Batalla de Villanueva de Barcarrota

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Batalla de Villanueva de Barcarrota

La batalla de Villanueva de Barcarrota fue un combate librado en 1336 en las cercanías del municipio extremeño de Villanueva de Barcarrota entre las tropas del reino de Portugal, comandadas por Pedro Alfonso de Sousa, y las tropas de la corona de Castilla, comandadas por Enrique Enríquez el Mozo, que dirigía la mesnada del Obispado de Jaén, y por Juan Alonso Pérez de Guzmán y Pedro Ponce de León el Viejo, que se hallaban al frente de la mesnada del concejo de la ciudad de Sevilla.

En la batalla fueron derrotadas las tropas del reino de Portugal y, como consecuencia, Alfonso IV de Portugal, que se hallaba sitiando la ciudad de Badajoz, ordenó el levantamiento del asedio y regresó junto con sus tropas a Portugal. La batalla de Villanueva de Barcarrota tuvo lugar en el contexto de la guerra luso-castellana que comenzó en 1336 y que enfrentó al rey Alfonso IV de Portugal y a sus aliados, don Juan Manuel y Juan Núñez III de Lara, con Alfonso XI de Castilla.

Antecedentes

En 1335 surgió un conflicto entre Don Juan Manuel y Alfonso XI, rey de Castilla, en el que se vio involucrado Juan Núñez III de Lara, señor de Lara y Vizcaya. Algunos años antes se había concertado el matrimonio de Constanza Manuel de Villena, hija de Don Juan Manuel, con el infante Pedro de Portugal, hijo de Alfonso IV de Portugal. No obstante, a dicho enlace se oponían los reyes de Castilla y Aragón, pues el infante Pedro de Portugal se hallaba comprometido con Blanca de Castilla, hija del difunto infante Pedro y de María de Aragón.

Retrato que se supone representa a
Don Juan Manuel,
nieto del rey Fernando III de Castilla.
Pero, debido a una enfermedad que aquejaba a Blanca, ni Alfonso IV de Portugal, ni su hijo Pedro deseaban que se celebrase ese matrimonio. Por ello, el rey de Portugal se alió con el Príncipe de Villena, con Pedro Fernández de Castro, con Juan Núñez III de Lara y con Juan Alfonso de Alburquerque, a fin de conseguir que la hija de Don Juan Manuel pudiera ser llevada a Portugal, y al mismo tiempo, todos ellos se comprometieron a hacer la guerra al rey Alfonso XI si no rompía su relación con Leonor de Guzmán, pues con ello ofendía a su legítima esposa, María de Portugal, si no restituía a María Díaz de Haro las posesiones que habían pertenecido a su padre y abuelos, o si atacaba las tierras de cualquiera de ellos, pero Alfonso XI consiguió apartar de la conjura a Pedro Fernández de Castro y a Juan Alfonso de Alburquerque.

En junio de 1336, el rey Alfonso XI de Castilla sitió la localidad de Lerma, donde se hallaba Juan Núñez III de Lara, al tiempo que otros ejércitos suyos sitiaban Torrelobatón, Busto y Villafranca, ordenando además a los Maestres de las Órdenes de Santiago y Calatrava que se pusiesen a la vista del castillo de Peñafiel con sus tropas, donde se hallaba don Juan Manuel, a fin de impedir que éste socorriese a sus aliado, Juan Núñez III de Lara. Pedro Fernández de Castro, señor de la Casa de Castro, cumpliendo la palabra dada al rey de ayudarle en su lucha contra Don Juan Manuel, se dirigió con sus tropas a Peñafiel, donde se hallaba este último, y le retó a combatir, aunque Don Juan Manuel se negó a combatir y a abandonar la seguridad que le ofrecía la fortaleza en la que se hallaba. En vista de la situación, Pedro Fernández de Castro se dirigió a Lerma, que el monarca castellano continuaba sitiando.

La villa de Torrelobatón capituló pronto ante las tropas del rey, imponiéndosele la condición de que nunca volviese a poder de Juan Núñez III de Lara, quien durante el cerco de la localidad de Lerma, en la que él se hallaba, rompió de nuevo su relación de vasallaje con el rey. De igual modo obró Alfonso Téllez de Haro, señor de los Cameros, quien comenzó a llamar al infante Pedro, hijo y heredero de Alfonso XI, rey de Castilla.

La villa de Torrelobatón capituló pronto ante las tropas del rey, imponiéndosele la condición de que nunca volviese a poder de Juan Núñez III de Lara, quien durante el cerco de la localidad de Lerma, en la que él se hallaba, rompió de nuevo su relación de vasallaje con el rey. De igual modo obró Alfonso Téllez de Haro, señor de los Cameros, quien comenzó a llamar al infante Pedro, hijo y heredero de Alfonso XI, rey de Castilla.

Al sitio de Lerma acudieron entonces Pedro Fernández de Castro y Juan Alfonso de Haro con tropas a sus órdenes, haciéndose con ello la situación de los sitiados más dificultosa. Alfonso IV de Portugal, «el Bravo», aliado de Juan Núñez III de Lara y de Don Juan Manuel, amenazó al rey de Castilla y León con declararle la guerra si no levantaba el asedio, al tiempo que Don Juan Manuel, valiéndose de su poder político, solicitaba al rey Pedro IV de Aragón que socorriese a los sitiados en Lerma, sin conseguir que el soberano aragonés se involucrase en el conflicto, a pesar de una carta en la que Don Juan Manuel recordaba al rey de Aragón todos los agravios que habían padecido él mismo, Juana Núñez de Lara, y su hijo, Juan Núñez III de Lara, por parte del monarca castellano-leonés.

Sitio de Badajoz

Cuando el rey de Portugal tuvo conocimiento de que Alfonso XI se negaba a levantar el asedio de Lerma, invadió con sus tropas la corona de Castilla y puso sitio a la ciudad de Badajoz, confiando en que con ello obligaría al monarca castellano a levantar el asedio de Lerma. Sin embargo, Alfonso XI continuó asediando Lerma y envió mensajeros a Pedro Ponce de León el Viejo, a Alvar Pérez de Guzmán «el Viejo» y a Enrique Enríquez el Mozo, ricoshombres de Castilla, a fin de que acudiesen con sus tropas y se uniesen a Pedro Fernández de Castro, a quien el monarca castellano-leonés había ordenado que fuese a socorrer a los sitiados en Badajoz.

Vista general de la Alcazaba de Badajoz.
Al mismo tiempo, Alfonso XI de Castilla ordenó a los concejos de las ciudades de Córdoba, Sevilla, Trujillo, Plasencia, Coria y Cáceres, y a Ruy Pérez Maldonado, Maestre de la Orden de Alcántara, que uniesen sus mesnadas a las de Pedro Fernández de Castro, y que emprendiesen prontamente la marcha hacia Badajoz, a fin de socorrer a los allí sitiados. Según refiere la Crónica de Alfonso XI, la indisciplina de las tropas de Pedro Fernández de Castro fue notoria y sus hombres causaron graves daños en los lugares por los que pasaron de camino a la ciudad de Badajoz.

Cuando los ricoshombres y los concejos fueron informados de que la ciudad de Badajoz estaba siendo sitiada por los portugueses, aprestaron sus tropas y se prepararon para socorrerla, a pesar de que aún no habían recibido los mensajes que les envió el rey Alfonso XI de Castilla. Enrique Enríquez el Mozo, señor de Villalba de los Barros y bisnieto del rey Fernando III de Castilla, salió de la ciudad de Sevilla acompañado por los hombres del obispado de Jaén, y se dirigió al municipio extremeño de Villanueva de Barcarrota, situado a cuarenta y nueve kilómetros de Badajoz. Desde su llegada, Enrique Enríquez el Mozo, Caudillo mayor del obispado de Jaén, comenzó a hostigar a los portugueses, impidiendo que se abastecieran y, al mismo tiempo, comenzó a realizar incursiones en el reino de Portugal, y se apoderó de numerosos bienes, ganado y cautivos.

Batalla de Villanueva de Barcarrota

Cuando Alfonso IV de Portugal, que continuaba asediando Badajoz, tuvo conocimiento de las incursiones que Enrique Enríquez el Mozo realizaba en territorio portugués, ordenó a Pedro Alfonso de Sousa, ricohombre de su reino, que se dirigiese a Villanueva de Barcarrota, donde se hallaba Enrique Enríquez, que capturase a los castellano-leoneses que allí se hallaban, y que destruyera e incendiara el municipio.

Cuando las tropas portuguesas llegaron a la vista del municipio de Villanueva de Barcarrota, Enrique Enríquez el Mozo y sus hombres salieron del municipio con la intención de combatir, a pesar de su inferioridad numérica, pero no tuvieron oportunidad de hacerlo, ya que los portugueses instalaron su campamento en una loma cercana, y desde allí comenzaron a realizar pequeños ataques contra los castellanos, los cuales, debido a su inferioridad numérica, no se atrevieron a combatir a los portugueses.

Mientras portugueses y castellanos permanecían a la espera, las mesnadas del concejo de Sevilla, comandadas por Juan Alonso Pérez de Guzmán, señor de Sanlúcar de Barrameda, y por Pedro Ponce de León el Viejo, señor de Marchena y Bailén, llegaron a las inmediaciones de Villanueva de Barcarrota, aunque, según refiere la Crónica de Alfonso XI, al no tener conocimiento de que las tropas portuguesas se encontraban allí, no se encontraban listas para entrar en combate y, según refiere la misma crónica, un individuo que se encontraba subido a la torre de la iglesia de Villanueva de Barcarrota observó su llegada, dándose cuenta por los pendones que portaban de que eran castellano-leoneses, y fue a comunicarles la situación en la que se encontraban Enrique Enríquez el Mozo y sus hombres. Al mismo tiempo, dicho individuo comunicó a ambos comandantes que si se daban prisa en atacar a las tropas de Pedro Alfonso de Sousa, podrían derrotarlas.

Aprestadas para el combate, las tropas a las órdenes de Juan Alonso Pérez de Guzmán y de Pedro Ponce de León el Viejo se pusieron en marcha para enfrentarse a las tropas portuguesas y, cuando éstas observaron su llegada, se dieron a la fuga. Acto seguido, las tropas de Enrique Enríquez el Mozo, que se encontraban cerca de los portugueses, comenzaron a perseguirlos, antes de que las tropas de Juan Alonso Pérez de Guzmán hubiesen entrado en combate.

Vista del puente romano de Alcántara.
Comenzó entonces a ser masacrado el ejército portugués, que fue perseguido, según refiere la Crónica de Alfonso XI, a lo largo de más de diez kilómetros de distancia. Y durante dicha persecución, la infantería portuguesa fue masacrada y exterminada casi en su totalidad, muriendo también gran cantidad de caballeros portugueses a las órdenes de Pedro Alfonso de Sousa. Al anochecer, las tropas castellano-leonesas regresaron a Villanueva de Barcarrota, y llegados al municipio, los ricoshombres que las mandaban tuvieron conocimiento de que las tropas del concejo de Córdoba habían salido de su ciudad y se dirigían hacia Villanueva de Barcarrota.

Consecuencias de la batalla

Cuando Alfonso IV de Portugal, que continuaba sitiando la ciudad de Badajoz, fue informado de la derrota de las tropas portuguesas en Villanueva de Barcarrota sintió un gran pesar, pues la derrota en esa batalla venía a sumarse a las dificultades para conquistar la ciudad de Badajoz que se hallaba bien fortificada y, según relata la Crónica de Alfonso XI, se encontraba bien defendida por caballeros curtidos en la guerra, al contrario que los caballeros portugueses, que no se encontraban acostumbrados a combatir. Además, el rey de Portugal recibió mensajeros que le comunicaron que Pedro Fernández de Castro, señor de la Casa de Castro, se aproximaba con sus tropas para socorrer a los sitiados en Badajoz así como las mesnadas del concejo de la ciudad de Córdoba y de que en Villanueva de Barcarrota permanecían las tropas victoriosas de Enrique Enríquez el Mozo, de Juan Alonso Pérez de Guzmán y de Pedro Ponce de León el Viejo.

Temeroso el rey Alfonso IV de Portugal de la cantidad de fuerzas enemigas que se aproximaban a él, resolvió levantar el asedio de la ciudad de Badajoz y volver con sus tropas al reino de Portugal.

Durante su regreso a su reino, el rey Alfonso IV de Portugal atacó las tierras de Alcántara, siendo perseguido durante el trayecto por las milicias de la Orden de Alcántara, pues el soberano portugués estaba devastando sus territorios. Sin embargo, en su momento fue criticado el escaso arrojo con el que Ruy Pérez Maldonado, maestre de la Orden de Alcántara hizo frente a las tropas portuguesas, ya que, según refiere la Crónica de Alcántara:

No hauia hecho lo que deuia, pues teniendo tan y tan buena gente no llegó a pelear con el rey de Portugal.


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La Hoya (Laguardia)

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Poblado Neolítico y Celtíbero de La Hoya en Alava


El poblado de La Hoya es un importante yacimiento arqueológico protohistórico prerromano​ que se encuentra en el paraje llamado El Torreón, cerca de la localidad alavesa de Laguardia, municipio al que pertenece, en la Rioja Alavesa en el País Vasco (España). Está considerado como uno de los yacimientos de la Edad del Hierro más importantes del norte de la península ibérica y el más importante del País Vasco. El sustrato abarca un extenso período de más de mil años, desde la Edad del bronce aproximadamente 1200 años a.C. siglo XII a. C. hasta finales de la Edad del Hierro en el 250 a.C siglo II a. C., siendo uno de los núcleos de población más importantes de la etnia celtibérica de los berones.

Poblado de la Hoya en Álava
Fue descubierto en 1935 y ha sido objeto de amplios y prolongados programas de excavación, aproximadamente en el 15% de su extensión, que han aportado información sobre la evolución de esta comunidad, sus formas de vida y creencias.​ Tiene adosado un centro de interpretación en el que se explican las características del poblado y sus gentes, así como la arquitectura de las casas que se encontraban en este poblado o las tradiciones funerarias de aquella civilización.
 

Historia 

Fue descubierto de forma causal por Alejandro Sampedro Martínez en 1935 al aparecer en sus terrenos, durante las labores de la branza, muchas restos de cerámica que le dio pie a realizar una prospección en la que halló restos de un antiguo poblado. Alejandro Sampedro comunicó el hallazgo a Carlos Sáenz de Tejada y Álvaro Gortazar, quienes realizaron un primer estudio sobre el yacimiento y publicaron el primer informe del mismo. Le dieron el nombre de "La Hoya". 

En 1950 se realizó un estudio en el partición los arqueólogos Domingo Fernández Medrano, Máximo Ruiz de Gaona y Basilio Osaba. Cinco años después fue Gratiniano Nieto quien realizó excavaciones. En 1973, bajo la dirección de Armando Llanos, fue el Instituto Alavés de Arqueología realizó una importante campaña que fue continuada en 1989 obteniendo una gran cantidad de material arqueológico para estudio. Aun así, solo está excavado el 15% del yacimiento.
 
El yacimiento abarca unas cuatro hectáreas y estaba un poco más elevado, unos 2 metros, que los campos circundantes. Una muralla rodeaba todo el núcleo urbano formado por casa realizadas en adobe y con cubierta vegetal que contaban, normalmente, con tres estancias y estaban abierta a la calle, la cual estaba pavimentada. Se han localizado, además del perímetro amurallado, dos necrópolis en las cuales se depositaban los cadáveres incinerados junto a los ajuares correspondientes a los individuos fallecidos. De estos hallazgos se deduce que los guerreros eran un grupo social predominante. En el área urbana excavada se han encontrado unos 200 enterramientos de individuos menores de 5 años que eran inhumados dentro de las casa junto a los muros de las mismas. 
 
Piezas de cerámica halladas en el poblado de La Hoya.
El poblado, habitado por la tribu prerromana de los Berones, fue próspero y mantuvo un crecimiento constante que se refleja en la planificación urbanística, se reforzaron las defensas, las viviendas fueron separándose de las murallas y agrupándose en manzanas cerradas articuladas en calle pavimentadas con aceras y pasos elevados en la calzada. Sus habitantes Vivian de la agricultura y la ganadería obteniendo un rendimiento suficiente que les permitía el comercio con otras comunidades y la adquisición de productos producidos en otros lugares.
 
El suceso que marcó el final de la población fue un suceso violento que sucedió en el momento de mayor esplendor de la misma. Un ataque por algún grupo enemigo que asaltó, incendió y derrumbó la mayoría de los edificios matando a la mayor parte de la población. El hecho sucedió un día de mercado y permitió que permanecieran bajo los escombros de los edificios derruidos numerosos objetos y restos que han sido hallados en los diferentes campañas de excavaciones. Parte de los sobrevivientes intentaron la reconstrucción del poblado sin conseguir mantenerlo en el tiempo. No pasaron muchos años cuando decidieron trasladarse al cerro, mucho más elevado y fácil de defender, en el que había un manantial de agua potable, donde fundaron la localidad que daría origen a lo que hoy en día es Laguardia. Un testimonio de ello es el hallazgo del estanque celtibérico de la Barbacana, la mayor infraestructura de esas características y de esa época encontrada en Europa, que data de la Edad del Hierro. Para el siglo I el poblado de La Hoya, ya estaba abandonado puesto que no se ha encontrado ningún resto romano. 
 

La arquitectura

El poblado de La Hoya tiene elementos comunes a los asentamientos de su misma época, entre ellos la muralla defensiva que lo rodea. Esta muralla se realizó al menos en tres periodos diferentes. Se ha hallado una construcción realizada en madera, con vigas y vayas en el parte oeste y de piedra, hacia el este que se estima que es de un primer periodo del asentamiento, pero se desconoce si ambos tramos son o no de la misma época. Luego hay dos partes diferenciadas, la parte este y norte está realizado con dos muros paralelos hechos de piedra caliza cuyo espacio entre ellos se rellena de piedras y tierra. La parte oeste y norte está realizado mediante el amontonamiento de piedras, poniendo la mayores en la parte baja y las menores sobre ellas, está técnica se cree que es de influencia celta. Esta área de la muralla está bastante bien conservada. Las murallas llegan a alcanzar en algunos lugares los 3 metros de altura. En la parte sur se ha hallado una forma triangular compatible con una torre de defensa situada en la entrada principal de la población.  

Poblado de la Hoya en Álava
Se pueden distinguir dos aspectos en la estructura de poblado: uno relativo a la época celtibérica, y otro antes de su llegada. La estructura del sitio es bastante clara desde el período celtibérico, ya que es el más excavado y estudiado. El pueblo en ese momento tenía cuatro calles principales enfrentadas a los vientos, y el resto de ellas estaban dispuestas perpendicularmente o en forma de red, las otras de lado. Sin embargo, algunas calles y otras no terminan ni comienzan en el lado opuesto de la calle, sino hacia arriba o hacia abajo en el otro lado de la calle principal. Por otro lado, también había algunas piedras grandes que se podían pasar de un lado a otro sin ensuciarse. Las casas, en cambio, eran de planta cuadradas y trapezoidales, de unos 16 metros de largo y 5,50 metros de ancho. Solían tener tres habitaciones, la estructura era de madera y las paredes se contraían en barro, con una estructura interna de ramas entrelazadas sobre la cual se aplicaba el barro, o mediante ladrillos de adobe. la cubierta era vegetal.
 

La cultura

La gran cantidad de objetos recuperados en el yacimiento permiten determinar cómo Vivian los habitantes del poblado. Han aparecido muchos tipos de moldes, formas, calidades y ornamentos. En la cerámica se distinguen dos periodos diferenciados correspondientes a las piezas halladas en los diferentes extractos de las excavaciones, hay una cerámica que baja calidad realizada con arcilla oscura a la que le añaden pequeños cantos rodados para evitar que se agriete. Se modeló en tornos manuales y se coció en hornos, todo ello trabajado y pulido con cuidado y espero. Su forma es de base y cuellos estrechos con cuerpos y bocas anchas. Están adornados con motivos realizados con cuerdas o directamente con los dedos. El de un nivel superior están estar mejor elaborado en general, son vasijas pequeñas, quizás utilizadas como tazas. La técnica es más compleja, se utilizan tornos más rápidos y se realizan piezas mayores, se cuecen en mejores hornos que logran oxidar el barro. Las piezas son de su propio color, amarillo y fueron decorados con rayas negras y patrones geométricos. Han aparecido muchas vasijas y utensilios de este período: tazas, ollas, antoxinas o cajas de cerámica decoradas a modo de ataúdes, pesas textiles, bolitas de arcilla utilizadas como monedas o monedas, sacos de cuero, cuchillos, pulseras, entre otros. Muchos o la mayoría de ellos, tanto de arcilla como de metal, se hicieron allí, ya que también aparecieron moldes para trabajar el metal. 

La alimentación estaba basada en la agricultura y ganadería, comían trigo, cebada, frutas y bellotas así como carne de oveja, cabra, ganado vacuno y porcino así como venados y jabalíes. En cuanto al vestido no ha aparecido ningún resto que permita saber cómo era, hay algunas imágenes datadas en la Edad del Bronce que muestran trajes con sombrero, chaqueta ajustada y una especie de vestido. Tampoco es tarea fácil saber qué tipo de creencia o culto tenían estos habitantes de La Hoya, ya que no hay muchos rastros que puedan arrojar luz sobre esto. Sin embargo, hay suficientes pistas para decirles a algunos animales que tenían una devoción especial: figuras de serpientes, en las pulseras que usaban; ganado, en lápidas y en las orejas para atar vestidos; cuernos de venado en la base de la pared.
 
Al parecer, también tenían una devoción especial por el cráneo. Así lo indican, al menos, las calaveras encontradas en el interior de una casa y las piezas talladas de calaveras que han aparecido en otros lugares, ya sea como decoración o utilizadas en algún lugar. Los rituales relacionados con la muerte se distinguen por la edad de los individuos fallecidos, los individuos menores de 5 años se enterraban dentro de la vivienda, al lado de alguna pared. Los individuos mayores eran incinerados y sus cenizas depositadas junto al ajuar del difunto en necrópolis definidas (se han hallado 2 necrópolis).

Producto del asalto que sufrió la población y que le puso fin, se han encontrado 5 cadáveres de adultos y estaban bajo los escombros en la calle, uno de ellos tenía el cuello y el brazo rotos. También se han encontrado restos de animales domésticos, algunos de ellos con las patas atadas dispuesto a la venta. 
 

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Segesta (Sicilia)

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Segesta (Σέγεστα) fue una ciudad de Sicilia al noroeste de la isla, a unos 10 km de la costa y a unos 50 km al oeste de Palermo. Aparece también como Egesta (Ἔγεστα) que fue su nombre griego original (Segesta no sería el nombre romano, ya que en las monedas figura desde el siglo V a. C.). Era el centro político del pueblo de los élimos. Estaba situada en la parte noroccidental de Sicilia, en la actual provincia de Trapani y en las inmediaciones de Alcamo y Gibellina. 
 

Historia 

Según Virgilio, Segesta fue fundada conjuntamente entre el rey de aquel territorio, Acestes, (que era hijo del río local Criniso y de una mujer dardania) y el pueblo de Eneas que deseaba ser gobernado por Acestes. 

Segesta (Egesta) era una de las ciudades principales del pueblo élimo, una de las tres poblaciones indígenas de Sicilia. Las otras ciudades importantes eran Erice y Entella. Entre las tradiciones de los griegos se decía que había sido fundada por fugitivos de Troya y otra historia decía que fue fundada por los focences. 
 
Tucídides menciona los habitantes como bárbaros y se sabe que no eran sicanos ni había habido una colonia griega. La población de Segesta se iba mezclando entre los élimos y los griegos jónicos, aunque cada vez cogía más fuerza la helenización con características externas de la vida griega. Segesta estaba en conflicto permanente con Selinunte, que probablemente intentaba asegurarse un puerto en el mar Tirreno. La primera batalla fue entre 580-576 a. C., y otra vez en el 454 a. C., pero más tarde el conflicto tendrá repercusiones para toda Sicilia. 
 
La primera noticia histórica es un conflicto con Selinunte el 580 a. C., en que obtuvo la victoria gracias a los emigrantes de Rodas y de Cnido dirigidos por Penpatlos. Diodoro Sículo menciona en el 454 a. C. una guerra con Lilibea por la región del río Mazaros. 

Templo dórico de Segesta
En la primera expedición ateniense bajo Laques (426 a. C.) Segesta se alió con Atenas pero eso no le reportó ninguna ventaja. No mucho más tarde volvió a estallar la guerra con Selinunte, que se alió con Siracusa y asedió Segesta por tierra y mar. La ciudad pidió ayuda a Agrigento, a Cartago y a Atenas; esta última aceptó enviar una flota (416 a. C.) atraída por la riqueza de la ciudad, ostentada ante los atenienses, pero era ficticia. Nicias propuso atacar directamente a Selinunte y someterla pero los atenienses optaron finalmente por atacar a Siracusa, y el conflicto entre Segesta y Selinunte pasó a segundo término. En el verano del 415 a. C. la flota ateniense, tomó la ciudad de Hyccara cerca de Segesta y llegó a la ciudad. La derrota final de los atenienses dejó a los segestanos expuestos a los ataques de Selinunte, y tuvo que pedir otra vez ayuda a Cartago, que decidió ayudarla y envió una flota que con 5.000 africanos y 800 mercenarios fue suficiente para obtener la victoria (410 a. C.). 
 
Al año siguiente los cartagineses desembarcaron en Lilibea y atacaron a Selinunte que fue destruida. También Hímera fue destruida. Segesta quedó como una ciudad aliada dependiente de Cartago y fue fiel a la alianza hasta el 397 a. C. cuando la expedición de Dionisio el Viejo de Siracusa al oeste de Sicilia y el asedio de Motia, puso en serias dificultades a los cartagineses. Segesta fue asedida por Dioniso después de la conquista de Motia, pero la ciudad resistió hasta la llegada de refuerzos cartagineses dirigidos por Himilcón que obligó a Dioniso a retirarse.  

La ciudad no vuelve a ser mencionada hasta la época de Agatocles. Al regreso de éste de África (307 a. C.) desembarcó en Segesta y fue recibido como amigo y aliado, pero súbitamente el tirano se volvió en contra y mató a todos los ciudadanos varones (unos diez mil ), saqueando la ciudad y vendiendo a las mujeres y los niños como esclavos. La ciudad fue rebautizada Dicèpolis y dada como residencia a los desertores y fugitivos que se habían pasado a su bando. 
 
Un tiempo después la ciudad recuperó su nombre parcialmente, y volvió a ser una ciudad independiente. Así es nombrada el 276 a. C. cuando se pasó al bando de Pirro. A la salida de este fue dominada por los cartagineses y saqueada otra vez (según Cicerón). Fue posesión cartaginesa hasta la primera guerra púnica; el primer año de la guerra (264 a. C.) fue atacada por el cónsulApio Claudio Cáudex sin éxito pero un poco después la ciudad mató a la guarnición cartaginesa y se declaró aliada de Roma. Los cartagineses la asediaron y estaba a punto de rendirse cuando una fuerza dirigida por Duilius, que había obtengido una victoria naval, la liberó (260 a. C.). 

La ciudad fue muy bien tratada por Roma por ser su primera aliada en la isla y por la mítica descendencia troyana de sus habitantes. Fue declarada ciudad libre e inmune (foedere immunes ac liberi). Después de la destrucción de Cartago en la tercera guerra púnica, Escipión el Africano devolvió a la ciudad la estatua de Diana que los cartagineses se habían llevado el 273 a. C.
 
Detalle de las columnas no estriadas
Durante la guerra de los esclavos su territorio fue de los más afectados. La rebelión de Atenión comenzó en Segesta el 104 a. C.

Bajo dominio romano fue poco mencionada. Era una ciudad importante en tiempos de Cicerón con un puerto (Castellammare del Golfo) a unos 10 km, puerto que sería más importante que la misma ciudad en tiempos de Estrabón a causa de las mejores oportunidades de comercio.
 
La ciudad recibió la ciudadanía latina y entró en decadencia bajo el imperio. Fue destruida por los vándalos. Pero fue restaurada y acabó desapareciendo en el siglo IX por los ataques sarracenos. 

El puerto subsiste y es la actual Castellammare del Golfo. La ciudad misma está cerca de Calatafimi (en la parte superior de un cerro a unos 5 km, llamado monte Bárbaro, a 305 m sobre el mar). La ciudad estaba protegida por pendientes escarpadas y por muros en la pendiente más suave hasta el templo. 
 
Desde la cima hay una vista espléndida sobre el valle mirando el Golfo de Castellamare. La ciudad controlaba unas cuantas vistas preferentes entre la costa al norte y el interior.  

Se sabe muy poco sobre el plano urbano. La fotografía aérea indica un plano urbano regular, construido en parte en terrazas para vencer el terreno que se inclina de forma natural. Los restos actuales podrían obedecer a la reconstrucción después de la destrucción de la ciudad por Agatocles.

Un río de las cercanías (a unos 7 km al este), hoy denominado Fiume di S. Bartolomeo, es probablemente el río Crimiso o Crimisos, donde Timoleón derrotó a los cartagineses. Unas antiguas aguas termales (Aquae Segestanae) corresponden a la moderna Calametti. 
 
Se conservan algunas ruinas importantes: un templo, un teatro (uno de los mejores conservados de Sicilia) y algún otro edificio.  
 

El templo

El templo dórico períptero (rodeado de columnas) y hexástilo (con seis columnas en el frente) inacabado de Segesta (de finales del siglo V a. C.) está construido en una cima justo a las afueras de la antigua Segesta, con una vista muy bella sobre el valle. Es uno de los templos griegos mejor conservados. 

Templo de Segesta
Seguramente por varias causas a la vez: por su aislamiento en lo alto de un cerro, sin tentaciones de utilizarlo para materiales de construcción locales, y porque nunca ha sido profanado debido a que no se había completado. Nunca se le puso tejado, y sus columnas permanecen en bruto, esperando ser estriadas. 

Fue construido por la gente de Elimia, probablemente alrededor de 430-420 a. C., pero nunca se acabó. Es un templo dórico de un tipo períptero con columnas de 6×14 sobre una base 21×56. La estructura del templo está intacta con el tímpano en su lugar. Las columnas no son estriadas, los tabuladores utilizados para levantar los bloques están todavía presentes en la base, y no hay ninguna traza de una nave o un techo.
 
El templo de Segesta es, en su construcción, estilo, y medida, un producto estándar de finales del siglo V a. C., excepto por su estado inacabado y su notable estado de conservación que le hace uno de los templos arcaicos que sobreviven más importantes del mundo.  
 

El teatro

El teatro con el valle al fondo del escenario
El teatro, muy bien conservado, seguramente por los mismos motivos, está edificado alto de un cerro todavía más alto que el del templo. La subida al teatro es una joya para los ojos que van viendo al templo como adopta todas las formas.

Un muro de contención envuelve el espacio vacío de 63 m de diámetro. Siete cunes dividen las plazas de los espectadores. Las separaciones están hechas con travertino provinente de Alcamo. La división horizontal del teatro permitía el desplazamiento de los espectadores de una sección a otra del teatro. 
 
La zona más cercana a la orquesta tiene veinte filas de asientos, pero la zona superior está semiderruida.
 
El teatro tenía una capacidad para unas 3.000 personas.
 

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Leyes de Indias

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Leyes de Indias

Las Leyes de Indias son la legislación promulgada por los monarcas españoles para regular la vida social, política y económica de los territorios americanos de la Monarquía Hispánica.

Fundamentalmente, son la recopilación de las Leyes de Burgos y las Leyes Nuevas, las cuales trataban de otorgar derechos a los indígenas frente a algunos abusos que se estaban cometiendo.

Los derechos indígenas y el contexto de las leyes

Las primeras compilaciones de leyes indianas se hicieron desde la segunda mitad del siglo XVI, y llevaban el nombre de "Cedularios". Sobre la base de esos trabajos, que eran de alcance parcial, a mediados del siglo XVII se inició la elaboración de una recopilación de todas las leyes aprobadas por el monarca español y el Consejo de Indias para América. La labor de ordenamiento y compilación demoró más de cuarenta años, finalizando en 1680 con la promulgación de la Recopilación de leyes de los reinos de las Indias.

Primer tomo publicado de las Leyes de Indias.
Con el correr de los años se fue acumulando un inmenso material legislativo promulgado con posterioridad a la Recopilación, lo que hizo necesario realizar nuevas compilaciones de leyes, que sólo tuvieron un alcance parcial y no alcanzaron a abarcar toda la legislación indiana. Además, la Recopilación y las adiciones que se le hicieron durante el siglo XVIII no abarcan todo el corpus legislativo indiano, puesto que dejan fuera a las disposiciones adoptadas por las autoridades coloniales en América.

Para el catedrático de Derecho político y de Teoría del Estado y Derecho constitucional, y doctor en Derecho Manuel Fraga, las Leyes de Indias "por encima de todas las fragilidades de toda obra humana constituyen un monumento de los que honran a sus autores".

Cédula Real de Carlos II

La Cédula Real consta de 330 páginas, promulgada el día 1 de noviembre de 1681.

Por cuanto habiendo sido informado de la grande falta que hacía para el gobierno de mis Reynos y Señoríos de las Indias Occidentales, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, la Recopilación de Leyes , que por mandato de los señores Reyes mis Gloriosos Progenitores, se había comenzado, y continuado hasta este tiempo, en que por la gracia de Dios se ha acabado. Y habiéndoseme consultado y suplicado por el Consejo de Indias les diese la autoridad, fuerza y virtud, (en) cuanto necesitan las Leyes ser publicadas, cumplidas y ejecutadas, como conviene. Y porque asimismo es conveniente, que toda esta materia corra, y tenga la última perfección por el Tribunal que le dio principio, por la presente ordeno, y doy licencia, y facultad para que por cuenta, y disposición de mi Consejo de las Indias (autorizo que) cualquier Impresor de estos Reinos pueda imprimir el Libro de la dicha Recopilación de Leyes, incorporando en él las Cédulas, Provisiones, Acuerdos, y Despachos que convengan, y sean necesarios para el gobierno, y administración de Justicia, Guerra, y Hacienda, y todas las demás materias, que tocan, y son de la jurisdicción y cuidado del dicho Consejo de las Indias, y convenientes para el despacho de los negocios. Y mando, que ningún Impresor, ni otra cualquier persona pueda imprimir, ni vender la dicha Recopilación sin particular licencia de los del dicho mi Consejo, al cual se la doy, y concedo, para que sin limitación de tiempo pueda hacer las impresiones que le pareciere, y tuviere por necesarias, y tenga a su cuidado el avío, distribución, y recaudación de los Libros que le repartieren, y beneficiaren en estos Reynos, y los de las Indias: y el Impresor, o personas, que sin dicha licencia imprimieren, o vendieren la dicha Recopilación, caigan, e incurran en pena de quinientos ducados, y los Libros perdidos, por la primera vez: y por la segunda, las mismas penas, y destierro de estos Reynos, y de las Indias, donde se contraviniere a lo ordenado, y mandado por esta mi Cedula. Fecha en San Lorenzo, a primero de Noviembre de mil y seiscientos y ochenta y un años.


Por mandato del Rey nuestro Señor.Don Francisco Fernández de Madrigal.
Carlos II

Composición

Se dividen en 9 libros donde se tratan los siguientes asuntos:

  ✱ Libro 1: Refiere a los asuntos religiosos, tales como el regio patronato, la organización de la Iglesia, la cultura y la enseñanza.

 ✱ Libro 2: Trata la estructura del gobierno indiano con especial referencia a las funciones y competencia del Consejo de Indias y las audiencias.

 ✱ Libro 3: Resume los deberes, competencia, atribuciones y funciones de virreyes, gobernadores y militares.
 
Mapa de las Américas
 ✱ Libro 4: Concierne al descubrimiento y la conquista territorial. Fija las normas de población, reparto de tierras, obras públicas y minería.

 ✱ Libro 5: Legisla sobre diversos aspectos del derecho público, jurisdicción, funciones, competencia y atribuciones de los alcaldes, corregidores y demás funcionarios menores.

 ✱ Libro 6: Trata la situación de los indígenas, su condición social, el régimen de encomiendas, tributos, etc.

 ✱ Libro 7: Resume los aspectos vinculados con la acción policial y de la moralidad pública.

 ✱ Libro 8: Legisla sobre la organización rentística y financiera.

 ✱ Libro 9: Refiere a la organización comercial indiana y a los medios de regularla, con especial referencia a la Casa de Contratación.

Las Leyes en el virreinato de la Nueva España

En el Virreinato de la Nueva España, se aplicaron Leyes específicas, con el fin de regular la vida y el trabajo.

En materia de trabajo se dictaron disposiciones que trataban de beneficiar a los indígenas, llamados naturales en esa época, los intereses económicos de las clases altas se vieron perjudicadas si éstas disposiciones se aplicaron en su integridad.

Los siguientes puntos serían aplicados

   ✱ Proteger a los menores, Ley 3a, Título 13°, Libro VI

   ✱ Reglamentar la duración del contrato de trabajo, Ley 13a, Título 13°, Libro VI

   ✱ Trato humano y justiciero en las relaciones obrero-patronales, Ley 13a, Título 5°, Libro VI

  ✱ Obligación de hacer los pagos puntualmente cada semana, con dinero y no en especie, Ley 12a, Título 15°, Libro VI

  ✱ Libertad de trabajo


J. M. S.




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Severo Ochoa. Biografía

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Severo Ochoa. Biografía

(Luarca, Asturias, 1905 - Madrid, 1993) Bioquímico español que fue Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1959. Compartió el premio con el bioquímico Arthur Kornberg, por sus descubrimientos sobre el mecanismo de la síntesis biológica del ácido ribonucleico (ARN) y del ácido desoxirribonucleico (ADN).

Severo Ochoa estudió en Málaga, ciudad a la que se trasladó con su familia tras el fallecimiento de su padre en 1912. Su interés por la biología fue estimulado en gran parte por las publicaciones del gran neurólogo español Santiago Ramón y Cajal; Ochoa se trasladó a Madrid y cursó estudios de medicina que, en aquella época, eran los que mejor salida daban a sus perspectivas futuras.

Se licenció en 1929 por la Universidad Complutense de Madrid doctorándose poco después. Sin embargo, nunca ejerció la medicina; el mismo declaró en numerosas ocasiones que no había visto a un enfermo desde que salió de la Facultad. Durante su estancia en Madrid vivió en la Residencia de Estudiantes, en la que ingresó en 1927, y allí fue compañero de grandes intelectuales y artistas de la época, como Federico García Lorca y Salvador Dalí.

En la Universidad madrileña fue profesor ayudante de Juan Negrín y le fueron concedidas varias becas para ampliar sus estudios en las Universidades de Glasgow, Berlín y Londres, y principalmente en Heidelberg, concretamente en el Instituto Kaiser Wilhelm para la Investigación Médica; durante este periodo trabajó en la bioquímica y la fisiología del músculo, bajo la dirección del profesor Otto Meyerhof, cuya influencia fue decisiva a la hora de tomar una perspectiva en su futura carrera científica.

En 1931, ya de vuelta en Madrid y en el mismo año de su boda con Carmen García Cobián, fue nombrado Profesor Ayudante de Fisiología y Bioquímica de la Facultad de Medicina de Madrid, cargo que ocupó hasta 1935. En 1932 realizó los primeros estudios importantes sobre enzimología en el Instituto Nacional para la Investigación Médica de Londres, y en 1935 fue invitado por el profesor Carlos Jiménez Díaz a asumir la Dirección del Departamento de Fisiología del Instituto de Investigaciones Médicas de la Ciudad Universitaria de Madrid.

En 1936 estalló la Guerra Civil Española y ello favoreció la partida de Severo Ochoa hacia ambientes más propicios para la investigación. Así, llegó de nuevo a Alemania y en ese mismo año fue designado asistente de investigación invitado en el Laboratorio de Meyerhof de Heidelberg, donde estudió las enzimas de ciertos pasos de la glucolisis y de las fermentaciones.

Pero tampoco duró aquí mucho tiempo, pues la invasión nazi no tardó en llegar y tuvo que salir del país, ya que su jefe era judío. En 1937 se trasladó a Plymouth y allí investigó en el Laboratorio de Biología Marina, y desde 1938 hasta 1941 se dedicó al estudio de la función biológica de la tiamina (vitamina B1) y de otros aspectos enzimáticos del metabolismo oxidativo, en el Laboratorio de Rudolph Peters de la Universidad de Oxford.

Emigró a los Estados Unidos en 1941, esta vez a causa del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Comenzó su andadura americana con un cargo en el Departamento de Farmacología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, en San Louis, y allí realizó interesantes estudios enzimológicos con los investigadores Carl Cori y Gerty Cori. Posteriormente, en 1942, pasó a trabajar en la Universidad de Nueva York, donde permaneció gran parte de su vida; allí, y estimulado por su esposa, emprendió una carrera de investigación independiente que más tarde daría sus frutos, mientras realizaba su labor como investigador asociado en la Facultad de Medicina.

Aunque Severo estaba convencido de los beneficios que les reportaría la nacionalidad americana, dejó que fuera su mujer la que tomara, más tarde, la decisión de pedir la ciudadanía americana, que les fue concedida en 1956; pero según sus propias palabras él siempre se consideró "un exiliado científico, no político".

Sus experimentos realizados en esta época sobre farmacología y bioquímica, especialmente en el campo de las enzimas, le valieron la Medalla Bewberg de 1951. Investigó el metabolismo de los hidratos de carbono y de los ácidos grasos, y descubrió una nueva enzima que aclaraba el mecanismo de oxidación del ácido pirúvico (ciclo de Krebs); también estudió el papel del complejo vitamínico B en estos ciclos y el proceso de fijación de CO2 por parte de las plantas verdes en la fotosíntesis. Pero sus principales investigaciones se centraron en los fosfatos de alta energía que participaban en las reacciones bioquímicas.

Eran éstos unos años en los que la bioquímica experimentaba una revolución a nivel molecular; así en 1953, James Watson y Francis Crick habían propuesto un modelo en forma de doble hélice que explicaba la estructura molecular del ADN (ácido desoxirribonucleico) y en 1955 Severo Ochoa descubrió y aisló una enzima de una célula bacteriana de Escherichia coli, que él denominó polinucleótido-fosforilasa y que luego fue conocida como ARN-polimerasa, cuya función catalítica es la síntesis de ARN (ácido ribonucleico), la molécula necesaria para la síntesis de proteínas.

Con esa enzima, Ochoa consiguió por vez primera la síntesis del ARN en el laboratorio, a partir de un sustrato adecuado de nucleótidos (sus componentes elementales). Un año más tarde, el bioquímico norteamericano Arthur Kornberg, discípulo de Ochoa, demostró que la síntesis de ADN también requiere otra enzima polimerasa, específica para esta cadena. Ambos compartieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1959 por sus descubrimientos.

Estos extraordinarios hallazgos permitieron posteriormente el desciframiento del código genético (que se comprobó era universal para todos los seres vivos) y la confirmada capacidad reproductiva de los ácidos nucleicos hizo que éstos fueran ya considerados como las moléculas de la herencia biológica. Por ello, el científico Hermann Joseph Muller afirmó que la vida se creo artificialmente en el laboratorio en 1955, en alusión al experimento de Ochoa.

Posteriormente, vista la importancia biológica de la doble hélice de ADN, Watson y Crick compartieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1963. Severo Ochoa continuó investigando el mecanismo molecular de la lectura del mensaje genético y su expresión. En 1971 fue nombrado Director del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid. Dejó la Universidad de Nueva York en 1975, regresó a su país de origen y en la década de 1980 dirigió dos grupos de investigación en biosíntesis de proteínas simultáneamente, uno en el Instituto de Biología Molecular de Madrid y otro en el Roche Institute of Molecular Biology de Nueva Jersey, en Estados Unidos, hasta que en 1985 fijó su residencia definitivamente en España. Aunque se jubiló oficialmente en 1975, nunca abandonó la investigación.

En mayo de 1986 murió su mujer, y ello supuso para Severo un golpe muy duro que le sumergió en una especie de profunda depresión. A partir de entonces, Ochoa decidió no volver a publicar ningún trabajo científico más, con lo que puso totalmente fin a su brillante carrera. A partir de entonces se dedicó principalmente a dar conferencias, a atender a los medios de comunicación y a tratar con los estudiantes del Centro de Biología Molecular de Madrid. En junio de 1993, Severo Ochoa presentó en Madrid su biografía titulada La emoción de descubrir, escrita por el periodista Mariano Gómez-Santos, y en noviembre de ese mismo año murió en Madrid, a la edad de 88 años, a consecuencia de una neumonía.


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¡Deus Vult!

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El discurso papal que dio comienzo a las Cruzadas


Durante el Concilio de Clermont, el papa Urbano II hizo un llamamiento a toda la cristiandad para luchar contra el islam y recuperar Tierra Santa
 
 
El 27 de noviembre del año 1095, el papa Urbano II pronunció un discurso que marcó la historia medieval y cambió el panorama político y económico en Europa y Oriente Próximo durante dos siglos. Aquel día, ante más de tres centenares de nobles y miembros de la curia, el sucesor de san Pedro habló de la amenaza sarracena y llamó a las armas a todos los buenos cristianos para que partieran, espada en mano, a luchar en Tierra Santa y recuperar los lugares que creían ser suyos por derecho divino. Aquel 27 de noviembre comenzó la Primera Cruzada. 

En marzo de ese mismo año, durante el Concilio de Piacenza, Urbano II había recibido una carta del emperador bizantino Alejo I Comneno en la que le pedía ayuda para luchar contra los selyúcidas, que estaban tomando la delantera en el campo de batalla. El papa recibió la noticia con entusiasmo ya que veía en ella una oportunidad única para reparar el Cisma de Oriente y Occidente reunificando a la religión cristiana bajo un único estandarte (el suyo) y aumentar su influencia. Urbano II convocó un nuevo concilio para noviembre, esa vez en Clermont (Francia), y pidió a los religiosos que iban a asistir que invitaran a los nobles más destacados y poderosos de Europa.
 
Llegada la fecha señalada, el concilio se desarrolló como otro cualquiera. Se trataron y discutieron asuntos teológicos y la anécdota más destacable es que el papa confirmó la excomunión del rey Felipe I de Francia por haber tomado nupcias por segunda vez. El día 27, refiriéndose a la carta que había recibido de Alejo I Comneno, Urbano II subió al estrado y dio un largo discurso (del que se conservan hasta cinco versiones distintas) en el que declaraba la guerra santa (bellum sacrum) contra los musulmanes y animaba a los reyes, nobles y caballeros del continente a marchar hacia Tierra Santa y recuperar Jerusalén y los demás lugares de la cristiandad. El papa Urbano II terminó su perorata con la exclamación ‘¡DeusVult!’, que significa ‘Dios lo quiere’ y que casi forzaba a todo señor que se considerara un buen cristiano a cumplir aquella voluntad divina.
 
Por supuesto, no todos quedaron convencidos y el tema se trató durante varios días. Para animar la cosa y sumar adeptos a su campaña, Urbano II aseguró que la conquista de aquellos lejanos lugares supondría una nueva ‘tierra de la que mana leche y miel’ en la que nobles y campesinos europeos podrían instalarse. También se aseguró que todo aquel que muriese durante la guerra santa lo haría libre de pecado y por lo tanto podría disfrutar del Paraíso y que, para los que sobrevivieran, su paso por las Cruzadas sería considerado como una peregrinación completa y por lo tanto le serían perdonados todos los pecados. Además se propuso un concepto muy interesante: la Paz y Tregua de Dios, por la cual los reinos cristianos solo podían combatir entre ellos los lunes, los martes y los miércoles. Al limitar la posibilidad de guerrear contra sus vecinos o contra otros señores, la nobleza europea perdía una de las vías por las que ganaban poder, influencia y riqueza, teniendo que buscar un sustituto que le pareciera bien a la Santa Madre Iglesia.

El discurso de Urbano II consiguió lo que quería: inflamar los sentimientos religiosos y presentar un enemigo común contra el que todos los cristianos podrían combatir. Las movilizaciones de soldados (tanto profesionales como campesinos y siervos) fueron masivas y la Primera Cruzada comenzaría con entre 60 000 y 100 000 guerreros con la cruz al pecho marchando hacia Tierra Santa. Esa ‘voluntad de Dios’ de la que hablaba Urbano II daría lugar a ocho cruzadas repartidas entre los años 1095 y 1291, dos siglos de sangre y luchas religiosas que terminaron con la victoria de los cristianos.
 


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Submarino Peral

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Submarino Peral

(Isaac Peral, Cartagena España, 1 de junio de 1851)

El Peral fue un prototipo de submarino con propulsión eléctrica realizado por la Armada Española según un proyecto de Isaac Peral. Fue el primer submarino militar de la historia.

Génesis

Aunque no fue la primera vez que se planeaba la construcción de un buque que navegaba en inmersión, en 1885 la novedad era que se propulsaba por medio de la energía eléctrica.

En 1885 el teniente de navío Isaac Peral se dirigió al Ministro de Marina, Manuel de la Pezuela y Lobo, para exponerle sus teorías sobre la posibilidad de realizar un torpedero sumergible para defensa de costas.
 
El submarino en su nueva ubicación en el Museo Naval de Cartagena.
El ministro autorizó la construcción del aparato por Real Orden de 4 de octubre de 1886, con un crédito inicial de 25 000 pesetas. En abril del año siguiente, el nuevo ministro de marina, Rafael Rodríguez de Arias, autorizó la construcción. 
 

El buque

 
El casco era de acero, con forma de huso y tres tanques de trimado, que achicaban por medio de bombas. La cota máxima de inmersión era de 30 m y se controlaba por medio de dos hélices de eje horizontal accionadas eléctricamente.
 

Tenía un tubo lanzatorpedos a proa, cosa que no volvería a verse hasta los Holland norteamericanos de la Primera Guerra Mundial. 

Coste del buque

El coste final del proyecto quedó según el siguiente desglose: 

  Baterías y acumuladores         ➤   75 000 ptas

  Tres dínamos                                25 000 ptas
 
 Tres locomóviles                        ➤   30 000 ptas
 
  ➤ Dos motores de 30 CV              ➤   12 000 ptas
 
  Tres motores                              ➤    4 500 ptas   
 
  ➤ Tubo de lanzar torpedos           ➤  20 000 ptas
 
 
Placa colocada en la proa del sumergible

Casco del buques         07 500 ptas
 
Jornales y varios         125 000 ptas
 
TOTAL                          ➤ 299 500 ptas
 

Construcción y pruebas

 Se colocó la quilla en grada el 1 de enero de 1888 y tuvo lugar su botadura el 8 de septiembre en aguas de San Fernando.
 
Se realizaron pruebas en dique el 25 de diciembre de 1888, y para las de mar se constituyó una comisión, presidida por el capitán general del departamento Florencio Montojo Trillo, en la que figuraba entre otros el entonces capitán de fragata Joaquín Bustamante y Quevedo.  

La comisión impuso las siguientes pruebas a superar por el prototipo:
 
Velocidad

Navegación en superficie y evoluciones
 
Inmersión dinámica, con pruebas de velocidad

Lanzamiento de torpedos en superficie e inmersión
 
Pruebas de mar de carácter táctico
 
Fue la primera vez que se usó la propulsión eléctrica en la Armada Española. 

Según Memoria del 15 de febrero de 1890 de Isaac Peral, el buque tenía una autonomía de 66 horas y un radio de acción de 284 millas náuticas (511 km). 
 
Aunque el buque tuvo éxito en los tres simulacros de ataques nocturnos, fracasó en el diurno contra el Cristóbal Colón y otras unidades menores, cuando fue detectado a 1000 m del crucero. Igualmente, la comisión decidió que el buque no superaba los criterios de autonomía, a pesar de que Isaac Peral comprometió una autonomía que el prototipo sí cumplía. 
 

Cierre del proyecto

A Peral se le concedió la medalla del Mérito Naval con distintivo rojo por el peligro que corrió durante las pruebas. 

El 11 de noviembre de 1890, el Ministro de Marina Antonio Cánovas del Castillo, siguiendo el dictamen del Consejo Superior de la Armada, trasladó a Peral un escrito que había presentado su predecesor en el cargo José María Beránger Ruiz de Apodaca al Consejo de Ministros, cuyo texto era: 
 
«El Comandante del torpedero submarino entregará al arsenal de la Carraca, bajo inventario, acumuladores, bombas, generadores y demás efectos y material de buque».

En junio de 1892 se le desmontaron parte de sus equipos, el tubo lanzatorpedos y los motores, entre otros. Quedó el casco vacío arrumbado en el Arsenal de la Carraca. 

Popa del submarino Issac Peral
Por Real Orden de 3 de noviembre de 1913 se ordenó su desguace, sentencia que no llegó a ejecutarse.

Recuperación para la Historia

Durante cuarenta años, el submarino de Peral fue carne de desguace en el isleño Arsenal de la Carraca, hasta que en 1929, el almirante Mateo García de los Reyes, primer comandante del arma submarina española, logró recuperar el casco y remolcarlo a Cartagena, instalándose en 1930 en tierra frente a la Base de Submarinos tras retocarse la obra viva.
 
El 1 de diciembre de 1965, a petición del Ayuntamiento de Cartagena, pasó a constituirse en monumento popular en la plaza de los Héroes de Cavite.​ Tras la remodelación del frente marítimo de la ciudad, en el año 2002, fue trasladado a una fuente ubicada en el Paseo Alfonso XII, junto al puerto deportivo. 
 
El 15 de diciembre de 2012 se trasladó a una sala del arsenal militar, dependiente del Museo Naval de Cartagena, para su restauración; siendo inaugurada y abierta al público en septiembre de 2013.
 






 

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