Imperio Acadio 2/2

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Imperio Acadio

Significación política del Nuevo Imperio

De cualquier manera que se juzgue el imperio de los acadios, es obligado reconocer que su régimen rompió los moldes del antiguo estado-ciudad. El rey es ahora el centro del mundo civilizado; en sus manos se concentran todos los hilos de una vasta organización estatal; nada cae fuera de su autoridad y jurisdicción. Para imponerse dispone de un nutrido ejército permanente y de una red burocrática sostenida en primer lugar por sus representantes personales en la capital y en las ciudades del imperio. Los altos jefes del ejército y de la administración constituyen lo más selecto de la nueva sociedad, son los "5400 hombres que a diario comen delante de Sargón". Dentro de una mayoría de acadios hay constancia de la presencia de sumerios en esta hueste selecta, de personas que por motivos diversos habían acreditado lealtad al nuevo régimen o tenían razones muy poderosas para mostrarse adictas al mismo.

Uno de los pasos dados por Sargón tuvo consecuencias para la posterior cultura mesopotámica: la sustitución del sumerio por el acadio como lengua escrita. Aunque a veces textos vayan acompañados de versiones sumerias, el predominio de una lengua sobre la otra va ganando terreno hasta dejar al sumerio arrinconado en el ritual religioso y los textos científicos. La lengua hablada se mantuvo todavía unos siglos en las ciudades del sur, pero su suerte era ya irreversible, desde el segundo milenio toda Mesopotamia hablaba ya lenguas semíticas. Para sostener la burocracia y el ejército el tesoro real tenía que poseer enormes riquezas. Uno de los medios de pago acreditados consistía en la cesión, por parte del rey, de terrenos de su propiedad a miembros de la administración estatal, para que estos los explotasen por su cuenta a cambio de un diezmo de sus productos. El llamado Obelisco de Manishtusu acredita que el rey paga un justo precio a sus propietarios legales por tierras adquiridas con este fin, y que además se cuida de que las personas que pudieran resultar perjudicadas por esas medidas encuentren medios de vida conforme a sus necesidades.

Rey Naram-Sin
Aun siendo escasa la documentación llegada a nosotros indica que el régimen de los acadios no resultaba opresivo para sus súbditos. Los príncipes y gobernadores de los estados sometidos solían mantener sus puestos, salvo en casos de declarada enemistad como el de Lugalzagisi. Los estados acadios tenían que acatar ciertamente a un representante del emperador, respaldado por una fuerza más o menos numerosa, pero la autoridad y el gobierno interior quedaban en manos de sus propios magistrados. Solo en puntos de mayor valor estratégico los acadios estaban más presentes. Ha de tenerse en cuenta que la creación del imperio no había sido dictada por el heroico o romántico afán de gloria que parte de las fuentes explican, sino a unas circunstancias económicas más prosaicas tal vez, pero no menos determinantes. Mesopotamia carecía de los elementos de riqueza que sostenían la civilización antigua en lo material; la piedra, la madera y los metales. Las fuentes documentales de las campañas de Sargón no encubren cuales eran sus objetivos primordiales: el Bosque de los Cedros, las Montañas de la Plata y los territorios del Este, ricos en piedras, vulgares y preciosas. Nada más lógico por tanto que contemplar la dilatada expansión de Acadia en función de un propósito de posesión y control de esas fuentes de producción y de los caminos por donde esas riquezas afluirían a la nueva metrópoli. A los muelles de Akkad amarraban barcos de todo el mundo cargados de mercancías; los caminos del imperio se estimaban por el constante ir y venir de caravanas, como acreditan multitud de testimonios. La seguridad del sistema de transportes estaba confiada a las guarniciones de los grandes centros regionales y de los principales nudos de comunicación.

Después del Imperio

La lista Real Sumeria menciona seis reyes más después de la muerte de Sharkalisharri, los cuales es posible que reinasen en Agadé. Esta ciudad había adquirido características de gran capital, por lo que es probable que su supervivencia resultase poco viable tras la pérdida del territorio imperial. Se sabe que finalmente los nómadas gutis, que habitaban las montañas próximas a Agadé, tomaron la ciudad y posiblemente toda la región septentrional. En el sur las ciudades prosperaron y es posible que las reformas realizadas por los sargónidas les beneficiasen finalmente.

Influencia

La dinastía de Sargón de Acad fue la primera a lo largo de la historia que consiguió el dominio sobre pueblos diversos culturalmente, con lo que se puede decir que constituyó el primer imperio de la historia. Sus conquistas dejaron una impronta imborrable sobre las generaciones posteriores, cuyas tradiciones le considerarían el mejor monarca de la historia, el arquetipo de rey longevo y de gobierno eficaz. Se elaboraron leyendas que le otorgaban un linaje divino y las historias de sus conquistas circularon mucho más allá de las fronteras de sus dominios.

Entre las leyendas de su nacimiento destaca la que se deja entrever en la lista Real Sumeria. Según esta leyenda, Sargón había sido hijo de un jardinero del palacio del rey de Kish que ascendió al cargo de copero. En un momento dado los dioses deciden que el reinado de Ur-Zababa, el hasta entonces rey, debe finalizar, recayendo la realeza en Sargón.

Otra leyenda narraba que Sargón había sido hijo de una sacerdotisa «en» ―puesto que solían ocupar mujeres de la realeza― y un extranjero de las montañas. Su madre habría dado a luz en secreto y dejado al recién nacido en un cesto de mimbre flotando en el río. La corriente habría arrastrado a Sargón hasta ser recogido por un aguador de nombre Aqqi, que le enseñó el oficio de jardinero. Su ascenso al puesto de rey se habría debido a que la diosa Ishtar le habría tomado cariño mientras ejercía de jardinero.

Sobre su sucesor más célebre, Naram-Sin el mensaje de las leyendas era bastante bien diferente. Así, una leyenda sumeria narraba que la caída del Imperio acadio se había debido a la pérdida de favor del dios Enlil. Naram-Sin, conocedor de esto a través de un sueño, espera durante siete años (siete años representan simplemente una cifra muy grande) a que los dioses cambien de parecer. Pasado ese tiempo el rey desespera y dirige a su ejército al templo de Enlil y lo destruye, arrojando al fuego las vasijas sagradas. Como represalia, el dios castiga a la ciudad con la llegada de los bárbaros gutis de hábitos nómadas, que arrasan la ciudad y hacen retroceder a la región a los tiempos de antes de que las ciudades fuesen construidas.

Cultura

Sargón dio numerosos puestos administrativos a ciudadanos de su región original, cuya lengua era el acadio, el cual posiblemente vivió en esta etapa una gran difusión.

La escritura de esta lengua siguió un modelo desarrollado en el área de Ebla, en la actual Siria, que adaptaba la escritura cuneiforme a la lengua semita. Este modelo de escritura fue el más utilizado en la administración del Imperio acadio, si bien se mantienen numerosos documentos e inscripciones bilingües, escritas tanto en acadio como en sumerio. ​Así, aunque la lengua sumeria siguió siendo utilizada es probable que las conquistas de Sargón y su prestigio, diesen un impulso fundamental a la lengua acadia, facilitando que en los siglos posteriores se impusiera finalmente el acadio.

Arquitectura

Los posibles restos de las ciudades de Akkad y de Sippar siguen sepultados en lugares ignotos. Este desconocimiento completo de los que en su día fueron centros principales del imperio acadio nos priva de posibilidad de contemplar y enjuiciar aquellos monumentos que mejor pudieran reflejar su estilo y concepciones arquitectónicas. En tanto que no se produzcan descubrimientos en este sector, hemos de contentarnos con obras de restauración llevadas a cabo por los acadios en edificios antiguos, como es el caso del Palacio y el Templo de Tell Asmar, y con un par de ejemplos de edificios de nueva planta, magníficos ciertamente los dos en capitales provinciales del Imperio: Tell Brak, en Siria, y Asur, en el corazón del futuro territorio de los asirios.

Inscripción de Naram-Sin que narra la construcción del templo de Marad
El gran edificio excavado en Tell Brak, construido y utilizado para depósito de mercancías en el centro de la cuenca del Kabur, se fecha en la época de Akkad porque sus adobes ostentan el nombre de Naram-sin. Basta mirar un momento su plano, para comprender que no es una realización gradual, con un núcleo al que se van añadiendo postizos para satisfacer nuevas necesidades, sino una creación única, racional, calculada de antemano hasta sus mínimos detalles. Como observa Moortgat, los acadios tendieron a moldear la realidad en hormas preconcebidas, según pone bien de manifiesto su esquema de las "Cuatro Partes del Mundo"; las ideas deben imponer sus perfiles a las cosas, el espíritu a la materia. El palacio de Tell Brak es un elocuente testigo de su mentalidad. Aquella impresionante mole, de 111 por 93 metros, debía parecer a los pueblos de la llanura de siria un símbolo pavoroso de la autoridad acadia. Sus muros exteriores, de diez metros de espesor, lo ceñían de un cinturón infranqueable. El plano dice lo que era: un depósito de mercancías y tributos, organizado alrededor de cuatro patios, uno de ellos mucho mayor que los otros tres. Su única puerta, de once metros de ancho, daba a un espacioso zaguán, flanqueado por los lugares de administración; del zaguán se pasaba a un patio de cuarenta metros de lado. Hay que imaginar allí a las caravanas descargando sus fardos, pasada la inspección de los escribas estacionados en el portal. Después de descargadas en el patio, las mercancías eran depositadas en los almacenes, ordenados como un casillero de huecos, todos en la misma altura, aislados o por parejas en torno a cuatro patios. Los almacenes recibían de estos la luz y la ventilación. El edificio no parece haber tenido más planta que la excavada y quizás unas torres de defensa a los lados de su única puerta, algo más altas que los restantes muros, para servir de atalayas.

En el Templo de Abu, en Tell Asmar, los acadios introdujeron un cambio significativo: dividieron la cella en dos mitades por medio de un grueso muro transversal, con abertura en el centro, de manera que una vez pasado la puerta exterior del santuario, el visitante se encontraba en una antecella. Para ver la estatua y los altares del dios, el visitante debía dar unos pasos y colocarse en el eje central del edificio. El nuevo sistema rompe con la tradición del acercamiento por el eje acodado, y más aún indica la disposición típica de los templos neosumerios, en los que la cella propiamente dicha será una estancia más ancha que larga. Un solo ejemplo no basta para determinar si el nuevo sistema fue general entonces, pero en todo caso la reforma introducida en el Templo de Tell Asmar tiene el valor posible de antecedente de una solución llamada a imponerse más tarde.

Durante el Imperio acadio se siguió la costumbre sumeria de levantar grandes estelas y monumentos conmemorativos escritos en lugares especiales de las ciudades. Con estas obras se demostraba el poder del imperio y se publicitaban sus éxitos militares. En el arte acadio, la figura central de la obra se representa en mayores proporciones que el resto de la composición, que generalmente contiene escenas dramáticas. Un buen ejemplo es la estela de Naram-Sin, donde el monarca, coronado por un casco de cuernos que indica su carácter divino, tiene el doble de tamaño que las demás figuras.

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