
 
El 4 de mayo de 1895, Peral se trasladó a Berlín para ser operado de un cáncer de piel, pero una vez más la tragedia se cebó en él. Un descuido en las curas le hizo contraer una meningitis que acabó con su vida el 22 de mayo de 1895. El 11 de noviembre de 1911, los restos mortales del inventor fueron trasladados desde el cementerio de la Almudena, en Madrid, al cementerio de Los Remedios de Cartagena, su ciudad natal, donde descansan desde entonces. 



J. M. S.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Constitución española de 1812

No hay comentarios

Constitución española de 1812

La Constitución Política de la Monarquía Española, más conocida como Constitución española de 1812 o Constitución de Cádiz, conocida popularmente como la Pepa,​ fue promulgada por las Cortes Generales españolas reunidas extraordinariamente en Cádiz el 19 de marzo de 1812. Se le ha otorgado una gran importancia histórica por tratarse de la primera Constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo.  

Oficialmente estuvo en vigor solo dos años, desde su promulgación hasta su derogación en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España de Fernando VII. Sin embargo, apenas si entró en vigor de facto, puesto que en su período de gestación buena parte de España se encontraba en manos del gobierno afrancesado de José I Bonaparte, otra en mano de juntas interinas más preocupadas en organizar su oposición a José I y el resto de los territorios de la Corona española, los virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra de Independencia. Posteriormente se volvió a aplicar desde el 8 de marzo de 1820, cuando en Madrid, Fernando VII es obligado a jurar la Constitución española de 1812, estando vigente durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. 
 
Facsímil conservado en el Senado de España.
La Constitución establecía la soberanía en la Nación ya no en el rey, la monarquía constitucional, la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey, el sufragio universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones, por lo que «no incorporó una tabla de derechos y libertades, pero sí recogió algunos derechos dispersos en su articulado». Además, confirmaba la ciudadanía española para todos los nacidos en cualquier territorio de la corona española, prácticamente fundando un solo país junto a las provincias americanas, africanas y asiáticas.
 
Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico, prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión, y el rey lo seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución».​ Del mismo modo, este texto constitucional no contempló el reconocimiento de ningún derecho para las mujeres, ni siquiera el de ciudadanía (la palabra «mujer» misma aparece escrita una sola vez, en una cita accesoria dentro del artículo veintidós), aunque con ello estaban en plena sintonía con la mayoría de la sociedad hispana y europea del momento. Con todo, se le reconoce, en gran estima, su carácter liberal, su afán en la defensa de los derechos individuales, su posicionamiento en querer modificar caducas instituciones propias del Antiguo Régimen, y en general, de recoger medidas regeneradoras enfocadas, con espíritu idealista, en mejorar la sociedad. 

Historia 

La Constitución de 1812 se publicó hasta tres veces en España 1812, 1820 y 1836, se convirtió en el hito democrático en la primera mitad el siglo XIX, transcendió a varias constituciones europeas e impactó en los orígenes constitucionales y parlamentarios de la mayor parte de los estados americanos durante y tras su independencia. La Constitución de Cádiz de 1812 provocó limitar el poder de la monarquía, la abolición del feudalismo, la igualdad entre peninsulares y americanos y finalizó la inquisición.

Sin embargo, la mayor parte de las investigaciones dedicadas a su estudio omiten o minusvaloran la influencia que la revolución liberal y burguesa española tuvo al transformar el imperio español en provincias de un nuevo Estado, y convertir en nuevos ciudadanos a los antiguos súbditos del absolutismo, y que incluía en su definición de ciudadanos españoles no solo a los europeos, o sus descendientes americanos, sino también a las castas y a los indígenas de los territorios de América, lo que se tradujo, en tercer lugar, en su trascendencia para las nacientes legislaciones americanas.

Las Cortes abrieron sus puertas el 24 de septiembre de 1810 en el teatro de comedias de la villa de la Isla de León, actual San Fernando, para posteriormente trasladarse al oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad de Cádiz. Allí se reunían los diputados electos por el decreto de febrero de 1810, que había convocado elecciones tanto en la península como en los territorios americanos y asiáticos. A estos se les unieron los suplentes elegidos en el mismo Cádiz para cubrir la representación de aquellas provincias de la monarquía ocupadas por las tropas francesas o por los movimientos insurgentes americanos. Las Cortes, por tanto, estuvieron compuestas por algo más de trescientos diputados, de los cuales cerca de sesenta fueron americanos. Sus principios eran la soberanía nacional, la igualdad ante la ley y la defensa de la propiedad privada. 


Un mismo estado para ambos hemisferios en el siglo XIX

En los primeros días, hubo propuestas americanas encaminadas a abolir el entramado virreinal y sentar las bases de un mercado nacional con dimensiones hispánicas que abarcaran también a los territorios de América, con disminución de aranceles a los productos americanos, apertura de más puertos coloniales para el comercio, etcétera. Un proyecto anterior en un siglo a la Commonwealth de Gran Bretaña. Los decretos gaditanos tuvieron una amplia repercusión y trascendencia durante las décadas posteriores, tanto en la península como en América.

La Constitución se juró en América, y su legado es notorio en la mayor parte de las repúblicas que se independizaron entre 1820 y 1830. Y no solo porque les sirvió como modelo constitucional sino, también, porque esta Constitución estaba pensada, ideada y redactada por representantes americanos como un proyecto global hispánico y revolucionario. Parlamentarios como el mexicano Miguel Ramos Arizpe, el chileno Fernández de Leiva, el peruano Vicente Morales Duárez, el ecuatoriano José Mejía Lequerica, entre otros, en los años posteriores se convirtieron en influyentes forjadores de las constituciones nacionales de sus respectivas repúblicas. 

Portada de la edición original de la Constitución
Sin duda, a ello contribuyó la fluida comunicación entre América y la península, y viceversa: cartas privadas, decretos, diarios, periódicos, el propio Diario de Sesiones de Cortes, panfletos, hojas volantes, correspondencia mercantil, literatura, obras de teatro, canciones patrióticas, etcétera, que a bordo de navíos españoles, ingleses o neutrales informaban sobre los acontecimientos ocurridos en uno y otro continente. Hubo ideas, pero también hubo acción, dado que se convocaron procesos electorales municipales, provinciales y a Cortes, y se verificaron las elecciones, lo cual provocó una intensa politización en ambos espacios. 

Asimismo, el envío de numerario por parte de consulados de comercio, dueños de minas, hacendados, recaudaciones patrióticas, etcétera, al Gobierno peninsular fue constante, e imprescindible para pagar la intervención de los ingleses, así como el armamento de las partidas guerrilleras tras la derrota del ejército español en la batalla de Ocaña, el 19 de noviembre de 1809. 
 
Es importante insistir en que estas medidas contaban con el respaldo de la mayor parte de la burguesía criolla americana, partidaria de los cambios autonomistas y no necesariamente de una independencia que implicase la ruptura completa con la Monarquía. 

Código hispano

El producto de este intento de revolución fue una constitución con caracteres nítidamente hispanos. Los debates constitucionales comenzaron el 25 de agosto de 1811 y terminaron a finales de enero de 1812. La discusión se desarrolló en pleno asedio de Cádiz por las tropas francesas, una ciudad bombardeada, superpoblada con refugiados de toda España y con una epidemia de fiebre amarilla. El heroísmo de sus habitantes queda para la historia.

La redacción del artículo 1 constituye un claro ejemplo de la importancia que para el progreso español tuvo América. Fue el primero, y por ello, el más importante. Este es su famoso texto:

La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferio 
La construcción queda definida desde parámetros hispanos. La revolución iniciada en 1808 adquiría, en 1812, otros caracteres especiales que los puramente peninsulares. Aludía a unas dimensiones geográficas que compondrían España, la americana, la asiática y la peninsular. La Nación española quedaba constitucionalmente definida.

Derechos y colonias

La cuestión americana estaba planteada, por tanto, desde el primer artículo. El Estado liberal tenía parámetros ultraoceánicos. La problemática de su realización se evidenció en la discusión de la redacción de los artículos 10 y 11. Por el primero se estableció entre americanos y peninsulares un primer acuerdo para organizar en provincias el nuevo Estado. Es notorio que esta primera redacción contó con el rechazo de los americanos, disconformes con la manifiesta diferencia numérica a favor de las provincias peninsulares frente a las americanas (que equivalían aproximadamente a cada Virreinato o Capitanía General, mientras que las provincias peninsulares se identificaban con los reinos históricos de España).

Esto se convertiría en una cuestión política, ya que los americanos reclamaban un mayor número de provincias y una organización del Estado que se aproximase al federalismo. El artículo 11 solventó coyunturalmente el problema: tras un intenso debate, se decidió retrasar la estructura definitiva del Estado para una posterior ley, cuando las «circunstancias de la nación» —la urgencia en la metrópoli de combatir la invasión francesa, la urgencia americana de luchar con la insurgencia— garantizaran una discusión sosegada. La Cámara reconocía en la práctica su incapacidad para definir los territorios de su Estado. Y este problema sobrevenía, insistamos, por la incorporación de América como un conjunto de provincias en igualdad de derechos y de representación en el Estado nacional hispano.

Otros artículos fueron especialmente significativos, como el 18 y el 29. En el primero se decía que «Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios», y en el segundo, al explicitar el art. 28 («La base para la representación nacional es la misma en ambos hemisferios»), se dice que «Esta base es la población compuesta de los naturales que por ambas líneas sean originarios de los dominios españoles, y de aquellos que hayan obtenido de las Cortes carta de ciudadano, como también de los comprendidos en el art. 21».

Nación española en ambos hemisferios según la Constitución de 1812.
De especial trascendencia fueron los artículos constitucionales referidos a ayuntamientos y diputaciones provinciales, en cuya redacción la comisión adoptó la Memoria presentada por Miguel Ramos de Arizpe, diputado por Coahuila, para la organización y gobierno político de las Provincias Internas del Oriente de Nueva España. Fue de vital importancia para desentrañar un aspecto importante del proceso revolucionario de la península y América, como fue, a partir de sanción constitucional, la creación de ayuntamientos en todas las poblaciones que tuvieran al menos 1000 habitantes. La propuesta provino del propio Miguel Ramos de Arizpe. Esto provocó una explosión de ayuntamientos en la península y, especialmente, en América, al procederse, tras la aprobación de la Constitución, a convocar elecciones municipales mediante sufragio universal indirecto y masculino. Eso constituiría un aspecto clave para la consolidación de un poder local criollo y un ataque directo a los derechos jurisdiccionales, privilegiados, de la aristocracia, aspecto fundamental para acabar con el régimen señorial en la península y con el colonial en América. Ese respaldo americano a la Constitución se articuló a través de su promulgación por autoridades locales y vecinos en cabildos abiertos, en cuya conmemoración proliferaron plazas y monumentos dedicados a la Constitución por todo el continente americano. Sin embargo, tras el vuelco absolutista de Fernando VII en 1814, fueron destruidos la mayoría de ellos, y con los procesos de independencia en Iberoamérica tan sólo han quedado algunas plazas caso de Montevideo y el Zócalo de la Ciudad de México y un par de monumentos documentados: el de Ciudad de San Agustín de la Florida Oriental, y Comayagua en Honduras.
 

Consecuencias de su abolición 

La revolución iniciada en Cádiz suscitó la contrarrevolución fernandina. El 4 de mayo de 1814 el recién restaurado rey Fernando VII decretó la disolución de las Cortes, la derogación de la Constitución y la detención de los diputados liberales, entre los que se encontraba el diputado Ramón Olaguer Feliú. Comenzaba el regreso del absolutismo. El día 10 el general Eguía tomó Madrid militarmente proclamando a Fernando como rey absoluto. Previamente, se había gestado todo un clima de bienvenida popular.

Fernando VII se opone a los decretos y a la constitución de las Cortes de Cádiz porque significan el paso de un Estado absolutista a uno constitucional. Es obvio, pero también hay que subrayarlo con énfasis, porque tras los decretos de igualdad de derechos y de representación, tras una constitución para «ambos hemisferios», y tras decretar la constitución de un Estado nacional en el cual los territorios americanos se integraban como provincias, la Corona perdía no solo su privilegio absoluto sobre el resto de individuos, sino las rentas de todo el continente americano que pasaban directamente a poder del aparato administrativo estatal y no del monarca, al establecer el nuevo Estado nacional una sustancial diferencia entre la «hacienda de la nación» y la hacienda real. No podría consentirlo Fernando VII. 
 
Por otra parte, la representación política y la igualdad de derechos de los americanos se tradujo en una reivindicación de soberanía que colisionaba con la nacional, al estar ésta concebida por los liberales peninsulares como única, central y soberana. El conflicto se estableció no solo entre un rey absoluto y la soberanía nacional y sus instituciones y representantes sino también entre una concepción centralista del Estado (basada en el gobierno de Madrid) y una descentralizada. Nada nuevo en el universo de las revoluciones burguesas, podría concluirse, pero la cuestión es que no era, estrictamente, sólo una revolución española, si se precisan no solo la nacionalidad sino también los territorios del Estado en cuestión. 

Derogación de la Constitución de 1812 por Fernando VII
Hasta la década de 1820, la mayor parte del criollismo era autonomista, no independentista. Podía asumir una condición nacional española, pero a cambio de un autonomismo en América para todas las cuestiones de política interna, lo que implicaba la descentralización política y las libertades económicas. Para lograr sus pretensiones, los americanos planteaban una división de la soberanía a tres niveles: la nacional, representada en las Cortes; la provincial, depositada en las diputaciones; y la municipal, que residía en los ayuntamientos. Esta triple división de la soberanía, combatida por los liberales peninsulares, se legitimaba en los procesos electorales. Con estas propuestas, el autonomismo americano estaba planteando un Estado nacional no solo con caracteres hispanos, sino también desde concepciones federales. 
 
Los americanos depositaron toda la organización del Estado en la capacidad representativa y administrativa de las diputaciones provinciales como instituciones capaces de canalizar, administrar y recaudar las pretensiones y necesidades del criollismo de cada provincia. Esto provocó una doble reacción: por una parte el rey se opuso al federalismo, dado que los Estados que eran federales o confederales tenían la república como forma de Estado: los Estados Unidos de América y Suiza. Pero además, federalismo era sinónimo, en aquellos momentos, de democracia, asociada a elementos de disolución del Estado absolutista, y por ende tachados de «anárquicos». En segundo lugar, la propuesta federal de los americanos provocó una reacción cada vez más centralista entre los liberales peninsulares, que insistían en que la soberanía nacional (al ser indivisible) no podía delegarse en modo alguno en diputaciones provinciales y la maquinaria administrativa debería ser manejada sólo desde la península. 

Tras la década absolutista, frustrada la opción autonomista gaditana, el nacionalismo ultramarino optó por la insurrección armada, lo que condicionó la situación final revolucionaria española hasta el triunfo de las independencias continentales americanas en 1825. 
 

La Constitución de Cádiz en el Reino de las Dos Sicilias 

La Constitución de Cádiz, traducida al italiano y con algunas pequeñas modificaciones, fue puesta en vigencia como primera Constitución del Reino de Sicilia el 12 de julio de 1812 por decisión del parlamento siciliano y, después, con la Constitución del Reino de las Dos Sicilias por decisión del parlamento de ese país el 9 de diciembre de 1820 y sancionada por el rey Fernando I, con el siguiente preámbulo:

«En consecuencia de los actos del 7 y el 22 de julio de 1820, con los cuales fue adoptada la Constitución Política de la Monarquía Española con las modificaciones... que la representación nacional constitucionalmente convocada juzgó proponer para adaptarla a las circunstancias particulares del reino de las dos Sicilias, el parlamento nacional habiéndose ocupado de ello con el más maduro y escrupuloso examen; y habiendo indagado todo aquello que es necesario para satisfacer al gran objeto de promover la gloria, la prosperidad y el bien de toda la nación; decreta modificada, como sigue, la Constitución política para el buen gobierno y la recta administración del estado.»
Constitución del Reino de las Dos Sicilias de 1820



J. M. S.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Genocidio de Ruanda: la historia de los hutus y los tutsis

No hay comentarios

Genocidio de Ruanda: la historia de los hutus y los tutsis

Dicen que hay que tener presentes las atrocidades cometidas por la humanidad para evitar que estas vuelvan a repetirse. Por ello, el día 7 de abril es un Día de Reflexión sobre el Genocidio de Ruanda en 1994. 

Historia de Ruanda: los hutus y los tutsis

En 1994, más de 7 millones de personas vivían en Ruanda divididas en tres grupos étnicos: hutus, que suponían la gran mayoría de la población, tutsis y twa.

Antes de la era colonial, los tutsis ocupaban el más alto estrato en el sistema social y los hutus el más bajo, pero eso llegó a invertirse en el s. XIX. Tras la I Guerra Mundial, Ruanda pasó a pertenecer a Bélgica y, con la descolonización de los años 50, las tensiones aumentaron y comenzaron los conflictos étnicos entre hutus y tutsis.

Ruanda, con ocho millones de habitantes, se convirtió en una inmensa fosa común
En 1959, cientos de tutsis fueron asesinados. Cuando Ruanda consiguió la independencia, miles de tutsis pidieron refugio en los países vecinos. Desde allí, los tutsis comenzaron a organizarse y prepararon un ataque contra los hutus y el gobierno, asesinando a numerosos civiles y creando nuevas oleadas de refugiados. Al final de los años 80, casi medio millón de ruandeses estaban refugiados en Burundi, Uganda, Zaire y Tanzania.
 
En 1988, fundan en Uganda el Frente Patriótico Ruandés (FPR), compuesto principalmente por tutsis exiliados que habían participado en la resistencia. En 1990, el FPR lanzó el mayor ataque a Ruanda desde Uganda. Los tutsis que vivían en Ruanda fueron tratados como traidores y cómplices de lo sucedido. En 1993, ambos países firman los acuerdos de paz de Arusha y se crea un gobierno de transición compuesto por hutus y tutsis. 

El genocidio de Ruanda de 1994 

El 6 de abril de 1994, la muerte del presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, da comienzo a semanas de intensas masacres. Se estima que 1 millón de personas fueron asesinadas en lo que se conoce como el genocidio de Ruanda, y alrededor de 200.000 mujeres fueron violadas.

El 7 de abril, la primera ministra Agathe Uwilingiyimana y los soldados belgas de las fuerzas de la ONU que la custodiaban fueron asesinados brutalmente por los soldados del gobierno.
 
Después de la masacre de sus tropas, Bélgica retiró al resto de sus fuerzas, seguida por otros países, lo que llevaría a que el 21 de abril la UNAMIR (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda) se viera obligada a reducir sus efectivos. 

La ausencia de una reconciliación entre los distintos partidos de Ruanda y la falta de respuesta de la comunidad internacional hicieron que la tragedia se volviera aún más compleja. La capacidad de la ONU de reducir el sufrimiento humano en Ruanda se vio severamente constreñida por la negativa de los Estados Miembros a responder con tropas adicionales.
 
El 22 de junio, el Consejo de Seguridad autorizó a las fuerzas francesas a enviar una misión humanitaria, llamada la Operación Turquesa, que salvaría a cientos de civiles en el suroeste de Ruanda. En otras áreas, los asesinatos siguieron hasta el 4 de julio, cuando el FPR tomó el control militar de todo el país. 

Burundi, 20 años después del genocidio de Ruanda 

Años más tarde, las luchas entre hutus y tutsis que provocaron el genocidio de Ruanda han dado lugar a conflictos armados activos a día de hoy.

Los conflictos étnicos se extendieron hasta países vecinos como la República Democrática del Congo y Burundi, de donde han tenido que huir más de 400.000 refugiados, más de 85.000 hoy refugiados en Ruanda.
 
 
J. M. S.

No hay comentarios :

Publicar un comentario