El papel de las mujeres en la Antigua Roma
Más allá de la domus
En la Antigua Roma, las mujeres desempeñaron un papel fundamental que trascendía las paredes de la domus. A menudo relegado a un segundo plano en la historia, este artículo arroja luz sobre las diversas formas en que las mujeres romanas influyeron en la sociedad, la política y la cultura.
¿Aqué se dedicaban las mujeres de la Roma antigua? La literatura latina ensalzaba un modelo de domesticidad (término que, precisamente, proviene de la domus romana) que las vinculaba en exclusiva al hogar. Un ideal femenino que está presente en gran parte de las sociedades históricas, desde la Grecia antigua a la España franquista.
Sin embargo, esas pautas no eran aplicables a la mayoría de mujeres del Imperio. Libres, libertas y esclavas tenían presencia en las ciudades y en las explotaciones agrícolas y contribuían al desarrollo de diversos sectores económicos. Incluso las damas de la élite tuvieron protagonismo en negocios, algo que suele pasar desapercibido, a pesar de los testimonios en la literatura y en la arqueología. Así pues, ¿a qué se dedicaban?
Un análisis del trabajo de cuidados
Dentro de las diferentes tareas que llevaban a cabo las mujeres romanas, destacan las relacionadas con las labores de mantenimiento y cuidados, porque se entendía que estas eran propias de su género. Quizá una de las más conocidas, por estar vinculada a la maternidad, es la de comadrona. Las obstetras asistían en los partos y atendían problemas ginecológicos, pero quizá también aspectos de medicina general. Como practicaban abortos o suministraban remedios abortivos, en algunos textos aparecen con una imagen negativa, se las mira con recelo y se las llama magas o hechiceras.
Por otro lado, el de nutrix ha sido uno de los oficios femeninos más frecuentes, no solo en Roma sino a lo largo de toda la historia. Es interesante la relación que mantenían las nodrizas con los bebés a los que amamantaban, sobre todo en el caso de esclavas que permanecían en la familia y ejercían de niñeras a medida que las criaturas iban creciendo.
Quizá no se pueda generalizar como una práctica habitual, pero se han documentado algunos casos en los que esos vínculos afectivos se mantenían a lo largo de la vida. Por ejemplo, Plinio le compró una casa a su antigua nodriza y niñera, y en muchos epitafios son recordadas con palabras cariñosas. Asimismo, sabemos que existían mujeres libres que se dedicaban a esta labor, gracias a los contratos conservados en el Egipto romano.
El trabajo de las mujeres en oficios textiles y rurales en la Roma Antigua
El trabajo en torno a los tejidos era otro de los sectores en los que se han registrado oficios femeninos, al margen de que es una actividad que simbólicamente se vincula con las mujeres. Así, en algunas inscripciones funerarias se las representa con el huso y la rueca, elementos que se asociaban a la virtud femenina y que podemos encontrar en gran parte de los cuentos infantiles tradicionales de Europa.
Entre esos oficios relacionados con el textil están los de hilandera, costurera o zurcidora, vendedora de lienzos y tejidos y otros más específicos como bordadora en oro, tintorera en púrpura o mujer que trabaja o pesa la lana. En esta línea, al servicio de las aristócratas encontramos funciones especializadas como las de modista, encargada del cuidado de su ropa y peinadora o peluquera.
Además de en los núcleos urbanos, las mujeres también intervenían en el trabajo rural. Tal como se refleja en textos sobre agronomía de Catón, Columela y otros autores, el funcionamiento de las villae era inviable sin la participación femenina, desde las pequeñas propiedades familiares a las grandes explotaciones latifundistas. Y no solo en el cuidado de la casa y de las personas que vivían en ella (limpieza, preparación de alimentos, atención sanitaria, etc.), sino en tareas como la recogida estacional, por ejemplo, de la aceituna y la uva o las tareas cotidianas vinculadas al campo y al cuidado de los animales.
Entretenimiento y ocio: descubriendo las formas de diversión en la antigüedad
Algunos trabajos tenían peor consideración que los anteriores, algo que demuestra la doble moral romana porque, al tiempo que eran demandados, se reprobaba socialmente a quienes los ejercían. En la mayoría de las ocasiones, parece que eran esclavas quienes los desarrollaban, pero también encontramos casos de libertas y mujeres libres.
Entre estos oficios podemos destacar a las taberneras y hospederas, que a veces tenían mala fama, ya que trabajaban en lugares asimilados a prostíbulos; no obstante, en ocasiones eran negocios familiares regentados en compañía de sus maridos. Asimismo, hay diferentes oficios relacionados con el mundo del espectáculo, como músicas, actrices y bailarinas. Otra de las actividades era la prostitución, que englobaba un amplio rango de situaciones dependiendo del nivel económico y social de las prostitutas, de sus clientes y de los lugares donde ejercían, desde la calle a lupanares.
Un caso curioso es el de las gladiadoras, una profesión que no se suele vincular a las mujeres pero del que existe registro en la literatura y en la legislación. También se conservan testimonios materiales, como un relieve procedente de Halicarnaso (en la actual Turquía) en el que se puede ver a dos gladiadoras luchando, Amazon y Achilia.
Probablemente se trataría de esclavas, pero las leyes recogen la retribución por esta actividad, de lo que se puede deducir que también libres o libertas ejercerían voluntariamente de gladiadoras. No sabemos hasta qué punto era algo habitual, pero esto nos habla de una sociedad compleja y variada, en la que los estereotipos transmitidos por el cine y otros medios deben ser continuamente revisados.
Las mujeres en las minas
La minería es otro sector que no se suele asociar a las mujeres, a pesar de que en diferentes épocas históricas se ha documentado su trabajo en la extracción de elementos como la sal, la arcilla, el talco, el oro y la plata, y durante la etapa industrial la presencia femenina en la actividad minera fue una constante.
Hay diferentes testimonios de esta participación. Estrabón aludía a las actividades mineras de las mujeres en Hispania ya en época prerromana, y en una mina del sureste peninsular se encontraron cadáveres de quince hombres y mujeres procedentes de Celtiberia, atrapados en el interior al derrumbarse. En este sentido, Agatárquides señala que en las minas nubias y egipcias había tres grupos de personas trabajando, el primero formado por niños, el segundo por mujeres y personas ancianas o enfermas y el tercero por varones menores de treinta años. Los dos primeros se encargaban de labores específicas, como la recogida y el traslado del material extraído de la mina.
Algunas esposas y sus hijos acompañaban a los maridos cuando estos eran condenados a trabajar en las minas. Por ejemplo, las llamadas Tablas de Vipasca, bronces en los que se regulaba el trabajo en el distrito minero de Aljustrel (Portugal), indican un precio diferente para hombres y mujeres en el uso de los baños públicos.
Por excavaciones arqueológicas se sabe que en el entorno de las explotaciones se desarrollaron pequeñas poblaciones, donde se han localizado áreas de fundición, talleres y almacenes, pero también espacios para actividades domésticas, tintorerías, zapaterías, baños, barberías y otros servicios, que precisarían mano de obra entre la cual es indudable que habría mujeres. En el caso de las aristócratas, también parece lógica su participación en la explotación de minas, canteras y yacimientos, por pertenecer a las familias relacionadas con la explotación de estos lugares.
Grandes emprendedoras: historias de éxito y empresarias visionarias
Aunque la economía romana se basaba sobre todo en la agricultura, el sector artesanal y el comercio tenían gran protagonismo. Las mujeres, tanto libertas como libres, participaron en negocios de carácter familiar, como los talleres artesanales. En ocasiones eran modestos (taberneras, zapateras, molineras, panaderas...), mientras que otros implicaban mayor capacidad económica, como la orfebrería. También se han documentado oficios muy específicos, como el de clavaria: una productora o vendedora de clavos.
Durante el Alto Imperio (siglos I y II), a pesar de que siguió existiendo a efectos legales la figura del tutor, algunas mujeres tuvieron la posibilidad de gestionar libremente su propio patrimonio, sin la intervención de este. De este modo, encontramos propietarias de tierras, así como arrendatarias, que podían usar esos terrenos bien para su explotación o bien para el alquiler y la compraventa.
Igualmente, existieron ‘negociatrices’ que, salvando las distancias, podríamos considerar empresarias. Ha aparecido el nombre de mujeres en algunos productos, como plomos o pesas de telar, lo que indica que ellas invertían en negocios como la construcción, la albañilería y el vidrio, y está atestiguada la participación femenina en sectores como el comercio de telas de lujo. Fueron propietarias de talleres escultóricos, de fábricas de tejas, de textiles y de calzado, y en Egipto hay constancia de propietarias y arrendatarias de navíos o barcos dedicados al transporte comercial.
Además, financiaron negocios como inversión (por ejemplo, de antiguos esclavos a su servicio) e intervinieron en negocios especulativos para aumentar su patrimonio. En este campo encontramos prestamistas y banqueras, según cuenta Cicerón. Es decir, aunque fuese en menor número o frecuencia, las mujeres realizaban actividades similares a las ejercidas por los varones en el contexto de la economía romana. Participaban en ella.
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