La Conquista Romana de la Península Ibérica

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La Conquista Romana de la Península Ibérica

El período histórico en cuestión se desarrolla desde el año 218 a 19 a.C., y en él e produce la conquista y asentamiento de los romanos en la Península Ibérica. La lucha se desarrolla contra los cartagineses y el resto de los pueblos indígenas habitantes de la misma.

Conquista romana del levante y sur español

La conquista se inicia con el desembarco de un ejército romano, al mando de Cneo Escipión, durante el mes de agosto del año 218 a.C., en Emporión, hoy llamado San Martín de Ampurias, en el golfo de Rosas.

Desde esta antigua colonia griega, Escipión inicia la conquista de la zona costera, con el objetivo de cortar el suministro que desde la península se podía mandar a los ejércitos cartagineses de Aníbal en Italia. Cneo Escipión derrota, ese mismo año, por vez primera, al ejército cartaginés mandado por Hannon y auxiliado por las tropas indígenas de Indíbil, en la batalla de Cesse, en las cercanías de Tarraco, y se convirtió esta ciudad indígena en la principal base de operaciones romanas por la zona del Ebro.

La llegada a la Península de Publio Escipión, hermano de Cneo, como procónsul al mando de nuevos refuerzos, posibilitó que los hermanos Escipión después de derrotar, durante el año 216 a.C., a Asdrúbal Barca en Hibera, cerca de Tortosa, en la desembocadura del Ebro, cruzasen por primera vez este río y se encaminaran por las tierras del sur hasta Sagunto. Ciudad que fue conquistada en el año siguiente, y tomada como punto de apoyo para proseguir la campaña por Levante y tierras del Guadalquivir.

El dominio de los romanos sobre las tierras cartaginesas, se mantiene hasta que Asdrúbal Barca, tras regresar con refuerzos desde el norte de África, con la ayuda del ilergete Indíbil y del númida Masinisa, derrotó a los ejércitos romanos en Cástulo en el año 212 a.C. En esta confrontación mueren los dos jefes romanos. En la propia Cástulo muere Publio Escipión, y en Ilori (Lorca) sucumbe su hermano Cneo.

En el año 210 a.C. llega un nuevo comandante para el ejército romano: Publio Cornelio Escipión, posteriormente llamado el Africano, que consigue reorganizar las fuerzas romanas, que por entonces contaban con más de 35.000 hombres, y emprende nuevas ofensivas contra los ejércitos cartagineses. Con los indígenas establece alianzas pacíficas. A principios del año 209 a.C. Publio Cornelio Escipión tras una marcha rapidísima, ataca por mar y por tierra la capital cartaginesa de Cartago Nova, la cual caía en poder de los ejércitos romanos el uno de abril de ese mismo año. Tal conquista le permitió atraerse la confianza de las comarcas vecinas y asegurar el control sobre el levante. Estas ventajas le animaron a intentar por segunda vez la conquista del valle del Guadalquivir.

Poco después de la toma de Cartagena, en la primavera del año 208 a.C., Asdrúbal Barca es derrotado en la batalla de Baecula, posiblemente Bailén, a la entrada de Andalucía. El ejercito romano actuó con la participación de tribus aliadas de ilergetes, edetanos e ilercavones. A partir de entonces Asdrúbal se traslada a Italia en auxilio de su hermano Aníbal. A finales de este mismo año, Publio Cornelio Escipión ordena a su hermano Lucio que ocupe la región de la Bastetania, es decir, las tierras montuosas de las actuales provincias de Almería, Jaén, Granada y Murcia, y se libra una operación militar de relativa importancia en Auringuis (Jaén).

En el año 207 a.C. se libró la gran batalla de Ilipa, hoy Alcalá del Río, a la derecha del Betis o Guadalquivir, entre romanos y cartagineses, dirigidos por los generales Magón y Giscón. En este combate Escipión contó con la ayuda de fuerzas auxiliares de la Turdetania (Andalucía), mandadas por los príncipes turdetanos Culcas y Attenes. Siguiendo los planes de conquista del valle del Betis, el general romano Silano, durante este mismo año, sitia y rinde la ciudad de Cástulo, el más importante centro minero argentífero de la comarca del alto Betis, se corresponden con Linares y La Carolina actuales, y poco más tarde llegan hasta Carteia (Algeciras) después de sitiar la localidad de Estapa (Estepa).

Escipión funda, cerca de Sevilla (Santiponce), a finales del verano del año 206 a.C., la primera colonia romana a la que, en honor de Italia, dio el nombre de Itálica, para establecer en ella a los legionarios veterano, dotada de un marcado carácter fronterizo y defensivo, dada la posición estratégica de su emplazamiento (a la orilla derecha del Betis y en su confluencia con el río Cala). Derrotados y desmoralizados, los ejércitos cartagineses no pueden evitar que en el otoño del año 206 a.C. los romanos entren en Gadir, el último baluarte del imperio cartaginés en la Península Ibérica, forzando la retirada del general cartaginés Magón, con lo que termina el dominio púnico en la Península. A partir de este momento se desarrollan las luchas con el resto de los pueblos indígenas asentados en la misma.

A mediados del año 206 a.C. se produce una oleada de levantamientos y sublevaciones de ilergetes y jacetanos encabezados por Indíbil y Mandonio, que afectó a las tierras actuales de Jaca, Huesca y Lérida, y que llega incluso hasta Salduie (Salduba, luego Caesar-Augusta, Zaragoza). Escipión sale de Cartagena y en una rápida campaña consigue vencer y dispersar momentáneamente a los sublevados. Durante el verano del año siguiente se levantaron nuevamente contra Léntulo y Acidino, los sucesores de Escipión, protestando por el duro impuesto establecido por la anterior sublevación. La nueva rebelión fue rápidamente vencida y sus cabecillas, Indíbil y Mandonio, muertos en combate o ajusticiados. Los pueblos sublevados tuvieron que sufrir duras represalias e impuestos.

En el año 197 a.C. legalmente se establecen dos provincias en Hispania: la Citerior que comprendía las tierras del valle del Ebro y costas orientales hasta el norte de Baria (Vera, provincia de Almería), y la provincia Ulterior, en la que se incluían todas las tierras béticas y el valle del Guadalquivir. La frontera entre ambas provincias se extendía entre Saltus Castulenensis (sierra de Cazorla en Sierra Morena) y la desembocadura del río Almanzora.

Ante la gravedad de la situación creada en la provincia Citerior por la sublevación general de las tribus ibéricas, el Senado romano decidió nombrar cónsul a Marco Poncio Catón y enviarle con un gran contingente de soldados con el fin de restablecer el orden. En el año 195 a.C. desembarcó en Ampurias y dominó con cierta facilidad a los sublevados del área catalana, no tanto por la acción de las armas, como por sus actuaciones políticas y administrativas. Posteriormente apaciguó a los ilergetes, al entregarse voluntariamente su caudillo Bilistages, sucesor de Indíbil. A comienzos del año siguiente Catón, tras derrotar y someter a los jacetanos, entró triunfalmente en la localidad pirenaica de Jaca. Después de apaciguar a los turdetanos de la Bética, regresó a Tarragona por el interior de la Meseta, siguiendo el curso del río Henares, con el propósito de controlar los levantamientos surgidos entre los arévacos de Segontia (Sigüenza) y Numancia y sobre todo, para amedrentar a los celtíberos e impedir que siguieran socorriendo con trigo a las ciudades de la provincia Ulterior. Es éste el primer contacto bélico con los arévacos, que junto con los lusitanos habrían de ser sus más irreductibles adversarios.

Fulvio Nobilior, pretor de la provincia Ulterior, intervino militarmente en la Citerior. Guerreando contra los oretanos y carpetanos consiguió en el año 192 a.C. ocupar la ciudad de Toletum (Toledo) y apresar a Hilermo, caudillo indígena que la defendía.

A fin de sofocar los continuos levantamientos de celtíberos y lusitanos, el Senado designa como pretores del año 180 a.C,. respectivamente a Tiberio Sempronio Graco para la Citerior, y a Lucio Postumio Albino para la Ulterior. Fue Graco el primero en dominar la revuelta celtibérica el mismo año de su llegada. Tras liberar a la ciudad aliada de Carabis (cercana a la Borja de Zaragoza) del sitio a la que estaba sometida por los celtíberos y derrotarles al pie del Moncayo, firma pactos con ellos poniendo así fin a esta guerra. Gracias a su política de pactos y reparto de tierras entre los celtíberos, se desarrolla un período de paz general, salpicada, no obstante, de abusos e injusticias por parte de los pretores gobernantes que lo sucedieron.

Sempronio Graco, para conmemorar sus triunfos sobre los celtíberos, fundó en la orilla derecha del Ebro la ciudad de Gracchurris. La fundación en el año 178 a.C. de esta nueva ciudad, que hoy se conoce con el nombre de Alfaro, responde a una clara finalidad política: la de asegurar la frontera entre las nuevas tierras conquistadas frente a los vascones.

Guerras de la Lusitania y Celtiberia

En el año 155 a.C. se inician las primeras hostilidades de los lusitanos y celtíberos en contra de los romanos, rompiéndose así cerca de 34 años de relativa paz y tranquilidad que había reinado en la Hispania romana. En la Ulterior, la guerra contra los lusitanos realmente comienza a mediados de este año, cuando el caudillo Púnico vence repetidamente a los pretores de esta provincia hispana y llega hasta Sexi (Almuñécar) con un ejército formado por lusitanos y vettones capitaneados por Césaro.

Guerra de Lusitania

Después de haber sido derrotado Galba, pretor de la provincia Ulterior, en los primeros enfrentamientos con los lusitanos, éste les promete repartos de tierras de cultivo, por lo que confiados fueron concentrados más de 30.000 lusitanos en tres campamentos, desarmados en señal de buena voluntad, para recibir los lotes correspondientes. Entonces Galba mandó rodear estos campos de concentración y ordenó la más cruel matanza de la Antigüedad. Más de 9.000 lusitanos fueron pasados a cuchillo y 20.000 fueron vendidos como esclavos en las Galias. Algunos pudieron salvarse, entre ellos, Viriato, quien será elegido más tarde como caudillo que dirija el levantamiento general del pueblo lusitano contra Roma durante algo más de 10 años.

Después de ser elegido Viriato por sus compañeros de armas, como jefe para dirigir la guerra que los lusitanos mantenían contra los romanos, consiguió durante el año 147 a.C. notables éxitos. En Tríbola, Serranía de Ronda, derrotó al pretor Vitelio, que sucumbió en el propio combate junto a más de 4.000 legionarios. Esta victoria puso en manos de Viriato toda la Hispania Ulterior. Poco después Viriato abandonó la Bética y se dirigió a la Carpetania, seguido por el pretor Plaucio, quien lo atacó en la Sierra de San Vicente. El romano de nuevo fue derrotado y se vio obligado a retirarse de la zona. Viriato aprovecha la ocasión y penetra en la ciudad de Segóbriga, ciudad aliada de los romanos, que Plinio calificaba como Cabeza de la Celtiberia y que estaba situada en las proximidades de Saelices, junto al río Cigüela.

Acosado Viriato por las campañas del año 144 a.C. del nuevo cónsul de la provincia Ulterior, Fabio, que le obligó a replegarse en Baecula, Bailén, decidió pedir ayuda a los celtíberos. Éstos, especialmente los arévacos, dirigidos por Olónico, deciden dársela, rompiendo así los 10 años de paz que los pueblos de la submeseta norte habían mantenido con los romanos gracias al respeto a los acuerdos firmados con Marcelo.

Primera guerra de Celtiberia

Estalló la primera Guerra con la Celtiberia en el año 153 a.C. a causa de que los belos, una de las tribus celtíberas, se negó a suspender un nuevo amurallamiento que estaban levantando en la ciudad de Segeda, situada en el valle del Jalón junto al río Perejiles, cerca de la actual Belmonte de Gracián. Los romanos tomaron este hecho como un violación de los acuerdos establecidos con Sempronio Graco y el cónsul Fulvio Nobilior entró en la Celtiberia con una gran ejército. Los segedanos obtuvieron apoyo entre los arévacos.

Con el fin de someter a los belos y arévacos el cónsul Quinto Fulvio Nobilior estableció un campamento en Ocilis, hoy llamado Medinaceli, desde donde dominaba los valle del Jalón y del Henares hasta casi las inmediaciones del Duero. El día 23 de agosto del año 153 a.C., y cuando el ejército del cónsul Fulvio Nobilior se dirigía a Numancia, fue sorprendido por combatientes arévacos y belos mandados por el caudillo Caros. En el enfrentamiento hubo numerosas bajas en los dos bandos, particularmente entre los romanos. Los celtíberos sobrevivientes, después de que sucumbiera su jefe, se agruparon en Numancia.

A los tres días del primer enfrentamiento con los arévacos, el cónsul Fulvio Nobilior reorganizó su ejército e inició la marcha hacia Numancia, donde estableció un fortificado campamento militar en sus cercanías, en la Gran Atalaya, cerca de la aldea de Renieblas. Nobilior tras recibir refuerzos (300 jinetes y 10 elefantes) decidió atacar la ciudad de Numancia. Los numantinos, tal como había supuesto el cónsul, se asustaron al ver a los elefantes, animales desconocidos para ellos, por lo que se replegaron en la ciudad. Nobilior ordenó el asalto, pero uno de los paquidermos se espantó al sufrir una pedrada en la cabeza, y arrastró en su huida a los demás elefantes, circunstancia que aprovecharon los numantinos para salir de las murallas y causar una gran derrota entre los soldados romanos, ocasionándoles más de 16.000 bajas. Los ejércitos en la provincia Citerior quedaron reducidos en pocos días a la mitad por las sucesivas derrotas sufridas ante los celtíberos.

La rendición de Ocilis y Nertóbriga conllevó la pacificación con los numantinos, los cuales se sometieron, en nombre de todos los celtíberos, a los planes pacificadores del cónsul Claudio Marcelo por los que se reconocía a los arévacos plena autonomía. El Senado romano ratificó esta paz de principios del año 151 a.C., asegurando para la Celtiberia un largo período de tranquilidad que habría de durar hasta el año 143 a.C.

El cónsul de la provincia Citerior, Lúculo, violando la paz firmada por su predecesor Marcelo, y sin motivo aparente, atacó a los vacceos, vecinos de los arévacos. El primer ataque lo sufrió Cauca, la actual Coca, en la provincia de Segovia, cuyos habitantes, después de sufrir una derrota en campo abierto mandaron a los ancianos del lugar como emisarios, pidiendo la paz. Lúculo aceptó imponiendo la condición de que Cauca acogiese entre sus murallas a 2.000 soldados romanos. Los de Coca aceptaron y el ejército romano entró en la ciudad. Entonces Lúculo ordenó una matanza general de los indefensos habitantes de la ciudad. Poco después de masacrar a los habitantes de Coca, puso sitio a la localidad de Intercatia (posiblemente la ciudad zamorana de Villalpando), la cual, tras una valiente resistencia, capituló al salir fiadora de ella el joven general Escipión Emiliano.

Guerra de Numancia

Al reiniciarse las hostilidades, al prestar su ayuda a los lusitanos, Olónico desencadenó la llamada Guerra de Numancia que habría de durar algo más de un lustro.

Tropas mandadas por Cecilio Metelo y provenientes del campamento de Gracurris (Alfaro) asediaron y tomaron Contrevia Leukade en el año 142 a.C. Contrevia, situada en las cercanías de la actual localidad de Aguilar, era una ciudad arévaca aliada de Numancia que guardaba el acceso a ésta, siguiendo el cauce del río Alhama hasta la meseta en Matalebreras y Suellacabras.

La romanización de la ciudad se manifestó en la reconstrucción de las murallas mas próximas al río y en los cambios operados en sus construcciones civiles.

Durante el año 140 a.C. el cónsul de la Citerior, Pompeyo Rufo, en un intento de tomar por asalto la ciudad arévaca de Numancia, rodeó ésta con campamentos que situó en el cerro de Castillejos. Fracasado en su intento, el cónsul arremetió contra los arévacos de Termancia (Tiermes) donde nuevamente fracasó. Finalmente, centró sus esfuerzos en Numancia e intentó negociar la paz, si los numantinos pagaban 30 talentos por cada ciudadano.

Después de que Viriato firmara un tratado de paz con Roma durante la legislatura del cónsul Serviliano, y pese a que poco después fuera ratificado por el Senado, su sucesor Cepión consiguió que Roma anulase dicho tratado de paz, por lo que Viriato, después de ser derrotado en Azuaga, se vio obligado a mediados del año 139 a.C. a negociar la paz con el cónsul romano Cepión, sin ninguna ventaja para el caudillo lusitano. Viriato utilizó para estas negociaciones de paz con Cepión a tres jefes de su ejército, Audas, Ditalkón y Minuros, naturales de Urso (Osuna), que hacía tiempo habían desertado de las filas romanas pasándose a las lusas. El cónsul Cepión consiguió ganarse con grandes dádivas y presentes la voluntad de los representantes de Viriato en las negociaciones de paz, y los indujo a asesinarlo. Viriato fue asesinado durante ese año por sus antiguos camaradas Audas, Ditalkón y Minuros, mientras dormía. La muerte del caudillo, además de causar un hondo pesar en el pueblo lusitano, supuso el fin de la guerra lusitana, aunque todavía fue continuada por poco tiempo, bajo la dirección de Tántalo, hasta su definitiva rendición frente al cónsul Décimo Junio Bruto a finales del año 139 a.C.

A mediados del año 134 a de C. llegó a Tarragona el prestigioso cónsul Publio Escipión Emiliano, conquistador de Cartago, con el firme mandato del pueblo romano de acabar honrosamente con la resistencia y el poder de Numancia. Este emplazamiento arévaco durante más de dos años había resistido los asaltos romanos de Lenate, cónsul en el año 139 a.C., y había derrotado en repetidas ocasiones a Mancino, cónsul durante el año 137 a.C., que se vio obligado a retirarse al valle del Ebro, y a rendirse a los celtíberos con más de 20.000 hombres. Los numantinos habían adquirido tal poder que habían abierto un proceso de negociación de paz y exigían la libertad de los legionarios apresados a cambio de la plena autonomía de la Celtiberia. Después de someter a un duro entrenamiento a los legionarios romanos y reclutar tropas entre las tribus aliadas, Escipión formó un ejército de más de 60.000 soldados con los que sometió las tierras leridanas y controló la Tierra de Campos, a través del desfiladero de Pancorvo (Burgos), con el fin de abastecerse de los cereales de los vacceos y de paso, evitar los continuos saqueos que sobre estas tierras ejercían los numantinos. Avanzó por el valle del Duero, llegó hasta Numancia a principios del otoño del año 134 a.C., e inmediatamente ordenó la construcción de fortificaciones y campamentos para rodear a la pequeña Numancia (4.000 defensores). La circunvalación que la cercaba estaba formada por un conjunto de zanjas y empalizadas que defendían una poderosa muralla de más de 9 kilómetros de perímetro, con torres defensivas cada 300 metros. La fortaleza exterior estaba defendida por siete campamentos, entre los que destacaban: el de Castillejos, cuartel general de Escipión, y el Peña Redonda, situado al sur de la ciudad cercada.

A principios del año 133 a.C. y después de más de tres meses de cerco, Numancia, al ver insostenible su situación, envió a Escipión emisarios, al mando de Avaros, con la misión de encontrar las condiciones más favorables para una capitulación. El pueblo numantino no quiso aceptar las condiciones impuestas por Escipión, y se dispuso a resistir al asedio hasta el final, para lo que tuvieron incluso que recurrir a reglamentar el uso de la carne humana como el único alimento disponible. Debilitados por el hambre, a principios del verano, los arévacos decidieron capitular, pero muchos de ellos, el día anterior al acordado para efectuar la entrega de las armas a Escipión, se suicidaron para no presenciar la caída de su patria. Al día siguiente del holocausto numantino (finales de julio o principios de agosto del año 133 a.C.) y después de nueve meses de asedio, los supervivientes entregaron las armas y se rindieron a los vencedores. Escipión seleccionó a 50 prisioneros para que Roma fuera testigo se su éxito y el resto fueron vendidos como esclavos. La pequeña ciudad celtíbera de Numancia había sido todo un símbolo de resistencia al poder romano y como a tal se le impuso el supremo castigo de ser destruida y reducida a cenizas por propia decisión de Escipión, el cual además prohibió su reconstrucción como si fuera una ciudad maldita. La ciudad de Termancia fue vencida y destruida en el año 93 a.C. por el cónsul Tito Didio en el transcurso de la segunda guerra general desencadenada por los romanos cinco años antes contra la Celtiberia. Sus habitantes tuvieron que establecerse en una nueva ciudad abierta construida en la llanura, abandonando la fortaleza excavada en la roca.

La localidad vaccea de Colenda (Cuéllar), que había sido fundada por Mario diez años antes para asentar a los celtíberos aliados de Roma, y que había resistido un asedio durante nueve meses en el desarrollo de las segundas guerras celtíberas (98 a 93 a.C.), fue duramente castigada. La derrota final de los habitantes de la zona de Colenda (Cuéllar) fue trágicamente diseñada por el cónsul Didio en el año 93 a. de C., imitando la masacre protagonizada por Galba, al inicio de la guerra, contra los lusitanos. Con el señuelo de repartir las tierras de la deshabitada Colenda, el cónsul atrajo a numerosos celtíberos de la comarca, y cuando estaban confiados y desarmados, mandó degollarlos traidoramente. Los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos y sus tierras se ofrecieron a los moradores de otros pueblos de la comarca.

Conquista de las Baleares

El Senado encomendó a Quinto Cecilio Metelo la empresa de ocupar las islas de Mallorca y Menorca que por entonces, 123 a.C., estaban dominadas por piratas que atacaban a los barcos romanos y asolaban las costas levantinas. Durante el año siguiente Metelo dominó las dos mayores islas baleáricas a las que llevó 3.000 colonos peninsulares con los que comenzó la organización del país en torno a dos ciudades mallorquinas: Palma y Pollentia.




J.M.S

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