Simón Bolívar: traiciones, dictadura y el millonario español que se convirtió en libertador de Sudamérica
J.M.S
jueves, septiembre 04, 2025
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Simón Bolívar: del millonario español al libertador polémico entre traiciones y dictadura
Sobrepasado por las circunstancias, Bolívar asumió en un pronunciamiento en Bogotá plenos poderes dictatoriales, lo que condujo a la rebelión colombiana contra su dictadura pretoriana hacia 1830
La memoria histórica presenta a Simón Bolívar como el gran emancipador de Sudamérica y el visionario que intentó crear una unión de repúblicas semejante a Estados Unidos. Sin embargo, esa imagen pulida y heroica suele omitir los tintes autoritarios que marcaron diversas etapas de su vida. También quedan en la sombra su desdén hacia los pueblos originarios a los que consideraba incapaces de organizarse políticamente y su animadversión hacia el Perú, al que veía como un obstáculo para la supervivencia de su proyecto de Gran Colombia.
Una élite criolla con sueños de independencia
Hijo de una acaudalada familia de origen español en Caracas, Bolívar se integró desde muy joven en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, donde su padre había servido como oficial y donde la familia controlaba importantes haciendas. En 1799 emprendió un viaje a Europa que, además de ampliar su educación militar, le permitió empaparse de las corrientes ilustradas y de las ideas separatistas frente a la metrópoli. Durante la insurrección iniciada por Francisco de Miranda, en plena Guerra de Independencia española, Bolívar se destacó como el personaje clave que convenció al veterano exiliado en Londres para regresar a América.
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Retrato de Simón Bolívar, por José Gil de Castro |
Cuando Miranda perdió crédito tras sus fracasos militares, Bolívar lo traicionó para salvar su propia vida. Fue él mismo quien lo entregó a las fuerzas realistas a cambio de un salvoconducto para abandonar Caracas. Luego, en lugar de quedarse, se dirigió a Cartagena de Indias con el objetivo de avivar de nuevo la causa insurgente.
Una guerra civil entre españoles
La llamada «Campaña Admirable» dio origen a la Segunda República, una construcción en gran medida personalista de Bolívar, que llevó el enfrentamiento a un nivel más radical de violencia y división social. Más allá del relato romántico de “americanos contra españoles”, aquellas guerras de emancipación fueron en realidad una guerra civil: españoles nacidos en América contra españoles nacidos en la Península.
Los criollos, propietarios de grandes latifundios y miembros de familias acomodadas, encabezaron el movimiento, recibiendo además un respaldo indirecto de Inglaterra y Estados Unidos mediante armas y barcos. La familia Bolívar, por ejemplo, era dueña de amplias plantaciones de cacao sostenidas por mano de obra indígena y esclava. Mientras tanto, mestizos e indígenas combatían en ambos bandos sin que sus condiciones sociales mejorasen tras la retirada europea.
Tras varias derrotas sufridas frente al Ejército realista, aquella Segunda República se desmoronó tan rápido como había nacido. Con el regreso de Fernando VII en 1814, España organizó una expedición de más de 10.000 soldados que logró restablecer la autoridad real en la región. Derrotado, Bolívar renunció a su cargo y en 1815 partió al exilio en Jamaica, entonces bajo dominio británico.
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La Muerte del Libertador, por Antonio Herrera Toro, Óleo sobre tela (1857-1914), 1883, colección del Museo Bolivariano, Caracas, Venezuela. |
Ese tiempo de reflexión le sirvió para ampliar su visión: abandonó el objetivo regional y abrazó la idea de una independencia continental. Aunque se presentaba como un defensor de la democracia, su modelo político planteaba un presidente vitalicio y un Senado hereditario compuesto por los generales de la independencia, lo que revelaba un sesgo caudillista más que republicano.
El conflicto con Perú
En 1819 consiguió liberar Nueva Granada y fundar la Gran Colombia, convirtiéndose en su principal dirigente. Poco después, el 18 de septiembre de 1821, decretó la expulsión de todos los españoles peninsulares que no hubiesen apoyado la independencia, una medida que evidenció el carácter radical de su proyecto.
Cuando puso la mira en el poderoso Virreinato del Perú, buscó una alianza con José de San Martín. La famosa entrevista en Guayaquil terminó en desencuentro: Bolívar consideraba que San Martín desconfiaba de la democracia y apostaba por gobiernos autoritarios que impusieran el orden por la fuerza. En ese pulso, San Martín cedió y se retiró a Europa, dejando vía libre a Bolívar. El trasfondo era claro: para Bolívar, el Perú no era tanto un territorio a liberar, sino un peligro para su Gran Colombia.
Como señala el historiador Hugo Pereyra Plasencia, la intervención de Bolívar en Perú obedecía sobre todo a un cálculo geopolítico: “crear Bolivia fue su modo de debilitar al gigante peruano que amenazaba su proyecto”. Su escasa preocupación por las libertades locales quedó en evidencia cuando anuló la abolición de la esclavitud decretada por San Martín y reinstauró el tributo indígena en 1825. Ese mismo año, el Congreso peruano, bajo su influencia, ordenó erigir una estatua en su honor y le concedió un millón de pesos, cifra equivalente a casi un tercio del presupuesto nacional, como homenaje a su figura.
Años de dictadura
El ideal bolivariano era construir una unión al estilo estadounidense en un territorio fragmentado y con profundas diferencias regionales. Sin embargo, su manera autoritaria de ejercer el poder terminó alejando a muchos sectores.
En 1826, la rebelión de José Antonio Páez en Venezuela y el rechazo al modelo centralista debilitaron el proyecto de la Gran Colombia. Lo mismo ocurrió en la Asamblea de Panamá, donde Bolívar intentó articular una confederación continental, pero solo consiguió acuerdos formales entre Colombia, México, Perú, Chile y Centroamérica, sin compromisos reales.
Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander en el Congreso de Cúcuta |
En Perú, la élite criolla limeña desechó la Constitución impuesta por Bolívar, alegando que había sido aprobada de forma ilegítima. El propio Libertador intentó justificarla diciendo que, aunque no se ajustaba a la legalidad, era “popular” y por tanto propia de una república democrática. El resultado fue que en el recuerdo peruano Bolívar nunca dejó una huella positiva.
En 1828, acosado por la inestabilidad, Bolívar se proclamó dictador en Bogotá. Entre sus disposiciones más impopulares estuvieron los privilegios otorgados a la alta oficialidad del ejército y la restauración de la alcabala, un viejo impuesto colonial que durante siglos había generado rechazo en América.
La invasión del ejército peruano bajo el mando de La Mar, la insurrección del general José María Córdoba uno de sus hombres de confianza y un fallido atentado contra su vida el 25 de septiembre de 1828 precipitaron su caída. Enfermo y desmoralizado, presentó su renuncia en 1830 ante el Congreso colombiano. Pasó sus últimos días abatido por la fragmentación de las repúblicas que había contribuido a crear, hasta morir poco después en la hacienda de San Pedro Alejandrino, en la residencia del español Joaquín de Mier.
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